Carta a doña OLGA.
Mi querida amiga; la mejor
compatriota:
He recibido el envío que me has hecho
del trabajo del Viejo Camarada
Carlos Marcelo Shäferstein, por el cual quedo enteramente
agradecido. Como siempre, los trabajos remitidos son de toda
ponderación, lo que ya es un clásico en tu persona. Sin embargo,
al encontrarme con él, escapóse una lagrimilla de estas pupilas
que, en la vida, han presenciado tantos desasosiegos. Esta es la
verdad que yo prometí decirte siempre. Porque estaba preparando
unos borradores para un artículo semejante al recién llegado, los
que desde ya suspendo, por cuanto, es de verse, el trabajo está
hecho y esto, para mí, es lo más importante. Nuestra
característica será siempre marchar. Estar en Movimiento. Y esto
me prueba que estamos marchando, lo que trae alegría a mi corazón.
Como en tu carta me pides una opinión
sobre lo escrito por este autor, lo hago transcribiéndote los
borradores copiados por mí antes de mandarlos al fuego para que,
pasados a cenizas, en paz descansen. Puede ser que sirvan de
complemento o de suplemento a estas noticias. O tal vez para nada.
Siempre lo que decidas para mí será lo mejor. Estos papeles
garrapateados dicen así:
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Analizando los hechos que están ocurriendo en nuestro país, ya no
podemos pensar de otra manera que, el sionismo en nuestra Patria
coordinado con el Estado de Israel, sigue desde hace tiempo, la
idéntica política que logró consumar en la Palestina Árabe en el
año 1948: la expansión imperialista en cualquier parte del mundo
donde residen los israelitas, con la ayuda inestimable de dos
sofismas que son de su invención: el liberalismo desalmado
y el marxismo servil y canalla.
Por ello, no me extraña lo que escribe y pregona el que fuera
Presidente del Estado de Israel, Itzjak Ben Zvi, en su libro
titulado Tribus perdidas, pp. 296 y 297, Ed. Candelabro,
Buenos Aires 1955, que, en realidad fue una tesis para justificar
el futuro asalto al pueblo amigo de Siria:
“¿Qué es Siria? Ni un estado, ni una
unidad geográfica o histórica, ni nacional o religiosa. En tiempos
pretéritos fue parte de Aram, pero ese concepto es muy amplio, y
no se identifica en absoluto con Siria.
Para nuestras sagradas Escrituras
sabemos de Aram-Zoba, Aram-Damasco, Aram-Hamat, Aram-Naharaím,
etc. La antigua Aram estaba constituida de varias unidades y Siria
tampoco existía como una unidad en los tiempos del Segundo Templo,
ni después de él, en lo que respecta a religión y culto, Siria nos
ofrece un complicado cuadro de confusión religiosa, difícil de
hallar en otra parte del mundo. Aunque la fe imperante es la
musulmana y los mahometanos constituyen una enorme mayoría, hay en
Siria y en el Líbano, además de las tres religiones monoteístas:
musulmana, cristiana y judía, otros dos credos, únicos en su
género, que no tienen adeptos en ningún otro país del mundo: la
Drusa y la Nosaira-Ismaelí. Las dos religiones se parecen en que
ambas son ocultas e invisibles, no sólo para los extraños, sino
también para la mayoría de sus propios creyentes, pero se
diferencian una de otra y se odian recíprocamente no menos de cómo
ocurre con las otras religiones.
Los Drusos constituyen una nación
aparte, de 120.000 almas (hay quienes dicen 150.000); de ellos,
sólo 16.000 viven hoy en el Eretz Israel y el resto se encuentra
en Siria y el Líbano. Los nosairos-ismaelíes o los aliitas son
también un pueblo con sus características propias, de unas 120.000
almas; viven en Siria, menos algunos que se encuentran en el
Líbano.
