Quinta
Los Colorados del Monte, septiembre de
2006.
A don Carlos Fernández
¡Ave María purísima!
Mi buen amigo y fiel
compatriota:
Le
escribo esta carta don Carlos para que no le ande diciendo a mis amigos que yo
soy más arisco que una mula tuerta del lado de montar. Pero además me he
enterado, por estos correveidile, que usted es admirador del inglés Churchill y
que hasta un retrato del chancho tiene en su escritorio. No: ándese tranquilo mi
buen amigo que yo no les creo todo a éstos, por más buenos que parezcan y
certeros que se digan. Y por las dudas, para no desentonar con usted, mandé a
enmarcar un retrato de Sábato y otro del juez Zaffaroni; que con ellos cubro un
amplio espectro de la canalla nacional. Los pondré en el lugar donde antes
estaba un crucifijo que era de mi abuela, por más que rezonguen las beatas de
San Vicente Ferrer y el cura de San Ramón me amenace con la excomunión. Primero
está usted y su amistad.
Sabrá don Carlos que antiyer fue 11 de septiembre, que enantes, cuando la
Patria era cristiana, se recordaba el martirio de San Jacinto y su hermano Proto.
Después pasó a ser el aniversario del tránsito del Hermano Sarmiento al Gran
Oriente do mora Minerva y su mochuelo comiendo aceitunas. Como más luego, pero
siempre en esta fecha, partiera con igual destino el Hermano Salvador Allende,
pero por propia voluntad, al suicidarse en la Moneda de Santiago cuando se la
estaban demoliendo. Y en la actualidad es el remembranza de las Torres Gemelas,
otra demolición, que estaban enhiestas en la islita de Manhattan, EE. UU. Para
este día 11 elija usted de entre éstos el que más le guste, porque siempre
acertará en el onomástico y les mostrará a sus amigos que es un hombre
informado. Aunque reconozco: lo de las Torres Gemelas es más paquete y le
encanta tanto al tilingo como a la palangana. Digamos que tipo Recoleta de
Ibarrita Cromañón, ¿se acuerda? El que ponía santos a fritar y hacía fiestitas
en el cementerio con luces multicolores y música de Fito Páez; cuando de golpe,
de arriba, le vino el rebencazo. ¡Y qué rebencazo! Guasca, talero y botón se los
arremangaron en el lomo. Como para que no se olvide por calabacín y azotacalles.
Y está escrito que en el horno de la Gehená habrá rechinar de dientes.
Pero vea mire don Carlos: yo no le quería hablar de esto. Deseaba contarle en
los esmirriados renglones que siguen, de dos hechos que han sobrevenido en mi
vida, dejándome escurrida el alma, tembleque el caracú y flojas las meninges. De
ellos se trata y que son: la llegada del hombre a la Luna y el ataque terrorista
a las Torres Gemelas de Nueva York. No me diga que es poco para una almita buena
como la mía, por más que mi confesor asegure que, para irme al infierno, sólo me
falta la estampilla y hará una colecta para pagarla.
Bueno: como usted tiene un espíritu que no le cabe en el recipiente, ya se
estará preguntando qué tendrá que ver una cosa con la otra, o se dirá que me
volví orate leyendo las poesías de Mitre. No. Nada de eso. Le respondo
diciéndole que en verdad son cosas distintas, ocurridas en tiempos diferentes;
pero las dos son hijas de la misma técnica. En otras palabras, el viaje a la
Luna y lo de las Torres son parientes en grado de hermanastros. Y si no, vea lo
que sigue, que es fruto de tanto estar de balde y pensar como nos pedía en sus
arengas Donoso Cortés. Es el ocio creador: una peste. Pero la otra que me queda
es tejer mañanitas con crochet y escuchar la novela de la tarde. ¿Usted, cuál
elegiría?
