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CARTAS A LAS SIETE

IGLESIAS DE ASIA

Juan Pampero

 

                                                                                            Ilustró María Dolores.

 

 Dedicado a mis amigos Olga C. Moreno, doctor Aliaga y Dante Caroli.

 

UNA JUSTIFICACIÓN

   Desde hace un par de semanas me han llegado varias cartas narrándome el deplorable incidente acontecido en la Catedral Metropolitana: una herejía propiamente dicha. Recuerdo algunas de ellas, en donde los desconsolados, por sus corazones pesarosos, llegaron a pedirme una opinión. En verdad yo no sé que decirles que ya no se haya dicho, protestado y condenado, dado que no es la primera vez que sucede este sacrilegio. Y estando en estas amargas cavilaciones, entre mitad mudo y mitad torpe, vine a recordarme del Apocalipsis de Juan, donde hay unas cartas a las Iglesias de Asia. A ellas deseo referirme, asociándolas con lo que ha sucedido. Motivo por el cual paso a tratarlas sin más trámite.

LAS IGLESIAS DE ASIA

   El libro del Apocalipsis, palabra griega que quiere decir Revelación y, en este caso de Jesucristo  a través de un Ángel (Apoc. 1,1-3),  se inicia con una serie de cartas dirigidas a siete iglesias de la provincia romana de Asia (hoy inexistentes), que no estaban muy distantes entre sí. El número siete, tenido siempre por los esotéricos como de la suma perfección es, en este caso y a mi juicio, es meramente simbólico o casual porque serían siete las iglesias, pero no emblemático. Dichas iglesias representan el conjunto de las comunidades cristianas de esa región. Todas estas cartas tienen un estilo semejante y están escritas en nombre del mismo Jesucristo, a quien se le dan diversos títulos y, entre ellos el de Hijo de Dios (Apoc. 2,18). Es Él quien pasa revista a la conducta de aquellas comunidades, alabándolas algunas veces por sus virtudes, enjuiciándolas en otras a causa de sus infidelidades.

   Salvadas las distancias, el mensaje de estas Cartas vale para las Iglesias de todas las épocas, incluidas las que actualmente existen. Y, ¿quién soy yo, un ignorante y atrevido, para decir esto, vertiendo opiniones sobre un mensaje Celestial? Por lo que digo: ¿acaso ellas no estuvieron y están siempre expuestas a toda suerte de dificultades, tanto externas como internas? Esto es inevitable, y la historia lo atestigua de sobra, desde antes de Arrio a esta parte, que el Cuerpo visible de Cristo sufra persecuciones, desviaciones e imperfecciones. Ahora, como en aquel entonces, el Señor exhorta a los creyentes en Él, a mantenerse fieles al fervor de los comienzos, mediante una constante renovación. La corona de esta fidelidad será la participación en el triunfo de Cristo, el primero que resucitó de entre los muertos (Apoc. 1,5; Is. 44,6; 48,12).

LAS SIETE IGLESIAS DE ASIA

  1. Carta a la Iglesia de Efeso

   “Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Sé que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos. Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer. Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior. Si no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente (1). Sin embargo, tienes esto a tu favor: que detestas la conducta de los nicolaitas (2), lo mismo que yo.”

(1)     Sacaré tu candelabro de tu lugar, significa que si Efeso no se convierte, perder su jerarquía de Iglesia principal.

(2)     Nicolaitas, era una secta hereje de tendencias morales licenciosas.

2.   Carta a la Iglesia de Esmirna

   “Conozco tu tribulación y tu pobreza (1), aunque eres rica, así como también la maledicencia de los que se llaman judíos, y no son más que una sinagoga de Satanás (2). No temas por lo que tendrás que padecer: mira que el demonio va a arrojar en la cárcel a algunos de ustedes para que sean puestos a prueba, y tendrán que sufrir durante diez días (3). Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.” (4)

(1)     Esmirna es un puerto situado a unos 50 Km al norte de Efeso.

(2)     Sinagoga de Satanás es el título aplicado a los judíos que hostilizaban a los cristianos.

(3)     Véase Dn. 1, 12-14.

(4)     La segunda muerte es la condenación eterna; es decir, la privación definitiva de Dios. Puede verse también Apoc. 20, 6-14 y 21, 8.

3.   Carta a la Iglesia de Pérgamo

   “Sé que tu habitas donde está el tono de Satanás (1). A pesar de todo, permaneces fiel a mi Nombre y no has renegado de tu fe en mí, ni siquiera en la época de Antipas, mi testigo fiel, al que mataron los judíos en el lugar donde habita Satanás (2).  Sin embargo, debo reprocharte algo, y es que tienes adictos a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac cómo debía seducir a los israelitas para que se prostituyeran, comiendo los alimentos sacrificados a los dioses (3). Tienes además partidarios de la doctrina de los Nicolaitas. Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada de mi boca.”

(1)     Pérgamo se encontraba situada a unos 70 Km al norte de Esmirna.

(2)     Además de numerosos santuarios paganos, Pérgamo tenía un templo consagrado al Emperador. La expresión lugar donde habita Satanás, probablemente se refiera a este sitio. Aunque también puede ser un lugar donde se reunían los judíos para complotarse contra los cristianos.

(3)     Ver Núm. 25, 1-2; 31, 16.