Los Drusos son un pueblo en todo el
sentido de la palabra, con todas las características que los
sabios otorgan a una nación: tienen su propia religión,
organización propia y una historia y conciencia nacionales. No se
mezclan ni con los cristianos ni con los musulmanes, ni con
ninguna otra raza que no sea la suya. En lo que respecta a ésta,
hay algunos investigadores autorizados que dicen que su origen es
persa. Tanto su organización religioso-política especifica, como
su conciencia nacional y su historia, los diferencian de otros
pueblos y hasta por su raza son distintos a los árabes. También
los Nosairos, sus vecinos, que cuentan entre 250 y 290.000 almas,
no son de orígen árabe puro y es posible que en todas esas razas
circule sangre de los habitantes primitivos, los cananeos. El
idioma primitivo de los libaneses fue sin duda arameo, con una
mezcla de griego, pero ahora sólo han quedado tres aldeas que
hablan el arameo. Es interesante que todos los moranitas, que
cuentan con 300.000 almas y hablan todos el árabe usan todavía el
arameo para rezar y para leer la Biblia.”
Larga la cita pero, debes creer mi buena amiga y por lo que sigue,
que vale la pena. Quiere decir, por esta descripción hecha por un
judío sionista de alto vuelo que, antes de la proclamación del
Estado de Israel, los sionistas preparaban y divulgaban entre los
mismos judíos; sus incondicionales: los criptojudíos y la
masa informe de los goim, teorías racistas,
lingüísticas y religiosas para justificar la
integración de las comunidades que discrepasen entre sí por
motivos religiosos, lingüísticos o cualquier otro accidente baladí
que se les cruce. El pretexto de ello, sería poder concurrir,
haciéndose los humanitarios, en su ayuda y, al mismo tiempo,
lograr su objetivo: atribuirse el derecho de anexar los
territorios ocupados por esas minorías nacionales que
supuestamente han libertado.
Así la Guerra de los Seis Días se hizo para anexar Siria y el
Líbano. Hoy lo que no pueden lograr por la guerra agresiva, tratan
de conseguirlo por otros medios, tanto o más eficaces y eficientes
que la contienda propiamente dicha: infiltrar las quintacolumnas
en Siria, en el Líbano y también en nuestra Patria. Alrededor de
1900, nosotros ya los teníamos instalados; y a esto no lo digo yo
tildado rápidamente de nazi por algún minusválido mental. Lo dice
Teodoro Herzl (El Estado Judío, pág. 40, Ed. Federación
Sionista Argentina, Bs. As. 1944), al referirse al caso Argentina.
Las teorías y los antecedentes histórico-religiosos que se
exponen en este libro, no tienen otra finalidad que incitar un
vivo antagonismo entre las comunidades árabes que se han creído
esta estupidez sin reparar en las consecuencias, y provocar entre
ellos el choque armado para poder intervenir con ayuda militar y
adueñarse de los territorios para su engrandecimiento.
Respecto de lo religioso institucional, al interrogante ¿qué es
Siria?, formulado por este judeosionista, le podría responder,
con conocimiento de causa, que su exposición, como no es de
esperar otra cosa viniendo de donde viene, carece de veracidad.
En efecto. De acuerdo a los descubrimientos arqueológicos de Tel-el-Amarna,
entre 1887 y 1888, que consta de un importante archivo de la
correspondencia de dos Faraones de la Dinastía XVIII, Amenhotes
III y su hijo Amenhotes IV (de los siglos XV y XIV aJC), esa
documentación atestigua cuán falaces son los argumentos
anticientíficos esgrimidos por el ex Presidente israelí.
Este hallazgo, que comprende a 360 tablillas de barro cocido, son
cartas de Príncipes Sirios que demuestran ser, ya en aquella
lejana época, juntamente con la actual Palestina, principados de
potencias mayores entre los reinos de los Hititas y los Egipcios.
Mientras que los hebreos, recién a mediados del Siglo XII aJC,
según la Biblia, aparecen en las tierras de Canaán, como tribus
bárbaras y nómadas del desierto, sin cultura (aún hoy no existe
la cultura judía, y todo lo que tienen es porque lo han parasitado
de otras culturas), y eran de religión politeísta (como lo dicen
claramente los frescos encontrados en Egipto), situación que
compartían con todos los cananeos de aquellas edades.
