LA CRISIS ECONÓMICA
MUNDIAL
Y LA REPÚBLICA
ARGENTINA
Quinta
Los Colorados del Monte,
noviembre de 2008.
Hombre de poca Fe: Si Cristo está con nosotros, entonces ¿quién podría?
Y si están en contra nuestro, ¿cómo se atreverían?
Queridos
súbditos ponedores como vieja gallina bataraza: ya me habéis entregado
la tierra, el aire, los bosques, los hijos, la dignidad y vuestra
esperanza. Ahora quiero el chanchito donde guardáis las rupias. Más
adelante os pediré el cucú en seco para que les duela más. Estad
agachados entonces para que os bendiga en cualquier tiempo que sea.
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Carta a mi viejo amigo
y medio hermano don Carlos Fernández.
Querido
camarada y meritísimo compatriota:
Ahí he
visto que usted, con las morriñas que lo atacan a menudo, anda diciendo
que extraña los viejos programas humorísticos que se pasaban por la
televisión. Bueno: sí; a mí me pasa lo mismo, aunque, como usted sabe,
no era muy devoto de ellos. Pero mire, como dice el refrán: no hay mal
que por bien no venga. Ahora faltarán los programitas cómicos, pero han
llegado las emisiones televisivas donde se invitan a los economistas.
Sobre todo a los que están de moda o representan esta o aquella
tendencia. Pero todos convergentes a un solo efecto y único fin: el
liberalismo con su fase superadora, el capitalismo, en camino
hacia el imperialismo que desemboca, irrecusablemente, en la
globalización y la desaparición de las patrias para la
depredación final.
Sinceramente, los escucho y me revuelco en el colchón de risa. Estos
economistas son muy superiores a Biondi, Carlitos Balá
y Marrone con su Circo, juntos o por separado. Que le
diré mi amigo, no es poco. Y cuantos más jóvenes son estos marrulleros,
mejor, porque tienen una chispa genial que los hace insuperables. Vaya
Dios a querer cuándo podremos merendar otra ensalada de cardos mezclados
con ortigas y achicorias como la que nos asiste. Por eso digo que no hay
que desperdiciar esta oportunidad y convocar a este conjunto de
sabihondos y suicidas, para que nos den lecciones que aleccionen y
terminemos de una vez por todas con este estofado.
Mire vea:
se ha puesto muy de moda lo que está sucediendo en los EE. UU.
Y en buena parte del mundo, que ya está siendo barrido por estos
coletazos de ballena en celo. Me refiero a la crisis, que es como
nuestros economistas llaman, malamente, al desastre sin abuela
que se avecinda inclemente. Antes, a esto lo hubieran llamado la
guadaña y otros la Parca. Pero fíjese usted, caro
fratello que, antes de tratar el tema, nadie se hace algunas preguntas a
modo de introducción o tentempié, como las que en siguiendo le digo:
¿las crisis de la globalización tendrán siempre
estos desenlaces? Porque se avizora un efecto de caídas en cascada de
las economías nacionales que terminan pagando los platos rotos que ellas
no rompieron, y sí los que están en la timba y la especulación. De
manera que en la globalización, hacer bien los deberes no alcanza.
Entonces, ¿cómo se manduca este refrito?
Otra sí digo: la
crisis, ¿es financiera a secas o económico-financiera?
Porque la diferencia es grande. Si ella fuere financiera, ¿por
qué nadie habla de lo que pasa en Gran Bretaña, una metástasis de
los EE. UU.? Porque en el paraíso do mora doña Isabel
parecería que anda todo al pelo, mientras sus socios pernoctan a salto
de mata, meta arroz prosaico y bizcocho rancio con matecocido. Y,
finalmente, ¿es esta una crisis del liberal-capitalismo?
Pero, ¿por qué no me contesta, don Carlos? Es porque usted no
sabe de economía. En cambio estos grandes caletres que pululan en
nuestro suelo, sí. Aunque nunca pegaron una y ni siquiera arrimaron el
bochín. ¿Acaso no es el desastre en que vivimos el fruto de su
sapiencia?
En
verdad, yo tampoco sé mucho como para dejarlo a usted desintoxicado.
Pero lo que me puede sobrar es el sentido común y algo que he leído,
siempre a los rebencazos, porque si no, no me recibía de ingeniero. No
sé. Pero el sentido común es una materia que aún les falta rendir a este
hato de fracasados que son los economistas vernáculos, verdaderos azotes
hemisféricos y de la criolla humanidad. Y le digo esto porque, si fueran
tan buenos como se les dice, no andarían a la galga detrás del mango que
los haga echar una papa más al puchero, ¿no le parece?
