Para evitar que las citas sean
demasiado extensas me he confiado en hacerlas por un grupo que he denominado
fecha-página. De esta manera y por ejemplo, si se dice (17-04-67/120)
significa que la citada fue anotada por el autor el 17 de abril de 1967 y se
encuentra en la página 120 de la edición-patrón que tenemos para el estudio.
LA OBJETIVIDAD DE ESTA
CRITICA
Como pintar la personalidad y
figura del Che Guevara se presta a la controversia, trataré de soslayarlas
siendo lo más objetivo que me sea posible, dejando que el lector,
democráticamente, como fue gala del guerrillero en vida, saque sus propias
conclusiones. Pero un trabajo de este tipo, por ejemplo, se prestaría a exhibir
una biografía del autor. Sería oportuna y quedaría bien.
Sin embargo ella me llevaría a
trazar al sujeto como un héroe santo del martirologio o un demonio del
aquellarre: que en este hombrecillo no hay términos medios, ni edulcorantes ni
acidificantes que lo mejoren o empeoren. Por esta razón es que nos vamos a
circunscribir estrechamente al texto dado por el autor como reza el acápite. Así
nos vamos a equivocar menos, diciendo que “a confesión de parte, relevo de
pruebas”.
Esta acción simplificadora
conlleva un tremendo esfuerzo para no caer en la tentación de introducir
antecedentes históricos que nos son conocidos, los que podrían ajustarse tanto
al apóstol o al leviatán. En consecuencia no existe para mí un Che Guevara
“antes” de Bolivia, a menos el día o sección en donde él haya decidido hacerlo y
que, afortunadamente, son muy pocos. Esto, como el lector comprenderá, es
inevitable. Mas por esto, ya no se nos podrá echar la culpa ni sindicarnos, del
lado de sus monaguillos o de sus impugnadores, de parciales.
El ejemplar de
El diario del Che Guevara en Bolivia que vamos a utilizar en este estudio
fue publicado en nuestro país por Siglo XXI, Editores S.A., impreso en los
talleres Los Castellanos, de Valentín Alsina, Buenos Aires, con
fecha 17 de mayo de 1970.
A su vez fue editado, en forma
casi simultánea con Buenos Aires, en: Francia (en francés), por Editorial
Francois Maspero; Francia (en español), por Editorial Ruedo Ibérico; Chile, por
Revista Punto Final; Italia, por Editorial Feltrinelli; República Federal de
Alemania, por Trikon Verlag; Estados Unidos, por Revista Ramparts y México (para
Argentina y España), por Siglo XXI, Editores; además de otros países que no he
podido verificar.
Resulta interesante observar el lanzamiento de estas
ediciones en varios países y casi al mismo tiempo. Esto no es común, ni en
libros clásicos, importantes o exitosos. Los bibliófilos lo saben muy bien. Más
de un autor hubiese querido la difusión de su obra, síntesis de sacrificios,
días de trabajo y noches de vigilia sobre los borradores, de esta manera
geométrica, exponencial.
Pues bien, los apuntes del Che Guevara tuvieron esta
suerte envidiada. ¿Pero acaso esto está mal? De ninguna manera. Acabamos de
decir que es una suerte. Que mayor sería si nos dijesen de dónde salió el dinero
para el pago de las ediciones, todas de primera, de impecable encuadernación y
muy bien presentadas, los pagos a los traductores de cada uno de los idiomas,
impuestos que siempre hay, diagramadores, pruebas de galera, correctores, los
trabajos de imprenta propiamente dichos, depósitos de ley, derechos de autor,
transportes, etc.
Maravillosamente un invisible hilo conductor encendió
las lámparas en varios países, y un hada bienhechora, con su varita mágica, fue
dejando en los balcones de los editores, robustos fajos de billetes (¿como el
paquete de dólares perdido en 22-04-67/125?), para que la obra se pusiese en
marcha y viese la luz. Diga entonces el lector si, al decir que tuvo una suerte
envidiada, hemos exagerado un tranco de garrapata.
