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LA REALIDAD ARGENTINA
Juan Pampero

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Modelo de concha usado para las balustradas.

Hoy este tipo de concha domina los escenarios.

Hablando, desde luego, arquitectónicamente.

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       Los Colorados del Monte, agosto de 2007.

   Carta a don CARLOS FERNANDEZ.

   Querido amigo y diligente compatriota:

   No me diga que el detalle con que adorno el frontispicio désta, no es un tomín de sabiduría escolástica. Y se lo mando para que vea lo culto que soy, desde que me codeo y regodeo con mis amigos progre de la Recoleta. Decía un muchacho de apelativo Darwin que esto se llama evolución de las especies. Yo anhelo ser un hombre evolucionado, don Carlos: como lo fue sin ir tan lejos Georgy Borges, que pensaba como los ingleses, escribía en castellano y terminó siendo el autor más editado que jamás nadie ha leído.

   Bueno: no le haré más introducciones ni parafernalias verbales, porque usted dice que lo aburren, de manera que haciendo un zambullón en la pileta del acontecer, me introduzco en ellos sin darle más pena. ¿Acaso usted conoce el caso del perro negro? Seguro que sí, pero se le ha olvidado. Entonces se lo referiré de nuevo a fuer de cargoso.

   Resulta que una familia, burguesa como no hay dos, tenía un perrazo negro azabache, tan grande que, de mirarlo de repente uno creía que había visto pasar un ternero. Y esta familia para dirimir un entuerto, de cuyo entresijo no quiero acordarme, debía acordar, antes que nada, el color de este mastín. Fíjese, caro amigo, qué semejante pavada. Porque un perro negro, es siempre negro, de manera que el pleito asomaba como algo muy fácil. Pero no fue así, y unos decían que el animal era negro como el alma del Tuerto Mefistofélico, y otros que no tanto, si no que, mirándolo bien, era de un gris profundo. Y así le siguieron dando matices al negro perruno, matizando el decir con discusiones acaloradas. Sin embargo, si usted hacía pasar 150 personas tomadas al azar de la calle y le preguntaba de que color era el perro, todos le hubiesen dicho que negro, sin tanta filosofía.

    Como el tiempo apremiaba a esta familia, un allegado les aconsejó que, para resolver el asuntejo, llamasen un abogado amigo. Como abogado y amigo son palabras opuestas e irreconciliables, deberían optar por un abogado o por un amigo. Entonces escogieron un abogado, porque amigos hoy se cuentan con los dedos de una mano. Pasó entonces la maravilla de que con el letrado, el perro llegó a tener unos 72 colores: que la luz, que el fondo, que el brillo, que los contrastes, que los colores prestados, que si uno lo miraba con anteojos, que si estos eran ahumados, y así siguiendo. Luego, la tensión entre los familiares fue creciendo y, sin más trámite, pasaron a un juicio, ¡por el color del perro! Y, como usted estará pensando, el juez, que también era abogado, dictó un fallo que quedó inscripto en los anales de la Revista La Ley: el perro era verde. Pero ocurre que jamás nadie ha visto un perro verde, a menos que lo pinten con una manita de sintético.

   Entonces hubo una apelación a la Cámara que estaba integrada por tres jueces, que eran, a su vez, tres abogados juntos, lo cual me parece una barbaridad como para que aguante una persona o grupo déllas. Y esta Cámara falló definitivamente: el perro no era negro, tampoco verde, sino anaranjado. Y, si los del pleito sometieran el diferendo a otra Cámara, ésta hallaría que el perro era violeta. De esta manera usted y aquellos deudos se podrían recorrer todo el arco iris. Pero negro, no. Eso jamás. Porque es muy elemental, para un legisperito decir que un perro negro es negro. ¿Me entiende?

   Esta historia tragicómica me hace recordar a la muerte de esta pobre mujer, María Marta García Belsunce, y los fallos dictados contra su viudo, Carrascosa (¿se fijó que Carrascosa tiene la misma semblanza patológica del odontólogo Barreda, el que mató a su mujer, su suegra y dos hijas con una escopeta? Hágame el favor: obsérvelos.). ¿Cómo es posible que existan semejantes discrepancias sobre la noche que se abatió sobre ella, tan negra como el perro que nos quisieron meter con enema neumática? ¿Acaso la Ley no es una, como la verdad? ¿Cuántas son las interpretaciones a dar sobre una misma cosa? ¿Cómo puede haber un encubridor si no se conoce, ni por las tapas, al culpable? O bien: ¿a quién encubrían estos cosos? Y su fuere así, entonces es un complot.

   Y de estos casos en la injusta Justicia nuestra hay sofocientos mil. Tantos que son casi diarios, digamos, y sobre ellos se va sentando jurisprudencia. Verlos, oírlos, leerlos es como espantarse de los espantos. ¿Usted se ha puesto a pensar a dónde estamos parados? Claro, usted, yo, aquel otro, lo miramos de afuera, pero si mañana le toca a uno que ama y busca la Justicia, que necesita de la Justicia, ¿qué le pasará? ¿Acaso será un zombi, una hilacha, un muerto caminando, un detritus soñoliento, un esperpento sideral?

