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¿SERA QUE CON UNA
COSA TAPARON LA OTRA?
(Esto me pasa
por rebelarme a creer lo que dicen otros).
Izquierda:
fotografía difundida por el Ministerio de Defensa de Gran Bretaña tras
la rendición de las tropas argentinas en Malvinas. Derecha: fotografía
casi simultánea con la anterior tomada después de una incursión de la
aviación judía sobre Beirut que prolongaron la invasión del Estado de
Israel al Líbano. Al parecer una cosa tapó a la otra, porque ambas
guardan cierto sincronismo y el Estado de Israel pudo sobrevivir. De
donde Malvinas taparon los asesinatos masivos de Beirut, Sabra y Chatila.
El éxito
de la política exterior norteamericana salta a la vista cuando se
observa que ellos se han erigido en defensores, no ya hemisféricos, sino
universales de la Democracia, la Libertad y ahora con su último invento:
los Derechos Humanos, impuestos como doctrina capital y exigencia
primordial, con excepción de ellos que simplemente no los ejercen, ni
dentro ni fuera de su territorio. De donde los muy respetables Derechos
Humanos son un invento para exportar y para que manduque la gilada,
siempre sorda, muda y ciega, capaz de tascar el freno más severo. Que
digo en esto, por lo menos en una interpretación yanqui de estos
principios, doméstica si me lo dice alguien, o de entre casa si prefiere
el lector, aunque son indiscutibles para ellos y para nosotros. Para
lograr esto se han investido de una superioridad moral que los ubica por
sobre las demás naciones, lo que justifica que sus gobiernos logren
imponer metódicamente y sin chistar, su voluntad a todo el mundo
restante, lo cual conlleva, en la mayor de las veces, al empleo de la
violencia despiadada que han perpetrado y perpetran sus fuerzas armadas
revestidas de la mayor impunidad. Sin embargo su imagen no ha sufrido
menoscabo alguno ante la opinión pública mundial, porque sus operativos
de prensa son sencillamente fenomenales.
Para
estos logros, es frecuente que los EE. UU. operen de por sí, o a través
de aliados a los que apoya incondicionalmente en los planos político y
militar. Eso sí: de balde no; siempre de cara a imponer nuevas metas
tendientes al establecimiento del Nuevo Orden Mundial, donde ellos serán
los que barajarán el naipe y darán de nuevo mientras el resto mira.
Ejemplos de esta situación hay una buena cantidad. El caso del sostén
categórico brindado por los EE. UU. a Arabia Saudita y a Kuwait en 1991,
dos regímenes rancios, impopulares y canallescos por excelencia, y a
tan, que no tienen parangón en el actual Planeta Tierra, en contra de
Irak durante la Guerra del Golfo, es una suerte de estas muestras. Apoyo
considerable que no respondió a razones humanitarias ni de fundamentos,
ni de los pregonados Derechos Humanos, sino a motivaciones geopolíticas
y geoestratégicas ligadas a la explotación y al avío petrolero. Y
Kuwait, que durante miles de años perteneció al Irak, es un invento de
los ingleses para cerrarles el paso a los iraquíes al Golfo Pérsico. Es
el viejo Cuello de Botella como el Peñón de Gibraltar en el Mediterráneo
impuesto desde el humillante tratado de Utrech. Tarde o temprano habría
de suscitarse un conflicto. Como pasó con el Corredor del Dantzig
alemán. Tal cual ocurrió con nuestras Malvinas. Y tal cual volverá a
ocurrir. Observe el lector que son todos subproductos de la entelequia
inglesa, ¿por qué será? Una conducta extraña, pero siempre a su favor,
de una isla históricamente infame, miserable e inescrupulosa.
Visto
este paradigma con la profundidad de un charco de aguas someras, puedo
citar otro, y que es el que realmente me interesa deciros: Malvinas.
Ejemplo mucho más explícito que el anterior, porque el soporte ofrecido
por los EE. UU. a la Gran Bretaña para nuestra derrota en 1982 ha
quebrantado todos los tratados (en algunos de los cuales, como el de
Chapultepec, Argentina fue obligada a firmar compulsivamente en tiempos
del General Farrell), y ha herido de muerte al sentido común,
cuando no a ese tesoro que se llama confianza, que se fueron
junto con las aguas del urinario con el papel higiénico y difícilmente
vuelvan.
En
aquella ocasión, el Secretario de Estado del ex polichinela Ronald
Reagan, el General Alexander Haig, Jr. (miembro muy activo del
Council on Foreing Relations –CFR- y personaje decisivo en la
Trilateral Comisión), pretendió actuar como árbitro entre nuestro
país y la Gran Bretaña, en momentos que el Secretario de Defensa, el
hebreo Caspar Weinberg (también antiguo miembro del CFR y de la
Trilateral Comisión), aligeraba las dilaciones para enviar
material bélico de todo tipo al Reino Unido: de las 2 semanas reclamadas
por los procesos administrativos de la OTAN, se pasó, por arte de magia,
a tan sólo 48 horas. Hoy es una verdad inocultable que los EE. UU. les
guardaron las espaldas a los ingleses durante aquella breve
beligerancia, permitiéndose a Londres echar el guante a todos sus buques
de guerra, incluidos aquellos que estaban comprometidos de antemano para
las operaciones de la OTAN.
