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CARA A CARA CON
NORBERTO COZZANI
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“Yo he
sido un represor, y no me asusta la palabra represión. Y estoy contento en
haber contribuido a que la logística de Montoneros se quedara sin dinero.
Porque así se salvaron vidas de muchos jóvenes idealistas, que dejaron de
tener armas, de tener balas y de tener pastillas de cianuro…” (Norberto Cozzani) |
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El que sigue es un testimonio poco
frecuente acerca de la lucha contra la subversión.
Se trata de un reportaje
efectuado por Horacio R. Palma a un policìa procesado y condendo por su
participación en la guerra antisubversiva, el señor Norberto Cozzani, quien
expone con cruda transparencia los términos en los que se desarrollo la
guerra y el papel jugado en ella por personajes que hoy ocupan funciones
oficiales en el más alto nivel.
ÉL ASUME
La mañana no puede ser más espléndida. Un glorioso cielo azul,
una brisa fresca que acaricia…y los primeros albores que van encendiendo,
desde el horizonte, el paisaje de la ruta. Ya dejé atrás la Autopista del
Sol y el Camino del Buen Aire…curioso nombre para un camino rodeado de
basurales y rellenos sanitarios.
Ahora desando la ruta 200 a la altura de Marcos Paz, un pequeño
pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Un cartel desteñido me avisa que
debo dejar el asfalto, lo que el cartel no avisa, es que debo embarcarme en
7 kilómetros tortuosos de ripio. Encaro con paciencia el camino que parece
tener algo personal contra las visitas…hasta que por fin distingo, en el
medio de la nada, un gigantesco alambrado coronado de gruesas púas, que
rodea varios módulos amarillos de techos verdes. He llegado a la Cárcel.
Desde lo alto de las torres, los guardias siguen mi auto con la
vista. Estaciono. El sol ha ganando altura, pero es el viento el que reina
en el descampado. Sólo el grito de unos teros, y el flamear frenético de una
bandera argentina maltratada por los furores del viento sur, rompen el
silencio de la mañana.
Hago los trámites de ingreso al Penal (sin revisaciones
humillantes), y tras media hora de espera, un colectivo me lleva con desgano
hacia el lejano Pabellón 4.
Adentro, en una pequeña sala de visitas, oscura a pesar de la
claridad del celeste de sus paredes, Norberto Cozzani y Hugo Guallama
realizan la ceremonia de preparar la mesa para el café. Un amigo de ellos
que ha venido conmigo, saca de una bolsa dos docenas de medias lunas y
varios kilos de comida que los detenidos reciben como un tesoro.
Cozzani es un mastodonte de un metro noventa y más de 100 kilos,
Guallama es piel y huesos. Cozzani habla con vozarrón de locutor, Guallama
apenas murmura. Cozzani viste con discreta elegancia. Guallama, apenas
viste.
Desde los parlantes del Penal, una música de violines suaviza los
sonidos severos de rejas que se abren, de candados que se cierran, y de
botas que retumban por los pasillos.
Cozzani es un ex Cabo de la policía bonaerense, que pidió su retiro
en 1.978, tras dos años y dos meses en la fuerza. La particularidad
de su historia dentro la policía de Buenos Aires, es haber desbaratado al
Grupo Graiver, según Cozzani, “el mayor financista de los Montoneros…eso es
lo que no me perdonan, que les haya desbaratado todo el aparato financiero,
y que, en una causa donde se incautaron bienes por 74 millones de dólares,
no haya faltado ni un encendedor. Al grupo Graiver le incautamos
bienes por ese monto, y luego toda la causa fue investigada por jueces de la
democracia, y por quienes quedaron a cargo de manejar la sucesión de María
Sol Graiver. Y no faltó un solo dólar…”
Cozzani habla con pasión y recuerda con envidiable memoria. Y fuma
también con pasión, como casi todos allí adentro. Dice con soltura, aunque
hace silencios, como buscando palabras adecuadas. Aplasta con fuerza lo
último del cigarrillo contra el cenicero, y sigue: “Para nosotros, encontrar
a los Graiver fue fruto de una casualidad, así, tal cual. Tuvimos suerte.
Nosotros detuvimos a todos, secuestramos todos los bienes, demostramos que
eran quienes manejaban las finanzas de Montoneros, y pudimos cortarles todos
los circuitos financieros que habían organizado a nivel internacional. Todos
los bienes los entregamos a la Conarepa Comisión Nacional de Recuperación
Patrimonial (después, en el gobierno de Alfonsín, se les devolvieron los
bienes, más los intereses).
