CARTA
A MONS. FELLAY EN RESPUESTA A MI
EXPULSIÓN
DE LA FSSPX
Rev.
Padre Basilio Méramo
Una
imagen dice más que mil palabras.
.
DOCUMENTO
EN FORMATO PDF: PULSE
AQUÍ
.
Para
guardar el archivo en su computadora:
CLIC
EN EL BOTÓN DERECHO Y "GUARDAR DESTINO COMO"
Acabo de recibir, el 7 de abril, en mano
propia, como era de esperar, ateniéndose a la lógica consecuencia de las
cosas, después de dos amonestaciones canónicas, la notificación de mi
expulsión, que es desde luego injusta e inválida, jurídica y
teológicamente considerada, pues las moniciones eran de suyo
inconsistentes siendo así repelidas inmediatamente, como consta en mis
dos cartas en respuesta a las mismas.
De todos modos apelo a Roma Eterna interponiendo recurso contra el decreto
de mi expulsión, a tenor del derecho canónico (canon 647 § 2 n° 4), lo
cual tiene efecto suspensivo y así, jurídicamente la expulsión queda en
suspenso, sin efecto jurídico, hasta tanto el recurso esté pendiente, y
esto de modo indefinido, pues la Roma Eterna está hoy invadida por
indignos prelados que no cumplen con su deber, ex officio, confirmando a
los fieles en la fe, sino que hacen todo lo contrario, para corromper,
prostituir la fe, el culto y la moral, violando la verdad, cuyo imperio
detestan, cual anticristos; y esto para colmo, como si fueran Dios, es
decir, en el nombre de Dios, de la santa obediencia a la autoridad y a la
jerarquía de la Iglesia. Habrase visto mayor abominación y desolación
en lugar santo, haciéndose además adorar como si fueran Dios, invocando
la potestad divina, la cual pervierten e invierten. Y por esto Monseñor
Lefebvre dijo que «Roma está ocupada por anticristos» en su
declaración del 30 de junio de 1988. Y por irónico que suene el asunto
queda como quien dice, pendiente hasta la Parusía de Cristo.
No obstante me toca soportar (sufrir) con paciencia e integridad la
injuria recibida, permaneciendo firme en el combate frontal, como
sacerdote católico, apostólico y romano, permaneciendo firme contra el
modernismo de Roma anticristo, como una vez más Monseñor Lefebvre
designa en la misma declaración mencionada a la Roma modernista y liberal
que persigue a muerte la sacrosanta e infalible Tradición Católica, ante
la cual hoy Usted junto con toda la cúpula directiva de la Fraternidad y
los otros tres obispos de la misma, impune y cobardemente claudican
entregándonos bajo apariencia de bien en los brazos del “magnánimo y
paternal” Benedicto XVI que ha logrado seducirlos con hábil y sutil
manipulación haciéndolos caer en la trampa.
Ahora, si Usted me lo permite, paso a hacer el descargo, de sus
fulminantes (aunque absurdas) acusaciones, al menos de las más relevantes
y graves, dado el contexto teológico-doctrinal del problema. Se me acusa
de falsas y graves acusaciones contra el Superior General, de daño grave
por asumir una posición contraria, obstinación, rebelión contra la
autoridad, escándalo, etc.
Quisiera saber, estimado y reverendísimo Monseñor, cuáles son las
acusaciones falsas contra Usted, graves sí, pero falsas no, si hay
falsedad no es precisa y justamente de mi parte, sino (y perdóneme)
Usted, de la suya, dado que tiene un doble lenguaje, desde hace mucho
tiempo y no es porque Usted sea bilingüe, sino por su gran dilema, como
llevarnos a un acuerdo sin que se note la traición, encubierta bajo una
falsa apariencia de bien.