Para nosotros que nos ganamos el pan con el sudor de
nuestra frente, y no con el de la frente ajena, esto, con toda sinceridad, nos
parece un imposible. Mas hete aquí que es una realidad que tenemos en la mano,
hojeando y comentando para que el sufrido lector se deleite.
El volumen tiene un total de 287 páginas, en donde se
pueden apreciar: 11 fotografías de los guerrilleros y su armamento; 1 mapa que
es de la editorial, pero virtualmente ilegible, conteniendo la zona donde se
llevaron a cabo las más importantes operaciones; 1 croquis (17-04-67/120) que
pertenece al autor del diario; 13 copias facsímil de páginas manuscritas del
diario, en donde se puede apreciar que el autor empleó al comienzo un cuaderno
de 21 renglones, tipo espiralado (7-11-66/27 a 07-01-67/59), y luego una agenda
que, por sus marcas, fue adquirida en la ex República Democrática Alemana. De
ello se infiere que el diario original manuscrito debió tener por lo menos dos
cuerpos: uno de 1966 donde se registraron 55 días (pp. 27 a 54), y otro de 1967,
donde se anotaron 297 días (pp. 55 a 250), que hacen un total registrado de 352
días (alrededor de 11 meses y 20 días) crónica escrita.
El ejemplar
disponible está compuesto de la siguiente manera: una introducción a cargo de
Fidel Castro, de 15 carillas sin lugar ni fecha, probablemente redactadas en La
Habana antes de julio de 1968 y principios de 1970 (según se deduce de la
Nota del editor, pág. 241); luego sigue el Diario propiamente dicho separado
por días y que ocupa la parte central de aquellas 287 páginas; más adelante se
cierra la edición con una sección llamada Apéndices, subdividida a su vez
en Apéndice Nro. 1, que comprende las 13 páginas del Diario faltantes en
el cuerpo principal (4, 5, 8 y 9 de enero; 8 y 9 de febrero; 14 de marzo; 4 y 5
de abril; 10 de junio y 4 y 5 de julio, todos de 1967), y que fueron publicadas
por el periódico “Presencia” (véase a éste en 12-06-67/158) de La Paz,
Bolivia (documentos que no aparecieron en la primera edición cubana), y el
Apéndice Nro. 2, que compendia una serie de documentos del E.L.N. (Ejército
de Liberación Nacional) en Bolivia (véase 25-03-67/104), mensajes recibidos
por el autor durante la campaña, escritos periodísticos relacionados con este
suceso y una refutación del Partido Comunista Boliviano, “pro soviético”
según el texto (documentos que aparecieron en la segunda edición cubana,
supervisada, como la primera, y luego todas las restantes, por Instituto del
Libro de Cuba).
De acuerdo con lo que se puede
apreciar en los 13 facsímiles intercalados en el Diario. Los dos cuerpos de éste
fueron manuscritos. En las pocas hojas disponibles podemos apreciar ya dos
cosas: por un lado que no se verifican enmiendas o tachaduras, salvo algunas tan
pequeñas (06-12-66/49 y 07-02-67/74) que no merecen detenerse en ellas; y por el
otro que este antecedente es revelador del convencimiento del autor al escribir,
particularmente, en temas espinosos. Más aún: enérgico dice que las cosas son u
ocurrieron como él las manifesta y no de otro modo.
No se visualizan allí las
propias críticas seguidas del propósito de enmienda, ni se aceptan las ajenas.
Ergo no hay errores de su parte y si los hubo son ajenos: véase el incidente con
las latas de leche el 14-04-67/118, las eternas recriminaciones en 15-04-67/119,
y el autor al cavilar cogitabundo concluye que “la leche es uno de nuestros
factores de perversión”. Pero a pesar de estar delante de su tropa y ser una de
las víctimas de tal precariedad (había adelgazado 7,5 kilogramos que acusa en
04-02-67/73), no llega a comprender que está conduciendo a una turba de
famélicos (por ejemplo en 07-05-67/137) con hambre atrasada desde el 26-02-67/86
(reconocida por él en el Análisis del mes de pág. 87), que llegan a
comerse los restos de un buey podrido (14-10-67/221) a la vera de un río, o
llevarse a la alacena charqui y cebo en descomposición (10-05-67/139) para
robarlo luego a hurtadillas (11-05-67/139), comer monos (04-03-87/67; 08-03-67 y
20-09-67/202), hasta en número de cinco cuadrumanos (21-09-67/203) y hombres
desesperados por la sed (30-09-67/208) que no dudan en beberse sus propios
orines.
