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SOBRE ISABEL MARTÍNEZ DE PERÓN
Juan Pampero

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Isabel Martínez: para Perón la mejor alumna.

Para el enemigo la hez de la humanidad.

 

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       Los Colorados del Monte, agosto de 2007.

   Carta a mi gran amigo don RODOLFO.

   Negrazononón querido te saludo: la Patria está contigo;

   Como nosotros estamos bajo la protección del manto de la Virgen de las Nieves, a quien gimiendo hemos implorado en momentos rodeados de tantos peligros, siempre con la mochila al hombro, aceptada como una bendición del Cielo, puedo escribirte con toda sinceridad. Verás que nuestro común amigo, don Carlos Fernández, me ha hecho llegar por esta vía, un suelto encontrado en el baúl de los recuerdos, que detallaré más abajo y que, según él,  se lo enviaste unos días atrás.

   Se trata de una noticia aparecida en el Diario Crónica en la tarde del sábado 9 de enero de 1976. Allí se hace referencia al acto llevado a cabo a la mañana de ese día en el Teatro Colón, donde la Presidente, doña María Estela Martínez de Perón, dirigió un mensaje a los egresados Subtenientes, Guardiamarinas y Alféreces  a quienes habría de entregarles sus sables.

   Visto esto, tan simple como llevar los chicos a la escuela, ya no nos tenemos que olvidar de cuatro cosas. Primero: que un mes atrás, el lunes 8 de diciembre de 1975 (día de la Inmaculada Concepción de María Santísima), la Presidenta doña María Estela de Perón había dado instrucciones al representante argentino ante el Organismo Sinárquico Internacional (vulgo llamado ONU), para que denuncie como regresiva a la actitud británica en las tratativas sobre la cuestión Malvinas, ya que no sólo pretendía la autorización previa de los isleños para realizar negociaciones sobre la soberanía, sino que intentaba sustituirlas por una “discusión” sobre “cooperación económica”.  

   Segundo: que por esta razón el viernes 2 de enero de 1976, es decir una semana antes de este egreso que comenta el diario de marras, nuestra Cancillería, a través de un comunicado, hace conocer a la opinión pública una singular pretensión de Su Majestad Isabel II: ella “desea  sostener conversaciones con agenda abierta (un truco tan viejo que ya no se usa) sobre cooperación económica en tanto que podría autorizar a sus funcionarios para escuchar lo que la parte argentina quisiera proponer sobre otros temas.” Verá en esto don Rodolfo, la vera y real imagen de una sinvergüenza.  

   Tercero: que a usted estas palabras le sonarán fuertes. Mire fue tanto como debía ser. La audacia británica tuvo la condigna respuesta de nuestra Presidenta: en un comunicado  de fecha martes 13 de enero de 1976, es decir, cuatro días después del acto que estoy narrando, se anuncia al Pueblo de la Nación el retiro de los Embajadores. “El Ministro inglés, James Callaghan insiste –dice el comunicado-, en su intento persuasivo de referirse a cooperación económica, calificando en cambio de estéril a la disputa sobre la soberanía.”

   Un hecho insólito que nos hace recordar los tiempos del Ilustre Restaurador. Pero con este proceder, la suerte de doña Isabel estaba echada. Después lo supimos, en aquel momento no, aunque los rumores desfachatados habían ganado la calle y sindicaban, sin pudor, al General Videla como el cabecilla de la insurrección. Y sobre todo no creíamos porque ella había hecho votar, a pedido de los entorchados castrenses, el llamado a elecciones para el mes de octubre de ese año. Luego, un golpe de estado aparecía huérfano de lógica. Dios mío: ¿por qué vivimos siempre tan equivocados?

   Cuarto: que no deje mi amigo de observar el lugar elegido para hacer un egreso de los flamantes subtenientes, el Teatro Colón. Sí, ese, el mismo que durante tantos años sirviera de Templo a la masonería vernácula y, muy particularmente, a la Degeneración del 80 en las Fiestas Solsticiales. Este hecho, de hacer un egreso militar en un Templo Consagrado a Minerva, no sería más que un chichón en el asfalto, si no fuera por el contenido de las palabras del Capellán Castrense, Monseñor Tortolo, que fuera mi amigo personal y guía espiritual mientras fue Arzobispo de Paraná, y de la mismísima señora Presidente a quien tuve el gusto de conocer y permitirme que le diera un abrazo.

