CIUDADANOS ALERTA

   

ÍNDICE

PERSONAJES

MEMORIA

OPINE

NOTICIAS

MAPA DEL SITIO

 

COMENTARIOS SOBRE EL DIARIO

DEL CHE GUEVARA EN BOLIVIA - 03

.
TERCERA PARTE

(Hasta el final) 

OLVIDOS QUE SON LAMENTABLES 

   Decíamos que Guevara no menciona a Dios, a excepción de los dichos de la desesperada esposa del corregidor del villorrio de Alto Seco (unas 50 casas), que llorando y muerta de miedo le pide “que en nombre de Dios y de sus hijos” le pagase la mercadería incautada por la guerrilla de sus almacenes. Equitativo Guevara le niega esta justa compensación (teniendo el dinero para hacerlo según 31-12-66/70), que la mujer le exigía. Tal vez fue como una represalia porque su esposo, en cumplimiento de sus deberes de funcionario público, se había evadido para dar la novedad al Ejército de la presencia de los irregulares (en ese momento en el papel de saqueadores) en el poblado (22-10-67/226).

   Lo que se olvidó al “Comandante Che Guevara”, que menciona lacrimógena la canción cubana, es que, muy probablemente, todas las mercaderías con que ellos abarrotaron gratuitamente las camionetas y las albardas de caballos y mulas cargueras, tal vez fuese el único capital para vivir que tenía esta familia, y no sería raro que resultase el fruto de muchos años de ahorrar hasta el sacrificio. De paso recordamos que el puesto de Corregidor en la Bolivia de los años ’60 era una carga pública, esto es, que no percibía salario estatal por él. De donde resulta que el Corregidor damnificado, antes que funcionario público del poder político, era un pobre tipo, jamón del sándwich entre el Gobierno y los salteadores capitaneados por el “dotor”.

   En la madrugada del 22 de abril llegaron a Tikucha. El mesón era propiedad del Cura Párroco (22-04-67/125). El día 24 encontraron, en una finca contigua a la del cura, una plantación de mariguana disimulada entre los matorrales (24-04-67/126), dándose a entender cierta complicidad del sacerdote en el cultivo del alucinógeno. Hecho que se intuye pero que no es fácil de demostrar. De lo que no cabe duda, sin embargo, es que el “Che” conocía la planta a pesar de estar enmascarada entre otras cien parecidas a ella, así como recordamos que, para castigar a cuatro guerrilleros, “se les suspende –profiere enfático- la fuma” (25-03-67/103), pero no dice el cigarro o el cigarrillo. ¿Qué fumaban estos hombres que, para aplicarles un severo correctivo, se les prohibe hacerlo? ¿Acaso en toda su vida el lector ha escuchado una sanción semejante? Esto es toda una novedad y explicaría las pipas que se pueden ver en las fotografías 2, 6 y 7. A menos que Morogoro, Inti, El Loro, Chinchu, Tuma, El Negro y el mismo “Che” sean de ascendencia británica. Mas por las fotos, diríase que no.

   Al amanecer de 23-06-67/164, el Che Guevara anota: “La noche de San Juan no fue tan fría como podría creerse de acuerdo a la fama.” Estaban a 1050 m sobre el nivel del mar  e inaugurado el invierno. No era para menos. Pero, ¿puede considerarse esta alusión al Santo, como una creencia o devoción? Pienso que no. ¿Entonces fue un recuerdo de la niñez, de aquellas fogatas del barrio, que lo traicionó? No sabemos. Pero sí sabemos que el 23 de junio (Primer Solsticio) es el día en que todas las masonerías del mundo celebran la fiesta de San Juan, sin que nos hayan dicho si éste se trata del Bautista, del Evangelista o del apokaleta de Patmos que, sin ser santo, lo toman por tal. ¿Acaso el Che Guevara era un masón festejando la fiesta solsticial? No responderé a esto. Aunque conozco los antecedentes de Guevara desde sus andanzas en Rosario, luego con Jacobo Arbenz, el Cuartel de la Moncada, más allá y hasta acá. Pero no caeré transgrediendo mis propios límites: debo ceñirme a su Diario haciendo un esfuerzo casi imposible, y si hay ocasión anótese esto en el debe para ésa, que no ha de faltar. 