Y le
decía que, dentro de la moda, ha aparecido otra, digamos como una súper
moda, la que es a saber: ¿cómo nos afectará a nosotros, los argentinos,
esta debacle universal? Bien: para esto aparecieron dos respuestas. La
una, es optimista: que no nos pasará nada por el superávit de la
balanza comercial y por las reservas del Banco Central. Lo que
es una majadería. Porque de los 50 mil millones que dicen estos
mentirosos incorregibles que hay en el BCRA, no hay más que 20
mil millones en disponibilidad (Martín Redrado:
explícales esto a los muchachos y a las chicas). Pero no les haré una
demostración y sí les daré una prueba: los supuestos 5 mil
millones a pagar al Club de París, habrían de salir de esos 20
mil millones. Que sería la cuarta parte del toco restante. Entonces,
aquel ataque menstrual de la señora Presidente cuando hizo el anuncio,
era una sandez y por ello todo se mandó al congelador, donde
permanecerá con un buen colchón esperando el sueño de los justos. Y si
aquí miento, que los pague como dijo. Y si lo hiciere, esto, en
economía, se llama confeccionar un buraco económico. No se
animan porque no pueden.
La otra
versión dice que de nosotros no quedarán ni las virutas después de
este zafarrancho. Exégesis con la que tampoco estoy de acuerdo.
Mire don Carlos que le digo: ¿por qué tienen que quedar virutas?
¿De dónde sacaron esto? No. Nada tiene que quedar. Y le explico para que
no se me pierda. En el 2007 el dólar se devaluó, en promedio, un
68% ante todas las monedas del mundo. Solamente en
Argentina conservó su valor. O para decirle correctamente:
se revaluó. ¿Y en lo que va del 2008? No lo sé, pero
mejor no creo que le haya ido. ¿A usted que le parece? Porque aquí el
billete verde sigue lo más campante. Esta crisis comenzó a mediados del
2006, entró en terapia intensiva en el 2007 y hoy son las
exequias fúnebres. En buen romance, dilecto amigo, si le aplicamos el
68% de caída a las reservas, de los 50 mil millones del
BCRA quedan solamente 16 mil millones; pero si se lo
acomodamos a los 20 mil millones disponibles este 68%
restan 6.400 millones. Esta es la verdad, caro
amicebole y no otra. Y como lo decía un viejo amigo: la verdad es la
única realidad. Si esto fuese explicado al pueblo ignaro por la
señora Presidente, aquí no queda ni el gato y a la pelusa que crece
debajo de la mesita de luz, también se la habrían llevado.
Pero
quiero que usted sepa que esto no es lo más dramático del sancocho de
gato por liebre. El gobierno de los EE. UU. ha aplicado
Keynes. Es la tercera vez que lo hace en su historia que fueron: en
1939, en 1946 y ahora. A los EE. UU. lo
salvó Keynes. Y también la salvó a Inglaterra. Por eso lo
hizo Lord y le dieron, al toque, el Premio Nóbel. Sin embargo
para nuestros economistas, Keynes es un maldito innombrable.
Pero bueno; ¿y qué significa Keynes? Significa que
yanquilandia ha hecho una emisión a lo Keynes de
700.000 millones. Papel pintado, amigo mío. Sin respaldo de nada. Un
verso total. Y según ha trascendido trabajaron cuatro imprentas. Pero,
¿para qué? Para darle liquidez a los bancos. Observe que
le digo liquidez y no solvencia. Porque para
darles solvencia tendrían que editar otros 700.000
millones como mínimo. Por eso es que ya andan diciendo que lo
puesto como circulante no alcanza. Es que el finado es grande.
Ahora
bien: esta tormenta pasará. Tarde o temprano. Créame don Carlos.
Bueno: ¿y? Pasada la borrasca, esos 700.000 volcados a la plaza
volverán en cantidad igual pero de dinero genuino.
Keynes aconseja que a medida que la moneda se va recuperando, todo
ese dinero espurio emitido se deberá ir destruyendo. Así lo hizo él y
vea usted lo que es la libra hoy. Pero, ¿nuestros hermanitos del norte,
harán lo mismo? ¡No, no y no! Imagínese usted a los yanquis quemando
dólares. ¡Por favor! No me haga reír. No lo hicieron con los
petrodólares y usted quiere que lo hagan ahora. Y, ¿qué harán
con ellos? Volcarlos nuevamente a la plaza. Pero, ¿cómo?
