¿PERO CÓMO? ¡TAMBIEN
LOS MÚSICOS ERAN NAZIS!
(Es como decía mi
tía Zoila: ya no se puede creer en nadie)
Juan Pampero
Ustedes verán, mis queridos lectores: lo saben ya, y sobradamente, que a
mí, siempre me tiene que pasar algo, que digo entre buenas y malas,
tarde o temprano, salgo parejo. Que Dios me las manda; a unas cosas
negándomelas y a las otras de obsequio, y éstas a tan, que eternamente
quédole agradecido de sus mercedes generosas. Años ha el Padre
Castellani me decía que tales cosas me ocurrían porque Dios quería mi
alma tensa como las cuerdas de un violín, para que no me vuelva manso y
sobón como los burgueses sibaritas, que son peste social y muy
contagiosa.
Pasando
los soles de cada verano por el azul del infinito, vino una de mis hijas
a regalarme una colección completa de músicos de todos los tiempos. Una
verdadera delicia. Entonces me puse a leer la biografía de aquellos
autores y choqué con Franz Liszt (1811-1886), un eminente compositor
húngaro, sumamente hábil con el piano, fogoso, virtuoso e incomparable,
y que, después de su muerte fue cobrando fama (Fausto entre las
sinfonías y las Rapsodias Húngaras entre las piezas para piano).
Pero
parece que don Liszt, aparte de sacarle infinitas melodías al teclado,
también mataba el tedio con la pluma, aspecto que, en verdad, era para
mi desconocido. Mas él explotaba el género de los articulistas, aunque
siempre con profundidad y hoy diríamos que sería un columnista o
formador de opinión. Aquí encontré un suelto suyo que se titula La
presencia de judíos en medio de las naciones europeas es, para éstas,
causa de muchos males y serios peligros, de donde he sacado el
fragmento que sigue:
El judío continuó monopolizando el dinero; ha conseguido soltar y
apretar la garganta a un país en la hora de peligro, según suelte o
apriete los cordeles de su bolsa, haciendo de ésta una caja de Pandora.
Las pequeñas industrias y los pequeños negocios comerciales que ejercía
anteriormente, los desdeña ahora, pues los ha sustituido por la gran
industria de los bancos, por el gran comercio de las Finanzas, donde,
con una rapidez vertiginosa se ha convertido en el Rey-autócrata, en el
señor absoluto. Se ha revestido plenamente con todas las libertades
modernas, para atacar a todas las verdades cristianas; se ha apoderado
de toda la actividad de la prensa, para sacudir mejor todos los
fundamentos de la sociedad. Así como odia al Dios del Gólgota, así odia
todo aquello en donde reside la fuerza, la nobleza, la belleza de las
sociedades religiosas que le adoran. Es el enemigo nato de todo aquello
que constituye su estabilidad, su bienestar, su esplendor, su fama. Con
el pretexto de encontrarse con cristianos en todas las sociedades
secretas, pertenece desde un principio a todas las bandas que trabajan
para minar el orden establecido, bajo cualquier régimen, bajo cualquier
pretexto, con tal que ayuden a derribar lo existente, ante todo el
trono, después el altar: o aún mejor, primero la ley religiosa, después
la ley estatal. Le agrada ver devorado por el remolino de lo inseguro,
por el abismo de la revolución, todo lo que es bueno y hermoso para la
civilización cristiana. ¡Ellos, los judíos, no tienen nada que perder,
aunque se les robase algunos millones o se le incendiase algunos
palacios! Reirán a la vista de las llamas que, destruyendo la Rue
Lafitte, destruirían París. ¡El petróleo sería como perfume para los
nervios de su rostro, la dinamita un cosquilleo como deliciosa música
para sus oídos! ¿Quién podría robarles su Thorá y su Talmud? ¿No están
acostumbrados a estar privados de todo para volver a conquistar todo de
nuevo, riqueza y poder?
También se encuentran tras todas las conmociones sociales, como están en
el fondo de todas las epidemias morales. Así conspiran sencillamente
contra los más fuertes, mientras se convierten al mismo tiempo en los
servidores de su alegría, los proveedores de sus vicios y los creadores
de su ruina. Allí son liberales, aquí republicanos, en otra parte
radicales, socialistas, comunistas. No es que intervengan personalmente
en la lucha, pero suministran fondos. Facilitan el nervio bélico y
vierten, en forma de tinta, aceite y fuego. Venden bajo mano y pagan las
palancas, los modernos proyectiles, que destruyan todas las firmezas de
la fe y de la moral evangélica. Saben bien que ninguna sociedad puede
resistir el más potente medio de disolución de una inmoralidad
suministrada en grandes dosis, la funesta enervación de una completa
desmoralización intelectual.