SOBRE EL “CHE” Y LA TIERRA NATAL  

   Tampoco menciona el “Che” a su tierra natal, Argentina, tan cercana a su corazón en esos momentos. No hay nostalgias de las tardecitas provincianas, de la ciudad que lo vio nacer, del  barrio, la familia, los amigos, las comidas, la música, la escuela, la primera novia. Nada. ¿Acaso en este sentido fue un desamorado? Así tampoco hace mención a las fechas como la de la Natividad (25-12-66/50), o del Año Nuevo (31-12-66/53), o a las patrias como el 25 de mayo (25-05-67/146), el 20 de junio (20-06-67/162) y el 9 de julio (09-07-67/176). Que todas son emblemáticas para los argentinos. Menos se acuerda de los próceres a los que podría imitar, aunque le gusta que sus amigos digan que es “un nuevo Bakunín” (24-07-67/184) y en lugar del coraje incomparable de un Dorrego, de la gesta del gaucho Güemes o de doña Juana Azurduy, la Flor del Alto Perú, donde él estaba haciendo la guerra, se recuerda del grito de (Pedro Domingo) Murillo, como emblema “de la revolución continental” (31-12-66/53), aunque quiere que su gesta sea un nuevo Vietnam (final de 24-07-67/184). Para asociar caprichosamente a Murillo con Vietnam hay que tener una imaginación frondosa como la copa de un ombú.

   Esta falencia quedaría superada si nos atenemos a que la guerrilla, como estamos viendo, tenía el carácter de internacional (31-12-66/53, punto 3° y 26-01-67/68). Pero en la noche del 26 de julio, al día siguiente de conmemorarse el 147° de la Revolución de Mayo, Guevara da a su cuadrilla “una pequeña charla sobre el significado del 26 de julio”, en la Cuba de Fidel, desde luego (26-07-67/185). Dice que esa fecha fue una “rebelión contra las oligarquías”, olvidándose que él es chozno, por parte de madre y padre, de la más rancia oligarquía porteña, la misma que dejó a la Patria postrada de rodillas por generaciones enteras. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿O el justiciero Guevara aplicaba el antiguo “ si si, sí y si no, nó”, que también es de oligarcas? Igual homenaje le tributa al día de la independencia boliviana, aunque por la redacción fue a regañadientes, y permitió que “Inti” y “Chapaco” dirigiesen una alocución a sus compañeros (06-08-67/195). ¿Fue ésta una medida demagógica de quien combatió tanto a los demagogos? 

LOS AFECTOS DEL JEFE GUERRILLERO  

   De un puñado de personas se acuerda el Comandante en sus textos: el 11 de febrero anota “cumpleaños del viejo; 67” (11-02-67/77) que debió ser su padre; el 15 de febrero apunta “cumpleaños de Hildita (11)” (15-02-67/79); el 18 de febrero asienta “cumpleaños de Josefina (33)” (18-02-67/81); el 24 de febrero registra “cumpleaños de Ernestico (2)” (24-02-67/84); el día 21 de marzo le manda saludos a María Rosa Oliver en Buenos Aires con un sujeto llamado El Pelado (21-03-67/100); debajo de 18 de mayo escribe a secas “RobertoJuan Martín” (18-05-67/143); dos día después, 20 de mayo,  transcribe un lacónico “Camilo” (20-05-67/144); el 14 de julio subtitula el día con un “Celita – (4?)” (14-07-67/159); el 17 de septiembre anota un solitario “Pablito” (17-09-67/223) y el 2 de octubre aparece un “Antonio” (02-10-67/233). Si el lector cuenta son diez personas, de las cuales el autor no dice absolutamente nada en los textos que les suceden, por lo que no nos animamos a declarar quiénes eran, con la excepción de su padre porque él lo dice específicamente.

   Pero en estas citas creemos ver ya dos ausentes: el cumpleaños, o el recuerdo de su madre (que estaba viva) a través de alguna fecha (le manda saludos a su padre pero no a su madre, en 21-03-67/100), y el de su esposa o compañera Aleida March de Guevara, la madre de sus hijos y que, entre otras cosas, fue la que pasó en limpio los borradores del Diario. A menos que Aleida se llamase además Josefina, por ejemplo, o sea la Aliucha que cita al final de 24-11-66/34. Son dos mujeres, nada más: una madre y una esposa. Pero capitales en la vida de cualquier hombre, nada menos. ¿Qué tenemos aquí? ¿Acaso un conflicto y de allí la negación, como ocurre con la Patria, la abnegada madre de todos? No sé. A esto (y a otros detalles muy reveladores de la personalidad del autor que pronto veremos), lo tendrían que analizar los que saben: psicólogos (de la escuela de Freud, a la que se encuentra adscripta Rosario desde hace décadas, aunque las teorías de don Segismundo hoy estén vetustas), sociólogos (lacanianos en lo posible, como son los rosarinos en tropel) y, por qué no, un psiquiatra para que haga la receta o pida la internación a la obra social por intermedio de Graciela Ocaña, o las dos cosas juntas. 