Se
fue la temporada de caza, guardé las escopetas y el perro está a mi lado con su
cara de pachón; pescar no se puede por la veda, y mi montado, cuando lo voy a
ver en el potrero, lo único que hago es abrazarlo por el cogote y así nos
quedamos los dos un largo rato recordando, a lo mejor, los tiempos idos y que
más nunca volverán.
Yo
me acuerdo, como si fuera hoy, cuando, como a las cuatro y media de la tarde del
viernes 20 de junio de 1969, los norteamericanos Armstrong y Aldrín,
desprendidos de la nave bautizada Aguila, donde había quedado Michael
Collins, pisaron la Luna. Eramos como veinte apiñados alrededor de un televisor
blanco y negro mirando el espectáculo. No volaba una mosca y a mí el corazón me
latía como garganta de sapo. ¿Y quiere que le diga la verdad? Allí no ví nada
raro. En absoluto.
Pero quiso Dios que me siguiera interesando en este asunto, y un poco por mi
vida de andarín y huronero como me hizo mi madre, me junté con unas cuantas
fotografías de aquel magno acontecimiento hasta hacer maciega. Se las llevé a mi
amigo Omar, que tiene una casa de fotografías que todavía existe, y algunas hice
ampliar en láminas de unos 30 por 40 centímetros, porque costaban un disparate.
Pero fíjese usted, mi buen amigo, que de tanto ver la maravilla comencé a
descubrir cosas que antes, embargado por la emoción, no había visto.
La
primera cosa que me asaltó fue por qué fueron a dar un desembarco en la cara
opuesta de la Luna, de noche perpetua, cuando hubiese sido más práctico y bello
hacerlo en la cara sempiternamente iluminada. Entonces me dijeron que era por un
problema de temperatura. Pero hete aquí que como la distancia al Sol desde la
Tierra y la Luna son prácticamente las mismas, las temperaturas no podrían ser
muy diferentes y permitir la vida humana. Entonces me vino a la memoria un dicho
de mi madre: de noche, todos los gatos son pardos. Luego, para que no se
reconozcan los gatos, el descenso debía ser en la oscuridad. ¿O será así para
meter el perro?
Seguidamente reparé en el cielo. El firmamento lunar no puede ser distinto al de
la Tierra. Por ejemplo, se podrán ver algunos planetas vagabundos y las doce
casas zodiacales porque están montadas sobre el Ecuador Celeste al que pertenece
la Luna. Se admirarían constelaciones como la de Orión, el Can Mayor y el Menor,
la sureña Centauro con la Cruz del Sur a los pies y, desde aquella altura la Osa
Mayor y estrellas como la Polar y el solitario Ciro con su oculto compañero.
Pero en las fotografías difundidas por la NASA el cielo lunar no tiene
estrellas. Que no me diga usted don Carlos que no deja de ser un milagro: es
liso como el telón que tiene detrás el Topo Gigio. Y me empecé a derretir como
helado puesto bajo una canilla.
Y
así continué en esta senda hirsuta. La bandera norteamericana flameaba, pero en
la Luna no hay vientos porque le satélite no rota, no hay diferencias de
temperaturas y consecuentemente tampoco hay desigualdades de presiones. Ergo:
¿quién mueve al trapo y quién es el que se lleva el polvillo de los astronautas
al caminar? Aquí tiene otro milagro don Carlos. Usted que es un incrédulo.
Coméntelo con sus amigotes.
Si
Armstrong y Aldrin estaban iluminados por un mismo foco, ¿cómo es posible que
sus sombras tengas distintas longitudes? Ya ve mi amigo que la universalidad que
pretendían los Griegos en el conocimiento, no es tal ni para tanto. Habrá
lugares interespaciales, por ejemplo, donde el Teorema de Pitágoras no se
cumplirá. Y lo mismo pasará con las leyes de la Física Galileana y Newtoniana.