   Y, ¿qué tenemos por aquí, mi buen soldado, de los queridos y antiguos Cazadores de Montaña? Un acto rodeado de acontecimientos políticos imponderables y un desagravio al Teatro Colón que, después de todo es del Pueblo, como lo eran sus Subtenientes. Los cultósicos y los culteranos, como llamaba el Padre Castellani a la caterva degenerada que humilla nuestros sentidos, pusieron el grito en el cielo. Los hombres de la cultura no, porque ellos supieron interpretar el gesto presidencial: de un coraje y unas hormonas que eran de verse. Para mí, Isabel ya había roto con todos los lazos que la ataban al Régimen Perverso. En cambio el Régimen Perverso no, y seguían pululando.

   “En el primer piso –dice Crónica-, la aguardaron los Comandantes Generales del Ejército, Teniente General Jorge R. Videla; de la Armada, Almirante Emilio E. Massera; y de la Fuerza Aérea, Brigadier Mayor  Orlando Agosti”. Es decir la Junta Militar que habría de destituirla unos 74 días después, sin que hasta el día de hoy sepamos con razonable certeza por qué lo hicieron, ni para qué. Porque a éstos los sentaron en el banquillo de los acusados sus propios cofrades (el 82% de los 86.500 cargos públicos que tenía la Nación, fueron ocupados por radicales durante el Proceso, quedando con el sello indeleble de tránsfugas), para preguntarles por la muerte o desaparición de Cachito Zurdelli, cosa que ya entonces a nadie le interesaba, pero no los sentaron para preguntarles, por ejemplo, por qué la deuda externa pasó de 6.500 millones de dólares a 76.000 millones de igual moneda. ¡Ah, no! ¡Eso si que no! Porque eso involucraba una investigación sobre la deuda externa, los ministros de economía del Proceso, las transnacionales que juntaron plata en camiones, hubiesen aparecido los socios y corifeos en aquel desafuero del 24 de marzo. ¡Y todo públicamente! ¡No, no y no! ¡Jamás! Y en esta volteada  hubiese caído el mismo Alfonsín, El Acusador. Sí mi querido amigo, el que diariamente visitaba al General Albano Harguideguy en la Casa Rosada, so pretexto de que habían sido compañeros en el Liceo San Martín. Esto salió en los diarios. No lo podrán borrar. ¿Se acuerda de esto don Rodolfo? ¡Sí, cómo no se va a acordar! Después me vienen a hablar de Judas visitando a Caifás.

   Y ya que lo estoy ayudando con la memoria, ¿se ha dado cuenta usted que siendo Harguindeguy, Ministro del Interior del Proceso, nada más ni nada menos, jamás se lo molestó? Ni los gorilas de Alfonsín, ni los bolcheviques de Kirchner. ¡No! ¡Eso no se toca mi amiguito! ¿Y del General Oscar Enrique Guerrero que fue Jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires heredando todo lo de Camps, qué me cuenta? Jamás ha salido  ni siquiera en los diarios: ni los nenes de Quebracho se le animan. ¿Qué tendrá el viejo gorila de Guerrero que no se lo puede tocar? ¿Acaso es un conocido de Néstor y Cristina como los deschavó la Revista Noticias? Si esto fuere así, entonces entre Néstor y los gorilas hay un cordón umbilical, delgado, grueso, no interesa. Existe. Luego todos los gorilas que escriben para putearme, en lugar de joder la paciencia con Kirchner, bien harían en cantar loas para él. Sean congruentes muchachos. Y si no es carnaval, ¿por qué andan con caretas? Sean honestos mis peludos cuadrumanos, ¿o lo que les llora es el bolsillo?

   He leído varias veces este discurso que me retrotrae a aquellas épocas. Y he llegado al convencimiento de que Isabel, en parte, les hablaba a estos tres farsantes e hipócritas sin abuela. Mire vea: se sabe que para esa fecha estos tres chisgarabises ya tenían hasta su gabinete armado y su ministro, Martínez de Hoz que hoy reina pero no gobierna (acaban de echar a una de sus empleadas que pasó a engrosar la galería de los ases del choreo; pero el del Banco Central, el golden boy de Neustad y de Grondona, es otro que sigue; y la “tablita” que es el 3 = 1 está en vigencia hasta los ijares, mejor dicho: nunca se fue), andaba por el mundo ejerciendo la práctica mendicante junto con Alemann y el canalla Alsogaray. Martínez de Hoz fue la garantía ante los saqueadores que estos tres grandes de la mentira y granujas de profesión, iban a hacer los deberes como se los pedían.

