Los Colorados del Monte, enero
de 2007.
A don CARLOS
FERNANDEZ.
Apreciado camarada; meritísimo
compatriota:
En el día de hoy, que es el de San
Pablo ermitaño, hice diana a las cinco de la mañana para alejar
los duendes de los burgueses sibaritas que andan siempre de ronda.
Aproveché el fresco de la mañanita para hacer limpieza de
armamento. Quemé en el fogón un poco de pólvora de cañón para
limpiarme los pulmones y ya me siento igualito que un potrillo.
Bueno, en realidad, no tanto. El mujeraje está en un solo
ronquido, así que aquí reina un silencio como para cortar con
cuchillo. Alrededor mío están mis tres perros de caza: el Pampa,
el Taita y la Damisela: todos hijos y nietos de campeones. Mejor
así. Aprovecho entonces para sopar el tintero y hacer guasca la
pluma.
Mire vea don Carlos que hay un par de
cuestiones que deseaba confiarle y que son las que siguen.
Sabrá usted que a dos kilómetros de
este lugar donde vivo, el Instituto Geográfico Militar ha colocado
un monolito de cemento con una placa de bronce que dice: “A cien
metros de aquí el diablo perdió el poncho”. De manera que cuando
le digan “donde el diablo perdió el poncho”, usted ya sabe dónde
queda ese lugar y no se ponga a fantasear. Y al poncho que le
falta al diablo, todavía no lo encontraron, porque lo tiene
Kirchner. Acuérdese lo que le digo: no se lo va a devolver por más
que Mandinga llore y pataleé.
Cuando le suelten la perrada o lo
apure el avispero, lárguese cumpa para este pago: yerba, tabaco,
carne y vino siempre hay. Y de postre: mate dulce. ¡Qué me cuenta!
Un lujo.
A pesar de vivir a tanta lejura, no
dejan de pasarme cosas por un lado y de enterarme de algunas por
el otro. Usted ya lo habrá visto. Hará de esto como cuatro o cinco
noches estuve viendo televisión. No va que le digo me ensarto con
una película de principios de los ’50 que se llama Por quién
doblan las campanas. Dicho sea de paso, cuando aparece el
cartelito “The end” uno no sabe por quién doblan las campanas.
Esta cinta se basa en la novela
homónima de Ernest Hemingway (1889-1961) escrita en 1940. El actor
principal y héroe definitivo es el querido actor Gary Cooper
(1901-1961), que tanto colaboró con las Brigadas Rojas
Internacionales, en la Organización John Reed y fue amigo personal
de Hemingway que luchó en España del lado republicano. La actriz y
heroína es la amorosa Ingrid Bergman (1915-1982) que, justamente
por esos años se vino abajo en tirabuzón como barrilete sin cola.
Porque resulta que el público norteamericano la tenía por un ángel
o una diosa escapada del Olimpo. Y en una de esas la engancharon
con un negro senegalés que, desde hacía tiempo y muy en secreto
tenía con ella y sin asco, unos asuntitos en el reducido espacio
que hay entre el colchón y las cobijas.
Hace unos años pude ver la fotografía
del africano: fiero como patear locomotoras descalzo. Pero ahí
tiene usted: la gringa se volvió loca por el negro luto. ¿Qué
habrá tenido este coso para que toda una señora como Ingrid
perdiese los estribos? Porque hasta donde yo sé fue el gran amor
de su vida. Bueno: por este traspié el público de yanquilandia la
condenó y es esta la causa por la que Ingrid no filmó ninguna
película más, ni con el Pato Donald y hasta 1977 si no me
equivoco.
Teniendo un marido blanco, Rosellini,
andaba de fraseo con un bruno. ¿Y si no le alcanzaba con uno y
precisaba dos? Hay que ser un poco más humano, ¿no le parece?
Aparte la prensa la deschavó que se veía ¡todas las tardes con
este amante! ¿Todas las tardes? ¡Pobre negro! ¿Con Ingrid sería
esclavo o liberto? Usted qué dice.
Me salgo unos instantes de las
arrebujas de Ingrid y le recuerdo que hace un tiempo le mandé un
estudio sobre el Diario del Che Guevara en Bolivia.
Bien: cuando lo estaba estudiando me preguntaba sobre las
expresiones de Ernestito: ¿a dónde había escuchado esto? Y nada.
Volvía al texto y otra vez me asaltaba la pregunta: no a esto, me
decía, lo he visto, leído o escuchado en otra parte. No. Cosas de
mi mente enferma que no resiste más.
Ahora bien, usted me dirá: ¿qué tiene
que ver Gary Cooper, la Ingrid y el borracho espantoso que fue
Hemingway con el Che en Camiri? Aparentemente nada. Y por la
película voy a darme el enésimo frentazo: el lenguaje que usa
el Che en su diario es el que usa Hemingway en su novela.
¿Para no creer? ¡Claro que es para no creer! Pero ahí está la
novelita y el diario, ellos no me dejarán mentir. ¡Por fin le
asesté el cascotazo!
Si esto fuese así, dilecto amigo; si
fuese obra deliberada y no fortuita, resultaría que la novela o la
película lo afectaron tanto al Che que, haciendo sus travesuras en
las maniguas bolivianas, el hombre se sentía dentro de la
película, y le pasaría todo lo que le pasa a Gary Cooper y sus
secuaces terroristas en la guerra civil española. Con la no
pequeña excepción de que en lugar de tener a Ingrid, el Che la
tenía a Tania que era una auténtica bruja sin escoba y después de
la gripe. Pero ya se sabe: a falta de pan hay que chupar limón,
antes que tomar té de paja.