Toda la
información de inteligencia sobre las traslaciones de las tropas
argentinas, fueron proveídos por satélites militares norteamericanos
operados por la Nacional Security Agency (NSA), que
comprende a la CIA. Y es muy probable que la decisión transferida desde
Londres al submarino Conqueror, de hundir al ARA General
Belgrano, haya sido entregada a través de estos satélites militares.
La prueba de ello son las innumerables quejas de los funcionarios del
NSC, quejándose porque debían reposicionar a uno de sus satélites de
espionaje sobre el Atlántico Sur para servir a la táctica y logística
inglesa, cuando el combustible para moverlo se había agotado
prácticamente, motivo por el cual hubo de cambiársele la misión.
Aunque el
Secretario de Relaciones Exteriores británico, Lord Carrington (miembro
permanente de la Royal Institute of Internacional Affaires –la
RIIA inglesa, cuya presidencia vitalicia es ejercida por Elisabeth
II-, y conspicuo ladero de la Trilateral Commission), debió
presentar su renuncia por no haber previsto la invasión del 2 de abril,
la Primer Ministro, Margaret Thatcher (añejo miembro de la RIIA y
pieza clave dentro de la masonería británica cuya presidencia es
ejercida desde 1952 por el príncipe consorte, Felipe, el Duque de
Edimburgo), logró, por un solo golpe de teléfono, todo el apoyo
estadounidense necesario para terminar rápida y exitosamente las
operaciones en el lejano Atlántico Sur.
No haré
en esta parte una defensa ni un elogio al General Fortunato Galtieri por
su decisión sobre Malvinas, que por otra parte venía estudiándose desde
1978. Pero sí es de mi interés hacer ver que la sinarquía le impuso como
Ministro de Relaciones Exteriores a Nicanor Costa Méndez. Sí; así como
al Virrey Videla le impusieron un José A. Martínez de Hoz, como al
Virrey Lonardi le exigieron un Alizón García, luego al Virrey Aramburu
un Presbich, y más tarde al Virrey Onganía un Adalberto Krieger Vasena,
etc. Esto para citar algunos. Ahora: ¿cómo hicieron los militares para
rodearse de semejante lacra? Bien: es esto lo que hay que investigar y
dejarse de escorchar atosigando a la gente con datos de la estadística.
Por
ejemplo, Costa Méndez fue miembro del CARI, Consejo Argentino para
las Relaciones Internacionales, que es una escisión de la
Americas Society (AS), el brazo ejecutor del CFR para Centro
y Sudamérica –cuya sede central, en el coqueto 680 de la Park Avenue de
N. Y., es el lugar preferido del actual Presidente Kirchner y de la
Doncella de Buenos Aires para dar sus soliloquios neoyorquinos, creyendo
este par de infelices que aquí todos nos chupamos el dedo-, quien a su
vez depende directamente del CFR norteamericano. Ergo y por
carácter transitivo de la relación de igualdad, con Costa Méndez,
Galtieri tenía un yanqui a su lado. O dicho de otra forma: Costa Méndez,
Alexander Haig y Margaret Thatcher eran como chanchos. Porque la RIIA
inglesa está unida al CFR, por la Trilateral Comisión y el
Carnegie Endoument for Internacional Place. No toco en este caso
a la Masonería Internacional, porque estos tres eran y son masones de
vieja raigambre, pero lo de Costa Méndez es mucho más grave: estaba
afiliado a una de la 26 logias inglesas que funcionaban en la Argentina
en los tiempos de Ian Dreysdale. De manera que don Nicanor era yanqui o
británico según le cuadre la ocasión, pero argentino seguro que no. El
jamás fue molestado, ni antes, ni durante ni después del conflicto. Ni
por los militares y mucho menos por los Democacacráticos. Y no me
extrañaría que algún día lo pongan en el bronce para eterna memoria.
Este
hecho desgraciado, funesto, de que la sinarquía haya puesto a uno de sus
mejores empleados en cargo que habría de ser de relevante importancia en
el desenlace bélico, es lo que en ocasiones me tortura y otras veces me
atormenta: los ingleses y los yanquis estuvieron siempre al tanto de
todo. Y no cuento aquí, de puro recatado nomás, a los Generales
argentinos que es una recua infame de masones perdularios: ¡miren
ustedes lo que han hecho con la Patria estos malditos! Sintéticamente:
aquí si no se es masón no se puede ser General. ¡Pobre mi Pueblo
querido, acorralado por estas jaurías, traicionado a cada paso, herido
en lo más profundo, maltrecho por generaciones!