Simplemente esto nos confirma que Siria preexistía como Estado y
Nación organizada muchísimo antes de que surgiera Israel con sus
Eloim (sus dioses, que nunca abandonaron, según los duros y
permanentes reproches, maldiciones y amenazas que les hace el
Señor de Israel a estos bandidos del desierto, para realizar,
diez minutos después, una nueva alianza con ellos, quebrada
en los diez minutos siguientes por los mismo que Él había elegido
como sus Predilectos), como unidad religiosa y política.
Si quisiéramos dar fe a las documentaciones bíblicas, el Patriarca
de los Hebreos, Abraham (no hay otro personaje de este calibre en
toda la Biblia, y si no, que lo digan Sara y Agar), aparece en el
Siglo XIV, en la ciudad de Ur, lo que ya nos está indicando que el
bueno de don Ben-Zvi ha falseado, de puro sionista, la verdad
histórica al sustentar que Siria no existía como unidad política
en tiempos pretéritos (véase para esto: V. P. Potemkin y Otros,
Tomo I, pág. 9, Ed. Grijalbo, Méjico D. F. 1966 y también a Edgard
MacNall Burnes, en su Civilizaciones de Occidente, pág.
127, Ed. Peuser, Bs. As. 1946).
Aceptando, aunque más no sea teóricamente, la tesis expuesta por
Ben-Zvi, podría ocurrir que las comunidades religiosas que se
resisten, por sus fanatismos dogmáticos, a integrarse a la
nacionalidad donde residen, se arrogarían el derecho de formar
Estado Minúsculos, es decir, Minoría Autónomas dentro
de otros estados.
Esto, naturalmente, corroboraría las
absurdas pretensiones del judeosionismo en su derecho a constituir
Estados Judíos dentro de los Estados Cristianos. O sin ir más
lejos la organización de ghettos. En muchos de ellos los judíos
han tenido su Poder Ejecutivo, sus Jueces en Sanedrín y, en
Varsovia, hasta su policía, recaudaban impuestos, emitían moneda y
se dictaban sus propias leyes, incluida la de sentencia de muerte.
Por esta razón fue por la que el dirigente sionista Ben-Zvi, una
vez que se había instalado en el gobierno, tendía a aplicar su
teoría racista en la estrategia política-militar de aplicación
mundial.
El Estado Sionista esgrime este instrumento dogmático para
justificar ante el Mundo entero las sangrientas agresiones,
aniquilamientos, masacres, secuestros, encarcelamiento y múltiples
asesinatos perpetrados contra los árabes y la inmediata anexión de
esas tierras al Estado de Israel.
Al ser examinados científicamente los Derechos
Histórico-Bíblicos que los israelitas se arrogan sobre la
Palestina Árabe, y, analizando desapasionadamente aquellos
antecedentes, se revela que tales derechos son absurdos.
Son tantos o más incoherentes en cuanto a los judíos llegados de
la Europa eslava y teutona a la Palestina, por cuanto no pueden
ser considerados jamás por razones telúricas, étnicas y
comunitarias, como auténticos herederos de los antiguos
hebreos o cananeos semitas que habitaron la Tierra Santa.
En las páginas de este libro Tribus Perdidas, el autor
sionista se contradice al sustentar que muchos pueblos no semitas
de Asia y Europa, cuando fueron paganos se convirtieron a la
Religión Mosaica y se integraron a la Comunidad Israelita. Esos
conversos que no descienden del Patriarca Abraham, también podrían
arrogarse el derecho sobre la Palestina.
En las pp. 150 y 151 de este libro se puede leer sobre los
Khazares, una nación de origen tártaro-mongol:
“Fueron principalmente los israelitas persas que lograron ganar
para la religión judía a Bulan el Kházaro y sus ministros. En el
año 732 (ó 740) de la era actual, el Rey de los Khazares y sus
Ministros adoptaron la fe de Israel. Los jefes del ejército
kházaro, con ellos los principales ciudadanos, fueron los primeros
en adoptar el judaísmo y adherirse al credo israelita, y las masas
del pueblo los siguieron.
En el Siglo VIII, la Religión Judía se
convirtió en la Fe dominante del país de los Khazares, como
sucediera siglos antes en otro rincón de la zona de influencia de
los judíos de Persia y Babilonia: en el reino de Adiabene del
imperio parto, se convirtieron la reina Helena y Monobaz.