Ya
que responde a la naturaleza de las cosas, el causar daño a los países
que les dan refugio, responde a la necesidad del destino que, para
liberarse de este daño, piensen los cristianos en darles una patria. Ya
que es antinatural que un pueblo que vive a costa de otro, como un
parásito, en lo profundo de sus entrañas, abandone por sí mismo este
estado, exige el destino que sean los cristianos los que extraigan de su
seno, que destruye, a esta raza extraña, para llevarla de nuevo a su
patria, a su propia tierra –con sus manos quizás otra vez manchadas de
sangre- ¡Que Dios no lo quiera!
¿Y qué me
dicen queridos amigos de don Franz? ¡Un nazi hecho y derecho y si no
peor que los del Tercer Reich! Por eso es que les pido: ayuden. Ayuden a
localizar a los nazis que se nos han ido escapando y que son tan sutiles
que ni la misma Organización Wiesenthal los ha podido localizar. Hasta
el próximo nazi que seguramente pescaré en este río revuelto.
Nota del traductor
Parece
que Dios infinitamente Misericordioso, escuchó estas últimas palabras de
Liszt. Pero, ¿cuántas personas lo saben? Poquísimos o ninguna. En 1934,
la URSS proclamó como región autónoma judaica a la rica región de
Birobidjan, unas tierras al margen del río Amur, que hace límite con la
Manchuria y que es atendida por el ferrocarril transiberiano. Fue la
primera vez que el pueblo judío podía realizar el mayor de sus sueños:
tener una patria, su propio estado nacional.
La nueva
república estaba destinada a los judíos de cualquier parte del mundo.
Era suficiente decirse judío para tener derecho a establecerse.
Fue
realizada por ello una campaña de alcance mundial para que los judíos
conociesen y se instalaran en aquel hogar, su patria.
Existía
el empeño del gobierno soviético y de intelectuales judíos para habitar
esa república, que podría ser poblada por varios millones. Con este
motivo se hicieron campañas en todos los países donde existían
comunidades judías y se recaudó abundante dinero para tal fin, sin
contar el aportado por el gobierno comunista.
En 1938
fue suspendida la inmigración para Birobidjan, que como ya dije es el
nombre de aquella región, donde finalmente se establecieron grupos de
otras nacionalidades, pues todo el esfuerzo y empeño no resultó
suficiente para que se radicasen unos 20.000 judíos, incluyendo los
judíos de la Unión Soviética. En 1957, de una población de 177.000
habitantes, apenas 14.000 eran judíos.
El
sionismo había rehusado recibir, sin guerra, una tierra fértil para
abrigar todo su pueblo, su hogar, su patria. Un lugar donde,
probablemente, nunca tendrían problemas. En cambio aceptaron el regalo
de Gran Bretaña que les entregó lo que de hecho no les pertenecía: la
Palestina. Si por esto fuesen alegados motivos históricos, deberíamos
temer por el futuro, como por ejemplo, el resurgimiento de la Macedonia,
con un pueblo que reclamase las tierras conquistadas por Alejando el
Magno. O de los italianos pretendiendo un regreso a las tierras que
poseyeron en tiempos de Julio César.
Tener una
sede religiosa administrativa en Jerusalén, para dirigir desde allí la
religión judía en todo el mundo, así como existe Roma para el
Catolicismo que dirige y orienta a los fieles de todo el mundo, sería
una pretensión completamente normal. Pero crear una nación a costa de
otra “con sus manos otra vez manchadas de sangre” como dice Liszt, aún
bajo la cobertura del sionismo norteamericano, es buscarse problemas
verdaderamente graves.
Quien
quisiese una patria, pudo haber ido a Birobidjan. Pero creo que
escogieron mal.
En lo que
respecta a los no sionistas, en el momento en que asumieron la
nacionalidad del país en que nacieron, nunca más tuvieron problemas.
Es que
siempre existen problemas, y a veces dramas, por no reconocer y asumir
la verdad.
La
República Socialista Soviética Judaica de Birobidjan fue un completo
fracaso por la mano y el accionar de los mismos judíos.
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