Los
Colorados del Monte,
marzo de 2008.
Carta a don CARLOS FERNANDEZ.
Mi nunca bien ponderado amigo y mejor compatriota:
Bueno mire: como me ha dicho usted que le gustan mis cartas, se
las seguiré escribiendo, sin saber decirle hasta cuándo. Mente y
estómago se ve que tiene usted para digerir mis butifarras. Vaya
esto, porque no haya nada más lindo que darle un gusto a un amigo
y más siendo de su prestigio y calidad. Y ahora me pide que le
hable de otro tema, lo que haré puntualmente como sigue. Pero
antes le diré de algo que parece, pero no es cuento.
¿Se ha dado cuenta don Carlos la cantidad de gente que anda de
balde como frasco de gomina en el alhajero de un pelado? Por
ellos, he llegado a pensar, que un geranio tiene más vida que
algunos cosos que Dios a echado al mundo. Y no le digo que éstos
son así de antes de ayer, por ahí no más, o de esta mañana a la
mañanita. No, caro amigo, le hablo de toda una vida al cuete. Y en
esta época, en que ser un hilachiento es un lujo, usted los ve
andar botijos que ya se les raja el cuero, mofletes rosados y con
plata menuda en el bolsillo repolludo. Si uno los observa, es
como contemplar una palmera en la Antártida. Que le digo: son un
espejismo. Vea: por aquí anda un fulano al que le dicen Eleuterio
Martínez y que vive en el distinguido barrio que llaman El
Cambá Cué que en guaraní quiere decir El Negro Muerto,
porque un domingo de hace unos cuantos años, cuando se estaban
construyendo las casitas, con una faca fariñera de dos cuartas de
largo y cuatro dedos de anchor, se envainaron un negro de nombre
Salvatierra por hacer trampas en un partido de tute cabrero.
Y digo yo, antes de seguirle con mis relatos: ¿cómo puede haber un
cristiano que se llame Eleuterio? Dígame si no suena a penitencia
como esa que nos mandaba el cura de hacer las doce estaciones. Y
bien, aquí tiene uno si lo busca; de carne y hueso, diligente y
servicial, además respira, habla y escribe. Y ya que le dije que
escribe, resulta que don Eleuterio tiene dotes literarias, sin
explotar debidamente por falta de capital financiero: que es una
falla, aparte de la falta de caletre, del medio pelo argentino.
Que de no ser así, ya el Príncipe de Asturias le hubiera echado el
premio de Magistral Perro Sinseso en la exposición canina
que organiza todos los años en la pobre España, y habría salido en
diarios mentirosos y revistas palanganas, para que usted vea que
no le falto a la verdad.
Hace de esto tres o cuatro años comenzó a escribir su biografía.
Creyendo que soy literato, una tarde me trujo, como un mamelón de
papeles manuscritos, para que se los corrija y le diese mi
opinión. El libro, aún inédito, se titula Mi biografía hasta el
día después de ayer. Pero no lo puede terminar, porque cuando
está concluyendo ya ha pasado otro día más, al cual debe redactar,
y así sigue este asunto sin solución de continuidad. Y, como él
quiere que su engendro sea leído por los tilingos cagatintas de la
Recoleta, toda gente paqueta, le aconsejé que cambie el
Eleuterio por otro nombre, de esos que suenan ambidiestros o
reversibles, y se usan según cuadre la ocasión: parado o agachado,
con lienzos abajados o izados; y también le sugerí le agregue otro
apellido al Martínez. Como doña Deolinda, la madre de don
Eleuterio, que ya es cué, se apellidaba Pita, el asunto
quedó al final como Pepe María Martínez Pita. Una total
metamorfosis, aunque el tipo es el mismo, como hizo don Lavagna y
Borocotó, para prenderse de los soquetes de Kirchner, y terminarán
jugando de felpudos.
Pero mire vea don Carlos: creo que el problema mayor de don
Eleuterio no es la imposibilidad de terminar su libro, sino que,
en verdad, no sé a quién le puede interesar su biografía, si se ha
pasado toda la vida tomando mate debajo de la parra contra el
aljibe, sacándose las garrapatas de atrás de la oreja; que ni las
uñas de los pies se corta y, de negras que las tiene, parecen
visera de guarda, diciendo que las mantiene así para clavar pezuña
en la sábana cuando a la noche está con misia Ruperto, que es su
mujer; y lo más grave que le pasó en su vida fue una indigestión
de tamales que le mandaron de Puerto Brugo junto con un kilo de
ciruelas verdes. Parece que con el calor los tamalitos se habían
hinchado un poco. Dicen que se los proveyeron porque sobraron. No
sé. Pero las ciruelas no lo perdonaron y casi pasa del estado
sólido al líquido de tanto correr a la letrina.
Le refiero esto don Carlos porque, hará de esto cuatro o cinco
noches, que debió ser lunes, se me apersonó el gringo Herling,
otro dramaturgo de la zona, para regalarme un libro que acaba de
editar y, para hacerlo vendió un galpón de esquila, sin ovejas,
pero con todas las herramientas dentro. La primera página de este
estofado vino con una dedicatoria que me hizo sentir un portento.
