Los
Colorados del Monte,
agosto de 2008.
¡Ay Cristinita, la
Veleta!,
la de la dura cerviz,
ya tu talle se ha
quebrado,
como caña de maíz.
Carta a
don Carlos Fernández.
Mi
querido amigo y gran compatriota:
Ha de
saber usted que el día viernes pasado la señora Presidente (que es
presidente y no presidenta; porque hasta hace 24 horas presidente no
tenía femenino; ahora no sé qué dirán los poco recoletos cultósicos de
la Recoleta), ha dado una conferencia de prensa. Y también sabrá que
respondió 25 preguntas para un auditorio que, según dijeron, estuvo
compuesto de 192 periodistas. Ello significaría que de cada casi 8
corresponsales sólo 1 hizo una pregunta, lo que no deja de ser extraño,
porque ese gremio es preguntón por excelencia, dado que con eso se ganan
la vida. Y más cuando se sabe que es la primera conferencia que da ella
en más de 8 meses y existiendo en la agenda pública unos 30 temas que
queman de solo mirarlos. ¿Fue apremiada por las críticas emergentes del
asunto con la gente del campo? Es lo que no sé. Pero si se juntan estos
meses con los empleados en el gobierno de su marido, se alcanzan los 68
de hacerles verónicas al periodismo. Lo que nos dice que, como toreros,
son muy buenos ¿No le parece mucho don Carlos para sólo 25 preguntas? Y
en antes a 25 le decían dos docenas y la yapa. ¿Se acuerda de esto?
Bueno
mire don Carlos, que habré de decirle una viñeta que me asalta la
memoria de ver estas cosas que hace doña Cristina, y de paso, para
evitar que se ande glosando que soy un aburrido, como decía el
Presidente de la Ruina. Creo que este hecho que le comentaré ocurrió a
principios de del año nefando de 1983, pero quedó registrado en las
cámaras de la televisión y se divulgó hasta por debajo de los felpudos.
El
Comandante en Jefe del Ejército era el Teniente General Cristino
Nicolaides, al que algunos muchos, que sus razones tenían, le decían el
Cretino Nicolaides. Vea: no sé. Y vino a suceder que este hombre dio una
conferencia de prensa. Si. Se animó o lo mandaron que es lo más
probable. Aunque usted no lo crea. Ocasión en la que, aparentemente, los
hombres de prensa, como gustan que los llamen a estos sicarios, se
hicieron una ensalada de repollo y perejil. Mas hete aquí que don
Cristino o Cretino, lo que va en gusto de quien esto dijere, sorteó las
preguntas con una cintura política tan sinuosa que se asemejaba a una
víbora asida por la cola. Ya sé: no me va a creer. Pues más le vale que
así lo haga.
Y todo se
fue deslizando sobre colizas aceitadas, hasta que del fondo a la
derecha, le apareció el domingo siete. Un periodista le mandó una
pregunta, si mal no recuerdo relacionada con Malvinas, que lo dejó a don
Nicolaides como a uno, cuando en una cuesta, se le sale la cadena de la
bicicleta. El hombre se puso nervioso, y le lanzó al preguntón una
mirada que Cagliostro junto con Lucrecia Borgia y Yiya Murano hubiesen
tomado apuntes de puro envidiosos. Con sus manitas que parecían un
racimo de chorizos frescos, don Cristino se puso a hurgar en el cúmulo
de papeles que tenía en el atril. Sin dudas buscaba un machete que se
resistía en darle el presente al señor General. Mientras tanto en aquel
salón de la conferencia no volaba una mosca y sobrevino un silencio como
para cortar con hacha. Es que la pregunta era deschavadora hasta el
cuadril. Si la contestaba, moría. Pero si no la contestaba, también.
¿Qué hacer entonces ante esta calamidad que es la muerte? Y se
desencadenó el diálogo como el que sigue:
- Dígame
periodista –dijo con tono grave don Cristino- ¿a qué medio representa
usted?
- Al Sol
de la Madrugada de Villa Carlos Paz –le respondió el reportero.
- ¡Ajá!
¿Y usted ha sido invitado a esta conferencia? –le preguntó frunciendo el
ceño.
- Si –fue
la lacónica contestación del escriba.
- Y,
¿cómo se llama?
-
Anacleto Saravia, cordobés como usted –le respondió.
- Hummm…
Haber, haber. ¡Ah, sí, sí! Acá está. Lo tengo. Mmmm…
- Fui uno
de los primeros que me anoté… –agregó el corresponsal.
- Sí. Ya
veo. Pero usted, ¿ha participado de la reunión previa? –fue la nueva
pregunta del General.
- Si –le
replicó el periodista con cierto aire de fastidio.
-
Entonces discúlpeme pero esto no puede ser. Porque la pregunta que me
hace no figura entre las 25 preguntas que ustedes me pueden hacer y que
yo les debía contestar. De manera que esa pregunta no existe. Y como la
pregunta no existe, tampoco existe la respuesta. De donde resulta que
esto se acabó.
- Es que
yo creía… –insinuó explicar el preguntón desubicado, con cara de nene
que de travieso se merendó, de glotón, medio frasco de Cirulaxia que
estaba en la heladera.
- No
señor –lo interrumpió Cristino con frialdad de estatua y ojos brillantes
como tigre para saltar-. No –agregó después de hacer una pausa y
apuntando con su índice que parecía una bolsa de agua caliente-. Esto no
fue lo convenido y usted lo ha quebrantado, mientras que todos sus
colegas, los que salieron elegidos en el sorteo para hacer las
preguntas, han respetado el pacto.
Claro
está don Carlos que, como usted es un tremendo descreído, dudará de esto
pensando que es uno de mis chascarrillos. No. Ni lo piense. Mire vea:
ocurrió. Entonces me dirá: ¿qué tiene que ver lo sucedido años ha a este
energúmeno con lo de la conferencia de prensa que dio esa pinturita que
es su presidente? La verdad que no sé. Pero cuando la escuchaba en su
conferencia de prensa se me vino al caletre este recuerdo. ¡Qué cosas
extrañas tiene la mente humana don Carlos! La psicoanalista (una
ensalada mistonga de Freud con Lacanne, aunque veo un toque de Jung) que
me atiende, cuyo teléfono es 90-60-90 y tiene tan solo 25 añitos, usa
anteojos pardos y se viste con un kimono rojo para atenderme con
chancletas y todo, me ha dicho que cuente estas cosillas para hacer
catarsis. En verdad a mi me viene la catarsis cuando la veo a ella y, si
me fuese con su compañía un mes a una playa de Waikiki en la Polinesia,
se me irían los traumas que me han creados los versos de Bartolomé Mitre
y de pensar todas las imbecilidades que dijo José Ingenieros. Así
obtendría el karma del Padre Farinello, ¿eh? ¿Qué le parece? Sería un
tipo normal y hasta me podría afiliar al Partido Socialista.
¿Fue
asquerosamente preparada la conferencia de prensa de la Primera Dama? No
sé. A eso lo puede decir usted. A mi no me consta. Solamente me trae
recuerdos, ¿qué quiere que le haga? Mi mente enferma no resiste más.
No se
queje de esta carta que va con cuentito y todo. Un abrazo como siempre.
Y haber si alguna vez me llama por teléfono. Amo escuchar su dulce voz y
más cuando yo no pago la conferencia. Otro abrazo y saludo a nuestro
estilo.
JUAN
Milico Extraviado e Irrecuperable (por la Gracia de Dios)
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