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¿QUÉ ES EL

PENSAMIENTO NACIONAL?

(Me han preguntado. Yo contesto)

Juan Pampero

 

   No es fácil resumir con claridad qué es el Pensamiento Nacional porque, primeramente y, sobre todas las cosas, es un sentimiento que se ha de tener. Aunque amigos y enemigos saben muy bien cuando se está frente a uno de sus hombres.

   Esta dificultad deriva en que no es sólo una forma de entender la Política y la Patria: también la Vida. Así se da la paradoja de aquel que tiene el Pensamiento Nacional sin saberlo, como el otro que lo es sólo de nombre y por ello solamente lo declama.

   El Pensamiento Nacional es servir al verdadero Dios y no a idolillos con facha de mujer pública como la libertad y su gorro masónico; con cara de inocentona como la democracia; o con ojos llameantes como la clase. Y, sin embargo, se respetan la clase, la democracia y la libertad,

   Es no buscar la majestad de la, justicia con sus ojos vendados y su balanza fría, pero adherirse a la pobre justicia humana, eterna pretendiente a un trono inalcanzable, un poco bizca y hasta un algo tonta.

   Es buscar los medios para lograr una vida virtuosa -nosotros y los otros-, sabiendo que son muy pocos los Héroes y los Santos y muchas nuestras deserciones, aflojadas y cobardías.

   Es querer la belleza aunque no la comprendamos, y saludar el gesto noble para que suene como un bofetón en el rostro de los que anhelan al plebeyismo como sistema.

   Pertenecer al Pensamiento Nacional es recordar en todos los actos que al Rey la hacienda y la vida se han de dar, pero que el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios.

   Es respetar el valor sin desconocer el miedo, y respetarlo en los nuestros y en nuestros enemigos.

   Es amar al hombre concreto y por amor negarle la adulación, que es rebajarlo e inferirle un mal que resquebraja su alma llamada a fines trascendentes.

   Es admirar al Héroe y al Santo, al pequeño de todos los días y al de los momentos críticos; al que es capaz de quemar su vida en un altar aunque no sea el nuestro y aunque ese sea su primer gesto de grandeza; porque un bel morir tutta la vita onora.

   Es saber discernir entre un campeonato y una guerra, entre un soldado y un zaguero izquierdo; un Jefe y un mandatario; un servidor y un siervo.

   Militar en el Pensamiento Nacional es ser grande con el grande y humilde con los humildes; que respeto a quien lo merece es justicia, no servilismo; que misericordia al que sufre es amor, no estupidez. Y que justicia con misericordia es magnanimidad.

   Es pretender una sociedad armoniosa, no ordenada con la disposición triste y mediocre del termitero. Armoniosa como una catedral gótica donde los vitrales sirven a la luz, las piedras a los vitrales y las gárgolas a las piedras: y gárgolas, piedras, vitrales y luz, sirven a Dios. No como el orden de un templo pagano, maravillosa belleza formal, pura exterioridad, potente grito de amor a sí mismo. Y el amor que tenemos es para Dios, la Patria y nuestros semejantes.

   Es enraizamos en la tierra de nuestros padres y abuelos sabiendo que el roble y la cina-cina sirven al mismo reparo y se alimentan de la misma fuente; y en la fuente y el reparo se hermanan.

   Pensar como nacionalistas es ser leal con los nuestros aunque nos duela este espectáculo estéril, ridículo y feo; porque nosotros también somos de los nuestros y esa fealdad nos toca. Y donde no nos tocase, justamente por esa pre­tendida limpieza no tenemos derecho a ensuciarnos con la deslealtad. Sólo como leales podremos cortar las ramas enfermas porque, en cada sangre que hagamos, correrá también la nuestra para con ella lavar la herida enferma.