   En otra como esta la sigo don Rodolfo, que sé fue buen Jefe que supo mandar, porque primero aprendió, como soldado, a obedecer, lo que me consta. Que el manto de la Inmaculada Concepción lo envuelva, cuide y proteja, manteniéndolo bueno como hasta hoy y amigo como siempre. ¡A los que hemos pertenecido al Ejército de los Andes, todo honor y toda gloria! A los que portan el Cóndor de Montaña como yo, mi recuerdo emocionado.

NI YANQUIS NI MARXISTAS

DIOS, PATRIA y HOGAR

 

                                                                                                                                                        JUAN

   Se efectuó ésta mañana en el Teatro Colón la ceremonia de entrega de sables y espadas a los nuevos subtenientes, guardiamarinas y alféreces, egresados en 1975 del colegio Militar de la Nación, de la Escuela Naval Militar y de la Escuela de Aviación Militar, respectivamente. Presidió la ceremonia la Señora  María Estela Martínez de Perón, que arribó a las 9.30, siendo recibida en el ingreso al teatro por el Ministro de Defensa, Tomás Vottero, y el Intendente Municipal de la ciudad de Buenos Aires, José Embrióni. En el primer piso, la aguardaron los Comandantes Generales del Ejército, Teniente General Jorge R. Videla; de la Armada, Almirante Emilio E. Massera, y de la Fuerza Aérea, Brigadier Mayor  Orlando Agosti, junto al Vicario Castrense, Monseñor Adolfo S. Tortolo. Una vez ubicadas las autoridades y corrido el telón se ejecutó el Himno Nacional coreado por la concurrencia, y el Vicario Castrense bendijo los sables y espadas, señalando:  

   "Nuestra ayuda está en el nombre del señor. Oh Señor de los Ejércitos, bendice estos sables a fin de que ellos sean siempre símbolo de poder, que sólo se usa para el sostenimiento del orden, de la justicia, del amor.

   En defensa de los derechos de la comunidad y los de la tradición histórica de nuestra nacionalidad.

   Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Señor:

   Ten piedad de nosotros. Oremos: Dios es justicia, tu que sellaste las puertas del paraíso por medio de un ángel con espada de fuego, dígnate recibir un día a los que usen estos sables y espadas en tu nombre, para defensa de la patria revistando en el ejército de quien nos abrió con sus méritos la puerta de la gloria, Jesucristo Nuestro Señor".  

   De inmediato, la presidente de la nación inició la entrega de los sables y espadas y tuvo a su cargo las correspondientes a los becarios de países extranjeros y a los primeros de cada escalafón y promoción de los tres institutos militares. Así hizo entrega de los del subteniente Edwin A. Donaire Goch, del Ejército del Perú; del subteniente Carlos R. jara González, de la Fuerza Aérea del paraguay, y de los argentinos, subteniente Eduardo H. Cundins, guardiamarina José L. Pérez Varela, alférez Omar J. Castillo, subteniente Joaquín G. Villar, guardiamarina Mario J. Lazo, subteniente Germán P. J. Tagni, guardiamarina Julio Stell y alférez Carlos A. Bartolomé. De inmediato el Ministro de Defensa entregó los sables y espadas de dos de cada uno de los egresados de los institutos y los comandantes generales a seis de cada una de las respectivas fuerzas, para proseguirse con la entrega por parte de otras autoridades militares.   

·                               El Mensaje Presidencial 

   Al culminar, mientras la banda ejecutaba una "Diana de Gloria", se anunció la palabra de la señora de Perón, la Jefa del Estado dijo: 

   "Jóvenes Oficiales: en mi carácter de Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas cumplo con el trascendente deber de haceros entrega del arma que os confiere los atributos del mando. Iniciaréis un camino difícil, lleno de sacrificios, pero con una meta honrosa que justifica cada uno de los tramos y los resume a todos: la Defensa de la Patria. 

   Tal vez, como pocas veces en la gloriosa historia argentina, estos conceptos dejan de ser un formalismo protocolar, para convertirse en norma y consigna, en cuyo acabado cumplimiento habéis empeñado el honor y la vida.  

   El arma que os entrego  es, a la vez, símbolo y realidad. Símbolo del mando, del coraje y de la lucha; realidad  acuciante del enfrentamiento y de la victoria contra los enemigos de la patria. Os sumáis a un combate en el que defenderéis el acervo cultural que todos los argentinos han forjado a través de la historia; combate en el que se deciden en definitiva la persistencia de la doctrina de Cristo, la vigencia de los valores y, principios por los que dieron su sangre muchas generaciones de argentinos".  