Sí se verificarán las nuevas leyes físicas que digan los yanquis. En fin, lo
mismo pasa con las pisadas de estos hombres en la superficie; sus descensos, que
parecía los estaban esperando; la falta de definición en los contornos siempre
difusos; y la emisión que, ciertamente es pésima, aunque en aquel ayer
justificada, etc.
Hace cosa de tres meses un individuo descubrió un sistema que, aplicado a las
películas viejas, logra una definición del 100%. De manera que un filme de Tom
Mix o de Carlitos Chaplín se podría ver con la nitidez de una cámara del 2006.
Entonces va este hombre, un despistado seguramente, y pide se aplique su
invención a las tres horas de filmación que se hicieron en la Luna en rollos de
35 mm. Entonces el gobierno de los EE. UU. y la NASA anunciaron que los rollos
originales de tales filmaciones han desaparecido. ¿Y las copias? También. Y
piensa mi cerebro cada día más turbado: ¿qué cosa es la que no quieren que se
vea si se le aplica la definición?
Todo esto es un misterio don Carlos. Y en el decir castizo de mi abuela
catamarqueña, un fraude hecho y derecho. Una chanchada sin patas ni cabeza pero
a nivel mundial. Los yanquis, estimado amigo, jamás llegaron a la Luna. Jamás de
los jamasejes. Ni cerca anduvieron del satélite.
Y,
¿qué tiene que ver esto con el asunto de las Torres?, me dirá usted. Mucho don
Carlos, mucho. Dejando de lado que he descubierto, al menos una docena de
cámaras profesionales que estaban esperando que los aviones terroristas
impactaran sobre las Torres, tal cual se hace con una película vulgar, para
tomar ese horror desde distintos ángulos, le pregunto: después de lo de la Luna,
¿quién les puede creer a estos gringos? ¿Así se obtuvieron películas tomadas por
“aficionados” de máxima calidad y nitidez excepcional? ¿Justamente en ese
momento había en el lugar unas doce cámaras con operadores profesionales
filmando las Torres Gemelas a distintos niveles? No me diga que no es otro
milagro ¿Y la implosión de la Torres? Esa es tecnología pura de demolición y
como película es Hollywood ciento por cien.
Porque los talibanes fueron tan certeros que le asestaron a los edificios de
manera que no se derrumben, sino que imploten ordenadamente, de la
periferia al centro, con pocos desbordes, sin provocar daños a los
circunvecinos. Un estrago controlado. He ahí otro milagro. Y ya que estamos en
esto, dígame usted que sabe mucho: ¿qué había adentro de las Torres que
provocaron semejantes explosiones? Le doy dos ayudas: el combustible de los
aviones, no. La inercia del impacto: tampoco. ¿Entonces? Otro milagro y van…
Pero esto, mi buen compatriota, es una pavada al lado de que los yanquis han
quebrado con las Torres el Segundo Principio de la Termodinámica: ¡crearon
Energía! (lo que estaba reservado sólo a Dios, lo del hombre es Entropía), así
como en la Luna quebraron los principios de la Mecánica Clásica; igualmente por
las sombras mandaron de paseo lo que nos enseñó la Geometría sobre la esfera (Euclides
I y Euclides III). Por ello he resuelto don Carlos matricularme en la escuela
Pío-Pío. Voy a hacer el colegio de nuevo, desde el Jardincito. Y la facultad
también: de suma algebraica en adelante ¡Cómo me han mentido mis maestros y
profesores, Cielo Santo! No, si yo siempre dije que la educación en la Argentina
es un desastre. O bien que me debieron mandar a hacer un Master en los EE. UU.
así ellos me decían cómo se cocina este estofado. ¿No le parece?
Que
Nuestro Salvador Jesucristo y su Santa Madre lo cuiden y protejan, y derramen
sobre usted todas sus bendiciones. Un consejo: no tome cerveza don Carlos que es
la bebida de los herejes. Tome vino que es la bebida de los cristianos. Se
sentirá mejor.
SOBRE EL TEMA VER:
http://www.oocities.org/bepe25/moon.html kkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk
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