Cómo es posible aceptar, lo que Usted mismo dijo hace ocho años, (en una
entrevista al diario valesano La Liberté, el 11 de mayo de 2001, y
publicada en DICI n° 8, el 18 de mayo del mismo año): «que nosotros
guardamos en un 95% el Concilio Vaticano II», sin ser liberal y
modernista; cuando hasta los mismos liberales y modernistas reconocen que
el Concilio Vaticano II fue, como dice el Cardenal Suenens: «El
Concilio es 1789 en la Iglesia», es decir, la Revolución Francesa de
1789 dentro de la misma Iglesia, o también como afirmó el entonces
Cardenal Ratzinger y hoy Benedicto XVI: «El problema del Concilio fue
asimilar los valores de dos siglos de cultura liberal» (Le
destronaron, Monseñor Marcel Lefebvre, en la introducción).
Luego es claro y evidente que cualquiera que guarde o acepte el Concilio
Vaticano II en un 95% acepta en un 95% la Revolución Francesa dentro de
la Iglesia, que asimila dos siglos de cultura liberal en la Iglesia. Un
95% es un porcentaje altísimo estadística o matemáticamente
considerado.
Entonces la gran pregunta es ¿que nos quiere decir? ¿qué pretende
hacernos creer?, al decir que van a dialogar o a discutir con Roma
doctrinalmente, ¿qué van a discutir, el 5% que resta? Esto sólo prueba
fehacientemente la parodia, el engaño, la mentira y la falsedad
objetivamente hablando, y esto por etapas con gran aparato de seriedad,
mientras que de hecho todo se pudre aceleradamente más.
Por si fuera poco, qué queda de la Fraternidad, de la resistencia ante el
modernismo si se guarda, tiene, mantiene o acepta el 95% del nefasto y
atípico Concilio Vaticano II, adogmático y por lo mismo, absurdo, como
el concebir un círculo cuadrado o un triángulo bilátero, un matrimonio
católico no indisoluble, pues como hace ver el teólogo dominico Marín
Solá (sucesor en la cátedra del eminente teólogo tomista en Friburgo,
el Padre Norberto del Prado): «Está revelado que “todo Concilio
ecuménico es infalible”, o lo que es lo mismo, está revelado que
“todo Concilio es infalible si es ecuménico”.» (La Evolución
Homogénea del Dogma Católica, Marín Sola, ed. BAC, Madrid 1963, p.
435); libro elogiado en 1923 cuando apareció por el Cardenal Merry del
Val, quien fue Secretario de Estado de San Pío X, para combatir la
herejía modernista que pretendía una evolución transformista y
heterodoxa del dogma católico, tal cual hoy la concibe Benedicto XVI
cuando dijo siendo Cardenal que «pone en duda que haya un magisterio
que sea permanente y definitivo en la Iglesia» que «ya no hay una
verdad permanente en la Iglesia, verdades de Fe, dogmas en consecuencia,
se acabaron los dogmas en la Iglesia, esto es radical. Evidentemente esto
es herético, está claro, es horroroso, pero es así». Tal como lo
aseveró Monseñor Lefebvre en una de sus últimas conferencias
espirituales en Ecône del 8 y 9 de febrero de 1991, pues murió el 25 de
marzo de 1991.
Pero claro, ahora es según Usted “magnánimo”, “valiente”, “paternal”,
le inspira confianza, es conservador, y aún criticado por el
ultraprogresismo como favorable a la Tradición, en resumen casi un
tradicionalista ante el cual Usted va a Roma «casi corriendo» y lo
admira con ingenua sonrisa como se puede apreciar en algunas fotografías
en una de sus entrevistas, donde aparece también el Cardenal Castrillón
Hoyos y que adjunto para más pruebas de su inopinado y comprometido
proceder.
Monseñor Lefebvre denuncia un pacto de no agresión entre la Iglesia y la
masonería, y Usted está dispuesto a pactar con él. «Un pacto de no
agresión ha sido concertado entre la Iglesia y la masonería», A
esto se lo ha encubierto con el nombre de «aggiornamento» de «apertura
al mundo», de «ecumenismo». (Un Évèque Parle, p. 97). «En
adelante, la Iglesia acepta no ser ya la única religión verdadera,
único camino de salvación eterna». (Ibid. p. 97).