   La otra cosa que quería comentarle es lo que está pasando con nuestra realidad y con el futuro que nos aguarda después del 10 de diciembre del año que viene. Ya en otra de las mías le dije que, siendo tan bueno como soylo, la inflación entre julio de 2006 y julio del 2007 había sido de un 39%. A esto lo dijeron ellos mismos al publicar como un triunfo el incremento de un 50% en la recaudación del IVA. Y la inflación de enero a agosto de este año es, según mis cálculos, es de un 26%, si es que repiten el índice que se les escapó. De manera que la pregunta sería: el supuesto nuevo gobierno, ¿cuánto será lo que tendrá que blanquear para dejar a cero cuatro años de mentiras, macanas y manteca, con un Cuco que nos zurra la casaca? Y, ¿se animará a hacerlo o rumbeará como de la Ruina escondiéndolo debajo de la alfombra? Pero si esto fuere así, tan tremendamente como se lo digo, ¿cuántos pobres hay en nuestra aporreada Patria? ¿Habrán crecido espectacularmente? Y, ¿cuánto se le adeudará, por ejemplo, a los tenedores de bonos en concepto de intereses y CER?

   Tal vez usted, dilecto cofrade, haya quedado sorprendido por lo que le digo. Pero aquí le mando otra perlita para el aguante. ¿Cómo arreglará el sucedáneo el hecho de contar con un estado riquísimo y más de 14 provincias en estado virtual de quiebra? Hay algunas, como la Provincia de Buenos Aires, en situación de irreversibilidad y para colmo crónica (obra del “peronista” renovador Ruckhauf y del montonero Solá). Otras, que no pueden pagar los sueldos de la administración pública ni a los contratistas del estado por lo que su deuda va creciendo. Hay más de 3.462 municipios endeudados hasta el cuadril, y el pago de su deuda no llevará menos de dos generaciones. En estos momentos existe un total de 27 pueblos en todo el país al borde de la desaparición: allí solamente vive el intendente, y su pueblo es el cementerio. Bueno dirá usted, son cosas que pasan. Mire vea: no sé si tanto pasan cuando le diga que hay unos 170 pueblos que ya han presentado su solicitud para desaparecer en el término de 3 ó 4 años más (en verdad son pueblos fantasmas en la actualidad; ¿usted conoce un pueblo que está por morir? Quiera Dios que no, don Carlos que se las da de señorito y niño bien; si lo conociese, ya verá cómo el corazón le queda hecha una pasa de uva). Y estas cosas, ¿en el debe de qué cuenta se deben cargar? ¿Y el nuevo Presidente se sincerará? No. Porque crujirá fiero la estantería. Y la votocracia necesita votos, amigo mío. No quiere amargos como usted o como yo, o los nacionalistas y peronachos viejos que los recontra parieron, que no se terminan de morir. Para colmo Perón está muerto y serruchado y ya no hay a quién echarle la culpa. A lo mejor habría que sacarlo y serrucharlo de nuevo.

   Y ya que estoy anotando en el debe las cuentas fuleras, le pregunto si sabe a cuánto se eleva la deuda interna. Vea don, se la voy a hacer más sencilla: ¿es pagable la deuda interna? ¡Claro que sí hombre! ¿Cómo? Sí, con emisión. Entonces, ¿por qué no lo hacen? Porque si existiere mayor liquidez en la plaza, chau con la inflación, chau con los bonos y chau con las exportaciones y, en general, chau con todo. ¡Un momento! ¿Por qué chau con las exportaciones? Porque al tener la gente plata en el bolsillo cometerían el desatino de comprar; y aquí lo que se exporta es lo que se quita al consumo popular. Aparecería la escasez, las góndolas vacías. Por eso es que los salarios son manejados por el capitoste de turno: desde el bolsillo se maneja el consumo y aparecen los saldos exportables. Esta es también la causa por la que no hay trabajo. Si lo hubiere aumentaría el consumo. Y el trabajo en negro es otra consecuencia. Mire: los gasoductos son el mejor ejemplo. Se han hecho quichicientos mil kilómetros de gasoductos; ni un metro de gasoducto para consumo domiciliario, para consumo del pueblo, cuyo 55% anda a garrafa. Si se le diese consumo al pueblo, habría menos gas para exportar. ¿Me entendió don Carlos? Para colmo la garrafa tiene precio libre. ¿Libre de quién don Carlos? ¡Si son un oligopolio que no compiten con nadie. Agradezca entonces que le cobren eso y no otro disparate.

   Un abrazo, amigo mío, siempre en nuestras Banderas: Cristo y María.  

                                                                                                                                               JUAN

NI YANQUIS NI MARXISTAS; DIOS, PATRIA y HOGAR.

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