Mientras el pesquero argentino Narwal se encontraba navegando en
52º 45' S y 58º 02' O, fue atacado por dos Sea Harrier, (Fl Lt
Morgan y Lt Cdr Batt), con bombas y cañones; luego, cuando parte
de su tripulación había abandonado el buque, fue abordado por un
helicóptero, (Lt Cdr Pollok del 846 Sgdn Hermes), y capturado por
personal de comandos. El Narwal se hundió al día siguiente
mientras era remolcado. Entre los prisioneros, veinticinco en
total, uno falleció, y doce resultaron heridos.
Relato del maquinista del
Narwal, Sr. Feliciano Miño
En Mar del Plata subió un oficial de la armada, creo que de
inteligencia, nosotros no lo supimos hasta que comenzó el ataque;
allí recién se identificó. Ibamos en apoyo de algún eventual
salvamento, o simplemente, estimo, para observar los
desplazamientos bélicos en la zona. Eramos un total de
veinticuatro hombres plenamente consustanciados en la tarea de
hacer algo por nuestra tierra, queríamos que nuestros hijos
estuvieran al margen del yugo impuesto por los piratas ingleses.
Todos sabíamos que nos jugábamos la vida en la empresa,
lamentablemente se perdió una vida y muchos heridos. A nadie
escapa que durante la guerra cayeron muchos de nuestros soldados,
pero también hubo bajas entre la población civil, que de una
manera u otra hacía lo suyo contra el enemigo. De los nuestros
cayó Omar Alberto Rupp, el contramaestre que murió sin conocer a
su hijo, ya que su mujer tuvo familia cuando navegábamos. Llevaba
un triciclo a bordo como regalo para el pequeño, y, al momento de
morir, nos pidió que cuidáramos de su familia. Murió en la
cubierta con la pierna izquierda destrozada por la metralla de los
aviones.
El oficial de marina se identificó como Juan Carlos González y
gracias a él pudimos salvar la vida. Esa mañana estábamos
navegando y si se podía pescábamos algo, estábamos cerca de la
flota inglesa, escuchábamos los cañonazos. Ese domingo 9 de mayo,
eran aproximadamente las 09:00 hs, estaba lluvioso y frío, con mar
seis o siete, medio agitado y descansábamos mientras navegábamos
pero siempre alertas. De pronto, se sintió un impacto en la popa,
que atravesó varios compartimentos y en el camino hirió gravemente
a Omar que se hallaba en el taller de electricidad.
El Narwal era un buque de 350 toneladas, de sesenta metros de
eslora y diecisiete de manga; un barco chico. Yo estaba en la
cucheta cuando nos impactaron, creo que fue un misil, enseguida, y
después de un instante de zozobra comenzó el griterío. Lo vimos a
Rupp gritando, con una pierna menos. El enfermero Gómez hizo las
primeras curaciones, pero era imposible hacerle un torniquete para
parar la hemorragia, dado que la pierna había sido arrancada casi
desde la ingle. Le dieron morfina para atenuar el sufrimiento y
alguna bebida, pero debía de ser insoportable.
Estuvo unos cuarenta minutos en cubierta, a pesar de que los
aviones ingleses continuaban pasando y tirando. Nosotros no
teníamos ningún arma para defendernos, era tanto nuestro miedo,
que algunos nos metimos en la cocina y cubrimos nuestras cabezas
con las ollas. Una cosa es contarla, y otra es vivirla.
Yo me quedé sin aceite para la máquina pero seguíamos igual, quedé
a cargo de la máquina y paré el generador cuando comenzó a entrar
el agua, estaba con Wens y era lo único que podía hacer. De mis
compañeros del Narwal, recuerdo a Bussed, Carballo, Domínguez,
Esquivel, Fabiano, López, Lucaiolo, Ferrero, Fulgenzi, García,
Solca, Gómez (Juan y Norberto), Merino, Reinoso, Rodríguez,
Zaragoza, Zelasco, los uruguayos Chandot y Jesús Morales, y el
paraguayo Wagatta. Tratábamos de tapar los orificios más grandes
con lo que podíamos, era imposible achicar normalmente, las balas
seguían atravesando el barco pero flotábamos.
