No
es fácil resumir con claridad qué es el Pensamiento Nacional porque,
primeramente y, sobre todas las cosas, es un sentimiento que se ha de
tener. Aunque amigos y enemigos saben muy bien cuando se está frente a
uno de sus hombres.
Esta dificultad deriva en que no es sólo una forma de
entender
la Política y la Patria:
también la Vida. Así se da la paradoja de aquel que tiene el
Pensamiento Nacional sin saberlo, como el otro que lo es sólo de nombre y
por ello solamente lo declama.
El Pensamiento Nacional es servir al verdadero Dios y no a
idolillos con facha de mujer pública como la libertad y su gorro
masónico; con cara de inocentona como la democracia; o con ojos
llameantes como la clase. Y, sin embargo, se respetan la clase,
la democracia y la libertad,
Es no buscar la majestad de la, justicia con sus ojos vendados y
su balanza fría, pero adherirse a la pobre justicia humana, eterna
pretendiente a un trono inalcanzable, un poco bizca y hasta un algo tonta.
Es buscar los medios para lograr una vida virtuosa -nosotros y los otros-,
sabiendo que son muy pocos los Héroes y los Santos y muchas
nuestras deserciones, aflojadas y cobardías.
Es querer la belleza aunque no la comprendamos, y saludar el gesto
noble para que suene como un bofetón en el rostro de los que anhelan al
plebeyismo como sistema.
Pertenecer al Pensamiento Nacional es recordar en todos los actos que
al Rey la hacienda y la vida se han de dar, pero que
el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios.
Es respetar el valor sin desconocer el miedo,
y respetarlo en los nuestros y en nuestros enemigos.
Es amar al hombre concreto y por amor negarle la adulación, que
es rebajarlo e inferirle un mal que resquebraja su alma llamada
a fines trascendentes.
Es admirar al Héroe y al Santo, al pequeño de todos los días y
al de los momentos críticos; al que es capaz de quemar su vida en un altar
aunque no sea el nuestro y aunque ese sea su primer gesto de
grandeza;
porque
un bel morir tutta la vita onora.
Es saber discernir entre un campeonato y una guerra, entre un
soldado y un zaguero izquierdo; un Jefe y un mandatario;
un servidor y un siervo.
Militar en el Pensamiento Nacional es
ser grande con el grande y humilde con los humildes; que
respeto a quien lo merece es justicia, no servilismo; que
misericordia al que sufre es amor, no estupidez. Y que justicia
con misericordia es magnanimidad.
Es pretender una sociedad armoniosa, no ordenada con la disposición
triste y mediocre del termitero. Armoniosa como una catedral gótica
donde los vitrales sirven a la luz, las piedras a los vitrales y las gárgolas
a las piedras: y gárgolas, piedras, vitrales y luz,
sirven a Dios. No como el orden de un templo pagano, maravillosa
belleza formal, pura exterioridad, potente grito de amor a sí mismo. Y el
amor que tenemos es para Dios, la Patria y nuestros semejantes.
Es enraizamos en la tierra de nuestros padres y abuelos sabiendo que el
roble y la cina-cina sirven al mismo reparo y se alimentan de la misma fuente;
y en la fuente y el reparo se hermanan.
Pensar como nacionalistas es ser leal con los nuestros aunque
nos duela este espectáculo estéril, ridículo y feo; porque nosotros también
somos de los nuestros y esa fealdad nos toca. Y donde no nos tocase,
justamente por esa pretendida limpieza no tenemos derecho a ensuciarnos con
la deslealtad. Sólo como leales podremos cortar las ramas enfermas porque, en
cada sangre que hagamos, correrá también la nuestra para con ella lavar la
herida enferma.
Es buscar los bienes terrenos en tanto bienes y no en tanto
riquezas. Es adherirse a las cosas porque son mías y porque son nuestras;
no porque son cosas. Es servirse de esos bienes con un fin superior y
no servirlos como a ídolos falsos. Y es saber sofrenar nuestro apetito de
cosas para no morir aplastados por ellas.
Es amar y respetar a nuestras mujeres: que no es nuestro estilo aquello
de llorar engaños.
Es ser padres de nuestros hijos, no sus amigos. Amigos: ya se
ocuparán ellos de buscarlos. Padres no tienen más que los que Dios les
ha dado.
Es cumplir con nuestro trabajo como Dios manda sin dejar que el
trabajo nos carcoma el alma.
Es apuntar a las estrellas de pié, no de rodillas; con la
cabeza fría y el corazón caliente.
Es respetar las libertades: no el Liberalismo.
Es respetar la materia: no el Materialismo Dialéctico.
Es respetar el alma: no el Espiritualismo ni el Espiritismo.
Es respetar la Inteligencia: no la Diosa Razón.
En respetar las tradiciones heredadas de padres y abuelos: no el
Festival de Cosquín.
Es ser valiente: no un compadrito.
Es ser bueno: no un idiota.
Es ser pacífico: no un Premio Nóbel de la Paz.
Es ser religioso: no un clerical.
Es amar al hombre: no a la Humanidad.
Es saber reírnos de nosotros mismos, pero no dejar que otros
se rían de nosotros.
Es ser humildes como individuos y orgullosos como Nación. Es
estimar la política como uno de los más nobles oficios, por más que
nuestros políticos sean una banda de forajidos.
Es el Bien Común distinto y por encima de los bienes particulares,
por legítimos que ellos fueren.
Poseer el Pensamiento Nacional es
pensar en la Nación como un pasado común y como una empresa
con un destino común, con un ministerio en el concierto de otras
patrias; que sea el ámbito propicio donde se pueda alcanzar una vida
virtuosa, cuyos medios para lograrla sean el bien común subordinado al
Bien.
Es el Estado como rector del bien común. Rector y no como su dueño. Rector y
no como su dispensador tiránico.
Es la Fuerza y la Justicia bajo exclusivo monopolio del Estado. Fuerza para
defendernos de nuestros enemigos, con justicia para propios y extraños.
Fuerza limitada por la justicia y justicia apoyada en la fuerza.
Es tener al Estado por un bien necesario, digno de ser servido porque sirve;
no como el mal necesario de los liberales que quieren un malevo con cofia
de niñera o los marxistas que presentan a
una niñera que todos saben que es un malevo.
Es sentir orgullo por servir al Estado y humildad porque por él servimos a
nuestros iguales. Que hemos sido llamados para servir; no para servirnos ni
para que nos sirvan. Se trata de servir sin que nos sirvan. Queremos
servidores no empleados para nuestro propio provecho.
Es la economía no al servicio del Estado pero sí controlada por él, en tanto
hace al bien común. Que si iniciativa personal,
propiedad privada y espíritu de lucro están inscriptos en nuestra naturaleza,
no son derechos absolutos; y es función específica del Estado el regularlos,
limitarlos cuando se desmadran, y facilitar todos los medios a su alcance para
protegerlos y promoverlos.
El Pensamiento Nacional no necesita de ideas o ideologías extranjeras o
extranjerizantes. Pensar de otro modo es una afrenta a nuestra inteligencia y
un aplauso a nuestra incapacidad. Si se piensa en Dios, la Patria y su Pueblo,
todo está dicho y lo que sea extranjero estará sobrando por más que,
eventualmente, coincida con nosotros.
Estos son los fines que el Pensamiento Nacional nos ha propuesto diariamente,
por más que los medios contingentes sean siempre materia de discusión.
Me atrevo por eso a llegar a una definición: el Pensamiento Nacional es la
Patria inteligentemente amada y sacrificadamente servida.
Por Nuestro Salvador Jesucristo y su Santa Madre. Que así sea.