La ingestión de estas comidas
haría su erupción el 13-05-67/140, que los deja medio postrados y a Guevara en
una situación inenarrable por lo patética en 16-05-67/142 (“cagado como un niño
de pecho”, “hiedo a mierda a una legua”, comenta mientras lo transportaban en
una jamuga imposibilitado de caminar).
Por estos y otros
antecedentes, me arriesgo a decir, que no debió ser fácil mantener una relación
franca, leal, de amistad y camaradería con el Che Guevara, por más que en las
fotografías aparezca con una sonrisa dibujada de oreja a oreja o serio como una
Esfinge, que ya sabemos estas cosas son pamplinas, pura jácara para diarios y
revistas, solaz y refugio del tilingo parasitario que habita las grandes urbes,
cuyo acto de mayor audacia fue encender una cañita voladora en algún Año Nuevo
sin quemarse.
El Diario comienza
el lunes 7 de noviembre de 1966 y finaliza el sábado 7 de octubre de 1967.
Discriminando este segmento de tiempo resultan 65 días para 1966 y 280 días para
1967. Sumando los dos períodos se muestra que el Diario comprende 345 días en
total, que se corresponderían a unos 11 meses y medio aproximadamente. Sin
embargo las anotaciones son 356, porque el autor, al final de cada mes, hace lo
que llama Análisis o Resumen que se vienen a sumar a las diarias.
De esta manera se
puede decir que el Diario, en cuanto a la campaña, está completo. Desde luego
falta el domingo 8 de octubre, epílogo de la aventura primero, y de su vida
después. De acuerdo a la crónica de la época a las 13.15 horas de ese día
Guevara mantuvo un combate en el Yuro (2.000 m de altura), cerca de Santonio, un
cañadón al norte de Higueras, al oeste de Vallegrande y a unos 550 kilómetos de
La Paz, contra una compañía del Regimiento de Rangers Nro. 2. Allí lo capturan
herido y fingió llamarse comandante Ramón. A las 16.00 horas de este día Ernesto
Guevara estaba muerto.
En el Resumen
del mes de noviembre (pág. 232) se intuye de alguna forma lo que habría de
ocurrirle ocho días más tarde. “La tarea más importante –dice en el último
párrafo- es zafar y buscar zonas más propicias.” Pienso que si se cambia el
verbo zafar por huir y buscar zonas más propicias por
refugiarse en un país limítrofe, se tendría una idea más cabal de las
intenciones de Guevara en aquel momento.
Esta idea
endilgada, que aparenta ser arbitraria de nuestra parte, está fundamentada en el
mismo Resumen: allí lamenta las muertes de tres integrantes de la
guerrilla (26-10-67/229) que lo ha dejado “en una posición peligrosa” y,
paradójicamente se alegra de la desaparición de uno de sus hombres, Cambá: a su
muerte la llama “ganancia neta”. Pero no dice nada de la deserción del
guerrillero León que, en pleno encuentro arrojó su mochila y huyó despavorido
por un cañadón sin que el cronista lo mencionase más, por lo que suponemos,
logró su objetivo.
A ello debe
sumarse la emboscada sufrida en la Higuera a la que califica de “nefasta”; la
muerte de los integrantes de otro grupo insurgente al que, como un contador
público, dice “se debe dar por liquidado”, sin que por ello haya anotado
lamentación alguna, por cuanto eran sus hombres y él su jefe; reconoce que la
efectividad del Ejército boliviano ha aumentado y el “aparato” (subversivo)
montado en La Paz “donde nos dieron duros golpes” está “desquiciado”.
