Quinta Los
Colorados del Monte, abril de 2008.
Carta a don CARLOS FERNANDEZ.
Querido amigo y compatriota:
Verá que si yo le digo que en ésta le voy a tratar asuntos
relacionados con los trajines campo, usted se me pondrá malo como
araña en sartén. Lo que no es para menos, si es que se tiene en
cuenta lo atosigados que estamos con las idas y venidas sobre este
asunto, el que, para colmo, aún no ha terminado, y si prestamos
oídos a algunos que ruedan por los senderos de los dimes y diretes,
más que terminar parecería que recién comienza.
Pero lo que deseo tratar en estas líneas son
algunas cuestiones sobre las que nadie ha discurseado, y
seguramente nadie lo hará por extemporáneas e inconvenientes,
sobre este pleito del Régimen con el campo y sus productores. De
manera que no le haré la consabida sinopsis que compendie, por
ejemplo, el asunto sojero, que si mal no recuerdo lleva en el país
más de veinte años y se aparenta como descubierto ayer. Es que así
son los amigos periodistas: venales hasta en la sopa, haciendo el
papel de ignorantes que les va muy bien. Digamos entonces que es
un problema que se atisba con la Democacacracia, porque
tiene, un poco más o menos, su edad. Tampoco le haré mención a las
distorsiones que este poroto ha traído a las economías regionales
en particular y a la economía doméstica de la Nación en general.
Son pocos los aspectos de la vida nacional que, en este momento,
se salvan de las torceduras producidas por esta leguminosa.
No
don Carlos, no le haré semejante reseña, temiendo usted se me
duerma en el palabrerío. Pero recuerdo que, aparecida la soja,
paralelamente apareció su rédito por el surgimiento de nuevos
mercados como el de China e India. Y ya se sabe que si hay un
rédito, por infame y minúsculo que fuere, aparece inmediatamente
el socio eterno: el Estado. Un socio que es malo y por ello nadie
lo quiere. Un mutualista, no accionista, copartícipe en las
ganancias pero que desaparece en las pérdidas. Que capitaliza como
suyos los éxitos y socializa los fracasos que se quedan para
esquilmar a sus dueños con el interés y la usura. Un amigo de la
abundancia que huye en la escasez; que en un sistema liberal
capitalista, como el idolatrado por este Régimen, no otorga
créditos blandos para que los productores se rehagan de un trance
difícil, sabiendo que la producción agropecuaria depende del albur
de las condiciones climáticas y otros imponderables como son las
pestes, sin contar el tema actual de los fertilizantes, porque la
tierra está exhausta, y pesticidas sin control que ya han matado
toda la salvajina que antes se veía.
En otra de las mías le decía que, habiendo asegurado el INDEC
un incremento del 50% en la recaudación del IVA para
el año julio 2006/julio 2007, resultaba fácil
demostrar que la inflación para ese período había sido de por lo
menos un 39%. Ahora bien: casi todos han estado contestes
en que la inflación del año 2007 ha sido de un 29,5%.
Que no es mi caso, porque digo, siempre con fundamentos que no
expongo aquí, que fue de un 32% limpio de polvo y paja.
Exceptuando el Estado, que acusa oficialmente un dígito,
vecino a la decena, y debe ser porque hace las operaciones en
números romanos. De manera que las pasadas retenciones al agro, de
alrededor del 35%, no fueron para paliar los precios del
mercado interno que siguieron lo más campantes en el
acompañamiento del proceso inflacionario. Tampoco fueron para el
sostén del precio del dólar estadounidense, simplemente porque
éste cayó ante todas las monedas del mundo en un 68% y
sigue en caída libre (el precio del barril de crudo es su mayor
delator), mientras que aquí se encuentra sobrevaluado de manera
grosera. Un buen cálculo actual del dólar es de 1,20 pesos
por unidad. Hay otros que se arriesgan con 1,50 pesos. Vea:
no sé. Pero lo que si sé es que no puede estar a 3,10 pesos
por unidad. De esto nadie habla, ni hablará so pena de ser
descuartizado con cuatro percherones morrocotudos a lo Tupac Amarú.
Porque es el síntoma evidente del fracaso. Sí don Carlos, no hay
que nombrar la soga en la casa del ahorcado: nuevamente el
progresismo ha fracasado: ¿cuánto tienen amarrocado en el
Banco Central y de lo cual se ufanan tanto? Si usted hace la
cuenta, llegará a la conclusión de que estamos un poco mejor que
en el 2001. Y en la distribución del ingreso llegamos
arañando al acusado en 1994 (es decir Menem), aunque con
pronóstico reservado: porque, luego de ciertas oscilaciones,
tiende a estacionarse en esta cifra (por debajo del 45%).
Pero, ¿cuándo le pasarán al pueblo esta factura? Porque algún día
se van a tener que sincerar de esta estafa colosal. ¡Ah, no sé!
Esto es como la cigüeña: en un solo descuido llega y hace nido en
la chimenea. En fin. Sigo.