A fines del Siglo IX y principios del
X, cuando los Khazares conquistaron Crimen, el judaísmo local se
integró al kházaro.”
Esto nos dice que los Derechos Histórico-Bíblicos que se
atribuyen a los judíos sobre la Palestina son inconsistentes, en
cuanto los judíos, racialmente eslavos, llegados de Europa
Oriental a la Palestina en el último medio siglo, no pueden ser
admitidos como herederos de los antiguos hebreos habitantes de
Canaán.
Sabemos que al convertirse los kházaros al judaísmo, sus
descendientes se desparramaron por Europa Oriental primero y
Central después, llegando a los países balcánicos; y son éstos los
que dieron sus inmigrantes a los EE. UU., a la América del Sur y
al Estado de Israel (arrebatador de la Palestina). Todos los
dirigentes de este Estado Sionista son de origen eslavo,
pues, los pocos israelitas sefardíes semitas que residían
en la Palestina desde épocas remotas, se sienten integrados a la
cultura, a la lengua y a la comunidad árabe y no son admitidos a
participar en el Gobierno Sionista de Israel.
Por otro conducto se sabe que hasta fines del Siglo XIX hubo
judíos de raza amarilla (chinos) en Shangai. A principios del
Siglo XX, investigadores ingleses encontraron una vieja sinagoga
abandonada en esta ciudad, pero sin judíos. Por ello se presume
que se integraron a sus compatriotas chinos. Sin embargo de sus
antecedentes no ha quedado vestigio alguno.
Pero en la ciudad de Kai-Fung-Fu, también en China, todavía existe
una comunidad de judíos amarillos más o menos numerosa, que se
mantiene fiel a las tradiciones de los judíos de Bukhara (Persia),
y se cree que son los descendientes de las tribus perdidas, o son
chinos convertidos a la Fe Mosaica. En la actualidad es imposible
determinar a cuántos de estos ha recibido la Argentina, en el
aluvión amarillo que aún no ha terminado. Y nadie, absolutamente
nadie, puede pensar hoy en día que el chinito que tiene adelante
es un judío. Así como se ignora sus vinculaciones con el sionismo
local y, de estar vinculados, cómo y para qué los están usando.
Hubo también judíos de raza negra en la costa Malabar (de Vasco da
Gama a esta parte ya se los conocía) y en Cochín (en la India Sur
Occidental a donde los anotó el Duque de Albuquerque). También
están los judíos Falashas de Etiopía (la vieja Cus de la Biblia:
la mujer de Moisés era cusita y posiblemente también él era nativo
de allí, aunque no originario, según vemos por su genealogía). Los
falashas practican actualmente la Religión Mosaica según la
tradición del Viejo Testamento; no hablan ni escriben en hebreo y
no siguen los preceptos rabínicos del Talmud. Y algo muy grave:
dicen estos falashas que ellos son los verdaderos fundadores de la
religión monoteísta, que les fue arrebatada por Moisés haciéndola
suya cuando se albergó, prófugo de la justicia egipcia por
asesinato, en la casa del que después sería su suegro.
Hernan Norden ha escrito un libro titulado Le dernier empire
africain en Abyssine, que editó Payot de París en 1930. En su
página 152 podemos leer:
“En Abisinia existe un pueblo que
pretende ser el Pueblo Elegido de la
Ley
de Moisés,
los Falashas: viven aislados de otras comunidades judías del
mundo. No conocen el Talmud y no saben el hebreo. Conservan
intactas las antiguas tradiciones mosaicas.”
Como en los EE. UU. los judíos eslavos estuvieron mucho tiempo
bajo la lupa por sus fechorías, no podían hacer transacciones sin
ser delatados. Entonces habrían importado a estos falashas que
harían de punta de lanza para la penetración, dado que racialmente
no tienen un ápice de semitas en sus semblantes y mucho menos de
eslavos. Porque, ¿quién era tan suspicaz de imaginarse que el
negro que tenía enfrente era un judío? Exactamente nadie. Así, y
hoy mismo, nadie puede pensar semejante cosa de una bellecita
como Condoleeza Rice, del simpático actor Norman Freeman o del
rechoncho embajador Terence Todman. Todos estos son paquetecitos
bien armados, envueltos con papel de colores, puestos los moñitos
rococó y regados con alguna agua florida.