¡Claro! A la plaza Hispanoamericana, obligando a los
Virreinatos a tomar préstamos baratos que irán a engrosas las
respectivas deudas eternas. Pero como de Hispanoamérica
salen bienes concretos, reales como: trigo, soja, maíz, carne, petróleo,
etc., ellos los pagarán con papel de diario.
Y al
cabrón que se niegue a recibir tales ediciones de billetes, le darán un
golpe de estado. Un ejemplo patético de esto fue el gobierno de doña
Isabel Martínez de Perón. Ella, no solamente pidió préstamo alguno
durante su gestión, si no que además se negó tozudamente a la práctica
mendicante. Digamos que los bloqueó. Mientras tanto los petrodólares
seguían dando vueltas por el mundo (no podían regresar al agente emisor,
los EE. UU., porque les hubiesen provocado una inflación
terrible), o depositados en bancos truchos que ellos tienen al efecto.
Entonces, ¿qué hicieron? Primeramente le largaron los perros: la
guerrilla terrorista; acollarada a una movida de prensa que jamás se
había visto, agregada al descontento de los partidos políticos
(ahora, por ejemplo, en horas que la Patria se está rifando, no
están descontentos), y la coalición de los economistas con los
industriales y los agentes de comercialización, para producir una
inflación fabulosa. Que existió. Todos la vivimos. Mire amigazo: todos
hablan de Celestino Rodríguez porque fue ministro de Isabel;
pero nadie habla, por ejemplo, de José A. Martínez de Hoz, de
Juan Vital Sorrouille, ni de José Luis Machinea, ni del
Remes Lenicov de Duhalde. De donde resulta que Celestino
Rodríguez fue un bebé de pecho.
El
resultado es conocido: la caída de un gobierno constitucional. Dejó como
saldo una deuda externa de 6.500 millones de dólares (contraída
desde Aramburu hasta Lanusse). Gracias al nuevo gobierno
se pasó, de marzo de 1976 hasta mayo de 1983, a 76.500
millones de dólares. Vale decir que la deuda había crecido
alrededor de 12 veces. Y los petrodólares, por fin, lograron su
ubicación. Lo que hicieron aquí, con la inestimable ayuda de los
nativos, también lo hicieron en el resto de Ibero América,
el Caribe, África y en algunos países asiáticos. Es
decir, lo que ellos llaman la periferia.
Esta es
la causa, y no otra, por la que el Gran Sinvergüenza de
Alfonsín, y todos los que lo siguieron, investigaron a los
militares por la lucha contra la subversión. Es decir los
investigan por el 20% de este zafarrancho, o mejor dicho
por lo que hicieron bien, o si usted prefiere donde fueron exitosos.
Por el terrible asunto de la deuda externa y la retahíla de corrupción,
no, jamás. Es decir que aquel 80% quedó en el balance de pérdidas
y ganancias para toda la eternidad sobre las espaldas del pueblo. En
fin: con el juicio a las Juntas eclipsaron el verdadero
desastre. Y esto no hubiese sido
posible sin la ayuda, nuevamente inestimable, de la prensa venal que
narcotizó a la opinión pública; de la partidocracia, que es el verdadero
opio del pueblo, y de los agentes actores de la economía que es el
cáncer nacional.
Y bien mi
amigo: hay más tela para cortar. Por cierto. Lo que dejo para otra
ocasión. Simplemente lo que le quería decir es que los estos 700.000
millones en papel de diario, volverán como las oscuras golondrinas a
colgar sus nidos en nuestros balcones. Al descalabro lo pagaremos
nosotros, como pagamos la Primera
Guerra Mundial
y el derrumbe de Wall Street de 1929, con Alvear y la
inefable Década Infame. De esto no tenga la menor duda: sea por
las buenas o por las malas. Este es el verdadero problema. De
esto nadie habla, sean los fantoches de la economía, los titiriteros de
los politicastros, los arlequines de la prensa venal o la
Gran
Canalla
de los actores sociales. Ni hablarán. Y quien lo haga será transformado
en satélite de la Tierra. Que
avivar giles en esta tierra es delito.
Le dejo un abrazo
camarada y que Dios lo bendiga en su eterno amor y piedad.
JUAN PAMPERO
Milico
Irrecuperable
(completamente y por
la Gracia de Dios)