De lo que quiero comentarle es de la tremenda crisis en la que
estamos sumergidos. No de ésta de la que parecería se quiere salir
a los tumbos, erosionando todo lo que encuentra tras sus pasos
demoledores y, entre ellas, la figura presidencial (cuatro
discursos al hilo, ¿quién será la bestia que la asesorará?) que,
si se cuentan las plumas que ha perdido por el escopetazo, se
creería que está nevando en la ciudad de Buenos Aires (y no le
cuento, por ejemplo, lo de los dineros de Santa Cruz, que de
hacerlo la polla quedaría pelada como culito de criatura: con
suerte le quedarían las uñas). Se trata de la crisis de la
representatividad. Una palabreja en la que nadie repararía en
otras circunstancias, pero que en Democacacracia, por estar
imbricada con la institucionalidad de la nación, adquiere ribetes
dramáticos.
Le digo esto, caro amigo, porque este asunto campestre ha vuelto a
poner en blanco sobre negro la problemática de un pueblo
descabezado en su representatividad. De haber existido, aunque más
no sea en la figura de algún caudillo, este drama singular se
hubiese resuelto más brevemente y a un costo menor para todos.
Pero, desatado el huracán, y ubicados en su ojo pregunto: ¿a dónde
estuvieron los partidos políticos? Y hablo de ellos porque, como
lo dice la Constitución de 1994, son la columna vertebral de la
Democacacracia. No están, ni estuvieron, simplemente porque no
existen, dado que ellos saben que no representan a nadie. Pero,
¿dónde se metieron las organizaciones gremiales? Nada de ellas, a
excepción de la Plaza de Mayo, donde pudimos ver mancomunadas a la
CGT y a la
CTA. De manera que ya se sabe que con estas dos supuestas
antagonistas, para algunas cosas sí, para otras cosas no. Digo que
son socio-enemigas, no sé si me entiende. ¿A dónde
se encontraba el Congreso de la Nación? Que aparte de su
representatividad es el dueño del 33% del poder: en ningún lado,
porque no existe y sus miembros no representan ni a las provincias
ni al pueblo, están en el papel de
infames traidores a
la
Patria.
Son en cierta forma ñoquis de lujo o grandes ñoquis.
Una vergüenza, más allá de todo adjetivo calificativo. ¿Y los
gobernadores de provincia y los intendentes municipales? Brillaron
por su ausencia, con el agravante de que fueron asumidos en sus
cargos hace un poco más de cien días. Dentro de todo este
desquicio fenomenal, lo de los gobernadores e intendentes fue lo
peor, porque ellos son los de la primera línea en el combate y
desertaron antes de que les amagasen el rebencazo. Y el pueblo los
eligió a ellos para que los representen y luchen por sus causas,
no para que sean empleados obedientes del poder central. No hubo
uno solo de estos canallas que rompiese la consigna encomendada.
Así le podría seguir enumerando, viejo amigo, todo género de
bajezas y estropicios. Por ello no faltará alguno que salga
diciendo que el sistema está en crisis. Y ya empezamos mal,
si para catalogar se apela a una mentira. La palabra crisis
significa cambio. Es decir los avatares propios del
cambio. Pero, los que detentan el poder, luchan por cambiar
de manera que nada cambie. Porque si algo debe cambiar, ellos al
instante deberían irse. Y a esto, la banda, no lo va a permitir.
Es este Régimen Perverso, que está podrido hasta el tuétano y que
no resiste más, el que debe cambiarse: por más parches que le
pongan la cubierta seguirá siempre en llanta. Es la cubierta la
que se debe cambiar y dejarle de echar la culpa al aire que está
dentro o a las espinas del camino. ¿Acaso usted conoce un camino
sin espinas? Pues bien: con esto, en tales condiciones, no se
puede avanzar. Tampoco retroceder. La alternativa que le queda al
pueblo es volverse momias: rígidas, estáticas, recluidas en sus
sarcófagos a la pobre vida vegetativa y reventar de vez en cuando,
como ahora el campo, con suerte diversa, siendo la mayor de las
veces perdidosa.
Las instituciones nacidas de la Constitución de 1853 y sus
reformas sucesivas, incluida la de 1994, tal vez la más perversa
de todas las enmiendas, han cumplido un ciclo de otro país, en
otro momento ya histórico o más que centenario si usted prefiere.
Y no sé si alguna vez cumplieron el cometido para el cual fueron
creadas entre gallos y media noche. La historia dice que sí, en
ocasiones esporádicas; pero en la mayoría de las veces que no.
Porque es una Constitución llena de trampas contra el pueblo,
diseñada para no cumplirla y poder quebrantarla cuantas veces sea
necesario sin que a nadie se le mueva un cabello. Tal vez mis ojos
cansados no lo vean, pero no está lejano el día en que morderá el
polvo de la derrota y se irá con los detritus después de tantos
males que ha provocado. Será el día pedido por Martín Fierro: que
a esta tierra venga un criollo a mandar. Y deberá ser el pueblo el
que le decrete la muerte, es decir los que la sufren. No será esta
u otra banda de taimados, porque son los que viven de ella. De los
partidos políticos y de los políticos lo único que podemos esperar
es la decadencia: pues, ¡hela aquí por doquier! Las pruebas están
al canto, ¿qué más hay que demostrar? Los hechos acaecidos abruman
por su elocuencia.
Le dejo un abrazo don Carlos y un hasta pronto, si Dios así lo
quiere y su Santa Madre nos ayuda.
JUAN
Milico Híspido
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