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¿HUBO ACUERDO ENTRE EL
PROCESO Y LA SUBVERSIÓN?

   Madre de Plazo de Mayo sorprendida antes de hacer declaraciones.

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   Los Colorados del Monte, enero de 2007.

   A don CARLOS FERNÁNDEZ.

   Estimado amigo y compatriota:

   Ayer, que fue día de San Timoteo, según el Martirologio Cristiano que me mandó un cura cordobés, le escribí una como esta que ya mismo se la despacho. Hoy es Santa Ángela que en Mérici, si no me equivoco, agradó al Señor. Rogamos entonces por su intersección.

   Desocupado de la primera yo no pensaba escribirle otra. Digamos como para dejarlo descansar de tanto cuenterío. Pero fíjese usted que anoche vide el programejo llamado Documenta que dirige este criollazo que le dicen Román Lejtman. Periodista argentino, antiperonista confeso y antinacional de los mejores, que le cuenta las costillas a nuestro pasado con prolijidad asombrosa. Y siendo ciudadano israelí, no hace lo mismo con el Estado de Israel, su patria, en su relación con los palestinos y con sus vecinos, donde creo puede encontrar cosas más jugosas que el cuerearnos a nosotros.

   El tema central de este capítulo (así lo llamó el susodicho periodista), era la Estación, Oficina o Agencia Piloto que habría sido creada en París por el Almirante Emilio Massera, allá por 1978, siendo presidente el ínclito General Videla. La Oficina funcionaba dentro de la Embajada Argentina, cuyo embajador entonces era Tomás de Anchorena. La dependencia, de funcionamiento casi autónomo, fue puesta a cargo, inicialmente, de la señorita Elena Holmberg. El engendro tenía por finalidad contrarrestar la propaganda desarrollada por Montoneros y el ERP en París (no se olvide usted que Francia elabora la materia prima e Incalaperra hace el producto terminado y los fleta). También esta Oficina debía infiltrar algunos sujetos en estas tenidas subversivas que parecen eran ultra secretas (al decir de los testigos entrevistados; como masónicas diría yo).

   Bueno mire: ¿qué le voy a contar mi buen amigo que usted tal vez ya no lo sepa? Así discurrió esta retahíla que se llevó una hora reloj, con una suerte abrumadora de datos, fechas, nombres, apellidos y circunstancias, como para dejar al más vivillo con la mandíbula cadente. Interesante después de todo. Y lo digo porque hay cuestiones que no las conocía entonces, y ayer a la noche menos, por lo que me desayuné en frío con galleta marinera. No le digo que sea la verdad, porque esa es harina de otro costal. Habría que hacer una investigación que no tengo ganas ni tiempo. Pero si por allí no pasó la procesión, fue por la calle de al lado, o estaba el sacristán en el campanario. Esto debe ser tomado como un presentimiento. Nada más. Que por esto no juego ni un patacón.

   Pero vea don Carlos que la tranquilidad me duró lo que podría durar una banana en la boca de un goloso como Oyarbide (¿se fijó que ahora anda de moñito al cuello, como para tomar la primera comunión?; ¿se lo habrá dicho la mamá a quien él siempre nombra?). Porque las cosas fueron virando para el lado de la defenestración y posterior muerte de doña Elena. Me imagino que de esto se acordará, porque en esos tiempos usted ya no era una guagua. El asunto siguió como le digo continuando:

   Parece ser que como se venía el Mundial de Fútbol 78, los Montoneros los amenazaron a los procezoicos con hacer una serie de atentados como para que se enteren los de la Cochinchina y regiones limítrofes. Piense usted que no era la imagen que se quería dar al mundo de esa bellecita llamado Proceso. Entonces en París se habrían iniciado contactos entre los marineros y los bolcheviques, que uno siempre los tiene ubicados en las antípodas. Pero no. Y parece que aquí hicieron migas.

   Por el trabajito, o por mejor decir, por dejar de trabajar, los Montoneros habrían pedido 1.300.000 dólares, que no son los de ahora. Para tener una idea actualizada de este kilo de guita en dólares, hay que multiplicar esta cifra por 10. Y en pesos, aparte, por tres. Lo que daría unos 39.000.000 de pesos. ¿Qué me dice? No me venga con que no es un lindo toco.

   Pero además debían dejar en libertad a cuatro subversivos presos en la ESMA. El periodista-investigador se fue a entrevistar a Vaca Narvaja y Pernía, porque ambos estuvieron en París en aquel tiempo, pero ellos negaron rotundamente esta versión. Tildándola de completamente antojadiza. Sin embargo, y usted lo sabe muy bien, durante el Mundial 78 no hubo atentados, que es la prueba que ofrece Lejtman para decir que el acuerdo existió. El ERP, Montoneros, FAR y FAP, se fueron a cuarteles de invierno. Desgraciadamente en el programa no se quisieron dar los nombres de los “compañeros”  favorecidos con el indulto. El periodista tampoco los dio, por lo que colijo deben ser pescaditos gordos, hoy vivitos, coleando y medrando de algún cargo público. No sé.

   De esta irregularidad, y de otras, porque parece que las nupcias siguieron, habría tomado conocimiento doña Elena Holmberg, la que, en un viaje de Masera a Buenos Aires, no tuvo mejor idea que amenazarlo con contar la verdad. Es decir, esta mujer, pensó que el secretario de Almirante Samuel Toranzo Calderón cuando se bombardeó Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, era una persona decente.