Existe una serie de documentos que el autor cita
en el texto, pero que no aparecen en el desarrollo del trabajo. El primero de
ellos que encontramos es el CZO # 2 que es un mensaje escrito por Guevara a
Fidel Castro (01-01-67/55), seguido del # 3 al mismo corresponsal (que el autor
llama documento, habiéndose perdido la sigla CZO -¿una especie de código
interno?-, que le precedía en el primero), o del D. IV para igual destinatario
(22-01-67/66), que se tilda de documento adjunto, por lo que
debemos suponer ya no es CZO, ni documento a secas.
Ahora bien, visto esto a simple vista nos asaltan ya dos
dudas y una confirmación. Refiere el autor, para la mayoría de estos
documentos o mensajes, que los adjunta (por ejemplo:
21-01-67/66). Como ni él cuando los redactó hace 39 años, ni nosotros que lo
analizamos hoy, hablamos de otra cosa que no sea del Diario, al decir que los
adjunta, significaría que lo hace al cuerpo principal del escrito. Mas hete
aquí que no se encuentran por ningún lado.
En la susodicha sección Apéndices figuran
escuetamente: el Comunicado Nro. 1 (D. XVII); Comunicado Nro. 2 (D. XXI);
Comunicado Nro. 3 (D. XXII) y Comunicado Nro. 4 (D. XXIV) (en pp. 253 a 257).
El resto de los documentos que cita el escritor no se
presentan. Y sobre esto existen dos posibilidades: han desaparecido, no se
encuentran o se han perdido, o bien se han ocultado adrede, por alguna razón, a
la vista de infelices profanos como nosotros, que hemos comprado el libro
ingenuamente pensándolo de buena fuente y suponiendo que el Che Guevara es el
Adalid de los adalides guerrilleros de Hispanoamérica.
Como Guevara parece haber sido como escritor una persona
“ordenada” y “detallista”, tal cual lo dice el propio Fidel Castro en su
Introducción (pág. 9), es de suponer que los documentos a que hace mención hayan
sido agregados tal cual él lo dice. Entonces, ¿por qué desaparecieron en el
trajín de Bolivia a Cuba (Instituto del Libro) y de allí, haciendo escalas sin
saber cuántas fueron, a las editoriales? Véase parte de este trajín en la ya
citada Nota del editor de pág. 241. Estas son razones que, pensando en la
relevancia de tal prócer, se nos deben.
Algún mal pensado, de los que no faltan, hará
responsable de estos secuestros al Ejército Boliviano. Lo que resultaría
evidentemente extraño, porque en los casos citados y otros, se trata de una
correspondencia entre Guevara y Castro y viceversa. Casi personal. En donde
debieron tocarse desde temas menudos, candentes, apremiantes, hasta aquellos
otros bastos y cruelmente realistas, inherentes a las operaciones realizadas o a
realizar, como aquellas otras que ya estaban en marcha y las que se
avecindaban.
Sin embargo Fidel Castro, en su larga “introducción
necesaria”, no dice una sola palabra de esta supresión lisa y llana de
documentos (por ejemplo: el Nro. 35 en 29-04-67/130; la nota # 4 en
15-04-67/119, etc.) y, habiendo sido él destinatario y remitente de todos ellos
(v. gr.: 31-12-66/54; 30-06-67/167; etc.) debió poseer una copia y pudo haberlos
restaurado, incluyéndolos en el Diario a falta de los originales. A menos que el
líder cubano los haya intencionadamente ocultado: lo que no puede ser,
por cuanto esas jugadas son más de tahúres que de hombres de corazones rectos
como Fidel (véase pág. 19 de su introducción). Efectivamente en esta
introducción Castro habla de “principios”, de “información rigurosamente
exacta”, de “educación”, de “honor” y de “deshonor”, de “banderas de lucha”, de
“formas puras y desinteresadas”, de “validez de las ideas y la lucha”, y un
largo etcétera por el estilo.
