CARTA EN RESPUESTA A LA
SEGUNDA MONICIÓN CANÓNICA
Rev. Padre Basilio Méramo
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Estimado Monseñor
Fellay:
Dado que el 2 de
marzo de 2009 fui convocado a la sede de distrito para recibir la segunda
monición canónica verbal, por no aceptar retractarme al menos en la forma,
por encima sin ir al fondo, pidiendo excusas por mi carta del 26 de enero
de 2009, le escribo para hacerle saber que:
·
1)
Dada la gravedad de su proceder poniendo a la Fraternidad Sacerdotal San
Pío X a los pies de Roma apóstata (como señaló en su momento Monseñor
Lefebvre) con lo cual se desactiva la resistencia heroica, iniciada con
Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, en el combate al modernismo
y a la obra de autodemolición de la Iglesia, que ahora se introduce en el
seno de la Fraternidad para ser la obra de su autodemolición.
·
2)
Dado que usted reconoce (al menos implícita y tácitamente) que las
excomuniones fueron de algún modo válidas, al «volver a solicitar el
levantamiento de las excomuniones» y aceptar la «remisión de la
censura de excomunión» tal como consta en el decreto de la Sagrada
Congregación para los Obispos firmado por el Cardenal Giovanni Batista Re
el 21 de enero de 2009. Mientras que Monseñor Lefebvre y la Fraternidad
siempre la consideraron nula e injusta de pleno derecho, pues la Tradición
no puede ser jamás excomulgada, y esto es la prueba (el cuerpo) de su
delito. Así, le hace (sigue) el juego a Roma adúltera, que permanece firme
y fiel al espíritu ecuménico de Vaticano II.
·
3)
Dado que usted juega con las palabras para camuflar la claudicación
prestándose al juego de Roma Modernista, y caer en sus redes aceptando los
hechos, y alabando la magnificencia, la paternidad y el valor de Benedicto
XVI. Falta nada más que ahora diga que también es tradicionalista, cuando
en realidad es una mente totalmente deformada por la dialéctica del
pensamiento moderno que es profundamente gnóstico.
·
4)
Dado que usted (consciente o inconscientemente) desactiva la resistencia
firme y combativa contra Roma protestantizada y nos quiere hacer aceptar
la coexistencia pacífica para tener un altar con la Misa Tradicional en el
panteón ecumenista de las falsas religiones, reconociendo que el derecho
de la Misa Tridentina es el rito extraordinario al lado de la Nueva Misa
como rito ordinario, ritos ambos legítimos y buenos, lo cual clama al
cielo por su abominable farsa e impostura.
·
5)
Dado que usted quiere sofocar toda legítima reacción aplastando con su
autoridad y poder cualquier resistencia justa y legítima a su inopinado
proceder destruyendo la Fraternidad fundada por Monseñor Lefebvre.
·
6)
Dado que usted no cree en el complot contra la Iglesia y la Revolución
Anticristiana operado por los hombres de Iglesia (Papas y Cardenales) en
plena sintonía con el Modernismo y el Concilio Vaticano II (el cual usted
incluso acepta en un 95%), y que ve sólo equívocos de acuerdo a sus
últimas declaraciones, como en su carta a los fieles del 24 de enero de
2009 donde únicamente se limita a una cuestión de poner reservas.
·
7)
Dado que usted sí cree, en cambio, que yo, un simple sacerdote, solo, sin
recursos, que dice de frente lo que piensa, estoy haciendo un complot
contra la Fraternidad, cuando lo único que quiero es mostrar el grave y
mortal error en el que se nos ha metido.
·
8)
Dado que usted quiere revertir la crisis (la Revolución dentro de la
Iglesia) desconociendo no sólo la historia, sino también la teología de la
historia, dentro de la cual se sitúa esta crisis irreversible de fe, que
ni aún un Papa Santo como San Pío X podría hoy revertir el mal que ha
podrido casi todo y se escapa ya del poder de un Papa enérgico y santo el
poder parar este proceso revolucionario. Además no es con diálogos, ni
discusiones aun teológicas que esto se pueda resolver, pues la fe es
cuestión de adhesión incondicional y absoluta, y exige la profesión de fe,
todo lo demás viene del maligno.
·
9)
Dado que se alegra de la remisión del decreto de la censura de excomunión
alabando la magnanimidad, la paternidad y el valor de Benedicto XVI (al
colmo de agradecer a través del Padre de Cacqueray la carta en su apoyo,
escrita por un grupo de fieles y detrás sacerdotes de la Fraternidad,
conociendo a uno en especial) y alegando que fue un regalo y bendición del
cielo, de Nuestra Señora, cuando en realidad la desgracia visitó a Ecône
el once de febrero, con la trágica y espantosa muerte de tres seminaristas
y un cuarto mal herido, cosa jamás vista, justo el día de la Fiesta de
Lourdes (como por pura coincidencia), habiéndose lanzado la cruzada del
ramillete de rosarios en la peregrinación internacional en Lourdes; y por
si fuera poca casualidad, el mismo día que recibo la primera monición
canónica en vías de expulsión, creo sinceramente ante Dios, Monseñor, que
usted no tiene el respaldo del cielo, ni de la Santísima Virgen María como
pretende, sino todo lo contrario, pero su obcecación y compromiso con Roma
Apóstata es tal, que no lo puede ni lo podrá ver, pues ha ido muy lejos y
es demasiado tarde.