LOS COMPAÑEROS DEL “CHE” EN LA GUERRA 

   Ya lo dijimos más arriba: este subtema, más que unos parágrafos, es una jaqueca migrañosa, que casi suprimo para no tenerla. Pero pronto comprendí que no se puede y allá va.

   Sin embargo no estamos tan huérfanos en esto: algo ya hemos dicho sobre la tropa del “Che” en esta campaña, diseminándolo cuando se tocaron ciertos puntos. Tratemos de ver ahora lo que no se ha dicho. Así no seré redundante.

   La primera dificultad que se me presentó fue que, a la multitud de nombres que se mencionan, sin apellidos la gran mayoría, deben sumarse los apodos, motes o nombres de guerra que tiene cada uno de los individuos. Así en la página 27, que tomé como accidental, termina siendo a lo largo de todo el diario como emblemática y, en realidad, debió ser una advertencia al lector desprevenido, aunque el editor no lo dice. De resultas de ello y en todo momento uno no sabe bien de quién se está hablando. ¿Será esto parte de una de las tantas tretas? No sabemos, pero tal parece que sí.

   Para no divagar, mejor veamos un ejemplo: Pachungo es también Pacho; Tumaini se llama a la vez Tuma; a Bigotes se le conoce por El Loro o Jorge; a Monje le decían Estanislao, El Negro y Mario. A su vez, dice el impresor, “no debe confundirse a este Negro con el guerrillero El Negro, del grupo Joaquín, que aparece más adelante”. Pero sigue la tanda: entonces Papi era a su vez Ricardo o Chinchu (pág. 33); a Joaquín parece que le decían Vilo (pág. 35); Apolinar era conocido además por Polo (pág. 41); al Médico lo llamaban indistintamente Moro, Morogoro y Miganga; Félix es el mismo que El Rubio, y Renán no es otro que Iván (pág. 43). Y así sigue este intrincado sistema de apelativos en pp. 53, 54, 109; “en verdad –veo que dejé anotado en mi cuaderno de apuntes- no vale la pena seguir.” Ahora lo releo: opino lo mismo de este enredo estrafalario. Por esta vez me voy a hacer caso a mí mismo y suspendo en el instante esta jerigonza.

   Como si esto fuera poco hay personas que aparecen de golpe como Pan Divino (31-12-66/53), el Médico (16-12-66/45) y más explícitamente los llamados Coco, Darío, Walter, Paco, Mito, Chingolo, Willy y Serapio (citados en Análisis del mes, pág. 109), y los que desaparecen de igual forma como el caso Tania, que parece no fue la única mujer, porque Loyola, tenida por hombre, resultó ser una dama y bastante atractiva además (véase en fotografía número 9, pág. sin numerar, la tercera persona comenzando de la izquierda). 

UN DECHADO DE VIRTUDES 

   La relación del “Che” Guevara con sus seguidores en la brega boliviana no fue lineal: “sólo hay pequeños problemitas” minimiza en Análisis del mes, pág. 54. Y la de éstos con su discutido jefe, tampoco.  Dejando de lado los movimientos de las dos primeras semanas que demandó la instalación del núcleo guerrillero (de 07-11-66/27 al 21-11-66/30), que tanto nos hacen recordar a los que realizan los malhechores de las películas antes de perpetrar un asalto o cometer un crimen (14, 15 y 16-11-66/31), al extremo que el propietario de la finca los confunde con delincuentes del narcotráfico (07-11-66/27 y 17-11-66/31); he visualizado otras detalles de mayor interés que pueden ilustrar con mayor precisión sobre el comportamiento de este grupo humano y de su liderazgo.

