LA HORRIPILANTE VISIÓN
DEL PROFETA EZEQUIEL
(Esto es para que
los muchachos no tengan más dudas)
Juan Pampero
Hay cosas
de las que no se hablan. Ni se hablarán. Que digo, a lo mejor tampoco
conviene hablar. Mucho menos explicarlas, siendo que por ese costado nos
vendría algún sosiego. Nada. Los exegetas bíblicos, al menos los
conocidos por mí, le han hecho una olímpica gambeta y han preferido
detenerse en la parte formal de la Visión de Ezequiel (Ez. 8, 1 – 18),
tomada como la descripción de la contaminación del Templo por toda
suerte de ritos idólatras. En verdad, mucho de esto hay. Pero no es todo
ni es el fondo, que es lo que nos puede interesar. Porque allí hay un
mensaje que Cristo mismo lo enlaza y lo vuelve a revelar (se lo puede
ver en: Lc. 12, 13; Mt. 16, 16-12; Mc. 8, 15; Mt. 10, 26-27; Mc. 2, 22;
Lc. 8,17) ) y, al parecer, se lo pretende completamente desvinculado de
lo acontecido a Ezequiel cuando estaba en el patio de su casa en Quebar.
El Libro de Ezequiel es el número 14° del Antiguo Testamento y
fue escrito entre los años 593 y 571 a.C. Los grandes temas que trata el
Profeta encontraron profundo eco en el Nuevo Testamento, particularmente
en el Evangelio según San Juan. La Morada anunciada por Ezequiel
(37, 26), es Jesucristo (Jn. 1,14). También es el Buen Pastor
(34, 11- 16; Jn. 10, 11 -16), que nace por el agua y el Espíritu
(36, 25 -27; Jn. 3, 5) y le da Vida (37, 1 -14; Jn. 11, 25-26).
Las visiones de Ezequiel son el punto de partida del Apocalipsis de Juan
en Patmos (Apoc. 21, 22); etc.
Este
octavo capítulo, de los 48 que tiene el libro, dice así:
El sexto año, el quinto día del sexto mes
[1],
mientras yo estaba sentado en mi casa
[2]
y los ancianos
[3]
de Judá estaban sentados delante de mí, descendió sobre
mí la mano del Señor. Yo miré y ví una figura con aspecto humano. Desde
lo que parecía ser su cintura para abajo, había fuego, y desde su
cintura para arriba, había una especie de claridad, un fulgor como de
electro. Extendió algo así como una mano y me tomó por un mechón de mis
cabellos. Un espíritu me levantó entre la tierra y el cielo y me llevó
en una visión divina a Jerusalén, hasta la entrada de la puerta interior
que da hacia el norte, allí donde está emplazado el ídolo de los celos
[4]
que
provoca los celos de Dios. Allí estaba la gloria del Dios de Israel, tal
como yo lo había visto en el valle. El me dijo: “Hijo de hombre, levanta
tus ojos hacia el norte”. Yo levanté mis ojos hacia el norte y ví que al
norte de la puerta del altar, justo a la entrada, estaba el ídolo de los
celos. El me dijo: “Hijo de hombre: ¿ves lo que hacen?, ¿Ves las grandes
abominaciones que cometen aquí los israelitas para que yo me aleje de mi
Santuario? Pero tú verás abominaciones más grandes todavía”.
Después me llevó a la entrada del atrio; yo miré y ví que había un
agujero en el muro. El me dijo: “Hijo de hombre, abre un boquete en el
muro”. Yo abrí un boquete en el muro y ví que había una puerta. El me
dijo: “Entra y mira las abominaciones que están cometiendo ahí.” Yo
entré y miré, y ví que había toda clase de reptiles y de animales
horribles y todos los ídolos de la casa de Israel, grabados en todas las
paredes
.
Setenta hombres de entre los ancianos del pueblo de Israel
–entre los cuales se encontraba Iazanías, hijo
de Safán- estaban de pie delante de ellos: cada uno tenía un incensario
en la mano, y subía el perfume de la nube de incienso. El me dijo: “Hijo
de hombre, ¿ves lo que los ancianos del pueblo de Israel hacen a
escondidas, cada uno en su habitación adornada de pinturas? Porque ellos
piensan: El señor no nos ve; el Señor ha abandonado el país.
Después El me dijo: “Verás que cometen abominaciones más grandes
todavía”.
Y me llevó hasta la entrada de la puerta de la Casa del Señor, la que da
hacia el norte, y ví que allí había unas mujeres sentadas llorando a
Tamuz
.
El me dijo: “Has visto, hijo de hombre? Tú verás abominaciones más
grandes todavía”. Luego me llevó hacia el atrio interior de la Casa del
Señor, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres,
dando la espalda al templo y con sus rostros vueltos hacia el oriente
;
y ellos se postraban hacia el oriente, delante del sol
.
El me dijo: “¿Has visto, hijo de hombre? ¿No le basta al pueblo de Judá
cometer las abominaciones que aquí cometen, que también han llenado el
país de violencia y no cesan de irritarme? Ellos llevan el ramo hasta la
nariz
.