·
10)
Para usted ya no es la excomunión un honor y un signo de ortodoxia ante la
Iglesia Postconciliar, como decía Monseñor Lefebvre sino que ve una
afrenta, una etiqueta infamante y un estigma; tampoco distingue la Iglesia
oficial de la Iglesia visible, como hacía también Monseñor; usted tiene
una actitud de confianza, mientras Monseñor desconfiaba cada vez más;
usted cree que trata con gente honesta, y Monseñor Lefebvre decía que era
gente deshonesta y bribones; usted les atribuye un espíritu paternal,
magnánimo, mientras que Monseñor hablaba de espíritu adúltero; en fin,
tantas cosas en las cuales usted dice lo contrario de lo que decía
Monseñor Lefebvre.
Ante todo esto,
su segunda monición queda desvirtuada sin valor ni fundamento, al igual
que la primera. Es evidente que su monición canónica secreta y verbal
carece de materia jurídica para expulsarme, que se trata de un problema
teológico-religioso y no de un problema jurídico-disciplinar
(desobediencia, rebeldía, insumisión, orgullo, protagonismo, testarudez,
etc.) y pretende sofocar la denuncia pública de su gravísimo error y
traición a la verdad. Ahora vemos en que ha ido a parar su expresión; «si
me llaman voy corriendo a Roma». Y siendo todo esto la consecuencia
lógica de lo que usted mismo reconoce como una línea de conducta que se
tomó desde 2001, después del famoso jubileo del año 2000.
Quizás la culpa
no sea del todo suya, pues en realidad no ha hecho sino seguir y ejecutar
(dada su reelección) la directriz trazada por el Padre Schmidberger (su
predecesor en el cargo), amigo del entonces Cardenal Ratzinger y hoy
Benedicto XVI, quien desde hace mucho tiempo, y aún en vida de Monseñor
Lefebvre, lo tenía marginado de sus conversaciones en Roma con el entonces
Cardenal Ratzinger. Baste como prueba de que ni miento ni exagero lo que
un día estando aún como seminarista en el seminario de Ecône Monseñor
Lefebvre me dijo cuando le pregunté sobre la situación de lo que acontecía
con Roma en aquel entonces respondiéndome: «Que quiere que le diga,
hace un año que no sé nada, no estoy al corriente, usted sabe el
Padre
Schmidberger cada vez que va a Roma se entrevista con el Cardenal
Ratzinger, y como los dos hablan en alemán se entienden, y yo no sé lo que
hablan».
Si esto no es verdad, que el Padre Schmidberger lo niegue si se atreve.
Este es el complot que se inició aun en vida de Monseñor Lefebvre y que
hoy vemos los resultados, que de modo gradual y secretamente se han
realizado. Así como tenemos la autodemolición de la Iglesia por vía
jerárquica, ahora nos encontramos con la autodemolición de la Fraternidad
San Pío X por vía de su jerarquía, aunque las consecuencias no se
manifiesten inmediatamente. Así como un enorme petrolero con las turbinas
apagadas no se detiene inmediatamente, sino después de muchos kilómetros,
por la misma fuerza de su inercia de movimiento.
Por esto no puedo
claudicar con mi silencio sin traicionar a Monseñor Lefebvre, a la
Fraternidad, a la Iglesia y a la Verdad. Es necesario que por lo menos un
miembro de la Fraternidad, diga las cosas como son sin equívocos ni
disimulo, sin dejarse aplastar ni sofocar por la ley del silencio bajo el
peso de la obediencia y la autoridad mal entendida.
Todo esto me hace
recordar las palabras de Monseñor Lefebvre dichas ante Roma que lo juzgaba
habiendo sido acusado de rebeldía, obcecación, orgullo, de cisma, etc.: «Soy
yo el acusado que debiera juzgarles.»
Que Dios lo
ilumine.
Basilio Méramo Pbro.
Orizaba, 9 de marzo
de 2009
P.D. Si hago
pública esta carta al igual que la anterior es por la sencilla razón que
mi expulsión (injusta) de la Fraternidad San Pío X no puede transcurrir en
el silencio y la obscuridad como se pretende con estas moniciones, pues
los fieles que me conocen en muchas naciones del mundo donde he ejercido
mi ministerio sacerdotal, tienen derecho a saber la verdad, pues las cosas
tienen que ser claras y transparentes. No se puede
expulsar
injustamente a un sacerdote que es miembro de la Fraternidad desde hace
veintinueve años por la puerta obscura en el silencio y la impunidad. Si a
mi me echan, tiene que quedar muy en claro para todos los fieles que es
por no estar de acuerdo con su nefasto actuar y disimulada claudicación,
al punto de desactivar solapadamente la resistencia ante Roma pervertida y
corrompida cual la gran ramera del Apocalipsis de San Juan.
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