La obra se titula Trescientos cincuenta personajes en busca de
un autor, y digo, de puro audaz porque no la leí, que
pertenece al género policial. Porque cuando le pregunté por qué
autor era el que andaban trotando un malón de personajes, me dijo
que era el productor de un crimen por lo que se me escapó un
¡Santa María, Madre de Dios! Así nomás. Y este título me hizo
recordar a la obrita de don Alejandro Casona que tan
magistralmente representara doña Luisita Vehil. Ahora bien: la
obra está escrita en cuatro tomos, con una encuadernación de
primera, y tapas que semejan cuero, que se las hizo Chuchi Catáneo
que también es chofer de la pompa fúnebre. Y seguro que usted,
siempre desasosegado, me va a decir que, por ser una novela
policial y tener cuatro tomos, ya le siente mal olor al chancho.
Si es así, no es para menos. Pero ocurre que en los tres primeros
tomos, don Herling se dedica a describir a los 350 personajes que
andan buscando al maula; en el cuarto tomo describe al asesino, al
policía que lo puso en la sórdida gallola y al finado, pobrecito.
Eso sí: las cuatro últimas páginas están dedicadas al crimen
propiamente dicho, que es lo que al lector le podría interesar,
hecho el amasijo a puñalada limpia, porque el homicida era un
hombre ahorrativo y no iba a andar gastando pólvora en chimangos.
Resumiendo lo hasta aquí dicho, que para usted debe andar cerca
del galimatías, resulta que la parva, que es la biografía de don
Eleuterio, incluidas las fotos de frente y perfil, no da para más
de una carilla y le sobra espacio; y lo que hizo el Colorado
Herling entra, como toda novelilla policial, en cuatro carillas
haciendo letras grandes, algún dibujito y aderezo para lucimiento
del autor con una ensaimada. Y bien me dirá don Carlos: ¿qué
quiere que haga con estas canastas, si el pescado está sin vender?
Mire: tiene razón. Le informo don Carlos de estos antecedentes,
porque, después de todo, don Eleuterio y Herling tienen estos
deslices, que son propios de la haraganería congénita con que
fueron echados al mundo, mezclados con su incultura que tiene la
misma edad de ellos. Pero hay otros casos que son peores en esta
sinopsis de vidas flatulentas. Y, sin embargo, gozan de todo
prestigio, pompa y boato. Pero, como usted de seguro, no me
creerá, mire a la Reina Cristina que lleva a la fecha 57 días de
estadista y todo sigue como ayer, a cargo de lo que le dejó el
otro estadista y su media naranja. Bueno, en realidad no tanto,
porque cambió la hora por ejemplo, lo que viene a ser su
resolución más importante, en un país donde está todo por hacerse,
perdurando problemas sociales y económicos que exigen resoluciones
urgentes. Reemplazando a este quehacer indispensable, ha
desaparecido primero y ha discurseado a lo progre tantas
veces como cuadra la ocasión: porque es mejor decir que
hacer y es mejor prometer que realizar. Así no
se ha perdido una y, en cada ocasión ha lucido un vestidito
nuevo, hamacándose ante sus acólitos de izquierda a derecha y
viceversa. Rítmicamente.
Para terminar aquí le dejo algunas citas de Cristina para que
usted, hacendoso como es, las ubique en el álbum que tiene en el
retrete.
“… somos esencialmente prácticas;
tenemos que serlo por esta doble obligación que tenemos de
responsabilidad institucional pero al mismo tiempo de las otras
del género, puntuales, concretas, aún en la Primera Magistratura,
aún en el rectorado de una universidad, cosa que a los hombres
muchas veces no les sucede, para suerte de ellos, porque, bueno,
no es que sean malos, es toda una pauta cultural.”
“... no es como se dice que en este gobierno se esté en contra de
los aparatos de aire acondicionado, lo que sucede es que mientras
estos equipos consumen 180 Kw mensuales, un televisor alcanza a 12
kw en el mismo período”
“… me preguntaba qué fue lo que nos
pasó, argentinos y argentinas, que durante tanto tiempo estuvimos
enfrentándonos los unos con los otros”.
“...Muchas veces, la calidad institucional solo se aborda desde un
aspecto de las formas que también son muy importantes, pero creo
que además de las formas que son importantes, el fondo y el
contenido de las decisiones de las instituciones cuando son en
beneficio de la sociedad, del pueblo es cuando cierran
definitivamente el círculo de la calidad institucional que nos
merecemos todos los argentinos”.
“...Yo
siempre digo que si pudiéramos usar racionalmente todo, la
energía, la cabeza, la lengua cuando hablamos, en fin, todo, ¡Qué
bárbara sería
la Argentina!”.
“...No se pueden plantear a la sociedad falsos
dilemas que se instalan y conducen a decisiones políticas
desacertadas”.
“… y yo me quedé pensando en esto del “efecto tango”, el tango es
la música emblemática de la región rioplatense, no de la Argentina
únicamente, más allá de que sea muy for export, pero por suerte,
además del tango tenemos la chacarera, la zamba, cosas que
normalmente levantan el espíritu y hace que todos los argentinos,
en definitiva, no sólo los de la ribera rioplatense, tengamos esa
cosa del efecto tango”.
“...Viajar en tren tiene un aditamento de romanticismo”.
¿Entendió don Carlos? ¿Cómo que no entendió nada?
¡No me venga con eso que no está preparado para una respuesta
fuera de lo convencional! ¿Acaso no está clara esta falta de
claridad? En realidad debo confesarle que a esta mujer jamás le
entendí una jota de lo que dice, ni antes de ayer, ni ayer, ni hoy
y tal vez mañana. Porque empezar por el final, seguir por el
principio y terminar con lo del medio, no es otra cosa que una
ensalada de repollo y perejil, que me resulta sumamente indigesta.
¿Qué querrá decir con lo que dice?
JUAN
Milico Insoportable
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