   En esta hora de lucha, es preciso que tengamos bien claro cuál es la realidad que enfrenta nuestra patria.  

  Estamos siendo atacados y el ataque al que somos sometidos, en diversos frentes, va dirigido esencialmente a los cimientos de nuestra nacionalidad. 

   Existe un frente económico en el que se intenta  destruir nuestra capacidad de decisión para someternos a los dictados de grupos de intereses internos y sectarios aliados a los centros de poder económico y financiero internacional. 

   Existe un frente político en el que se persigue quebrar los principios de unidad nacional con los que éste gobierno accedió al poder. 

   Existe un frente moral en el que se pretende por la exaltación  de un materialismo desenfrenado, socavar los valores éticos de conducta para con la sociedad y con la familia.  

   Existe un frente psicológico en el que se busca  confundir, desorientar y engañar al pueblo argentino, para quebrar el temple de su espíritu y la fe en su propio destino. 

   Campañas sistemáticas con claros fines agresivos atacan la majestad de las instituciones del estado y lesionan el sentimiento de seguridad de los habitantes de la nación. 

   Para ello se han usado todos los recursos, desde los medios de comunicación hasta el rumor sibilino e insidioso. 

   Finalmente, existe un frente terrorista, ateo, mercenario, inhumano y delirante, empeñado en trastocar nuestros principios y valores más esenciales, regando con sangre inocente nuestro suelo patrio. Es ésta la realidad subversiva en la que tendréis que desarrollar vuestra acción. 

   Vosotros habéis elegido el camino de las armas, por ello combatiréis al enemigo en uno de sus frentes fundamentales y allí tendréis el honor  de cumplir acabadamente con la misión que habéis decidido asumir. 

   Pero es también mi misión, en mi carácter de Presidente de la Nación y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, aseguraros que no estaréis solos en esta lucha. 

   Vosotros actuaréis en el frente militar con la eficiencia y valentía que siempre han distinguido en el mundo a las armas argentinas. El gobierno por su parte, actuará con firmeza y decisión en los restantes frentes, en los que el enemigo quiere destruirnos.  

   Tenemos detrás nuestro, un pasado de gloria que defender, tenemos también un presente convulsionado que encauzar, y un futuro venturoso que realizar. Vosotros escucháis ahora mis palabras. Cuando en el futuro alcancéis la jerarquía que en vuestra carrera demuestra que os habéis dotado de experiencia y formación necesarias para los más altos niveles de la conducción militar podréis entonces discernir, con elevado criterio, si hemos sabido cumplir con el compromiso que contraemos con la historia.  

   Este mensaje no es sólo para vosotros, sino para todos los argentinos, pues cada uno debe sentirse, en su ámbito de responsabilidad, un soldado de la Patria. Soldados, cuyas armas deben ser la claridad ideológica, la insobornable honestidad, la prudencia de no escuchar provocaciones, la inteligencia de desoír los señuelos del enemigo, el coraje de colaborar con quienes, día a día, ofrendan sus vidas por la libertad, seguridad y el porvenir de nuestros hijos. A todos nos incumbe esta lucha. Solo cambia el campo de combate: para unos será el monte, para otros el aula, la fábrica o la oficina, pero nadie tiene derecho a sentirse ajeno o incrédulo. Y si así fuera, las jóvenes vidas  de argentinos tronchadas resultarían un sacrificio estéril, un   infame anatema sobre la conciencia de todos los argentinos. Vosotros sois el brazo armado de la Nación, pero todas las manos argentinas deben robustecer el poder de éste brazo para conferirle la fuerza del pueblo que es la fuerza de la historia. 

   Jóvenes Oficiales: cada uno de vosotros sabe, con el alto grado de lucidez que la nación reclama, que defiende verdades sólidas como muros. Ante esas verdades no temblará jamás la mano que empuñe el arma que hoy recibiréis. El sacrificio y la entrega por el destino de la Patria constituyen una ofrenda sagrada que el pueblo argentino jamás olvidará. 

   Marchad hacia la victoria con la protección de Dios, nuestro señor, que pido para todos vosotros. Muchas Gracias".  

   Con el mensaje presidencial, culminó la ceremonia, abandonando luego el teatro la señora de Perón, a quien acompañaron autoridades nacionales y militares hasta la salida.

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