Por esto, el entonces Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, llega a
reconocer a las otras falsas religiones como un camino o vías
extraordinarias de salvación como se puede apreciar en este texto de
corte conservador pero profundamente y solapadamente herético: «…se
ha llegado a poner un énfasis excesivo en los valores de las religiones
no cristianas, que algún teólogo llega a presentar no como vías
extraordinarias de salvación, sino incluso como caminos ordinarios».
(Informe sobre la Fe, Ed. BAC Popular, Madrid 1985, p. 220 última
página).
Por si fuera poco, Monseñor Lefebvre señala que: «Este concilio
representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los
nuestros, una nueva Iglesia que ellos laman por otra parte “Iglesia
Conciliar”.» (Ibid. p. 97).
Monseñor Lefebvre afirma que es un Concilio cismático, y Usted guarda el
95%, es decir que es cismático en un 95%, magnífico nivel, citemos el
texto: «Creemos poder afirmar, ateniéndonos a la crítica interna y
externa de Vaticano II, es decir analizando los textos y estudiando los
pormenores de este Concilio, que éste, al dar la espalda a la Tradición
y al romper con la Iglesia del pasado, es un Concilio cismático. Se juzga
el árbol por sus frutos.» (Ibid. p. 97). Así tenemos paradójica y
absurdamente que Usted acepta el 95% de la Nueva Iglesia postconciliar,
cismática y apóstata, por lo cual, tendríamos en Usted, a un cismático
y apóstata en un 95% (no está mal el porcentaje), que dice ser el fiel y
digno sucesor de Monseñor Lefebvre, si esto no es una falsedad y una
traición ¿dígaseme qué es?
Monseñor Lefebvre considera que: «Todos los que cooperan en la
aplicación de este trastrocamiento, aceptan y adhieren a esta nueva “Iglesia
conciliar”… entran en el cisma» (Ibid. p. 98). Y Usted hoy
pretende obtener un acuerdo con esta nueva Iglesia conciliar
cismática.
Por si fuera poco, Usted pretende un reconocimiento oficial o
regularización de la Fraternidad con Roma modernista y su ecumenismo
apóstata, tal como lo señaló Monseñor Lefebvre: «Los que estiman
un deber minimizar estas riquezas e incluso negarlas, no pueden sino
condenar a estos dos obispos y así confirman su cisma y su separación de
Nuestro Señor y su reino, a causa de su laicismo y su ecumenismo
apóstata.» (Itinéraire Spirituel, p.9).
Sí, ecumenismo apóstata, porque eso es, en lenguaje moderno lo que las
Escrituras llaman Gran Apostasía, es decir la apostasía universal o
ecuménica. Y a esta apostasía ecuménica o ecumenismo apóstata Usted
nos quiere acercar. Luego, nos quiere hacer unos adúlteros, cismáticos,
puesto que como dijo Monseñor Lefebvre: «Esta apostasía convierte a
estos miembros en adúlteros y en cismáticos opuestos a toda tradición,
en ruptura con el pasado de la Iglesia, y por lo tanto, con la Iglesia de
hoy en la medida en que permanece fiel a la Iglesia de Nuestro Señor.
Todo lo que sigue siendo fiel a la verdadera Iglesia es objeto de
persecuciones salvajes y continuas.» (Ibid. p. 70-71).
En la carta a los Obispos del 10 de marzo de 2009, Benedicto XVI afirma,
después de hacer alusión a la “remisión de la excomunión”, como un
gesto de bondadosa y paternal misericordia, para invitar al retorno (del
hijo pródigo) a los cuatro obispos de la Fraternidad, pero recordando
clara y explícitamente que «no ejercen legítimamente ministerio
alguno en la Iglesia», puesto que no tienen misión o posición
canónica, ya que siguen suspensos a divinis hasta tanto su situación se
regularice aceptando, después de las discusiones doctrinales, el Concilio
Vaticano II, lo cual expresa en estos términos (mostrando con el dedo la
luna llena de la Pascua): «con esto se aclara que los problemas que
deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se
refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del
magisterio postconciliar de los Papas. (…) No se puede congelar la
autoridad magisterial de la Iglesia al año de 1962, lo cual debe quedar
claro a la Fraternidad». Con esto se ve cual es el objetivo de Roma
modernista y apóstata, y Usted y los otros tres Obispos de la Fraternidad
nos dicen que van a Roma para predicar la verdad, para convertirlos, etc.