Entonces, si Castro no fue y el Ejército tampoco, ¿quién
eliminó estos documentos, tal vez lo más valioso del Diario para desvelar su
entresijo? ¿O hubo uno más papista que el Papa? Y, ¿qué decían estos papeles que
alguien resolvió que el lector medio, ignorante supino en manejos
ideológico-políticos, estratégicos o tácticos, no los conociese? Evidentemente y
por lo que se deduce, aquellos textos no debieron ser buenaventuras, éxitos,
felicidades o felicitaciones porque, de ser así, hubiesen quedado plasmadas en
las páginas del Diario para gloria del extinto o para justificar algunas
de sus actitudes. Castro que aún sigue perorando de cabal y honesto, es el
mismo que, aparentemente, hacía de mentor o de mecenas del libertador y la gesta
libertaria en Bolivia, o las dos cosas, aunque veamos al “Che” lidiando
solitario en las maniguales de Camiri hasta encontrar su oscura muerte.
EL CHE GUEVARA MEDICO
A cualquier persona que el lector indague sobre si el
Che Guevara fue un médico, le dirá que sí. Que fue recibido en la U.N. de
Rosario, para más datos, que hoy lo tiene como bandera de lucha y paradigma de
la libertad de los oprimidos, y que ello habría ocurrido a caballo entre la
primera y segunda presidencia de Perón. Esto está arraigado en la mitología
popular. Pero también lo dice, sin dudar, Fidel Castro (pág. 9, al final del
primer párrafo) que lo toma como médico en el exordio.
Sin embargo el único que no habla de su profesión ni de
la Ciencia Médica, y a lo largo de todo su Diario, es el propio Che Guevara.
Esto, ya de por sí, es sospechoso. Más aún, no se comporta como médico con sus
compañeros en desgracia en ningún momento (con excepción de 25-04-67/127 cuando
ocurre la muerte del cubano Rolando San Luis, aunque su atención al herido no es
definitiva para asegurar que era un médico).
Tampoco se visualiza en parte alguna de sus manuscritos
aquello que, con justicia, llamamos deformación profesional, que consiste
en darle a las cosas de la vida diaria, el toque o interpretación
que nos identifica con la profesión. Así un ingeniero piensa siempre como tal y,
por más que la oculte, la profesión de sus amores sale, sobrenada y arremete en
los pensamientos. Un arquitecto ve en una casa detalles técnicos y constructivos
que nosotros no vemos por ser profanos en esa cofradía. Y un profesor de lengua
hace permanente hincapié en la sintaxis y en la corrección del lenguaje
coloquial o la oratoria.
Pero en esto aún queda más tela para cortar. En el caso
de los médicos se adiciona a su saber la semiología, que ellos ven y
cursan como materia en la facultad y luego aparece diseminada en el desarrollo
de cada una de las asignaturas. Y la semiología, definida en lenguaje
médico, es la ciencia que estudia los signos y síntomas de las enfermedades
y, definiéndola como profanos, es el estudio del semblante del
individuo. Porque cada enfermedad presenta una fisonomía del enfermo que el
médico capta inmediatamente y lo orienta en su investigación que terminará en un
diagnóstico y su tratamiento. Pues bien: nada de esto vemos en el Diario del
presunto médico Guevara en Bolivia.
Además, y por otra parte, la semiología tiene
como cuarto contiguo a la psicología en los saberes estructurados. Con
estas dos herramientas poderosas, si se saben usar, el buen médico tendrá, entre
una o más consultas, el cuadro bastante aproximado de qué paciente es el que
tiene sentado enfrente o delante decúbito dorsal. Nada de psicología hay
en el Che Guevara que permanentemente se equivoca en el concepto que se forma de
cada hombre y, en consecuencia, desatina el puesto de combate o responsabilidad
que les asigna (por ejemplo: aptitudes de Arturo en 11-01-67/60, inmediatamente
el entredicho con Marcos, su segundo, en 13-01-67/61-, los conceptos de Guevara
sobre éste y Joaquín en 06-01-67/57; las explicaciones que da al grupo asombrado
en 06-01-67/57; hiere a sus hombres con sus palabras (12 y 13-01-67/61); con los
incidentes (06-01-67/57) y pendencias del 25 y 26-02-67/84, las peligrosas
equivocaciones de Miguel en 06-04-67/113; las desavenencias entre los
guerrilleros como 06-01-67/57; 23-02-67/84 y 26-02-67/85 y con los bolivianos, e
irresponsabilidades cometidas por los llamados Jorge y Coco en 28-11-66/36 y el
Loro en 27-12-66/51; desplantes (08-06-67/157); etc.; y en lugar de dar un curso
de primeros auxilios, tan necesario para el combate, más acorde con un médico
que además es jefe, hace dictar un curso de lengua kechua a cargo de dos
guerrilleros (11-01-67/60), charlas de contenidos varios (06-01-67/57;
25-03-67/102) y escuchar con unción los maratónicos discursos de Fidel desde
Cuba.