Al parecer en los EE. UU. la comunidad falasha, de origen
africano, es numerosa porque tienen varias sinagogas. Los judíos
de origen eslavo, la gran mayoría, racistas ciento por cien, no
acepta a los falashas en sus Círculos ni siquiera para comer un
canapé de mondongo; tampoco en las logias masónicas B’Nei Brith y
menos en sus sinagogas donde el rabino los pasaría por la moledora
de carne. Pero esto no es un impedimento para que, llegado el
momento, una mano lave la otra y las dos castiguen las nalgas.
Cuando se produjeron los atentados a la Embajada de Israel y a la
AMIA-DAIA, casualmente, el embajador norteamericano era Terence
Todman. Digamos que una casualidad.
Lo anteriormente expresado nos da una idea de que el judaísmo no
puede ser considerado como una religión, raza o comunidad
homogénea. Dado que se encuentra dividido en varias sectas,
culturas, costumbres y razas, y se localizan diseminados por todas
partes del mundo. Los historiadores romanos de los Siglos II y I
aJC mencionan que donde ellos ponían el pie encontraban una
comunidad judía: grande o pequeña, formando ghettos y siempre
algunos de ellos constituían parte de la administración pública e
inclusive del ejército y la marina. De manera que la Diáspora
judía es muy anterior a la que después nos hicieron creer que era
la Díaspora dispuesta por Tito en el 70 dJC.
La Antropología, con todo el rigor científico, ha demostrado que
el judaísmo no es una unidad racial homogénea. Si los judíos
fanatizados siguen pensando y creyendo que son descendientes de
los semitas del Canaán, es porque, o son ignorantes o mitómanos,
o las dos cosas a la vez. El judaísmo como raza, nación
o Pueblo Elegido, es una estratagema esgrimida por el
imperialismo Judeosionista para justificar la ocupación de la
Palestina árabe y lograr el dominio sobre el Medio Oriente y desde
allí, por la Diáspora, del Mundo entero.
En el libro ya citado Tribus perdidas de Ben Zvi (que en
realidad debería llamarse El Libro de las Contradicciones;
tal vez por esto desapareció de los escaparates y no se lo reeditó
más), el autor se contradice en la página 214 al decir:
“Una de las personalidades que niega
públicamente a los Karaitas el origen judío, fue el Rabino Seraya
Shafshal, nacido en Crimea. Este Jajam (sabio) expresó su opinión
en una oportunidad que los Karaitas no eran de raza judía sino
conversos de otro origen, tal vez descendientes de la Khazares,
que aceptaron la doctrina de Moisés, pero no la Ley oral, el
Talmud y la literatura rabínica.”
Efectivamente, los Karaitas de Europa Oriental son de raza eslava,
cruzados con sangre tártara, lo que se nota claramente en sus
ojos, labios y forma particular de su cabeza. Mientras que los
Karaitas de los países del Medio y Extremo Oriente (Turquía,
Egipto, Irak, etc.), conservan el tipo racial semítico. Los
Karaitas de Crimea son mezcla de raza semítica, tártara y eslava.
Los Karaitas de Lituania, Rusia y Polonia tienen mezcla de sangre
eslava, kházara y tártara, mientras que los judíos Karaitas de la
región del Volga son eslavos puros.
Este mismo autor en las páginas 91 y 92 de aquél libro dice sobre
los judíos cáucasos y georgianos:
“El idioma hablado por los judíos
georgianos es diferente al persatatín, la lengua de los
montañeses. Siendo así que los judíos hablan el mismo idioma de
sus vecinos, los georgianos cristianos. Lo que más llama la
atención, es que la escritura usada por ellos es la georgiana. De
izquierda a derecha, distintamente a otras tribus de Israel de
Oriente y Occidente, que usaban entre ellas, aun para los usos del
idioma extranjero, la escritura hebrea (así hicieron los judíos
árabes con el árabe, los de España con el ladino y los askenazi
con el idisch o el judeo alemán, los persas y los criemeos con sus
respectivos idiomas, etc.).
