ENTRE LOS
MEDICOS,
¡TAMBIÉN HAY
NAZIS!
(En agarrar a
estos bandidos Wiesental no me va a ganar)
Juan
Pampero
Les aseguro que una cosa que no he podido desarraigar de mis costumbres,
es ir, por lo menos una vez a la semana, a la biblioteca de la cual soy
socio desde hace unos 38 años solamente. Más ahora que vienen las lindas
tardecitas que preludian el estío. Allí Flavia, la bibliotecaria, me
tiene todo preparado como para una ceremonia, a pesar de que debería
hartarse de mis caprichos, lo único que me exige es que, antes de
retirarme le hable de algún tema que ella elige no sé si al azar. Más
económico no me puede salir esto.
En este
lugar, no ha mucho por lo que veis, me di con un libro titulado
Españoles fuera de España, cuyo autor es el doctor Gregorio Marañón,
el creador de la endocrinología. Como jamás había leído nada de este
erudito, púseme a ojearlo mientras lo hojeaban las páginas del libro.
Marañón (1887-1960) fue un eminente médico y escritor español. Sus temas
preferidos parecen haber sido la medicina y la historia, de la cual se
muestra como un gran conocedor. Y estando así, lo más campante, me voy a
dar con la siguiente opinión que transcribo para ustedes:
La de 1492, fue, sin duda, la más inteligente y por tanto la menos
inhumana de todas las persecuciones antisemitas que conoce la historia.
Las consecuencias políticas de esta emigración fueron, en efecto
desgraciadas para España; pero no como se ha venido diciendo, a la
ligera, porque el país se arruinase por la ausencia de los industriosos
judíos, pues éstos siguieron siendo los banqueros de España (…) Lo malo
de la expulsión israelita se debió, como dice acertadamente Walsh, a que
desde fuera de España, con el gran poder de sus riquezas y con la
tenacidad implacable de su raza, los judíos se convirtieron en aliados
permanentes y eficacísimos de los enemigos de la España Católica; yo
creo que no por ser católica, sino por ser fuerte y su enemiga (…) Hoy
podemos afirmar que una de las fuerzas más poderosas que contribuyeron a
la caída de la Casa de Austria española, fue la influencia israelita
ejercida por los enemigos de España y sus descendientes.
Estos falsos convertidos o marranos seguían actuando no sólo como
banqueros y comerciantes sino en los puestos de mayor responsabilidad en
el Estado y, en ocasiones, de la Iglesia nacional. El Cabildo de la
Catedral de Toledo estuvo, en alguna ocasión, lleno de marranos, y
marrano resultó hasta uno de los confesores de Felipe II.
Descendiente de los judíos españoles era también Spinoza, el gran
filósofo de Ámsterdam, a quien Vóssler consideraba como el intermediario
entre el gran movimiento racionalista árabe-israelita que floreció en el
sur de España en el Siglo XII y el movimiento enciclopedista de la
Europa del Siglo XVIII.
Más adelante en el Siglo XIX, los israelitas del sur de Francia, todos
ellos de nombre español o portugués, intervinieron activamente en las
constantes guerras civiles españolas. En gran parte estas guerras fueron
preparadas o dirigidas desde la frontera francesa por los emigrados
españoles (…) Y en estas conspiraciones encontramos con gran frecuencia
mezclados a los israelitas del Beam o de la Gironde. Ya Montesquieu
había profetizado este papel de los sefarditas del sur. Como es natural,
los judíos ayudaban a los partidarios liberales que por entonces
suprimieron definitivamente la Inquisición, el tribunal odiado por la
raza y odiado con evidente exageración- El ministro español Mendizabal,
que se había formado en la emigración, en Inglaterra y en Francia, y que
fue, después, en tiempo de la reina Cristina, la viuda de Fernando VII,
dictador de la hacienda española y autor de la ley de expropiación de
los bienes de las órdenes religiosas, tuvo relación íntima con los
banqueros israelitas de Bayona.”
Reina
Cristina, pero una Cristina judaizada, ¿de dónde me suena tanto como la
algazara de un campanario llamando al Angelus? Y Lousteau, ¿de dónde
habré sacado yo, viejo ermitaño, este nombre? ¿No será acaso el hijo
putativo de Blejer, que siendo Director del Banco de Inglaterra (el
Banco Central de Gran Bretaña) se lo llevó de mocetón a la isla para
hacerlo repasar los cursos que él le iba dictando más con sus consejos?
Y este Blejer, ¿quién es? El hijo del Blejer de la década de los ’60.
Pero cómo, ¿ya se olvidaron? No, no me digan que ya se olvidaron. Bueno:
si se los olvidó yo les aseguro que Lousteau se los hará recordar, ahora
no más, en abril del 2008. Y sean finos mis amigos: Lousteau se
pronuncia Bosteau, como dice doña Paulina Vivas que sin tanta alharaca
sabe un montón.
Será
hasta el próximo nazi que encuentre.
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