Aquellas equivocaciones, me explicaba a mí mismo, son la
causa primera de sus protestas por el desempeño que tiene de los miembros de la
guerrilla (compárense, por ejemplo, los Análisis del Mes de pp. 71, 87 y
108), y de sus primeros fracasos (entre otros el 22-04-67/125), sin intuir que
él, supuesto conductor y no otro, era el único responsable de lo que su gente
hacía o deja de hacer, tal cual lo dice el arte de guerrear y el sentido común.
Para finalizar este inciso recordamos que nadie ha visto
nunca el diploma de médico del Che Guevara y, si existe, es hora de que lo
muestren. O, en su defecto, los registros universitarios que siempre quedan de
los alumnos para confeccionar y extender los analíticos. Aunque yo preferiría
que se mostrasen los dos antecedentes a la vez (diploma y analíticos), porque la
U. N. de Rosario, en Santa Fe, tienen pésimos antecedentes de extender títulos
falsos previo pago de un soborno suculento. No hay año en que esto no acontezca
y, descubierto, se suceda un escándalo. Hoy mismo hay un zafarrancho por
sobornos pagados para el ingreso a la facultad, precisamente en Ciencias
Médicas, dependiente de la U.N. de Rosario. Pero como esto, dado el tiempo
transcurrido, puede no ser posible, si me mostrasen la matrícula nacional y la
provincial del presunto doctor Guevara, yo no sería capaz de decir que esta boca
es mía. Que a mí sin ser el “Che”, me viven pidiendo la matrícula, aparte de
pagarla y de rendir cuentas a la Impositiva, y añádase que no ha sido gloria mía
la de tener a Pacho O’Donell como biógrafo como la tuvo el “Che”, lo que me
hubiese dado cierta aureola de mártir aristocrático en la jungla de caníbales
que me rodean y algunas rupias que buena falta me hacen.
UN MEDICO QUE, TENIENDO
MEDICO, ESPERABA AL MEDICO
El viernes 16 de diciembre, a 40 días de iniciadas las
operaciones, Guevara menciona por primera vez a un individuo al que llama “el
Médico” (16-01-67/45). Este sujeto es un verdadero hongo después de la lluvia,
por cuanto el jefe guerrillero no lo menciona en las 39 anotaciones que le
preceden, ni con su sobrenombre, que tiene tres por falta de uno, apelativos de
guerra o haciendo una referencia implícita a él. ¿Podemos pensar que este
individuo llamado “el Médico” era verdaderamente un facultativo? Parece que sí,
dado que curó a los hijos agusanados del campesino Rojas (10-02-67/76), a él
mismo de un ántrax en un pié (09-09-67/197) y luego de un segundo en el mismo
lugar (15-09-67/200). También Fidel Castro lo llama “médico” en su discurso
preliminar (pág. 18). Y decimos esto porque el martes 10 de enero de 1967, esto
es 25 días después, escribe el autor que “se anuncia (desde La Habana) que el
Chino sale el 12, con el Médico” (10-01-67/59) que es una ratificación de lo
prometido por Castro el 26 de diciembre (26-12-66/38). A ellos debe sumarse el
estudiante de medicina Ernesto (27-11-66/35) enviado desde La Paz que resultó
poco confiable (11-12-66/43) y un médico peruano (19-03-67/98). Entonces,
¿cuántos médicos y protomédicos habría de tener la guerrilla instalada en
Bolivia? ¿Acaso cinco sobre 6 ó 7 del comienzo, incluyendo a Guevara? De ser
cierto esto que él mismo escribe, más que de raíz marxista, el movimiento, por
sus miembros, ¿sería de orientación sanitarista?
