DECIME CARLOTTO: ¿CÓMO
SE COME ESTE RABANITO?
Juan
Pampero
Carta a doña
ESTELA de CARLOTTO.
Pitonisa de
Apolo que sentada en el templo del Delfos lanzas tus oráculos; hechicera
mía:
Mire: hace
de esto hace un montón de tiempo, que no digo sea tanto como la edad que
usted tiene, lo que sería una vera exageración, me ha llegado, junto con
la factura de CTI las fotografías de niñitos y jovencitos desaparecidos.
La que le adjunto, es el reverso de la última que todavía no he pagado.
Mire lo fresquita que será.
También,
tiempo ha, departí sobre este tema con el comisario del pueblo, el turco
Jalil, mientras degustábamos una ginebra tenebrosa con dos cubitos y dos
disparos de soda, en el prestigioso almacén de ramos generales que le
dicen El Luchador. Nombre que le quedó del chino Salvatierra,
porque, cuando alguien lo saludaba, siempre respondía que estaba en la
lucha. Pero vea: de lo que yo conozco, parece que la lucha del chino era
por no trabajar, función que, en este país, no vaya a pensar doña Estela
requiere mucha maña: y si no me cree, mire la que usted se dio para
juntar plata con pala y carretilla, haciendo que encima le tengamos
lástima. Lo que se dice una bellecita.
Me refería
este turco Jalil, después del segundo vaso, que tiene como ocho dedos de
altor, de esos que aquí le dicen mortero de boca ancha, que en un
curso que lo mandaron hacer en Buenos Aires, le comentaron que son más
de 500 las criaturas que desaparecen de promedio por año en la
Argentina. Lo que me ha dejado más tieso que la pata del rengo Teté, el
limosnero de la puerta Este del templo parroquial, el cual, para que
usted no pase por sus fueros sin dejarle la franquicia, le traba la
puerta con su horripilante pierna: mitad de carne, mitad de palo, hecho
un atadijo de trapos tan mugrosos que, de sólo verlos, uno puede
contraer un tétano. Y como uno se detiene, ahí le viene el mangazo: hay
que oblar.
De aquellos
500 niñitos que le decía, aparecen, siempre como promedio, digamos que
unos 350: ora porque regresaron, ora porque los encontraron o,
simplemente aparecieron por la intersección de Dios Misericordioso,
alabado sea su Glorioso Nombre, apiadado de los padres desconsolados.
Eso sí: hechos cadáveres muchos de ellos. De los 150 que faltan nunca
jamás se sabe nada. Por ejemplo, los de la portada, son de finales del
año 2007 y posiblemente sean los que cierran la cosecha anual. Y digo
esto porque haciendo el cociente entre 500 y 365 que son los días del
año, resulta que es más de un chiquito por día el que está
desapareciendo en este paraíso Democacacrático, con todas las
instituciones funcionando, como les gusta decir a los políticos de
la Nueva Oligarquía parasitaria cuando se les da por lanzar
amenazas; con todas las leyes en vigencia, como aseguran los
jueces que ganan en un mes lo que a un maestro le cuesta un año de
paciencia y de yugar; y estando de por medio una magnífica
Constitución, aquella que nos aseguraron sería la solución de tos
los males pasados, presente y futuros. Al extremo que hay que jurar por
ella y no por la Patria, aunque sea posterior a ésta, porque cuando tal
engendro nació, la Patria ya existía, tenía sus blasones, una bandera
inspirada en los colores de la Inmaculada Concepción, su escudo, su
ejército, sus prohombres, su geografía, sus héroes conocidos y
desconocidos, y a tan que no alcanzaría la canicie de su pelambrera para
contarlos.
Pero sería
una injusticia comparar estas criaturas, verdaderas esperanzas para la
Patria, con los supuestos retoños que su empecinamiento busca. No.
Además, de no hacerlo, la dejaríamos sin discurso a la última esposa de
Tutankamón que aún vive: Magdalena Ruiz Guiñazú (con peluca incluida,
desde luego) o a Pablo Echarri (con paco adjuntado), y sin
trabajo a los hijos del perro Pluto: la muchachada buscahuesos del
Equipo Argentino de Antropología Forense (y sin el estipendio jugoso que
le pasa la Fundación
Ford
desde yanquilandia, que es la que anda detrás de la farsa de los Chorede
Sumanos).
¿Y sabe por
qué doña Carlotto son incomparables? Porque estos niñitos son hijos de
padres inocentes, que no han hecho mal a nadie, de trabajadores de
barrio, mayormente humildes, con sus casitas a medio hacer, de familias
constituidas y cristianas como debe ser, buenos vecinos y mejores
amigos, cumplidores con sus obligaciones ciudadanas, de madres que los
han parido, y yo las veo diariamente dejar el cuero detrás de las
guaguitas, de padres que se les ha roto el lomo buscando la forma de
arrimar un peso para el puchero.
En cambio
doña Estela, no me animaría a decir lo mismo de su nietita o nietito,
pobrecitos, porque ellos no tienen culpa alguna, son inocentes porque
fueron ignocentes. Pero usted doña Estela de Carlotto y su hija no.
Porque con sólo mirarle la cara y ver cómo el destino la ha marcado
rostro con ese ojo a media asta para que todos estén prevenidos; de ver
sus mohines estereotipados de gran señora cuando todos conocemos su
origen, así como conocemos sus antecedentes de ser una mentirosa
inveterada, no. No señora. Porque usted sabía, si tan buena madre dice
que era, en qué cosa andaba su nena, o tal vez no, porque, según sus
propias declaraciones, parece que la jovencita estaba embarazada y la
única que no lo sabía era usted. De manera que la nena era una buena
piedra para la honda.
Decía un
pensador del renacimiento, después de estudiar a sus contemporáneos, que
en el hombre, por más que resulte un rey, pulido, lustrado e ilustrado,
todo tiende a su origen. Es decir, un sinvergüenza que ha llegado por
algún motivo a ser un hombre poderoso (el caso de nuestros
politicastros, que son amigos suyos), a la larga o a la corta, terminará
haciendo sinvergüenzadas. Medio terminante esto, ¿no le parece doña
Estela? Lapidario. Y sin embargo parece que es así, por más espíritu
cristiano que uno quiera ponerle a este desabrido asunto. No en aquella
salida del Medioevo, no. Hoy mismo señora. O dicho por aplicación del
carácter recíproco: si me doy con un canalla, es porque canalla fue en
algún momento o siempre ha sido. He aplicado la Lógica
Proposicional de Rojo (no el
color del trapo que a usted le gustó perpetuamente; le hablo del
profesor y su libro que es muy bueno). ¿Será cierto esto? Y usted
señora, ¿cómo es? Porque como fuere, es, porque en antaño ha sido. ¿Y de
su nena, qué me cuenta? Porque ella es un resultado, ¿de quién señora?
Dice la Escritura que por los frutos los conoceréis. Y su nena, señora,
¿qué tipo de fruto era? Si usted me dice que fue amargo será porque
viene de un árbol amargo, ¿no le parece? Y si me dice que fue dulce, es
porque proviene de un árbol dulce. De allí es que no se deben pedir
sandías a la higuera, ni achicoria al sauce.
Le dejo
estas reflexiones hechas con mucho amor. Y aunque sé que usted es una
atea confesa, recuerde que Cristo la está esperando. Acérquese, se
sentirá mejor. Porque lo que ustedes desaten aquí en la tierra, yo lo
desataré en el cielo. ¿Qué le parece la oferta?
JUAN
Milico, Ciudadano de Tercera Categoría (Kelper)
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