Recuerdo especialmente el caso de Francisco Fernández Bernárdez, un
hombre muy conocido en el mercado de divisas en Buenos Aires de David
Graiver desde 1.974. El era quien manejaba el 100% de los movimientos
clandestinos de divisas hacia el exterior, y preparaba los billetes que
mensualmente entregaban el Dr. Rubinstein y la Sra. Fanjul (otros de los
detenidos del Grupo Graiver) a la Secretaría Logística de la Organización
Política Militar Montoneros, en los alrededores de Plaza Italia. Fernández
Bernardez había renunciado al Banco Galicia, y desde junio del 66 se
dedicaba al mercado clandestino de dólares. Nunca se alejó mucho del Banco
Galicia, dice Cozzani, de hecho, cuando lo detuvimos, continuaba operando en
el subsuelo del Banco, donde disponía de un “especial” tesoro de uso
particular. Fue él nuestro principal colaborador a la hora de conciliar
cifras. Jamás olvidaré sus condiciones para colaborar y trabajar en el tema
durante muchas horas, en el sector de Seguridad donde se encontraba
detenido…pollo rostizado, vacío al horno, tortillas, vino blanco de buena
marca y whisky escocés, todo eso mandaba a comprar a través del oficial jefe
de su lugar de detención, que era el entonces Oficial Principal Darío Delfín
Rojas…ese lugar se llamaba Puesto Vasco. Allí también estaban detenidos los
Graiver, pero nunca me enteré que los convidara…hasta eso hay que
explicarle hoy a la gente, que lo que ahora algunos llaman un centro
clandestino de detención, no era tal, sino que tenía una bandera argentina
en la puerta y un mástil. Lo que quiero decir, es que no era clandestino
sino que estaba bien individualizado, era un lugar transitorio de detenidos”.
Norberto Cozzani fue juzgado en la Causa 44 (Causa Camps). Allí lo
condenaron a 4 años y medio por apremios ilegales a 4 personas del Grupo
Graiver, en ese juicio, Osvaldo Papaleo, esposo de la actriz Irma Roy y
hermano de Lidia Papaleo de Graiver, estuvo a punto de ser procesado por
falso testimonio. “Conociendo los jueces que me juzgaron, deben haberme
aplicado malos tratos…”, exclama y sonríe Cozzani. Mientras cumplía la pena
en el Penal de Magdalena, el gobierno radical impulsó la ley de
Obediencia Debida, ratificada luego por el Congreso de la Nación,
dicha ley pretendió proteger a aquellos que no tuvieron capacidad decisoria,
ni pudieron examinar la legalidad de las órdenes recibidas…pues bien,
Norberto Cozzani rechazó dicha ley. Leo el Clarín del
sábado 16 de mayo de 1.987: “El cabo de la Policía de Buenos Aires,
condenado por violaciones a los derechos humanos durante la guerra
contra la subversión, desistió ayer de ampararse en el principio de
la Obediencia Debida…”.
La Corte Suprema de la Nación le dio la razón. Cuando uno le
pregunta por qué lo hizo, Cozzani se pone más serio que de costumbre y
responde: “Jamás recibí de mis superiores ninguna orden que
implicara la ejecución de un plan criminal, jamás fui forzado por ninguna
fuerza irresistible, ni engañado por ningún error insuperable para cometer
acciones que repugnaran mi conciencia moral…Yo estuve en una guerra, a mí,
Carlos Kunkel, Comandante de la Columna 21 de la Organización Montoneros que
en los 70 actuaba desde el Puente Pueyrredón hasta la ciudad de La Plata, me
persiguió con una Ford F100 en la que había montado una ametralladora con
trípode tapada con lonas. Kunkel buscaba la eliminación directa de nuestro
grupo…Hoy, él está en la Casa de Gobierno, y yo estoy detenido por una causa
inventada, armada con testigos falsos, esperando hace más de dos años un
juicio oral. Y encima, un General como Bendini, prohíbe en los actos
oficiales mencionar la palabra terroristas o Montoneros, y los llama
“Atacantes…”, dice Cozzani con una bronca que se le nota.
Cosan ya tiene escrito 3 libros. El primero “Yo Asumo”,
acaba de publicarse…y es imperdible. El segundo tiene título: “Yo Acuso”… y
promete más polémica.
Cerca del mediodía, el colectivo del Penal me devuelve a la
entrada. Retiro mis pertenencias de un cofre, el portón corredizo se cierra
a mis espaldas. Otra vez el primer silencio, doblegado solo por el grito de
unos teros, y el flamear frenético de la bandera argentina maltratada por
los furores del viento sur…mmm, aves que gritan lejos de sus huevos, y
vientos del sur que maltratan la bandera Argentina. ¡Qué curioso!, la
naturaleza, sin saberlo, me acababa de dar la metáfora exacta, de lo que
Cozzani intentó decirme durante dos horas de charla…mientras Hugo Guallama,
ex chofer de Miguel Etchecolatz, escuchaba en silencio.
Horacio R. Palma
hdpalma@ciudad.com.ar
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