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CUARTO DOMINGO

DESPUÉS DE EPIFANÍA

(1 de febrero de 2009)

Rev. Padre Basilio Méramo

 

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   Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

   En este 4º Domingo Después de Epifanía, el Evangelio de hoy nos relata el milagro que hace Nuestro Señor con sus discípulos, en la barca que estaba a punto de naufragar, de hundirse, y la respuesta de Nuestro Señor cuando le despiertan porque dormía en medio de esa hecatombe, como un niño, sin importarle el peligro ni la zozobra de los discípulos que estaban bastante asustados. ¡Y quién no se va a asustar en medio de una tempestad en el mar! Los discípulos recurren a Nuestro Señor, lo despiertan, y Nuestro Señor, ¡vaya respuesta que les da!: "Hombre de poca fe! Nuestro Señor es tremendo, no se anda con medias tintas; Él no es un político ni un diplomático. Pues bien, Nuestro Señor es tremendo, y lo vemos aquí una vez más, para ver que era tremendo, dos veces a latigazos sacó a los mercenarios, mercaderes, vende Iglesia o vende Patria, del templo. ¡El manso, pacífico y dulce Jesús! Es que ser pacífico y manso, y dulce, no es ser tonto ni bobo, ni menos, cobarde, y es el liberalismo democrático, que hace a los hombres políticamente correctos, pero inútiles, cobardes para defender la verdad, y sobre todo la Verdad  religiosa. Y por eso Nuestro Señor, con todo el asombro y el pasmo que nos puede ocasionar esta respuesta, ¡hombres de poca fe!, cuando lo lógico pareciera que sí, fue normal, se asustaron y lo despertaron, y Él les responde así, una respuesta inopinada, diría un político demócrata de hoy, ¡qué barbaridad, cómo les responde así!

   Pues vean ustedes como es Nuestro Señor, no es como lo pintan por ahí, de cachetitos colorados, como una monjita afeminada, ¡no señor! era un hombre, viril, y la religión es viril, y de ahí viene la virtud, no hay virtud sin virilidad, tanto en el hombre como en la mujer. Y todo el orden sobrenatural, de la gracia, de la vida espiritual, es viril, y el que crea que es caminar así, como cotorrito, o como cotorrita, como la de mansitos, y tonterías, es mojigatería frailera, o frailuna, o lo que quieran. Eso no es la virtud sobrenatural del católico, esa es la parodia afeminada de la virilidad, de la virtud sobrenatural.

   Entonces cuidado, estimados hermanos, de confundir los parámetros, de confundir las cosas. Y por eso hay tanto curita afeminado por ahí. Curitas, obispos, y qué se yo. Y creen que todo eso es virtud. No quiero decir la palabra, porque se escandalizarían, pero eso se llamaría otra cosa. Pues bien, esto nos da la prueba, entonces, una vez más, que un hombre manso y dulce, pero viril ¡hombres de poca fe! y ¿por qué Nuestro Señor les dijo eso con indignación, con rabia, se podría decir en el lenguaje común y corriente. Fíjense ustedes que es casi el único  defecto que se le puede a veces atribuir tal vez a Dios, la ira divina, la indignación, no se le puede atribuir cobardía, flojera, orgullo, pereza, pero sí iracundia, qué increíble, porque hay una santa ira, no hay una santa soberbia, no hay una santa pereza, pero sí hay una santa ira. La indignación justa, que también puede ser mala, y ahí está también la ira como pecado, cuando es por pura capricho, pero la santa indignación, de ver conculcada la verdad, de ver conculcada la fe. de ver conculcado el bien común, de ver conculcado el derecho, la justicia, la ley, la Patria, o lo que ustedes quieran de bueno, la familia, la amistad, o lo que fuera, eso produce en hombres y mujeres bien nacidos, indignación. Entonces no se trata siempre de estar allí aparentando otras cosas, y de tanto aparentar, Dios permite que todo se vuelva una pura apariencia superflua por todas partes, y dentro, hasta de la misma Iglesia. Y ¡por qué? por hombres de poca fe. Porque cómo es posible, si los Apóstoles estaban con Nuestro Señor en la barca, la barca simboliza la Iglesia, en medio del mar tumultuoso y peligroso de las aguas tenebrosas de este mundo bajo el imperio de Satanás, príncipe de este mundo, y de ahí la representación de la Iglesia como una barca que flota en medio de las olas, en medio de la tempestad de este mundo agitado por Satanás y sus secuaces; y por eso Nuestro Señor les dice ¡hombres de poca fe! ¡Claro que sí! ¿Cómo van a tener miedo, si están con Cristo, si la barca es de Cristo, si la Iglesia es de Cristo, aunque duerma como hombre, porque como Dios está despierto, día y noche, eternamente. Por eso Nuestro Señor les reprocha, y se los dice en cara. Y ese reproche vale también para nosotros, mis estimados hermanos, el que tiene la sapiencia y la inteligencia de que la barca, la Iglesia, es de Cristo, por más que yo vea que está a punto de naufragar, no debo tener miedo, y menos, que por miedo, pacte con el enemigo. He ahí el problema, ¡hombres de poca fe! entonces, lo que quiere Nuestro Señor, son hombres que no sean cobardes, porque la cobardía viene de falta de virilidad, tanto en el orden natural como el sobrenatural; y falta de fe ¡hombres de poca fe! típico de un cobarde, pues lo propio de la virtud es crecer en la dificultad, y no achicarse, amilanarse o replegar, como el soldado bravo, va a la guerra a vencer o a morir, pero no a retroceder, eso es traición.

