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¿DÓNDE NACIÓ SAN MARTÍN?

Juan Pampero

 

Los Colorados del Monte, día de Nuestra Señora María de la Merced de 2007.

    Carta a don RODOLFO.  

   Mi querido amigo y compañero de cordada en las Tropas de Montaña:

   Disculpará usted mi desidia en contestarle, pero sabrá caro amigo,  que una semana ha pasado sin que visitara mi correo, motivo por el cual estoy ahíto de retraso, y por ello me apresuro en contestarle de la manera que en siguiendo le digo.

   Sabiéndolo un devoto de la Santísima Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de las Nieves, como buen montañés que lo supe conocer y privilegiados soldados que fuimos del Ejército de los Andes, es que en el exordio désta lo encomiendo a Ella, para que lo cuide y mantenga bueno como hasta ahora y siempre amigo mío.

   Como podrá observar a lo que sigue en este parágrafo, he reproducido la carta que me hiciera llegar usted sobre la partida de nacimiento del General San Martín, y que se encuentra firmada por el señor Jorge Enrique Deneri, con fecha el 19 de septiembre de 2007, y que dice:

   ”A efectos de difundir un documento que creo sumamente importante, por lo escasamente conocido, y por el valor que tiene en la actual lucha para preservar nuestros más altos valores, vilipendiados sistemáticamente por quienes todos conocemos, les adjunto copia de la Partida de Nacimiento del General José de San Martín que, sin transcribirla, cita Patricia Pasquali en una de sus obras sobre el Gran Capitán. Mis mejores saludos para todos. JORGE ENRIQUE DENIRI.

    "En veinte y seis días del mes de febrero de mil setecientos y setenta y ocho años, yo el infrascripto, fran Francisco de la Pera, Orden de Predicadores, cura doctrinero del pueblo de Ntra. Sra. de los Reyes de Yapeyú, misiones del Uruguay, bauticé, puse óleo y crisma al párbulo blanco Franc. Josseph, nacido en el día de ayer, hijo legítimo del capitán y teniente gobernador de este departamento y su jurisdicción por S. Mag. (q. D. gde.) don Juan de San Martín, natural de villa de Cervatos, en el reino de León, y de doña Gregoria Matorras, natural de Buenos Aires. Fueron sus padrinos, don Cristóbal Aguirre y doña Josefa de Matorras, a quienes advertí de su cognación espiritual. Por verdad firmo"

   FRAN FRANCISCO DE LA PERA. Obtenido en el Convento de Buenos Aires de la Orden de Predicadores por Fray Reginaldo de la Cruz Saldaña.

Está publicado en un recuadro de la Pág. 25 del texto editado por el Círculo Militar "San Martín. Grl José de San Martín padre de la patria. 150 años"

   Vaya entonces y hasta aquí, lo que es de pluma ajena. Viene ahora lo que se pluma mía. Vea don Rodolfo: este don José me ha traído en este valle de lágrimas, como decía el poeta Ovidio en su Arte de Amar,  asaz de penas y amarguras como conchas tiene la playa del mar. Por eso es que de tiempo ha lo trato tangencialmente, y aún cuando lo piden, me rehuso en siquiera a silabearlo como susurro; porque si lo hiciere, resultaría como si, de puro irreflexivo, que a veces soylo, me pusiera a arrullar una magulladura ajena, como esas que suelen dar las mulas con sus coces en las pantorrillas, largando al susodicho gemebundo. Es tema antipático, doloroso, y por él me he ganado más enemigos que amigos, y muchísimos que hanse acordado malamente de mi madre.

   Mas he aquí que, como de usted se trata, vuelvo, a fuer de sincero, a incursionar sobre el ensortijado caso, sabiendo de antepecho lo que me espera. No conozco a este señor Deneri, aunque sí a doña Patricia Pasquali. Antes bien digo, que a ésta última muy bien. Ella era o es una investigadora del CONCIT y, en tiempos idos, supo ser la viuda de San Martín, a pesar de que la conocí siendo muy moza, ya estaba enlutada. Y le digo esto porque la doncella rosarina no permitía que se le diga un tomín del General: ni bueno no malo. Pero como vine a enterarme que ella estaba investigando al prócer, cometí el desatino de entrevistarla, porque yo también andaba, aunque al garete, en lo mismo. ¿Se imagina don Rodolfo como salí? Bien: así fui arrojado a la calzada tras recibir una buena bocarada de la dama, que no respondí, amigable compatriota. Porque las mujeres han sido hechas para reverenciarlas, amigo mío, y de hace mucho se me ha puesto en la cabeza que cuando más enojadas están y malas se ponen, más lindas se hacen y son. ¿No se ha fijado usted en este hermoso detalle? 

   Pero rodando los dorados soles por el inmenso azul del infinito cielo, vino a acontecer que, de repente, doña Patricia dejó de enviudar y se puso a investigar en serio, resultando que, al parecer don José no era tan bueno como ella pregonaba de puro luto que llevaba. Y de corajuda, no más, se escribió un par de libros que, según mi entender desvencijado, son, después de Mitre y de Pérez Amuchástegui, los que peor tratan al Padre de la Patria. ¡Cómo nos cambia la vida!, le digo, cayendo en un lugar que se volvió común de tanto repetir el tango de hacha y tiza. ¿Qué le pasó a ña Ptricia?, se estará preguntado usted y con razón. No sé. Pero ahí esta la cochambre escrita.