Esto es engañarse y engañarnos a todos estulta e ingenuamente, como el
tonto que se queda mirando el dedo cuando le señalan la luna con la mano.
Pero para colmo, Usted mismo reconoce casi con las mismas palabras de
Benedicto XVI, y en respuesta, que: «Lejos de querer parar la
Tradición en 1962, nosotros deseamos considerar el Concilio Vaticano II y
la enseñanza postconciliar» (Carta del 12 de marzo de 2009) con lo
cual Usted responde prontamente (dos días después) al mensaje de
Benedicto XVI, cuando le señala claramente la luna. Esto sólo muestra y
demuestra, y perdóneme Monseñor, su doble lenguaje modernista y liberal,
manifestándose su falsedad y traición.
Luego Monseñor, es absurdo e injusto que por resistirle pública y
abiertamente a su siniestra política de reintegración en el marco
oficial de la Nueva Iglesia conciliar con su ecumenismo cismático y
apóstata, Usted se atreva, en el ejercicio abusivo de su autoridad,
comprometida y claudicante con los peores y principales enemigos de la
Iglesia, expulsarme, acusándome falsa e injuriosamente de rebeldía,
insumisión, desobediencia, obstinación, escándalo, sublevación, falto
de enmienda, perjudicial o dañino para con el bien común de la
Fraternidad, acusaciones todas que muy fácilmente se las puedo endosar y
restregárselas en la cara, pero de esto se encargará el Divino Juez
cuando venga a juzgar a vivos y a muertos, en él pongo la suerte de mi
causa y allí nos veremos, y entre tanto pido por Usted, que Dios lo
perdone, porque no sabe lo que hace, ni con la Fraternidad, ni conmigo que
me defenestra como a un vil delincuente a la calle, sin recursos, con 55
años (al igual que aconteció con muchos sacerdotes reticentes a las
innovaciones en la época del Concilio), y esto después de haber dado
todo de mí con total y generosa entrega al servicio de la Fraternidad, a
la que pertenecí durante 29 años, dejando todo, renunciando a todo para
servir a la Santa Madre Iglesia en la Fraternidad, resistiendo y
combatiendo contra el modernismo herético y apóstata, al cual hoy Usted
nos conduce suave, dulce, pero seguramente.
Hoy Usted me excluye de la Nueva Fraternidad reciclada a los pies de la
Nueva Iglesia conciliar, Nueva Fraternidad y Nueva Iglesia a las cuales
jamás pertenecí ni quiero pertenecer nunca, yo seguiré perteneciendo a
la verdadera Iglesia y a la verdadera Fraternidad. Usted me expulsa, mejor
dicho me excomulga de su Nueva Fraternidad, poco me importa, como poco le
importó a Monseñor Lefebvre que lo excomulgaran de la Nueva Iglesia,
siendo ello, lejos de un estigma, de una afrenta, una verdadera
condecoración inmarcesible y una prueba de su ortodoxia, y no como
Ustedes, los cuatro obispos, que avergonzados pedís que se os quite tal
afrenta ante los ojos del mundo, no queriendo seguir soportando la Cruz,
considerándola ignominiosa, como si Cristo hubiera bajado de la Cruz
(instrumento de máximo oprobio y sufrimiento), pero no lo hizo, prefirió
morir crucificado, vejado, escupido, azotado y despojado de su vestimenta
y por todos abandonado, para fundar su divina Iglesia entregándole el
testamento de su Sangre derramada sobre la Cruz. Y este testamento firmado
con su divina sangre, su cuerpo todo inmolado, es la Santa Misa, que hoy
Usted de algún modo desconoce como única y exclusiva, al aceptar la
Nueva Misa espuria y bastarda (como la llamó Monseñor Lefebvre al igual
que a todos los nuevos sacramentos y a los sacerdotes) como rito principal
(ordinario) y legítimo mientras que la Misa Tridentina pasa a ser un rito
ocasional (extraordinario) en la Nueva Iglesia, que es (o será) la sede
del Anticristo-Pseudoprofeta, pues como dijo Nuestra Señora en la Salette:
«Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo». El que
tenga ojos que vea, y el que tenga oídos que oiga.