   Y así pasa también dentro de la Iglesia ¡hay muy pocos hombres, verdaderamente hombres, en la Iglesia! Faltaron en el Concilio Vaticano. Si hubiera habido un sólo cardenal que se hubiera levantado y enseguida impugnado las herejías y los errores del Vaticano II, declarándolo públicamente, hubiera hecho temblar a todo el mundo. Pero faltó, porque ahí está el problema mucha gente puede ver y saber, pero ¿quién osa oponerse al poder, he ahí la dificultad, falta de virilidad, falta de fe. Y así las cosas van sucediendo, mis estimados hermanos, en la Iglesia, y desgraciadamente en la Tradición, y desgrac1adamente en la Fraternidad. Porque esa carta que he escrito, que me puede costar el pellejo, no lo hago ni por soberbia ni por orgullo, yo le he pedido a la Santísima Virgen María y a Dios, que antes de dar el paso, lo impidiera, si yo obraría por orgullo o por estupidez o por cualquier tontería de la que como hombre, nadie está exento ni yo tampoco, pero que si no me lo hacía ver para que me echara para atrás, yo me lanzo, y como todo bravo, no me paro hasta que no arremeto hasta morir. Y fíjense ustedes, mis estimados hermanos, que aún hoy, con esa carta ya publicada y enviada a la Casa Generalicia, hoy, una vez más, si estoy equivocado, si estoy errado, la pido a Dios y a la Santísima Virgen, delante de ustedes, que me lo haga ver, y ya mismo me arrodillo, me retracto, y le beso la mano y los pies a Benedicto XVI, a Monseñor Fellay y a todo aquel al cual yo haya por alguna circunstancia teológica, doctrinal, errada mía, conculcado o lo que fuera. Pero yo no puedo aceptar que encima de que veo las cosas como son, acepte que para colmo de la traición, se diga que eso es la bendición de la Santísima Virgen María. Si Monseñor Fellay osa decir eso, yo lo conmino delante de Dios, a que sea castigado por la Santísima Virgen María por usar su Santo Nombre en semejante patraña. Y si yo me equivoco, que me castigue a mi. Más claro, no se puede ser. Pero al pan pan, y al vino vino. Y aquí no estamos jugando, aquí se está vendiendo la Iglesia, están vendiendo la Fraternidad, me están vendiendo a mí y a ustedes. Pero yo no me dejo comprar ni vender.

   Y estos no son sermones políticos, son religiosos. Los pericos politiquitos, que vayan a hacer política allí en el Ayuntamiento de Orizaba, o en Méjico o en donde pueda. Porque a mí la política me importa un rábano, un comino, porque ya no hay política, lo que hay es politiquería, porque la política es el gobierno de la ciudad, de la polis, se gobierna para el bien común, para la virtud y la justicia, basado en la verdad. Y díganme ustedes qué político tiene esos parámetros. A mí entonces, no me hablen de política, que para eso me da asco, y por eso me da indignación que me tilden abusivamente de politiquero, comparándome con la política de hoy, que no es la política de la verdad. Y hace falta, mis estimados hermanos, creo que en la Iglesia y en la Fraternidad que alguien diga las cosas como son. Y no voy a tener pelos en la lengua, como se lo dije al padre Trejo, no se meta, padre, porque si se me mete, de frente, también lo refundo. El problema es con el Superior General, que está vendiendo la Fraternidad, se alía con el Vaticano, que no ha echado un paso atrás. ¿A dónde anda Benedicto XVI? Va a la sinagoga, va a la ONU, y ahora también quiere venir a la Fraternidad, una concubina más, en el panteón de las falsas religiones.