Patricia Pasquali (en la fotografía que me mandara en otros tiempos), escribió un libro que se llama San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, que fuera editado por Planeta en febrero de 1999. En el Cap. I, pág. 22, dice la historiadora que San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, capital entonces de ese Departamento; que habría sido bautizado por Fray Francisco de la Pera, cura párroco, siendo sus padrinos el comerciante don Cristóbal de Aguirre y doña Josefa Matorras, sin que se sepa el grado de parentesco que ésta tenía con el párvulo. Pero en la pág. 56 la autora se contradice malamente, o bien que no dice lo mismo salvando la ropa de la cáustica lejía.

   Y no puede ser de otro modo, porque absolutamente nada de lo dicho, incluyendo lo que dice el señor Deneri, está probado ni en un miserable uno por cien. Efectivamente, esta partida de nacimiento fue publicada en la revista Ensayos y Rumbos en septiembre de 1921 por Fray Reginaldo de la Cruz Saldaña Retamar. Gracias a Dios esta noticia historiográfica no tuvo la difusión necesaria o esperada, pero algunos, no sé si con picardía, la tomaron como verdad. Dogmática desde luego, porque el fraile no aportó un solo documento que avale sus dichos. Desconocido entonces el original, la nueva pasó a ser vieja ahí no más, porque la arrumbaron en el desván de la Musa Clío entre telarañas y mosquitos. Pero vino a resultar que en 1961 el fraile dominico Rubén González tuvo a bien resucitarla en una conferencia que dio en el Convento de Santo Domingo, tomándola seguramente de la obra de don Virgilio Matínez de Sucre que la había reproducido en su obra La educación del Libertador San Martín, editada en Buenos Aires en 1950 y que es copia de la dada por Saldaña Retamar, por lo que sin querer volvemos al principio. Y como a cada uno de estos se les pidió en su momento el original que debería estar en el Instituto Nacional Sanmartiniano, todos tuvieron a bien desaparecer como los vapores matinales.

   Ahora don Rodolfo, como yo lo conozco bien, me preguntará: ¿y cómo se come esta butifarra? Mire: tengo un dicho que es de mi cuño y que augura “todo, absolutamente todo, en la vida de San Martín, incluida su muerte es un misterio”. Unos 10 años de haberlo seguido, más que estudiado, avalan la sentencia que más que elogios, ha recibido epítetos que no reproduciré. Pero lamentablemente es la verdad, por más groserías que digan. Lo del 25 de febrero de 1778 es un invento de Mitre. Y digo invento porque él como estotros lo sacó de la galera, así como por arte de birlibirloque aparecieron aquellos padrinos.

   Yo he tratado a los tumbos de reconstruir esta parte de la vida del Libertador, una de las más tristes en la historia de su familia y el principio de su ruina, de la que quejumbrosa reseña doña Gregoria en España, rogando el montepío por el fallecimiento del Mayor don Juan de San Martín. Justamente en ese año 1778 llegó a Montevideo el nuevo Obispo Diocesano de Buenos Aires, Monseñor Sebastián de Malavar y Pinto, e inopinadamente, en lugar de sentarse en la poltrona porteña, se decidió por hacer una visita episcopal por su diócesis. De la Banda Oriental pasó a Gualeguaychú y continuó a Gualeguay, el Arroyo de la China, Yapeyú y los pueblos de las Misiones. Nadie sabe con qué se encontró el Obispo en Yapeyú, pero no cabe duda que fue el fin de la carrera militar de don Juan. Torres Revello, al historiar al padre de San Martín, mucho no dice, pero trasciende de los documentos de aquellas épocas que había un problema muy grave con los indígenas. Digamos que crueldades, arbitrariedades y vejaciones de todo tipo. El Cabildo de Yapeyú fue el informante, y el Obispo tardó 10 minutos en pasarle la noticia al Virrey Vértiz, quien tuvo a bien defenestrar a don Juan y nombrar otro teniente, mientras se iniciaba unas actuaciones cuyos resultados nadie ha podido ver. Pero fue contundente.

   Dice el cura apóstata y masón Pacífico Otero que de Yapeyú, los San Martín se fueron a la vecina San Borja y posteriormente habrían regresado a la Calera del Vacas en la Banda Oriental. Don Juan había pasado a disponibilidad y no tenía puesto militar y así, sin él, se murió en España. Cuando esto ocurría, doña Gregoria estaba embarazada de su último hijo, qués don José Francisco. De manera que éste debió nacer en San Borja (actual Brasil) o en el Vacas (actual R. O. del Uruguay) en la segunda mitad de 1779. Pero en Yapeyú no. Porque don Juan no volvió más a Yapeyú y menos su mujer. Finalmente le digo que Yapeyú fue demolida hasta sus cimientos por una maloca de los bandeirantes brasileros en 1814, de la cual no se salvó ni el gato (San Martín era Gobernador Intendente de Cuyo). Menos habría de salvarse los papeles. Esto es irritante don Rodolfo, ya lo sé. Pero no tendría que ser así porque el propio interesado, San Martín, jamás dijo que había nacido en Yapeyú, ni verbalmente, ni por escrito. Claro que se lo decían, pero el nunca lo afirmó, ni le interesó aclarar el asunto. Más aún: cuando se fugó de España dijo que era Peruano.

   Le dejo un abrazo y saludo a nuestro estilo, siempre en Cristo y María. 

                                                                                                                                                       JUAN

                                                                                                                                      Milico (sin arreglo)

Aquí está la bandera esplendorosa,

la que al mundo con sus triunfos admiró.

 

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