La llegada del invasor Español
El Río de la Plata será la
puerta de entrada para la llegada de los extraños invasores. El
primer jefe que toma contacto con la nación Querandí será
Sebastián Gaboto, en 1527, quien tuvo con
ellos una relación pacífica ya que los aborígenes aprovisionaron de
comida a estos.
Otro contacto tendrán con
Diego García (quien relatará su rencuentro en su diario de viaje).
Estas menciones se dan entre 1528 y 1535.
Es en 1536 como consecuencia
de la expedición de Mendoza que el cronista Ulrico Schmidl entra en
contacto directo con nuestros querandíes, surgiendo desde ese
momento él cúmulo de datos más importante que se posee y mencionamos
con anterioridad. Según este último “…Esta expedición contaba con
2500 españoles, 150 alemanes, flamencos y sajones (…) y 72 caballos
y yeguas…”
(estos últimos animales se
multiplicaran por cientos y serán el incentivo para repoblar Buenos
Aires).
Todo andaba bien “…catorce
días trajeron peces y carne al real…”
(los querandíes) hasta que una
agresión por parte de los españoles a una aldea para obtener comida
dio origen a una de las guerras más largas y cruentas de este choque
que se la llamo “La guerra de las pampas”. Luego de aquella
agresión, los caciques; Telomian Condic y Bagual; se
alzaron contra el fuerte de
los españoles y comenzó la guerra, fueron varias las batallas
libradas entre los mosquetes y cañones españoles y las boleadoras,
el arco y la flecha de los pueblos originarios defendiendo su tierra
contra los invasores, estos se internaban por el riachuelo hasta el
río Matanza (nombre que se le adjudico a este río y al partido
bonaerense que lleva ese nombre en recuerdo de la gran matanza de
indios que se libro en ese distrito contra las fuerzas del cacique;
Telomian Condic que fue capturado y ejecutado. Pero la hambruna y la
feroz resistencia fueron suficientes para la partida de los
españoles.
Posteriormente a la primera fundación de Bs. Aires, los Querandíes
recurrieron al ganado cimarrón (salvaje), cazando, comiendo y
domesticando caballos, aprendieron a jinetear hábilmente aquellos
equinos que abandonados por los españoles se reprodujeron
extraordinariamente en la llanura pampeana (Según Juan de Garay, en
tiempos de la segunda y definitiva invasión, apenas cuarenta años
después de Mendoza, el ganado ascendía a 100.000 cabezas).