   Eso no puede ser, esa es la táctica de Roma. Roma, sépanlo, mis estimados hermanos, la táctica del Imperio Romanos, fue dominar el mundo a través de las alianzas religiosas, por eso tenía un panteón con los principales dioses de todos los pueblos importantes sojuzgados a él. Porque había la alianza en la religión, entonces no se podía combatir al enemigo, teniendo los mismos dioses, porque los enemigos eran los distintos y diferentes dioses, entonces teniendo el mismo dios, no había problema. Roma tenía el dios de los griegos, vengan acá los griegos. Roma tenía el dios de los unos y de los otros, vengan para acá los unos y los otros, y así gobernaba. Y esa táctica sigue, en lo que ya San Pedro, primer Papa de la Iglesia, llamó Babilonia. No estaba ya en Medio Oriente, estaba en Roma, y la llamó Babilonia, porque era una Babilonia de religiones, que no escatimaba decir que tenía en su seno un altar para cada dios. Todas las religiones conocidas tenían ahí su representante. Como lo dice, si mal no me faya la memoria, el Papa, no me acuerdo, pero sale en el Breviario, justamente de allí lo saqué. Y no solamente dice eso, sino que al final Roma volverá, como al principio, volverá a ese mismo paganismo, a regocijarse de tener a todas las religiones, volviendo a su antigua prostitución religiosa. Y eso hoy lo estamos viendo, por eso necesitan la Tradición también allí, que tenga sus derechos, no son los derechos de la Tradición, como los derechos de los musulmanes, los derechos de los adventistas, los derechos de patatín y de patatán, es el derecho único y exclusivo de la Iglesia, que es Tradición. El otro lenguaje es liberal,  y con ese lenguaje liberal de derechos, como acepta la democracia moderna liberal, los derechos de cada uno, conforme a la dignidad de la persona humana, y de la conciencia del hombre.

   Por eso Benedicto XVI va a la ONU, ¿qué creen que va a hacer allí, no tiene nada que hacer allí un católico. Así andan las cosas,  así andan los reyes de este mundo, los presidentes de este mundo. Y así anda la religión, cabalgando sobre la Bestia, la mujer escarlata, la gran ramera, como dice el texto apocalíptico y nadie se me escandalice, la Biblia tiene un lenguaje muy concreto, pero nuestros oídos afeminados, a veces se escandalizan cuando se usan para decir la verdad, pero no se escandalizan de ver toda la pornografía día y noche, por Internet, por la televisión, cine, espectáculos, modas, ahí no se escandalizan, pero cuidado si el padre Basilio, o cualquier otro, dicen la gran ramera, eso es escándalo de fariseos. Y así anda la mujer escarlata, vestida de púrpura como se visten los prelados, los cardenales en la Iglesia, de rojo, el rojo real, que indica la realeza, la nobleza, sobre la bestia, fornicando con los reyes de este mundo. así anda la religión, y en ese contubernio adúltero, apóstata, quieren integrar la Fraternidad fundada por Monseñor Lefebvre. Pues yo, como miembro de la Fraternidad, que es mi familia a perpetuidad, me echen o no me echen, me opongo, pública, oficialmente y hasta la muerte, a este contubernio. Y el día que deje de oponerme, será porque esté muerto. Y ojalá sea por seguir diciendo lo que digo, porque sería un santo más. Y ganas no me faltan, porque así me libro del Purgatorio y me voy derecho al cielo ¡bendito sea Dios!

   Pero no me voy a amedrentar, ni me van a amedrentar. Así como ellos, secuaces del demonio, de Satanás, dicen que es irreversible el proceso del ecumenismo del Vaticano II, yo, en nombre de la Iglesia de Cristo, la única verdadera, perseguida, les digo que no voy a dejar el campo. Podrán triunfar, pero será un triunfo efímero, porque el verdadero triunfo lo tiene Nuestro Señor, y Él cuando vuelva en su segunda venida, con el resplandor y la majestad de su presencia, con un soplo de su boca, lo hará desaparecer al Anticristo, pseudo profeta, al Anticristo. común y corriente, el uno religioso y el otro político y a Satanás.