Yo también obraré con furor, sin una mirada de piedad y sin tener
compasión. Gritarán con toda su voz a mis oídos, pero no los escucharé”.
Referencias
-
-
Este lugar era una
colonia situada junto al río Quebar, en las cercanías de Babilonía. Allí
vivía Ezequiel acompañado de su esposa, cuando tuvo la deslumbrante
visión que lo convertiría el Profeta del Señor, actividad que, como ya
dije, desarrolló durante veinte años.
-
Ezequiel menciona
repetidamente a los ancianos en su libro (4, 1; 20, 1), es decir,
a los jefes de familia que formaban un a especie de consejo municipal
en cada población israelita. Esta institución se mantuvo en el exilio,
como lo atestiguan las frecuentes visitas que los ancianos hacían al
profeta con el fin de consultarlo sobre temas de interés para la
comunidad.
-
El ídolo de los
celos podría ser una estatua de Tamuz, el dios mencionado en
el v. 14. Todo acto de idolatría atenta contra la absoluta soberanía del
Señor y provoca sus celos, ya que el no puede tolerar el culto de
ningún otro Dios (Ex. 20, 15).
-
Tal cual ocurría en
las antiguas logias masónicas. Y en el presente es lo mismo, pero para
no asustar al profano o a las visitas en las tenidas blancas, los
han modernizado haciendo semejante horror más digerible. Mas en el fondo
son la misma asquerosidad.
-
70 hombres es el
número de individuos que integraban el Sanedrín de Jerusalén cuando
secuestraron, vejaron, torturaron, insultaron, condenaron y asesinaron a
Nuestro Señor Jesucristo.
-
Tamuz era el dios babilónico de la vegetación. Cuando
comenzaban los calores del verano y se secaba la vegetación por falta de
lluvias, se pensaba que él descendía a la morada de los muertos, hasta
reaparecer en primavera. Esta muerte del dios daba ocasión a ciertos
ritos de lamentación, del que participaban principalmente mujeres (así
de viejo es el asunto de las lloronas).
-
Véase Jer. 8, 2. Jb.
31, 26-28.
-
¿Serían estos los
primeros adoradores de Mitra pero dentro de un Sanedrín?
-
Llevan el ramo hasta su nariz:
es una alusión a un rito pagano, cuya naturaleza es difícil de precisar.
Y aunque la Escritura no lo dice es posible que el ramo haya sido de
acacia, porque es el ramo que se llevan a la nariz los masones en sus
confraternidades satánicas. Se lo llevan a la nariz simulando un beso,
porque la acacia es una de las plantas sagradas. ¿Habéis visto blasfemia
semejante?
|
Hasta
aquí la versión del Profeta Ezequiel (contenida en la Biblia de
Ediciones Paulinas, cuya edición fue autorizada por Raúl Francisco
Cardenal Primatesta el 18 de diciembre de 1986, 8ª Edición, pág. 621),
más con las referencias hechas, que el lector puede acreditar o
desacreditar, porque su influencia sobre el texto es mínima.
Como no
se me es permitido interpretar el texto (aunque ganas no me faltan,
respeto lo que dice la Santa Religión), me limitaré a haceros una
pregunta: ¿en qué andaban los ancianos de los israelitas hace nada menos
que 2599 años? Ocultos, secreteando, adorando figuras pintadas en las
paredes, al parecer cada uno en una habitación distinta, contaminados
por exoticidades, besando ramas de plantas, hincándose ante el Oriente,
completamente a espaldas del pueblo a cuya comunidad representaban y
tomarían decisiones para las comunidades clavándole un cuchillo en la
espalda a cada transeúnte. ¡Que distintos, por Dios, a Cristo que
predicaba a voz en cuello y teniendo a las multitudes por testigos como
El mismo lo dice en Su Pasión! Y les dijo a los judíos verdades de a
puñados, de a cientos, y en la cara, hasta que lo mataron haciéndolo
sufrir hasta en su agonía y ejerciendo luego ¡una persecución sobre Su
cadáver! Nada que ocultar, nada a media voz, nada cuchicheado a la
oreja, nada entre tinieblas, nada de chanchullos y arreglos, de
papelitos ni de mensajes crípticos que nadie entiende. Nada hay, como
nos enseñó Cristo, que no se pueda saber. Nada. Todo sobre la mesa. Toda
la baraja junta. Llamando a las cosas por su nombre. Si Cristo nos dijo:
sed perfectos como mi Padre que está en los Cielos, entonces
nosotros debemos obrar así, siempre, bajo los límpidos rayos del sol que
nos den en la cara y si es posible teniendo a las multitudes por
testigos. Me dirán: ¿Y los riesgos de tal proceder? Por lo que les
respondo: ¿A quién habéis de temer, hombres de poca fe, si Cristo
está con nosotros? Porque cuando dos o más
de ustedes se junten en mi Nombre, yo estaré entre ustedes.
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