Sin
embargo, y a pesar de las abrumadoras pruebas que existen y que omito en
honor a la brevedad, existe quienes piensa que a Galtieri le tendieron
una trampa, para que, entre otras cosas, se desviara la opinión pública
mundial de la invasión que habría de producirse en el Líbano, que
justamente se estaba gestando en esos días por el gobierno israelí de
Menachem Beghin y que se desencadenó en los primeros días de junio de
1982, es decir, en plena Malvinas. Pero aquí es justo aclarar una
cuestión: ¿para la sinarquía qué era más importante Malvinas o la
supervivencia del Estado de Israel? En lo contencioso Malvinas, para
semejantes paquidermos, fue una chirinada, que tuvo su rédito desde
luego, porque le dejó a los ingleses las 200 islas del archipiélago
malvinense como botín de guerra hasta que las velas no ardan. Ninguna
duda que era un buen negocio, así los criollos los dejaban de joder de
una buena vez. Pero el verdadero hueso de taba estaba en el Cercano y
Medio Oriente y la prueba de lo que digo es que hoy continúa el
diferendo sin solución. Más aún: nadie sabe como terminará.
Al
bombardeo de Beirut, le siguieron las matanzas de los campamentos de
refugiados palestinos de Sabra y Chatila, situados en el sector
occidental de la capital libanesa. Y para remachar lo hecho sobrevino el
asesinato del Presidente Bashir Gemayel, un cristiano maronita, elegido
por la Asamblea Constituyente. Dicen las crónicas que fueron asesinados
a mansalva unas 1.000 personas, mayormente mujeres, niños y ancianos.
Pero si el lector cuidadoso puede leer, por ejemplo, La Nación
del 24 de septiembre de 1982, verá que los autores de tan horroroso
crimen fueron los falangistas, los maronitas, los islamitas de
izquierda, la OLP, etc. Pero los judíos no. Eso sí que no. Ellos
invadieron el Líbano para repartir panes ázimos entre los gentiles. En
la fotografía de arriba, a la derecha, se puede ver el extraño efecto
que producen estos panes ázimos en los edificios.
De manera
estimado lector, y aunque yo le haya tocado las fibras más íntimas de su
patriotismo, el asunto Malvinas fue para tapar los horrores que
cometieron los judíos en el Líbano contra el pueblo palestino, asunto
pergeñado por la sinarquía internacional para que el Estado de Israel
sobreviva. Desde luego una sinarquía ayudada por los traidores de
adentro, sobre los cuales el pueblo aún no ha hecho tronar el
escarmiento.
A la par
de esta desazón, con la boca con gusto a fósforo, lo ocurrido en
Malvinas se explica fácilmente. Como por qué se adelantó la Operación
Rosario; por qué se determinó esta operación a las puertas del invierno;
por qué se llevó soldados a los ponchazos; por qué se fue a la lucha
contra la tecnocracia supranacional sabido el resultado; por qué demoró
tanto la Task Force en llegar al Teatro de Operaciones; por qué
la respuesta inglesa fue tan desproporcionada; por qué el hundimiento
del General Belgrano haciendo llegar al conflicto a un punto de no
retorno; por qué el extraño comportamiento de los malvinenses; por qué
se desoyeron propuestas sensatas como la del Presidente peruano Belaúnde
Terry; por qué Darwin y por qué la tardanza en llegar a Puerto
Argentino, cuando desde el mismo Darwin debió intimarse a la rendición,
dado que militarmente ya estaba todo perdido. Porque había que llegar al
14 de julio sin que la comunidad internacional supiese lo que estaba
pasando en el Líbano. Y luego después vendrían los ecos de la guerra que
llenarían los periódicos hasta fines de 1982. Beirut, Sabra y Chatila
habían entrado en la anécdota, en el recuero, en la miscelánea.
Podría
terminar esto con un encendido discurso a modelo de epitafio. Pero no lo
haré. Simplemente daré un consejo a quienes escriban sobre Malvinas:
aquí les he dado las pistas que los llevarán a la verdad. Déjense de
andar contando sobre el desembarco en Darwin, lo que pasó en Goose Green,
la rendición de Puerto Argentino, el hundimiento del Belgrano y el
heroísmo del soldado Gorosito. Todo lo cual es loable por cierto. Pero
lo que aquí les digo es lo importante. Sobre esto nuestro Pueblo tiene
que hacer escuela. Sabiendo quién es el enemigo ya se ha ganado el 50%
de la batalla. Los militares no lo harán porque ellos están embarcados
hoy, como de costumbre, en un proyecto antinacional que se llama
Globalización. Lo tiene que hacer el Pueblo para el Pueblo. Porque
solamente el Pueblo salvará al Pueblo.
Juan
Pampero
Milico
Amargo
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