   Ese es el verdadero triunfo, y no, que también eso lo tienen alambicado con falsas interpretaciónes, piadositas de Fátima, pero erróneas, por falta de fundamento teológico, escriturístico, apologético y exegético, porque lo que yo digo, hay grandes eminencias que lo han dicho. Ya están muertos, y como los muertos nos hablan, a los vivos, pero ahí están las obras.

   Pues bien, mis estimados hermanos, esa es la situación. ¿Qué queda hacer? rezar sin claudicar, y lo demás en manos de Dios, Dios sabrá. Porque la verdadera esperanza no está en los acuerdos de Monseñor Fellay y de Benedicta XVI, ni los acuerdos con nada que sea de este mundo. La esperanza está en Nuestro Señor, y solamente en Él. Y quien lo espera en gloria y majestad, he ahí el problema. Dos bandos, el católico que espera a Nuestro Señor, y el que no lo espera. Como el que espera la muerte y se prepara, y el que no la espera, y se termina muriendo igual.

   Y esa es la lucha apocalíptica, y en el fondo la falsa esperanza de querer remediar una crisis que no tiene remedio porque es irreversible. Y ha llegado a un grado tal de corrupción que ya no da para más. Y nadie remienda ropa vieja con tela nueva, ya lo dijo Nuestro Señor. Esto no se remienda, esto se purifica, y se purificará así, con este tremendo castigo espiritual y también con un castigo material como efecto secundario, para que el imbecilizado  mundo ateo e impío, se dé cuenta, y por lo menos clame a Dios antes de morir y se arrepienta, y salve así su alma.

   Pidámosle a la Santísima Virgen María que nos ayude, que nos bendiga, y no utilicemos su Santo Nombre para enmascarar la más vil y cruel de las traiciones.

   Mis estimados hermanos, hay que pedirlo de corazón. El problema no es ni mío personal, porque yo personalmente podría estar en Colombia, ser obispo, no necesitaba ir a la Fraternidad, entonces miedo a qué y qué. A quedar bien con quien, si ya uno sabe a qué se mete. No es mi problema, y si llego a tener problemas, y los tengo y los he tenido, han sido por orden teológico, doctrinario y de fe, porque para rascarme la panza, me la rasco en Haway o en Haití, o a donde se me diera la gana. No tendría por qué estar aquí,  no digo muriéndome de hambre, pero tener que aguantar, dentro de la Fraternidad, tanta estupidez de superiores incultos, sin sapiencia, con un barniz de Teología, que no se sabe si se meten a cura porque son incapaces de fecundar una mujer y tener hijos y mantenerlos con el sudor de la frente, y sea mucho mejor con los dinerillos que por ahí de la Iglesia se tenga, o con el poder, o lo que fuera. Así que si tengo problemas, no es por mi, es por la Iglesia. Entonces el problema es de la Iglesia, y por ser de la Iglesia es mío y de ustedes también, exista o no exista la Fraternidad.

   El problema es Roma, que desde hace cuarenta años no confirma a los fieles a la Iglesia en la fe, y así se ha convertido en la sede del Anticristo, como lo dijo Nuestra Señora en La Salette.  Y las tinieblas se hacen dentro de la Iglesia, la confusión, y peor aún se confunde el mal por el bien, y eso es lo típico del Anticristo, el que invierte, hace creer que las tinieblas es la Luz, que la mentira es la verdad, y eso es lo que hoy vivimos, porque hoy impera todo menos la Verdad. El gran obstáculo ha sido quitado, el imperio de la Verdad, que decía ya San Pío X, cuando la Iglesia no sea ya capaz de seguir manteniendo el imperio de la Verdad, entonces Nuestro Señor está pronto a venir. Y en esa situación estamos. Allá el que lo quiera creer o no creer , ver o no ver, pero así es.

   Pidámosle a la Santísima Virgen María que nos ayude, porque de todos modos, sabemos que pase lo que pase, la Iglesia es indefectible aunque sea reducida a un pequeño rebaño disperso por el mundo y que el triunfo del Inmaculado Corazón de María tendrá lugar, y será al unísono con el triunfo de Cristo Rey  viniendo en gloria y majestad.

  

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