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JORGE WASHINGTON Y BENJAMIN

FRANKLIN: ¡ERAN NAZIS!

(Urgente: hay que decírselo a la Organización Wiesenthal) 

Juan Pampero

 

      

   Dos reyes del chamuyo sin abuela: Simón Wiesenthal, implacable cazador de nazis y por ello Benemérito de la Humanidad y, en una mala fotografía, don Simón abrazado con el ácrata Jimmy Carter cuando, para tapar las bestialidades cometidas en Vietnam, sacó a relucir el asunto de los Derechos Humanos en Hispanoamérica. Los EE. UU. y el Estado de Israel son los dos únicos países del mundo que se han negado a firmar el Tratado Internacional por los Derechos Humanos. Aquí, don Jimmy, contó ayer con la ayuda emblemática del Virrey Alfonsín, hoy del Virrey Kirchner y mañana de la Virreina Cristina.    

   El doctor Enrique de Pereira y Santos, jurisconsulto y viejo amigo brasilero que vive en Belo Horizonte, quien siempre anda amenazando que vendrá a visitarme, me envió con un pie ligero que pasaba por aquí, el libro Historia Secreta del Brasil. El autor de esta obra fue don Gustavo Barroso, el que fuera, si no me equivoco, Presidente de la Academia Brasilera de Letras, Director del Museo Histórico nacional, Diputado Federal entre 1915 y 1918 y secretario de la delegación brasilera en la célebre Conferencia de Paz de Versalles en 1919.

   El libro está escrito en portugués, idioma en el cual soy un chapucero, prefiriendo leerlo que hablarlo, por lo que verá el lector que mis dificultades tuve. Pero no va señor que me encontré con un par de citas, ignoradas completamente por mí, entre las páginas 368 y 369 y que cariñosamente he traducido para usted. Ellas dicen.

   Jorge Washington (1732 – 1799), uno de los padres de la patria norteamericana y dos veces Presidente de los EE. UU., dijo ante toda la Asamblea en ocasión de promulgarse la Constitución en 1787:

   “Ellos, los judíos, luchan contra nosotros más eficazmente que los ejércitos enemigos. Son cien veces más peligrosos para nuestra libertad y son el gran problema que tenemos. Es de lamentar que todo el estado, hace tiempo, no los haya perseguido como a la peste de la sociedad y como los mayores enemigos de la felicidad de América.” Conste que a esto lo dijo don Jorge 125 años antes del nacimiento de Adolfo Hitler y a 165 de advenimiento del NacionalSocialismo como partido político en Alemania, lo que me hace pensar que si no era nazi, en una cervecería de Münich debe haber estado cantando con alguno de estos bárbaros teutones.

   En aquella Asamblea habló también Benjamín Franklin (1706 – 1790), otro padre de la patria de los estadounidenses. Hizo en 1776 la Declaración de la Independencia y consiguió, como Ministro Plenipotenciario en París, el reconocimiento de ella por parte de Inglaterra. En aquella Asamblea dijo lo que con el tiempo sería una profecía:

   “En cualquier país donde los judíos logran establecerse, en mayor cantidad, no respetan la moral ética y la honradez comercial; se aíslan, en vez de integrarse. Se burlan de la religión cristiana y buscan trabajar contra la misma, no respetando las respectivas costumbres religiosas del país que los cobija de buena fe. Crean, en los diversos países donde residen, donde las autoridades tratan de evitar eso, la ruina del respectivo país. Por ejemplo: España y Portugal.

   Desde hace 1700 años, los judíos se quejan de haber sido expulsados de Palestina. Pero si el mundo les diese otra vez Palestina, no encontrarían motivos para volver allá. ¿Por qué? Porque todos los judíos son vampiros, y los vampiros no viven de los vampiros. Ellos no pueden vivir por sí mismos. Ellos explotan a los pueblos cristianos y perjudican a todas las otras naciones, con excepción de su propia raza.

   Si ustedes no los excluyen de la Constitución de los Estados Unidos, ellos, dentro de 200 años (¡sería el año 1987, Santo Cielo!), habrán entrado en tan grande cantidad en nuestro país, que lo dominarán y se lo engullirán.

   Modificarán nuestras formas de gobierno, por la cual nosotros, americanos dimos nuestras vidas y nuestra sangre, y por la cual arriesgamos nuestra libertad.

   Si ustedes no los excluyen, entonces nuestros descendientes tendrán dentro de 200 años que trabajar solamente para los judíos, que sentados en sus sillones mullidos, contarán solamente el dinero que nosotros ganamos.

   ¡Los estoy previniendo! Si no excluyen a los judíos por todos los tiempos, sus hijos los condenarán en sus tumbas. Los judíos son asiáticos y nada más, cualquiera sea el lugar donde hayan nacido.

Costumbres y usos judaicos no sirven para la vida de los americanos, aunque el judío viva diez generaciones en nuestro medio. Un leopardo no pierde sus costumbres. Los judíos son asiáticos y, pudiendo entrar aquí, constituyen un peligro para nuestro país. Deberían ser excluidos constitucionalmente.”

   Ahora bien: ¿está de acuerdo el lector con el título de este artículo? No hay exageraciones. Y me lo imagino a Goebbels tomando apuntes. Pero observe usted un detalle: cuando nuestros historiadores y periodistas hablan, por ejemplo de nuestros criollos Hugo Wast o del Padre Julio Meinvielle, dicen que eran declarados antisemitas, lo que en nuestro país es sumir a una persona en el desprestigio. Cuando lo hacen sobre Washington o Franklin se les olvida esto y dicen que eran más buenos que un té de malva. ¿Será porque desconocen estos entretelones o a lo mejor de puro burros que son y han sido? La verdad que no sé.

   También es lamentable que la Orgnización Wiesenthal (con 14 filiales en Argentina dependientes de la D. A. I. A.), no haya ordenado la detención de estos dos nazis, con la ayuda de su brazo siniestro que se llama INTERPOL, la policía que encuentra solamente lo que ella desea encontrar y no lo que se le pide. Pero en fin, siempre se está a tiempo para realizar las obras buenas. Por ello propongo saquen a Washington y Franklin de sus sarcófagos y los serruchen como hicieron con el General Perón, a fin de obtener pruebas para el ADN. Terminado este trámite, hecha la verificación, proceder a derribar sus estatuas en los EE. UU. y todas partes del mundo donde estuviesen, tal cual se hizo con las estatuas de Stalin que fue un amigo y un aliado en la lucha contra los feroces alemanes y, sin ir tan lejos, con Saddam Husein. Además de suprimir sus nombres de diccionarios y enciclopedias, tal cual hizo la Involución Libertadora con los nombre de Juan Perón y de Eva Perón, siempre siguiendo los sabios consejos de sus aliados los bolcheviques, encarnados por el ácrata y masón Norteamérico Ghioldi y la masona británica Alicia Moreau de Justo, vicepresidenta de la Junta Consultiva. Entonces se podrá decir que en este mundo reina la Justicia.

   Por la Señal de la Santa Cruz. De nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro.

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