¿Es esta una teoría? Mire don Carlos:
hay situaciones y frases completas que han sido transplantadas de
un lado para el otro. Habría que hacerle un estudio comparado. Yo
no lo haré. Prefiero hacerle una biografía a José Ingenieros o a
Juan B. Justo. Con eso le digo todo. O un soneto de 14
endecasílabos a Lonardi, ¿qué le parece?
Pero, ¿puede haber sido este tipo, el
Ernestito, tan idiota? No sé. Cómo se llamará esto, tampoco, pero
que es una patología no me cabe ninguna duda. Para la psiquiatría
mi viejo, rumbeando para el manicomio y en el camino que lo
embreten con una camisa de fuerza.
El segundo tema a tratar es el que
siguiendo le digo. Hace unos cuántos años un Padre Jesuita amigo
mío me decía: Mirá viejito, vos no te rompas el coco ni invoques
al cuco para saber cómo Fulano o Zutano tuvo tal genialidad. No.
Siempre errarás. Debes preguntarte a quién se la copió. Nunca uses
el cerebro entre los descerebrados, que hay aquí adocenados. ¿Qué
me dice? Medio déspota este cura. Pero era mi amigo.
Aplicando el principio del insigne
sacerdote que fue, indagué sobre cuál era el origen del pañuelito
blanco que usan las madres y abuelas de Plaza de Mayo. Mire: nada
encontré. Por lo que me dije que este pañuelito es auténtico de
ellas. Pero como la teluela es un símbolo, siempre me quedó el
escozor cuando pensaba en su origen.
Hace una semana, más o menos, encontré
en History Channel un documental sobre los campos de
exterminio del III Reich. Bueno mire: le digo documental porque de
algún modo hay que llamarlo. Pero en realidad se trata de pedazos
de películas ensambladas a la rebatiña: alemanes que van, alemanes
que vienen sin que se diga a dónde; gente que sube a los trenes,
gente que baja de los trenes sin fechas u otras referencias; de
campos de concentración con gente gorda y dos imágenes más allá
con gente macilenta por lo que no se entiende bien este asunto; de
hornos funcionando y de otros que se ve han quedado a medio
funcionar, etc.
Supongo que suceden estas escenas
espeluznantes, en los primeros días posteriores a la llegada de
los aliados a liberar los campos de exterminio. Entonces aparece
una multitud de judíos y judías, todos gordos y bien abrigados,
que se apersonaron en la puerta de los campos reclamando por sus
familiares o seres queridos. Entonces uno se pregunta: ¿y a dónde
estuvieron éstos mientras los otros estaban adentro haciendo el
curso de faquires? Ve lo que le digo don Carlos, no se entiende.
Resulta que entre todo este gentío
se distinguen claramente a las mujeres judías con un pañuelo
blanco en la cabeza. Todas sin excepción con el lienzo
blanco en las cabezas lanudas y algunas llevaban inscripciones
sobre la tela que no alcancé a divisar. Son varias escenas que
se muestran, porque pertenecen a distintos campos de exterminio.
De manera que no se trató de un accidente. Otras son de primer
plano hablándole a la cámara: tal cual, querido amigo. Tal cual
las vemos aquí en nuestra aporreada patria.
Con razón se habla aquí de genocidio,
holocausto, campos de concentración, inyecciones letales y, a
falta de hornos, tiraban tipos desde los aviones, según el orate
Scilingo. ¿No sé si me entiende don Carlos? De allí al pañuelito
hay un tranco.
El Padre Jesuita consejero, una vez
más tenía razón: lo del pañuelo es un símbolo que representa otra
cosa y plagiado por estas plesiosaurias. ¿Puede ser esta una
casualidad o es una causalidad? No sé. Pero el origen es judaico y
no por los 30 mil desaparecidos que hoy, ni arañando el paquete,
llegan a 10 mil. ¿Quién las indujo al uso de este emblema tan
lejano, distante y extraño a nuestra historia?
De mi parte camarada yo no tengo más
dudas. Digamos una pavada que hace al todo: que posiblemente
muestre la mano que tiró el cascote. Y aquí la historia vuelve a
repetirse: los judíos son como el Sol, aunque no los veamos, ellos
siempre están. Por eso quería contarle estas cosillas. Y estoy
persuadido que estos pañuelitos del judaísmo deben tener
reminiscencias más remotas que aquellas tomadas en Polonia y
Alemania en el invierno de 1945. Póngale la firma. ¡Y vaya a saber
lo que realmente significan!
Le dejo un abrazo y saludo a nuestro
estilo
NI YANQUIS NI MARXISTAS
JUAN
P.D. Según el último Boletín
Confidencial de Ejército que pude ver, sobre unos 3.400
desaparecidos reclamados por sus familiares documentalmente, había
sólo 9 judíos. Pero el emblema de las madres de Plaza de Mayo es
por ellos. Porque eran 9 elegidos del Señor de Israel. ¿Y
los restantes desaparecidos? Mire don Carlos, si no le interesó un
comino su vida cuando estaban vivos, usted pretende que se
preocupen de muertos.
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