Pero los judíos de Georgia no
procedieron de este modo. También debemos referirnos a los
apellidos corrientes entre los israelitas, que son por lo general
georgianos típicos, siendo muchos de ellos comunes también entre
sus vecinos cristianos.
También ese fenómeno prueba un proceso
de continua asimilación idiomática y cultural y un arraigamiento
profundo a la tierra de Georgia, por parte de los judíos de este
país.
(…) En el aspecto físico y racial, los
Georgianos de Fe Mosaica, son en su mayoría, altos de anchas
espaldas, es decir, étnicamente son de tipo racial caucásico,
igual a sus vecinos cristianos.”
En consecuencia, estos judíos del Pueblo Elegido por el
Señor de Israel con sus Sagrados Derechos Bíblicos
sobre la posesión de la Tierra
Prometida,
no son otra cosa que una banda de forajidos, una asociación
ilícita para la consecución de objetivos inconfesables: no tienen
lengua propia, pues el idioma que hablan es el del pueblo donde
habitan o habitaron (cuando no dialectos que se ha demostrado
contienen infinidad de palabras íntimamente vinculadas a la jerga
del hampa); no poseen historia y tampoco cultura, ni costumbres,
ni tradiciones comunes a los supuestos israelitas que pretenden
dominar el Mundo de los Goim. En verdad, rodeados del boato que se
han fabricado, de símbolos, de actitudes grandilocuentes, de
jerarquías y cargos ampulosos, estos sujetos han hecho caer en la
trampa a una infinidad de incautos que obran de buena fe. No es
para menos. Otros, de mala fe, se han dejado trampear porque,
siendo ratones, les gusta jugar con el gato.
Coincido plenamente con las declaraciones formuladas por el Gran
Rabino de Inglaterra, Herman Auler en 1878, editado en Coloquio
de Juristas Árabes sobre Palestina, Argel 1967:
“Desde la invasión de Palestina por
los romanos, los judíos ya no forman una sociedad política.
Nosotros, los judíos, nos asimilamos políticamente a los países
entre los que vivimos, somos simplemente ingleses, franceses,
alemanes. Evidentemente, tenemos creencias religiosas que nos son
propias. Sin embargo, en esto no nos diferenciamos de los
ciudadanos que practican otra religión. Concurrimos con ellos a la
prosperidad de la patria que nos ha acogido y reivindicamos los
derechos y las obligaciones de sus ciudadanos.”
Estas palabras son las repetidas por el Rabino Weiss de los EE. UU.
en 1883 y estampadas en la resolución adoptada en el Congreso
Judío de Pittsburgh en 1885:
“Nosotros, los judíos, no nos
consideramos como nación, sino simplemente como una comunidad
religiosa. Por lo tanto, no consideramos el retorno a Palestina y
no deseamos hacer revivir ninguna de las leyes relativas al Estado
Judío.”
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Vemos pues, querida Olga, que todo cuanto difunde a través de la
prensa y medios venales, es propaganda sionista con sus
concepciones de religión, de raza, de cultura
y la falsa concepción de nacionalidad judía y
Estado Judío; son todas burdas patrañas, congénitamente
fraudulentas, que han inventado los agentes del capitalismo
y el marxismo internacional los socios sucios e
incondicionales del sionismo: los Ben Gurión, las Golda Meir, los
Moshe Dayan en Israel y los Goldmans, Morgan, Rothschild, Loeb en
el Mundo entero. Y los Goldenbergs, los Topolevski, los Blejer,
los Becher, los Kestelman, los Imach y los Chojrin en nuestra
Argentina, con la ayuda incomparable del Almirante judío Isaac F.
Rojas primero, y del doctor judío Arturo Frondizi.
Espero haber cubierto cierto porcentaje de tus inquietudes.
Dejándote un abrazo y el saludo a nuestro estilo me despido con un
hasta la próxima, que Dios ha de querer sea pronto.
JUAN
Mal Llevado
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