   Vemos así que, extrayéndolos del conjunto, aparecen: la desobediencia sistemática (19-03-67/98; 29-03-67/10; 11 y 12-09-67/219); celos de autoridad (20-11-66/33); Análisis del mes, pág. 71); irresponsabilidades (28-11-66/36; 05-12-66/39; 24-01-67/67, 29-03-67/106); mutuas desconfianzas (11-12-66/43; 13-12-66/44; 20-07-67/181); recelos (26-01-67/68; 10-02-67/76; 31-03-67/108); ausencias que no se entienden (Análisis del mes, pág. 71; 28-03-67/105 punto 1°); pérdidas de equipo por negligencia (07-02-67/75); peleas (25-02-67/85; 22-03-67/101) que lo obligan a reprenderlos (26-02-67/85), el mismo día que se ahoga Benjamín (conmovido y humanitario el “Che” lo recuerda como un inútil sin mérito  en pág. 86) y nadie se ocupa de buscar su cadáver; aparece el hambre (Análisis del mes, pág. 87) que los acompañará hasta el final (22-03-67/101); robo de alimentos (01-03-67/88; 14-04-67/118) que Guevara tilda de “mal síntoma”; deterioro del ánimo (04-03-67/89; 07-03-67/91; 31-03-67/108); peleas por la comida (11-03-67/94); enfermedades e imprevisión (15-03-67/95); “hombres quedones y malhumorados” (18-03-67/97); delaciones (27-03-67/105); algunos quedan descalzos (20-03-67/99); destituciones y sanciones (25-03-67/103; 20-06-67/163); extraña forma de hacer designaciones (02-04-67/111); equivocaciones temerarias (06-04-67/113) y aparece un subgrupo que Guevara llama despectivamente “los de la resaca” (15-04-67/119; 3 y 4-09-67/212), pero no aclara los motivos del nombre, quiénes lo constituían ni desde cuándo se había organizado.

   De esta manera se puede seguir haciendo un catálogo terrorífico hasta el final. Pero consternado invito a hacer un alto ante un hecho tremendo y desagradable. Después de ascender una loma y antes de llegar a su cima, el “Che” con su tropa se detienen, hacen campamento en el faldeo y se disponen a descansar. Mientras toman un refrigerio el guerrillero Urbano, sin decir agua va, le saca la cabeza de un tiro de fusil a su compañero Lolo, sentado a su izquierda, ante la presencia de todos, incluida la del Jefe (así se llama a sí mismo 31-12-66/53) el Che Guevara que no hace ningún comentario, ni consta que haya reprendido y sancionado al instante a semejante asesino (¿acaso el miedo de correr igual suerte a manos del demente?), ni se haya lamentado por la pérdida injusta de un hombre que tanto le había costado reclutar (30-04-67/130). Visto esto, creo que todo lo demás que íbamos a decir sobra, no sirve o está de más. Como reconocer, por ejemplo, que Chapaco da “pruebas crecientes de desequilibrio” (13-08-67/199) y más adelante delira y quiere desertar (19-08-/67/202), o que “el Cambá”, uno de sus apóstoles, “está llegando –nos cuenta- al último extremo de su degradación moral” (24-08-67/204), aunque al final lo califica de “heroico guerrillero” (03-10-67/234).

   Este es el caudillo que al dirigir una arenga le dice a su falange (08-08-67/196) “que este tipo de lucha nos da la oportunidad de convertirnos en revolucionarios, el escalón más alto de la especie humana” y que “también nos permite graduarnos de hombres.” Se le olvidó lo del infeliz Lolo, que también se le olvidó al prologuista Fidel Castro que saluda alborozado la frase de Guevara (pág. 19), agregando que todos los que lucharon al lado del “Che” “hasta el final se hicieron acreedores a estos honrosos calificativos.”

   De manera que ya sabe el lector qué es lo que debe hacer si quiere pertenecer al escalón más alto de la especie humana y graduarse de hombre. Elíjase un vecino, al verdulero o a un amigo y proceda: hasta Fidel Castro lo felicitará, y el juez Zaffaroni ya le buscará la vuelta para que usted resulte inocente, contando con el voto de la doctora Argibay, desde luego, y una explicación ad hoc del geronte temulento del doctor Fayt, que para eso está y además le pagan. 

