En
La Divisa Punzó, en el día de María de la Medalla
Milagrosa, de 2007.
Carta a don CARLOS FERNANDEZ.
Estimado amigo y viejo camarada:
Motivado por lo que me pidiera en la última conferencia
telefónica, es que le hago llegar ésta, la que, indulgente y con
bicarbonato, usted sabrá digerir. Pero, he aquí otra disculpa: no
comenzaré por el principio ni por el final, sino por la mitad de
lo que pasó en la Cumbre de los Países Hispanoamericanos. Porque
ha de saber usted que me tragué, sin hesitar, el hueso de taba que
fue el discurso de Chávez. Sí, completito. Ya sé que es muy
meritorio de mi parte esto de flagelarme como los anacoretas, pero
no es eso de lo que quiero hablarle, sino de un error. Resulta que
el venezolano confesó, ante los entorchados de la política
decadente, que él es el resultado de los siguientes cigotos
fecundados: de una indígena con un negro africano, de donde nació
un zambo; este zambo se amancebó con una blanca, de donde nació
esa cosa peluda que habla sin parar (a la fecha lleva 4.462 horas
de discursos), y que no sé qué nombre tiene esta mixtura, por
habérseme quedado corto el Castellano y la genética. De donde he
venido en bautizarlo zamestizomulatón, por tener una 33 ava
parte de cada uno. Creo ser justo. De manera que no es un mulato
ochavón como injustamente lo he llamado enantes. Perdones mil
entonces.
Mire don Carlos que sobre este asuntejo he leído y ojeado un
montón, sin embargo sigo sin entender lo siguiente: que hace en
semejante estercolero el Rey Juan Carlos I de España, cuando él
pertenece a otro guanero. Porque de todos, incluida Su Majestad
entre los presentes usted no logra la amalgama para armar uno. Que
digo: alguien pueda llamarlo ser humano, o humanoide cuadrumano,
para no ser tan pretencioso, o un pitecantropus, el Hombre de
Neanderthal. Pero ya sé lo que usted me dirá: es un símbolo de la
Hispanidad. A lo que le replico diciendo: ¿un símbolo de qué
Hispanidad? Es una tradición, me agregará usted ofuscado.
Respondiéndole yo: ¿qué tradición? Y así podríamos seguir con esta
toma y daca hasta que las velas no ardan y se seque el agua del
pozo de tanto darle a los amargos.
Mi
dilecto amigo: si fuese por lo simbólico y por la
tradición que usted podría alegar, quien debería estar sentado
en el lugar de Juan Carlos I es George Bush, que es el que manda,
por ahora, todos estos virreinatos y a sus pulguientos
conchabados, desde aquí para allá y del allende a este aquende.
Esto sería más sincero que estar pasándole la franela a esta
cuchara que no corta ni pincha. Y aquí sin querer he tocado, con
la punta de un silicio, el nervio ciático. Porque si habremos de
ser sinceros don Carlos, quien debería posar sus sacrosantas
nalgas en la poltrona, debería ser doña Isabel II de Inglaterra.
Porque ella es la heredera de aquellos que hicieron este
desaguisado fenomenal que larga en el Río Grande mejicano y
termina en la Antártida. Y, de paso, caro fraticelli, se
justificaría la presencia de Juan Carlos I de España, porque él
está, genuflexo, también al servicio de ella, quedando todo en
familia (¿acaso la Reina Sofía de Grecia no es prima hermana del
Príncipe Felipe, el Duque de Edimburgo, jefe indiscutido de la
Masonería Internacional?).
Dicho esto me imagino que usted tendrá los pelos de la nuca
parados como león para saltar. Amáinelos compadre con el cepillo
de alambre por lo que le diré en siguiendo. Y a boca de jarro le
hago una pregunta: ¿si en el sillón del Borbón Anglófilo hubiese
estado sentada doña Isabel II de Inglaterra, el mixtifiore
venezolano se le hubiese hecho el bravucón insolentado? Cuidado
con lo que me va a contestar, porque si usted padece de locura
galopante los gringos lo enderezan en un santiamén. Quiero decirle
que usted puede hablar y hacer lo que quiere, pero es como la luz,
a fin de mes le viene la factura. Y ellos tienen serios, muy
delicados asuntos de límites con la Guyana Británica, hoy
perteneciente al Commonwealth británico, en una extensión que anda
alrededor de 21.000 Km², que es como decirle a usted que equivale
a un poco menos de dos provincias de Tucumán. Entonces no es moco
de pavo. De esto el venezolano faramalla no habla, ni adentro ni
afuera de su país. Ni lo hará jamás de los jamasejes, porque está
puesto allí para desquiciar, enlodar y joder, y no para que se
haga el macho cabrón. Y usted sabe que un lengüetazo a tiempo vale
más que cien alpargatazos, por lo que el tiranuelo le da de
sorbetes a los ingleses, pensando que son distintos de los yanquis
cuando son la misma cosa. Es como si yo le abriera una discusión
entre la Coca-cola o la Pepsi-cola. Es redundante perdedero de
tiempo.