   Cuentan los testigos que cuando Massera visitó el centro en París, se hizo una reunión en el segundo piso de la embajada, donde por lo menos había 10 personas. Y, en determinado momento, la Holmberg, al ver un anillo de oro enorme en un dedo de Massera le habría dicho: Bonito anillo Almirante, ¿quién se lo regaló, Firmenich o Santucho?  Y Don Emilio muy molesto le habría respondido: No me haga ese tipo de bromas. Por lo que la mujer le contestó: Almirante, yo en mi vida le he gastado una broma. Lo que le pregunto es en serio y lo digo conocimiento de causa. Entonces Massera habría contestado con un clásico de aquella época, si es que usted lo recuerda: Hágame el favor de retirarse.

   Al llegar a Bs. As., Massera se entrevistó con el maravilloso General Videla y con el  Canciller, Almirante Montes, otro patriota, pidiendo la cabeza de la Holmberg. Tres días después era removida de su cargo en París y remitida a la Cancillería con un puestito de morondanga. Pero doña Elena no se quedó quieta. Alarmada o resentida, o las dos cosas juntas, se fue y le contó todo al General Lanusse de quien era parienta y, en audiencia especial, al General Videla. Porque la señora de Videla era muy amiga de doña Elena.

   Lo que no sabía Elena Holmberg, a pesar de estar en la estratosfera del poder, era que Videla, Massera, Lanusse, Montes, etc., eran uno solo. ¡Poberina!, como dice el tano Culaciatti. Tres días después era secuestrada en el garaje de su domicilio. Cinco más tarde la encontraron flotando en las aguas del río Luján. Pero, ¿colorín colorado, este cuento se ha acabado? Sí, el programa de Lejtman termina aquí. Yo, no.

   Porque le pregunto a usted don Carlos, que siempre anda cacareando que se las sabe todas: ¿qué era lo que realmente sabía y le constaba a Elena Holmberg? ¡Debe haber sido un vagón y tres pancitos! Usted se recordará que en medios castrenses de aquellas épocas se rumoreaba de acuerdos entre la cúpula militar y la subversión.

   Y si fuese así, ¿qué pasó con doña Isabel? Porque ella el 24 de marzo de 1976 estaba entre dos fuegos: los subversivos que habían pasado a la clandestinidad y Videla con los gorilas que trabajaban clandestinamente. ¿Acaso un doble envolvimiento? Pero faltaría el frente que aferre: ese sería Calabró con el sindicalismo que le paralizó a doña Isabel todo el conurbano bonaerense. Victorio Calabró era vandorista: el amigo de Onganía y el del peronismo sin Perón. De manera, caro fraticelli, que el 24 de marzo tuvo tres patas visibles y aparentemente inconexas entre sí: la subversión haciendo estragos, las cúpulas militares y los dirigentes sindicales. A mí, éstos, a la verdurita no me la van a vender.

   Ya sé: antes que me diga nada, usted tendrá ganas de escupirme. No lo haga don Carlos. Tampoco orinarme. No es de un tipo culto y fino como usted, que vive criticándome porque soy un guarango. Pero haber si me contesta: ¿por qué Etchecolatz sí y el General Guerreo, que era el Jefe de Etchecolatz, no? ¿Por qué el Capitán Fulanez sí, y el General Albano Harguideguy, Ministro del Interior, no? ¿Por qué doña Isabel seis años presa y Martínez de Hoz, Ministro de Economía, ni un segundo detenido? ¿Por qué Isabel seis años presa y los del barco 33 Orientales, entre ellos Menem, 90 días? ¿Por qué Isabel es requerida por la Justicia y a  Martínez de Hoz y a Cavallo, que están aquí no más, no los citan ni para preguntarles el nombre? ¿Cuál fue el papel que jugó Albano Harguideguy en el ataque al cuartel de Azul? ¿Acaso fue él quien entregó el cuartel? ¿Desde entonces ya estaban urdiendo la trama? ¡Hummm!  Etc., etc.

   Esto es lo que habría que investigar. Pero si lo hacen todo el Proceso, los procezoicos y los que hoy le cantan loas al Proceso, durarían menos que un suspiro de monja. Y el Pueblo argentino se enteraría quiénes fueron, realmente, los jóvenes idealistas y que sin ellos el 24 de marzo de 1976 hubiese sido imposible. Como habría sido inviable sin la traición del movimiento obrero encabezado por Lorenzo Miguel. Y menos sin la mayor colaboración de todas: el Partido Justicialista con Deolindo Felipe Bittel a la cabeza y los veinte primeros.

   Traigo a su ajetreada memoria aquella denuncia del Teniente Coronel Conforte Cerrini, que en un allanamiento en Palermo encontró un organigrama en donde todos los jerarcas de la subversión se conectaban con Harguideguy a través de Alfonsín, el personaje que más entradas tiene registradas en la Casa Rosada durante el Proceso. Harguideguy y Alfonsín fueron compañeros en el Liceo Militar General San Martín. ¿Harguideguy manejaba a la subversión como la manejó en el cuartel de Azul donde entre muertos, heridos y secuestrados, el no recibió ni un rasguño?

   Le dejo un abrazo y saludo a nuestro estilo.

   Y ahora, más que nunca: ¡NI YANQUIS, NI MARXISTAS!

                                                                                                     JUAN.

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