UN SÍNTOMA NEGATIVO EN UN AMBIENTE HOSTIL 

   El tercer síntoma registrado, antes de desatarse su asma, es de una anomalía física que ocurre a 182 días de iniciada la campaña y se trata de un nuevo edema en las piernas (09-05-67/138), acompañado de cierta debilidad inespecífica. De hecho he dejado de lado “la plaga infernal” (08-11-66/28) de insectos hematófagos y ácaros, “yaguasas, jejenes, el marigüí, mosquitos y garrapatas” que los recibieron desde el  principio azotándolos sin horario ni misericordia, creando “llagas molestas en las picaduras infestadas” (18-11-66/32). Cuando estas plagas se ponían insufribles – comenta el “Che”- él se guarecía “en la hamaca con mosquitero, que –aclara- yo sólo tengo” (11-11-66/29). Lo mismo haría los días de lluvia refugiándose en la hamaca con mosquitero y a cubierto del agua –comenta- con un “nylon” (15-11-66/31), que también parece ser el único que lo tenía. “El resto –concluye este jefe siempre preocupado por sus hombres- sin novedad”. A menos, digo yo, de los cuerpecitos de sus compañeros a la intemperie, durmiendo sobre el suelo húmedo, atacados día y noche por esta cáfila de sabandijas, matizadas con una luvia cada tres días y los tremebundos fríos de las madrugadas (18-11-66/32). Pero las garrapatas, atrevidas y más igualitaristas que él, también hicieron su agosto consumiendo su sangre de añeja alcurnia rioplatense (09-11-66/28). 

INSECTOS, LLUVIAS Y ALTURAS: TEMIBLE COMBINACIÓN 

   Lo de los insectos y lo de la lluvia no son datos menores: a 234 días de llegados el mosquito, la garrapata y el marigüí los tenían a raya (02-07-67/171), sin darles resuello, y de los 352 días de campaña, 71 fueron de luvias y lloviznas y son más de 100 los días (un 30% del total), si se agregan aquellos con neblinas matinales y vespertinas. Todo ello sobre terreno montañoso cuyas alturas los llevan de los 760 m (11-02-67/77), pasándolos luego por los 1080 m (03-05-67/134), bajando de allí a los 250 m (05-06-67/155) y alcanzando al final los 2000 m (05-10-67/237). La situación se agrava por los anticipos del invierno en la región, lo que suele ocurrir a fines de abril (27-04-67/129), con temperaturas por las noches muy próximas al cero grado centígrado. Todo lo cual nos lleva a preguntar: ¿el Che Guevara eligió correctamente el período del año para instalar la guerrilla en Bolivia? No sabemos, porque no sabemos qué le mintieron sus amigos de ideas y correrías para llevarlo a una ratonera sin salida.

   Más adelante, en el día 216 del montaje del grupo, leo sorprendido lo siguiente: “He llegado a los 39 –se confiesa Guevara y hace un balance- y se acerca inexorable una edad que da qué pensar sobre mi futuro guerrillero; por ahora estoy “entero” (14-06-67/159). Reflexión que puede dividirse en dos partes: una de un sincero “esto ya no es para mí, no da ni doy para más me debo mandar a mudar”, y la otra de ficción, la del auto-convencimiento: “estoy bien, puedo y debo seguir”.

   No estaba tan errado en el presagio: 9 días después tuvo el primer ataque de asma (23-06-67/164), enfermedad que lo seguiría atormentando los 126 días que le quedaban de vida. Este tipo de pensamiento es el que resucita y campea más adelante (08-08-67/196). ¿Al escribir estas frases, habrá pensado el Che Guevara en renunciar a la guerrilla y desaparecer? No sabemos, pero se cierne la sospecha. ¿Y de haberlo decidido, hubiese podido evadirse? Es muy arriesgado asegurarlo, porque cuando quiso acordarse estaba rodeado, fraccionada su hueste, incomunicados y aislados sus grupos (Análisis del mes, puntos 1°, de pp. 152, 168, 189), por una fuerza oponente que movió sus piezas como en un tablero de ajedrez para aherrojarlo, cayendo él en el encierro.

   “La salida de la gente (de Bolivia)  –reconocía a fines de marzo- es muy difícil ahora” (27-03-67/105). Le quedaba una sola opción: rendirse y salvar su vida y la de quienes habían sido, después de todo, sus abnegados compañeros de lucha. No lo hizo. Prefirió que lo matasen e inmolar al conjunto: hecho que no tiene mérito, nada de heroico y menos de mártir. Es una variedad del suicidio: hecho nefasto que nadie atina a decir si es coraje o cobardía. Porque la Rendición, antítesis de la Victoria, también forma parte del arte de la guerra y así se estudia en las academias y escuelas militares. Además hay normas que establecen cuándo se debe pedir rendición y cómo debe hacerse para que no sea infamia o traición. Así lo dice él mismo al final de 29-06-67/168: evitar “pérdidas inútiles de vidas por incumplir normas.” Pero se ve que después se le olvidó. 