Discurseando este mixto que se llama Chávez Frías les ha dicho una
parte de la verdad. La otra es invento de su coleto. Un relleno.
Dicen que una buena mentira debe que tener un 70% de verdad, como
mínimo. Mitre, Sarmiento, Pigna y García Hamilton armaban y arman
así sus estofados con salmuera. Bueno: el bolivariano no ha dicho
en aquella ocasión más que un 50% de verdades. Una de ellas fue lo
del embajador español durante el malhadado golpecillo de estado
que le dieron. Dicho embajador depende, efectivamente, de don Juan
Carlos I y se llama Biturro (¿será porque el galaico es dos veces
turro?), y quien estaba al frente del Gobierno Español era don
Aznar (¿o Asnar como el equus asnus?, no recuerdo como se
escribe). Se mandó una el peninsular como para tapar con poncho
calamaco. Hay fotos, vídeos y qué se yo. En fin no se pueden
desdecir estas evidencias.
Mas
he aquí que de golpe comenzaron a funcionarme tres neuronas, de
las veintiuna que me quedan sanas, salvadas ellas del tabaco y de
los discursos de Kirchner y la Doncella de Buenos Aires. Y mire
vea: me recordé que el primer país que reconoció al gobierno del
Proceso de Reorganización Nacional (la Videlocracia) fue,
justamente, el Reino de España. Es decir, el democrático Juan
Carlos I y su jede de Gobierno, que era el ácrata y masón
iconoclasta Adolfo Suárez (González). Sí, don Carlos, que usted no
me va a creer: la España donde vive el adalid de los Derechos
Humanos, el juez Baltasar Garzón que viene de vez en cuando a
desgarrarse las vestiduras con las pañueludas lacrimógenas.
Así que si usted anda con ganas de darse un golpecito, ya sabe:
que en la Península Ibérica siempre tendrá un palenque donde
rascarse mientras Dios le de vida a don Juan Carlos y Repsol y
otros sigan adelante con la expoliación de las riquezas de nuestra
tierra.
Este cuadro espantoso que le he pintado, revivan en mí aquellas
ideas del Contralmirante Storni dichas en 1916 y repetidas hasta
el cansancio: estamos solos. Argentina es una isla. Ya sé que el
General Perón (un admirador de Storni) nos hablaba del
Continentalismo, pero no nos dijo cuándo habría que hacer esto.
Así como profetizó que el año 2000 nos encontraría unidos o
dominados: y estamos desunidos y estamos dominados por los
intereses de afuera y los traidores de adentro sobre los cuales
jamás se hizo tronar el escarmiento. Pero unidos no implica
el concepto de continentalismo. No sé. Usted corríjame si
digo un dislate. No es este el momento de la creación de la Patria
Grande de la que nos hablaba don Arturo Jauretche. Simplemente
porque faltan muchas cosas, entre ellas un liderazgo que arrastre
a las demás naciones a un destino común en lo universal. Para esto
se debe trabajar. Pero, ¿a dónde piensa ir usted con un Evo
Morales que el otro día ¡no sabía cuál era su mano izquierda y su
derecha!?, ¿o con un Chávez Frías charlatán de feria perdulario?,
¿o un minusválido como Álvaro Uribe?, ¿o un sancocho con poco
fuego como es la Michelle Bachelet? Y ahora con el refuerzo de la
Doncella de Buenos Aires que nadie sabe con qué domingo siete se
vendrá. No don Carlos. Es tiempo de siembra y no de cosecha. Nadie
se pone a aplaudir en un velorio ni a llorar como un perro en un
cumpleaños, ¿no le parece? Porque hay un tiempo para cada cosa.
Creo haber cumplido con usted. Que Dios y su Santa Madre lo cuiden
y bendigan, manteniéndolo siempre bueno, sano y amigo mío como
hasta ahora.
JUAN
Milico
Incorregible (por la Gracia de Dios)
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