En las operaciones militares regulares o irregulares
(paramilitares si se quiere), el médico cumple una función destacada. Es
insustituible. Lo digo con la experiencia que me asiste. Se lo cuida como se
podría cuidar un lingote de oro. Porque uno no sabe a quién le tocará la próxima
vez (vez que puede ocurrir dentro de cinco minutos, cuatro horas, siete días o
nunca). De manera que se minimizan los riegos que pudiese correr el galeno,
poniéndolo tal como si fuera una doncella, sustrayéndolo de todo aquello que
implique peligro. Pues bien, el comandante Che Guevara introduce una novedad en
el arte de la táctica inferior que el parece conocer y aplicar (en 25-12-66/50;
15-01-67/62; 21-01-67/65; 24-01-67/67;): manda a “el Médico” como mano de obra
en una operación de carga de equipos y abastecimientos (29-12-66/52); en
reconocimientos (02-01-67/56; 06-01-67 y 16-01-67/62); de posta en un campamento
(10-01-67/59); a cargo de un fusil automático en una emboscada (25-4-67/127); o
se queja de él en las marchas (02-02-67/72); hasta que, como era de preverse se
agota físicamente y queda exánime para el resto de la campaña (de 20-09-67/202
en adelante). A 78 días de iniciada la campaña, recién le asigna al médico un
lugar para atender a los enfermos (23-01-67/67) el que llegó a durar lo que un
suspiro.
UNA NOTA MARGINAL: LA
SITUACION POLITICA LOCAL Y LA REGIONAL
En Bolivia fue presidente de la república Víctor Paz
Estenssoro en 1952, 1960 y 1964. Al ocupar por tercera vez la presidencia
sobrevino un descontento popular que fue apoyado de inmediato por las Fuerzas
Armadas que lo destituyeron. La conducción del país quedó a cargo de una Junta
Militar que terminó eligiendo en 1966 al General René Barrientos como
Presidente, quien ejerció la primera magistratura hasta 1969, interrumpida por
un accidente aéreo. Más abajo en Chile gobernaba desde 1964 y después de Jorge
Alessandri, Eduardo Frei, hombre esmerado en pavimentar el camino para el acceso
al poder en 1970 de Salvador Allende, cabeza visible de la Unidad Popular que
terminó trágicamente. Siguiendo al sur, en Argentina, tras el derrocamiento de
Arturo Illia en 1966 como presidente, fue substituido por Juan Carlos Onganía
que terminaría derrocado en 1970. Al oriente, en Paraguay, tras la destitución
del Presidente Tomás Romero Pereira en 1954, asumió el cargo el general Alfredo
Stroessner reelecto en 1958, 1963,1968, 1973 y 1978 convirtiéndose así en una
especie de presidente vitalicio. Más allá en el Brasil, una sublevación militar
ocurrida en 1964, que fue apoyada por el ejército, depuso al presidente João
Goulart y llevó a la primera magistratura a Humberto Castelo Branco hasta 1967,
en que fue elegido Arthur da Costa e Silva, el que enfermó en 1969 siendo
substituido primero por una Junta Militar y enseguida por el General Garrastazu
Médici. Finalmente en el Perú, hacia el norte, había ganado las elecciones de
junio de 1963 Fernando Belaúnde Terry gracias a una coalición marxista, pero fue
removido por un golpe militar en 1968, asumiendo la presidencia el general Juan
Velasco Alvarado.
De manera que esta era la situación político
institucional de Bolivia y sus vecinos cuando el Che Guevara arribó a Camiri a
fines de 1966. De todos los nombrados, y en lo contencioso, sólo existen para mí
dos sospechosos de haber facilitado el acceso del guerrillero: Perú y Chile. Sin
embargo, atado a mis sospechas, digo que pronto veremos que esto no fue así.
FINAL DE LA PRIMERA PARTE
a
|