LA ENFERMEDAD 

   Ya hemos dicho en otra parte, que Guevara registra en el Diario su enfermedad asmática (¿o un enfisema pulmonar con una complicación cardíaca?) a partir del 23 de junio de 1967, a 225 días de instalado el foco guerrillero. Con antelación a esta fecha no existe ningún registro, con las solas excepciones de los incidentes del 23-02-67/83 al que el autor llama “día negro para mí” presentando, después de un esfuerzo físico considerable, signos de agotamiento severo (¿con disnea?), dándole “una especie de desmayo” (¿por falta de irrigación sanguínea al cerebro?) y cierta debilidad que llega a ser extrema (16-03-67/96); de los edemas en las piernas (04-03-67/89 y 09-05-67/138) y en los pies (15-03-67/95) (¿manifestación de una patología cardíaca?).

   Ello no quiere decir que el “Che” se pescó el supuesto asma en Bolivia. No. De ninguna manera. Ya era, con seguridad, un enfermo asmático (¿o enfisematoso?), muy anterior a estos hechos: “El asma –se confiesa con tono dramático- me está amenazando seriamente y hay poca reserva de medicamentos” (23-06-67/164). Quiere decir que, conociendo su dolencia, ya había previsto sus medicamentos. Y si éstos se le estaban acabando, fue porque de mucho antes del 23 de junio los venía consumiendo. Recordamos de paso que los medicamentos que le reponía el tren logístico eran justamente lo que no necesitaba, como el caso del envío de antiparasitarios cuando en los grupos no había ningún caso de parasitosis (16-03-67/96).

   El asma, me dicen los médicos amigos, es, en términos generales, un trastorno que se caracteriza por ataques recurrentes de disnea paroxística (respiración forzada en la posición horizontal, por eso también se la llama nocturna), con sibilancias (ruido respiratorio agudo por la presencia de secreciones viscosas en los bronquios), por contracción espasmódica (contracción súbita pero transitoria) de los bronquios.

   A partir de aquella fecha, Guevara va anotando sistemáticamente los episodios de su dolencia diciendo: ora que su asma aumenta (24-06-67/165); luego que no lo deja dormir (25-06-67/165); para ausentarse enseguida y emerger “dándome guerra” (03-07-67/172); desesperado decide en dos oportunidades volver a Ñancahuasú en busca de medicamentos (08-07-67/175 y 07-08-67/195); cuatro días después le sobreviene otro cuadro horrible (12-07-67/177); pero aparenta sentirse mejor (15-07-67/179) a pesar de la altura de 1560 m (17-07-67/180); más adelante el mal recrudece pero se le terminan los calmantes (27-07-67/185); deprimido dice que “no se vislumbra salida (del mal) a corto plazo” (03-08-67/192) y prueba una “inyección endovenosa de novocaína sin resultado”; llega a no poder seguir a sus compañeros (05-08-67/193) quedando rezagado; para evitar su retraso lo montan en “una yegüita”, a la que, al poco de andar llevándolo al tranco y sin motivos, desde la silla, la toma a puñaladas, “yo soy –se confiesa- una piltrafa humana” y agrega “el episodio de la yegüita prueba que en algunos momentos he llegado a perder el control” (08-08-67/196), pero vuelve a repetir el cuadro con Antonio (26-08-67/205) al que parece haberle aplicado castigos corporales; al día siguiente le abren un ántrax que le había salido en el talón y queda “muy dolorido y con fiebre” (09-08-67/197); sorpresivamente padece otro ataque asmático (10-08-67/197) y le echa la culpa al haber comido naranjas; lo mismo dice de la carne de pava de monte (una charata) que le aumenta el mal (11-08-67/198) y por eso llega a “tomar tres tabletas al día” (13-08-67/199), para comprobar cuarenta y ocho horas más tarde que igualmente la carne de urina (un cervatillo, variedad de nuestro guazuncho), incrementa su padecimiento (21-08-67/203); desde este incidente y hasta el 14 de septiembre el asma parece haber desaparecido (14-09-67/221). A partir de allí y hasta la última anotación que ocurre el 7 de octubre, Guevara no hablará más de su enfermedad (07-10-67/237). 

