LA BOINA DE CRISTINA
Como comenta Pilar Rahola en "La
Vanguardia":
"¿Es plausible imaginar que Cristina se pone
la boina -típicamente revolucionaria, en lectura iberoamericana- por
pura casualidad estética? Pasaba por París, se manifestaba por Ingrid, y
le cayó la boina del Che, justo cuando la referencia son las FARC
colombianas.
Pero me temo que cabe esa lectura, si nos
atenemos a los múltiples signos de ambigüedad calculada que han enviado
los Kirchner durante los últimos tiempos. Y no sólo ambigüedad. En
muchos casos, inequívoco apoyo a los sectores de la izquierda
iberoamericana más reaccionaria.
La boina, pues, para muchos de sus seguidores, es algo más que un
complemento, es pura semiótica. Boina aparte -o con la boina puesta-, la
presencia de Cristina Fernández en París es un acto político de
naturaleza ambigua y, por ende, poco confiable. Por supuesto, es muy
loable que la presidenta de Argentina se preocupe por la liberación de
otra mujer política, brutalmente secuestrada desde hace seis años, y,
según todos los indicios, encadenada día y noche a un árbol, con una
salud precaria y una depresión grave. Pero la cosa ya no resulta tan
loable cuando esa misma presidenta se pronuncia de forma comprensiva con
las FARC, juega al equívoco permanente e incluso se rodea, en sus
mítines más recientes, de los sectores de la extrema izquierda argentina
más violenta.
Manifestarse en París a favor de Ingrid Betancourt, y previamente
presentarse en Buenos Aires flanqueada por Hebe de Bonafini o por el
líder piquetero Luis D´Elía -responsable del asalto violento contra los
manifestantes agropecuarios, en su reciente huelga-, ambos defensores
acérrimos de las FARC, deja la credibilidad por los suelos. O, lo que es
peor, se envía el torticero -y perverso- mensaje de que las FARC tienen
la misma naturaleza legítima que el presidente de Colombia.
A diferencia de Lula da Silva, o de Michelle Bachelet, que han
practicado una inteligente y seria prudencia en todo este conflicto, y
nunca han sido cazados en un renuncio a favor del terrorismo colombiano,
la actitud de los Kirchner es manifiestamente panfletaria y, en
consecuencia, favorable a una mirada comprensiva del fenómeno
terrorista. Siendo Argentina un país tan importante en la región,
resulta deplorable el papel ambiguo y, por ende, cómplice que está
desempeñando, de la mano de su dirigencia.
Deplorable y, para las víctimas, muy lesivo. Por ello la boina de
la presidenta resulta antipática. No por estética del horterismo, sino
por semiótica del progresismo reaccionario".
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