Conciencia Ambiental
Un Aporte para la Construcción de una Sociedad Sustentable
L
Los
barcos crecían
hasta
tocar la tierra.
Buscaban
sus intrépidas geografías.
Encontraban
ciudades
transparentes,
hurañas
soledades,
distinta lluvia mojando el regazo de otros árboles,
los arados esperando en cavidades secretas.
Como
aquellos,
los
primeros viajeros soñadores,
en
la orilla construyeron
la
Gran Cabaña
que
descifrara sus enigmas.
Trocaron
sus mapas redondos
por
planos manuscritos
surcados de tesoros y leyendas selváticas,
Cambiaron
sus medallas y empuñaduras
por
diccionarios
repletos
de huestes
y palabras.
II.
Durmieron
a la intemperie,
escuchando
los verdes pasos subterráneos,
disfrazando
las nuevas constelaciones,
fundiendo
sus rostros
en
el espejo de estos ríos.
Desbordados.
Despertaron
palpitando
el eco de Guamán Poma y Viracocha.
Y
vieron pasar las alas enlutadas,
los
cantos devorados,
las lágrimas
aguerridas de los hombres.
Antiguos.
Se
sobresaltaron con el rumor de las flores cortadas,
con
un pacto de armaduras milenarias,
con
el rito arterial sepultado en la espesura.
Destituidas
civilizaciones los observaban
a
través de los signos
tallados
en runas y magmas volcánicos.
III.
Decidieron
que América era el centro del mundo.
El
Lugar.
Donde
volverían a sonar los acordeones,
las
guitarras,
los
tambores de sus antepasados.
Se
poblaban de casas las distancias,
las
calles se llenaban de panaderías y de pájaros.
Pero
una vez al año
se
miraban entre sí.
los bastones de sus abuelos,
las
escalinatas de brumas,
los
amores ancestrales
que
engendraran sus culturas.
Sus
lenguas
dispersas
en caminos lejanos.
IV.
Gritaron
a
viva voz su catarata de recuerdos:
los
bastiones sumergidos,
las
estepas y archipiélagos malheridos.
En
los buques
quedaron
sus abanicos,
sus alcázares, sus castillos,
sus
abedules nevados
y
sus jazmines.
sus
identidades,
en
la oración crepuscular,
en
las navidades,
en
las copas sin latitud,
en
el fuego
atropellándose
en el embarcadero imaginado.
En
el baile bajo los faroles incandescentes,
en
los mercados repletos de plumas y pescados,
de
mentas y naranjas, de lechugas y ajíes presurosos,
de quesos y
vinos.
Relampagueantes.
V.
Ellos
nos vieron,
en
la proyección magnetizada del tiempo,
más
allá de la muerte,
de
los enigmas generacionales.
Cuando
decidieron dilatar sus noches
y
enterraron sus monedas, sus cartas
sus
guerras,
los
aromas y atavíos de sus parajes.
Dieron
vida a los hijos, a los nietos.
Sangres
distantes que fluyen,
fruto
de la aventura
(del destierro).
Sangres
mediterráneas o costeras,
de
sastres, de labriegos, de guerreros, de marinos
que
llegaron sin hierro,
sin
hilo, sin costas y sin tierras.
Con pasión y con sueños.
Con
la esperanza.
“Esta
es nuestra tierra,
la destellante muralla andina,
donde
los reyes muertos viven todavía
donde
los hombres de los barcos
desafiaron
su destino.”