EPÍLOGO CON TELÓN LENTO 

   En su última anotación Guevara nos da su postrera ubicación en el terreno con cierta aproximación: “a una legua de Higueras –refiere- otra de Jagüey y unas dos de Pucará”, según la manifestación de una vieja, pastora de unas chivas, que les niega otra información “contestando a todo que no sabe” (07-10-67/238). Al anochecer, con poca luna, inician una marcha fatigosa, “dejando mucho rastro”, por un cañón flanqueado por sembradíos de papas. “A las 2 paramos a descansar –llevaban siete horas de marcha-, pues ya era inútil seguir avanzando. El Chino se convierte en una verdadera carga cuando hay que caminar de noche” (sobre Benigno y el Médico véase 05-10-67/237).

   Ahora bien: con todo este presupuesto que he ido entramando para el lector, más con aquellas otras cosas que puede juntar él de su propia lectura, omitidas por mí en beneficio de la brevedad, ¿sería capaz de decirnos cómo murió el Che Guevara? ¿Acaso murió de muerte natural por un paro cardio-respiratorio? ¿Se suicidó? ¿Lo mató uno de sus hombres a su pedido? ¿Lo mató uno de los cubanos que lo rodeaban en aquella instancia por órdenes de un tercero? ¿Le dio muerte el Ejército en combate? ¿Fue capturado vivo y luego lo fusilaron? No sabemos, y la forma en que murió pasó a formar parte del leyenda, siendo algunas versiones evidentemente descabelladas como lo del fusilamiento, donde habría dicho palabras de grandeza y heroísmo antes de partir hacia el Gran Oriente.

   Resulta una verdadera casualidad que, analizando una por una estas posibilidades, obtenemos que todas son admisibles. Pero a la hora de construir la hipótesis todas presentan una arista dudosa que las desacredita.

   Es que en esto cada cual ha llevado agua para su molino, dejando de lado la verdad que se cayó en el primer barquinazo, como un zapallo del carro. Para sus seguidores fanatizados, es inconcebible que Guevara haya muerto asfixiándose como un perro amoquillado, consecuencia del mal asmático que lo afectaba. No. Debió morir luchando heroicamente hasta agotar el último cartucho o ante un fusilador que queda más romático. Mientras que para el Ejército boliviano el mérito de haberlo abatido es de su propiedad: dice una crónica periodística del día 10 de octubre que los bolivianos “testigos imprevistos de uno de los hechos más sensacionales de los últimos tiempos, reflejaban una inocultable alegría no tanto por la muerte en sí del caudillo de origen argentino, sino por el éxito del Ejército Nacional en acabar con la cruzada subversiva emprendida por Guevara.” Y así cada uno construyó una muerte según sus necesidades de orden político y propagandístico principalmente.

   Pacientemente hemos visto más de veinte fotografías del cadáver del “Che” sobre una mesada en la habitación que hacía de morgue en Río Grande. Sobre su estado físico, semblante y musculatura, se puede decir que se encontraba entre bueno y muy bueno, si se tienen en cuenta los once meses de campaña realizados.

   Se visualizan en él tres impactos: dos en el cuello y uno en el tórax. Sin embargo estas lesiones carecen, en sus orificios de entrada, de la aureola, edema y derrame interno de líquidos que caracterizan a todo cadáver que ha recibido choques y penetraciones de proyectiles. Si estos rastros no aparecen es lógico pensar que los disparos fueron hechos después de muerto para simular una lucha que nunca existió. Igualmente llama la atención la posición del cuerpo sobre la mesada (sobre todo de ambos brazos): evidentemente allí ha desaparecido el rigor mortis, lo que hace pensar que es un cadáver que tiene entre 24 y 48, o mas horas de fallecido. Claro está que esto es materia opinable desde que, como hemos dicho, proviene de una fotografía que fue tomada, deliberadamente, en blanco y negro, cuando ya en esos años la imagen en color estaba difundida a nivel familiar. Es que la fotografía en blanco y negro oculta lo que la puesta en color denuncia. Y era una imagen para la posteridad.

FIN

VOLVER AL ÍNDICE DE "HISTORIA"

kkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

.