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¿CÓMO ES POSIBLE QUE
  UN PAÍS  DEMOCRÁTICO
  RECIBA A UN DICTADOR?  

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   Poco antes de que arribara Fidel Castro a la Cumbre del Mercosur, Hilda Molina puso el grito en el cielo: "¿Cómo es posible que un país democrático reciba a un dictador? -bramó del otro lado de la línea desde su casa de La Habana.

Por Jorge Elías

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   CORDOBA.- Poco antes de que arribara Fidel Castro a la Cumbre del Mercosur, Hilda Molina puso el grito en el cielo: "¿Cómo es posible que un país democrático reciba a un dictador? -bramó del otro lado de la línea desde su casa de La Habana en diálogo con La Nacion-. Estoy asombrada. ¿Por qué va a la Argentina y no fue a Bolivia para la asunción de Evo Morales? Es raro, muy raro".

 

   Es tan raro, en realidad, como su propio drama: la madre de Molina, de 87 años, está tramitando el pasaporte en Cuba y, 15 días hábiles después de iniciada la gestión, deberá solicitar la visa argentina y, con una carta de invitación al país, realizar los "trámites de viaje". Luego, el régimen de Castro decidirá si puede salir de la isla o no. En su caso, por razones de salud: tuvo un accidente doméstico en el cual sufrió una fractura en el hombro y golpes en la cabeza y en la cara.

 

La historia

 

   Desde 1994, Molina, neurocirujana cubana de 62 años, intenta vanamente viajar a Buenos Aires. Ella quiere conocer a sus nietos argentinos, de 5 y 11 años, y reunirse con su único hijo, Roberto Quiñones, también neurocirujano y casado con una argentina.

 

   "Me retienen como rehén en Cuba -afirmó-. Dicen que soy una científica muy importante y que mi cerebro es patrimonio del país."

 

   El gobierno de Néstor Kirchner se encontró, en cierto modo, con una papa caliente que, a pesar de varias gestiones emprendidas tanto por ella como por su hijo, no pudo resolver.

 

   En su afán de sentirse escuchada, Molina también recurrió a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, "como mujer, como médica, como madre y como víctima de una dictadura", de modo que mediara ante Castro.

 

   No recibió respuesta, excepto el acuse de recibo de su carta. "Me da pena por la democracia argentina que reciban a un dictador -dijo Molina, consternada con la visita de Castro al país-. El gobierno cubano nunca ha autorizado mi viaje. En el caso de mi madre, la situación es delicada. Debe ser atendida en la Argentina por sus problemas de salud. ¿Por qué demoran tanto los trámites? Supongo que habrán tenido miedo de que ella coincidiera allá con Castro."

 

   Tras el accidente que sufrió la madre de Molina en su casa, el embajador argentino en Cuba, Darío Alessandro, realizó "gestiones humanitarias" para que fuera atendida en el hospital escuela Calisto García, de La Habana, en donde le tomaron radiografías y le colocaron un yeso en el brazo. Después de sortear la burocracia cubana, "con sus largas filas y esperas", Molina inició el 10 de este mes el trámite del pasaporte para ella. "Yo no estoy autorizada para pedir mi pasaporte", señaló.

 

   Con más preguntas que respuestas, Molina continuó: "El señor que fue a la Argentina es el dueño de Cuba. ¿Va a ser ahora el dueño del Mercosur? ¿Van a consentir sus insultos, sus envidias y sus resentimientos contra los países poderosos? No olvidemos que se trata de un dictador que, en Ginebra, apoyó a la dictadura militar argentina".

 

Posición

 

   Sobre ello, Gabriel Salvia, presidente y director general del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), planteó si, en su segunda visita al país después de la asunción de Kirchner, el 25 de mayo de 2003, explicará Fidel Castro "su complicidad" con la dictadura militar "al bloquear la condena en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra".

 

   En un trabajo reciente, la investigadora norteamericana Kezia McKeague procuró demostrar que "si bien sus relaciones no siempre fueron óptimas, Cuba y la última dictadura argentina se llevaron muy bien en el sensible plano de los derechos humanos". En 1979, dice, "evitó una investigación pública del caso argentino".

 

   Más allá de ese episodio, omitido o ignorado por organismos de defensa de los derechos humanos argentinos que exaltan la figura de Castro, Molina planteó una cuestión más personal. Más simple, también: "Se están violando los derechos de ciudadanos argentinos, mis nietos, de reunirse con su familia. La cuestión, creo yo, compete al presidente Kirchner. ¿Hará algo por nosotros?". Otra pregunta; en este caso, como en otros, sin respuesta.

 

Fuente La Nación

21/07/2006   

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