4.       Carta a la Iglesia de Tiatira

   “Conozco tus obras (1), tu amor, tu fe, tu servicio y tu constancia. Sé también que tus últimas obras son más abundantes que las primeras. Pero, debo reprocharte que toleras a Jezabel (2), esa mujer que pretende ser profetisa, la que engaña a todos mis servidores, y les enseña a prostituirse comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse, pero ella no quiere dejar de fornicar. Por eso, la arrojaré a un lecho de dolor, y someteré a sus compañeros de adulterio a una prueba terrible, si no se arrepienten de sus obras, y (3) haré morir a sus hijos. Así sabrán las iglesias que yo conozco íntimamente los sentimientos y las intenciones. Y yo retribuiré a cada uno según sus obras. En cuanto a ustedes, los demás de Tiatira, los que no comparten esta doctrina ni conocen los secretos de Satanás –como dicen ellos- no les impondré nada nuevo, excepto que conserven firmemente lo que ya poseen, hasta que yo vuelva. Al vencedor, al que permanezca fiel hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones (4). El que las regirá con un cetro de hierro y las destrozará como a un vaso de arcilla, con el mismo poder que yo recibí del Padre; y también le daré la Estrella de la mañana.” (5)

(1)     Tiatira era una ciudad situada a unos sesenta kilómetros al sudeste de Pérgamo.

(2)     Para Jezabel ver 1 Rey. 16, 31; 2 Rey. 9, 22 y  30, 37. Aquí Jezabel es un nombre simbólico aplicado a una profetisa de los nicolaitas.

(3)     Ver Sal. 7, 10 y 62, 13.

(4)     Ver Sal. 2, 8-9

(5)     La Estrella de la mañana es un símbolo de poder (Is. 14, 12), y aquí representa la gloria de Jesús resucitado a la que son asociados los creyentes en Él (Ver Apoc. 22, 16).

5.  Carta a la Iglesia de Sardes

   “Conozco tus obras (1); aparentemente vives, pero en realidad estás muerto. Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios. Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra: consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé. Sin embargo, tienes todavía en Sardes algunas personas que no han manchado su ropa: ellas me acompañarán vestidas de blanco, porque lo han merecido. El vencedor recibirá una vestidura blanca, nunca borraré su nombre del Libro de la Vida (2) y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Ángeles.”

(1)     La comunidad cristiana de Sardes se encontraba a unos 55 Km al sudeste de Tiatira y era una de las ciudades más antiguas del Asia Menor.

(2)     En el Libro de la Vida están registrados los nombres de los que heredarán la Vida eterna. Véase Sal. 56, 9; 69, 29 y 139, 16.

6.  Carta a la Iglesia de Filadelfia

   “Yo conozco tus obras (1); he abierto delante de ti una puerta que nadie puede cerrar (2), porque a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre. Obligaré a los de la sinagoga de Satanás –que mienten, porque se llaman judíos y no lo son- a que se postren delante de ti y reconozcan que yo te he amado. Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra. Yo volveré pronto (3): conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona. Haré que el vencedor sea una columna (4) en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allá. Y sobre él escribiré el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios –la nueva Jerusalén que desciende del cielo y viene a Dios- y también mi nombre nuevo.”

(1)     Ver Is. 22, 22. Filadelfia era una ciudad situada a unos 45 Km al sudeste de Sardes en una región muy fértil.

(2)     Puerta que nadie puede cerrar: ver 1 Cor. 16, 9.

(3)     Is. 45, 14; 60, 14 y 43, 4.

(4)     Ver Is. 62, 2. Columna: símbolo de los elegidos que tendrán un lugar honorífico y estable en el Templo celestial. El Nuevo Testamento presenta frecuentemente a la comunidad cristiana como un Templo, cuya piedra angular es Jesucristo. Ver 1 Cor. 3, 10; Ef. 2, 19-22; 1 Ped. 2, 4 -9.

  1. Carta a la Iglesia de Laodicea

   “Conozco tus obras: no eres frío ni caliente (1). ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo, cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista (2). Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos (3). Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.”

   Esta carta se inicia citando “al que es el Amén”. Amén para los cristianos es Jesucristo. No es el amén de los judíos que significaría “que así sea”. Y a esto no lo digo yo de caprichoso, sino que está en 2 Cor. 1, 20. De manera que las catequistas pueden ir tomando nota para transmitírselo a los párvulos.

(1)     Laodicea estaba situada a 65 Km al sudeste de Filadelfia.

(2)     Prov. 3, 12.

(3)     Cenaremos juntos, es la imagen de la intimidad y de la felicidad. Ver Mt. 8, 11.

   Mis queridos amigos: si leéis atentamente estas cartas, veréis que muchos de sus párrafos se acomodan a lo ocurrido en la Catedral Metropolitana. Sea por lo que pasa desde afuera, sea por lo que está pasando por dentro. Que en verdad os digo: no sé cuál de las dos cosas es más grave. Porque es natural, y por ello lógico, que un cerdo se introduzca en el rebaño. Lo que no es natural, ni es lógico, es que permitamos que el cerdo viva entre nosotros creyéndolo una oveja, aunque a ojos vista haga cosa de cerdos. Y el cerdo es del chiquero.

   Estas cartas mis queridos están olvidadas. No os asustéis: porque Dios quiere que así pasen las cosas. Hágase su voluntad entonces. Mas aprovecho para deciros una vez más: en este momento el deber de todo buen cristiano es ir a evangelizar a los curas. Por aquí debemos comenzar. El resto será concedido. Todo lo que se haga sin partir de esta ardua premisa, será en vano. Tenemos que convertir a los curas a la Santa Fe, que vuelvan a la Iglesia de Cristo y cumplan con su apostolado. De esta manera descenderá sobre ellos y todos nosotros el Amén.

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