Por irónico que parezca, pero así son las cosas, Usted hoy me decapita,
sin quizás recordar que gracias a mí, Usted aceptó el cargo de Superior
General, dada mi intervención en el Capítulo General de 1994, impidiendo
así la reelección del Padre Schmidberger, que desde dos años antes
comenzó a disponerlo todo para ser reelegido y que casi lo logra, pues
sorpresivamente Usted fue el elegido, en contra de sus planes, y que
gracias a mi intervención al levantar mi voz para decirle que aceptara el
cargo como una cruz, a imagen de San Pío X, que aceptó con pesar y hasta
con lágrimas el ser elegido milagrosamente en el cónclave, y así Usted
después de retirarse unos momentos a solas con el Padre Schmidberger en
la habitación contigua (sala de grabaciones), a lo cual me opuse
levantándome en medio de la concurrencia impávida y muda de los
asistentes, incluidos los otros tres obispos, para dirigirme al Padre
Aulagnier, el entonces superior de Francia, y pedirle que interviniera
impidiendo estos secretos, pero sin obtener ningún resultado; y así
Usted al retornar a la gran sala aceptó su elección, concluido el breve
entendimiento con el Padre Schmidberger.
Y para colmo de ironías después de saber esto, viendo como me trata
(maltrato) algún ladino (cual abogado del diablo) podrá decir: «así
paga el diablo a quien bien le sirve».
Todo este drama apocalíptico que vive la Iglesia está contenido
proféticamente en toda la liturgia de la Cuaresma, de manera
espacialísima y solemne en la Semana Santa y el Triduo Sacro que nos
muestra la Iglesia desolada, el altar desmantelado y el tabernáculo
vacío, clara imagen de lo acontecido no sólo hace 2000 años con la
Pasión y muerte de Cristo en la Cruz, sino también de lo que sucedería
a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo al fin de los últimos tiempos
apocalípticos, antes de su gloriosa Parusía, que todos debemos esperar y
que pedimos incesantemente quizás muchas veces sin darnos cuenta al pedir
en el Padrenuestro, venga nos el tu reino (adveniat regnum tuum), o como
dice también San Juan Evangelista al finalizar el libro del Apocalipsis:
Ven Señor Jesús, Maranatá.
Que Dios lo perdone, Monseñor, con todo su Capítulo, que cual concilio
sanedrita me condena y excluye, recordándome lo que hiciera con Nuestro
Señor Jesucristo quien fuera el pueblo elegido, pero después corrompido,
resonando en mis oídos las palabras de la liturgia: «Dijeron los
impíos oprimamos al varón justo porque es contrario a nuestras obras.»
(5ª antífona de Laudes de Martes Santo). Pero también vienen a mi mente
las reconfortantes palabras del Profeta: «El Señor Dios es mi
protector, por eso no seré avergonzado; y así he presentado mi rostro
como una piedra durísima, y sé que no quedaré confundido». (Is.
50, 7).
Así pues no quedándome otra alternativa que la de callar y claudicar en
el vil silencio ante lo que veo, o la de hablar claro y firmemente al
precio de la exclusión, he cumplido con mi deber sacerdotal sin
traicionar a Dios ni a mi conciencia.
Ahora no me queda sino deambular con la cabeza entre las manos cual
aconteció a San Dionisio cuando le decapitaron, antes de caer y morir. Me
despido de Usted en este patético y significativo Triduo Sacro de la
solemne Semana Mayor, lleno de profética alusión a lo que acontecería
con la Iglesia en los últimos tiempos apocalípticos, pero que es el
necesario preludio para la futura y gloriosa Pascua de
Resurrección.
Basilio
Méramo Pbro. Orizaba,
Jueves
Santo, 9 de abril de 2009
.
ÍNDICE DEL SITIO