Ya se había dado la orden de abandonar el barco. Eramos un blanco
fijo y los aviones no cesaban en su afán de destrozarnos, aún a
sabiendas que no teníamos con qué responderles; me acuerdo que me
lancé a una balsa con unos compañeros y allí apareció ese maldito
avión, nos ametralló impiadosamente, de milagro no nos mató a
todos, pero la balsa de caucho, se hundió en segundos. Algunos
trataban de desarmar las puertas para usarlas como flotantes,
había peligro de tiburones ya que es una zona donde habitualmente
se pueden encontrar. Eramos una docena de heridos, sufrí el
impacto de las esquirlas de la metralla en el ojo y la mano
izquierda. A Zaragoza lo hirieron en la columna, y aún tiene la
esquirla.
Minutos más tarde aparecieron aviones y helicópteros Sea King.
Pero ya no nos atacaron, los primeros aviones, luego del ataque
inicial nos ordenaron por radio variar el rumbo, pero no les
hicimos caso, estábamos en aguas argentinas y nadie nos podía
hacer cambiar el curso, después de varios ataques quedamos al
garete, ya no podíamos hacer nada más. Estábamos sin timón, sin
radio y con peligro de hundirnos en cualquier momento ante un
nuevo ataque.
Ametrallaron un generador auxiliar que pusimos en cubierta para
tener luz y atender a los heridos. Ya no había nada que hacer. Los
ingleses nos rescataron luego de estar unos veinte minutos
tratando de mantenernos a flote en medio del agua que estaba muy
fría, con una lluvia que nos calaba hasta los huesos. Fui el
segundo al que rescataron los helicópteros, vi que en un costado
decía USA pero tenía muy poca visión por las heridas; nos llevaron
a un barco y, posteriormente, al Invincible.
Los ingleses se asombraron cuando pedimos elementos para
higienizarnos, cepillos de dientes y maquinitas de afeitar, igual
pasó con el tema de los cubiertos, pensaban que éramos indios,
después nos trataron con mayor deferencia. Diez días más tarde,
luego que me operaran la mano izquierda, nos trasladaron al buque
hospital Uganda, y de allí a Montevideo, en el barco Hecla, de
allí a Buenos Aires en el aviso Piloto Alsina el 3 de junio.
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Recibimos información que el pesquero Narwal encontrándose dentro
de la zona de exclusión, había sido atacado por los Harrier y
estaba hundiéndose. En dicha nave iba un oficial de la armada, con
la misión de recoger y transmitir informaciones de la ubicación de
la flota inglesa.
El Gral Menéndez me pidió enviara un helicóptero a la zona para
tratar de rescatar los náufragos que se encontraban en balsas
salvavidas[1].
Analizado el requerimiento con el Estado Mayor e informado por el
radar que en las proximidades de la nave se encontraba una PAC
orbitando en altura, llegamos a la conclusión que la misma estaba
en espera precisamente de que acudiéramos al rescate para
atacarnos.
Informé al General este hecho y le manifesté que mientras los
aviones enemigos estuvieran en la zona, no enviaría el
helicóptero. Ante esta decisión y luego de una fuerte discusión,
ordenó que un helicóptero Puma de su fuerza acudiera de inmediato
al rescate, oportunidad en la cual advertí al General que se
preparara para lo peor.
Efectivamente, habiéndole pedido al My Silva que siguiera con el
radar el vuelo del helicóptero, a los cuarenta minutos
aproximadamente de vuelo, me informó que la PAC interceptó al Puma
y este desapareció de la pantalla no teniendo mas noticias de
ellos.
Con posterioridad, supimos que los náufragos fueron rescatados por
el enemigo y retenidos en calidad de prisioneros de guerra hasta
el final de la contienda. |