   Es buscar los bienes terrenos en tanto bienes y no en tanto riquezas. Es adherirse a las cosas porque son mías y porque son nuestras; no porque son cosas. Es servirse de esos bienes con un fin superior y no servir­los como a ídolos falsos. Y es saber sofrenar nuestro apetito de cosas para no morir aplastados por ellas.

   Es amar y respetar a nuestras mujeres: que no es nuestro estilo aquello de llorar engaños.

   Es ser padres de nuestros hijos, no sus amigos. Amigos: ya se ocu­parán ellos de buscarlos. Padres no tienen más que los que Dios les ha dado.

   Es cumplir con nuestro trabajo como Dios manda sin dejar que el trabajo nos carcoma el alma.

   Es apuntar a las estrellas de pié, no de rodillas; con la cabeza fría y el corazón caliente.

   Es respetar las libertades: no el Liberalismo.

   Es respetar la materia: no el Materialismo Dialéctico.

   Es respetar el alma: no el Espiritualismo ni el Espiritismo.

   Es respetar la Inteligencia: no la Diosa Razón.

   En respetar las tradiciones heredadas de padres y abuelos: no el Festival de Cosquín.

   Es ser valiente: no un compadrito.

   Es ser bueno: no un idiota.

   Es ser pacífico: no un Premio Nóbel de la Paz.

  Es ser religioso: no un clerical.

   Es amar al hombre: no a la Humanidad.

   Es saber reírnos de nosotros mismos, pero no dejar que otros se rían de nosotros.

   Es ser humildes como individuos y orgullosos como Nación. Es estimar la política como uno de los más nobles oficios, por más que nuestros políticos sean una banda de forajidos.

   Es el Bien Común distinto y por encima de los bienes particulares, por legítimos que ellos fueren.

   Poseer el Pensamiento Nacional es pensar en la Nación como un pasado común y como una empresa con un destino común, con un ministerio en el concierto de otras patrias; que sea el ámbito propicio donde se pueda alcanzar una vida virtuosa, cuyos medios para lograrla sean el bien común subordinado al Bien.

   Es el Estado como rector del bien común. Rector y no como su dueño. Rector y no como su dispensador tiránico.

   Es la Fuerza y la Justicia bajo exclusivo monopolio del Estado. Fuer­za para defendernos de nuestros enemigos, con justicia para propios y ex­traños. Fuerza limitada por la justicia y justicia apoyada en la fuerza.

   Es tener al Estado por un bien necesario, digno de ser servido porque sirve; no como el mal necesario de los liberales que quieren un malevo con cofia de niñera o los marxistas que presentan a una niñera que todos saben que es un malevo.

   Es sentir orgullo por servir al Estado y humildad porque por él servimos a nuestros iguales. Que hemos sido llamados para servir; no para servirnos ni para que nos sirvan. Se trata de servir sin que nos sirvan. Queremos servidores no empleados para nuestro propio provecho.

   Es la economía no al servicio del Estado pero sí controlada por él, en tanto hace al bien común. Que si iniciativa personal, propiedad pri­vada y espíritu de lucro están inscriptos en nuestra naturaleza, no son derechos absolutos; y es función específica del Estado el regularlos, limitarlos cuando se desmadran, y facilitar todos los medios a su alcance para protegerlos y promoverlos.

   El Pensamiento Nacional no necesita de ideas o ideologías extranjeras o extranjerizantes. Pensar de otro modo es una afrenta a nuestra inteligencia y un aplauso a nuestra incapacidad. Si se piensa en Dios, la Patria y su Pueblo, todo está dicho y lo que sea extranjero estará sobrando por más que, eventualmente, coincida con nosotros.

   Estos son los fines que el Pensamiento Nacional nos ha propuesto diariamente, por más que los medios contingentes sean siempre materia de discusión. Me atrevo por eso a llegar a una definición: el Pensamiento Nacional es la Patria inteligentemente amada y sacrificadamente servida.

   Por Nuestro Salvador Jesucristo y su Santa Madre. Que así sea.

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