BAJO LAS APARIENCIAS DE BIEN
EL DEMONIO TIENTA COMO ÁNGEL DE LUZ
Las Sagradas Escrituras nos advierten que Satanás
muchas veces bajo aspecto de ángel de luz (bien aparentemente) seduce a
los fieles buscando como un león rugiente a nuestro alrededor viendo a
quien puede devorar por lo cual San Pedro nos exhorta a siempre vigilar.
Pues bien muchos (quizás la gran mayoría) de los defensores de la
Tradición y de la Santa Misa de siempre, han visto en el Motu Proprio de
Benedicto XVI un bien al afirmar (reconocer) que la Misa Tridentina o de
San Pío X, nunca fue abrogada, y esto abre un horizonte de perspectivas de
grandes esperanzas que desembocan en un optimismo halagador cual rocío al
ávido y sediento terreno en un esperanzado reverdecer.
Pero si nos fijamos desapasionada y atentamente a la luz de la fe, nos
percatamos del espejismo que nos presenta una volátil realidad que se
esfuma y desvanece ante nuestros ojos.
No podía ser mejor, ni mas perspicaz el proponer un laudable
reconocimiento conforme a la verdad que los tradicionales y Monseñor
Lefebvre siempre afirmaron: que la Misa Tradicional nunca fue abolida de
derecho aunque sí suprimida de hecho de modo abusivo y autoritario.
El sutil e inteligente reconocimiento de parte de Benedicto XVI
afirmando que la Misa Antigua nunca fue abolida, a simple vista suena a
triunfo, pero en realidad es el medio más audaz y efectivo para lograr su
profundo y más querido anhelo de acuerdo a su óptica modernista, lo más
entrañable cual ángel de luz bajo apariencia de bien, que muchos
progresistas no han sabido calibrar y apreciar en su fanático deambular.
La verdad es que si Benedicto XVI (de aguda y perspicaz inteligencia)
pretende legitimar la Nueva Misa haciéndola pasar como una expresión
fidedigna del rito romano de la Iglesia, no podía seguir sosteniendo el
absurdo de afirmar la abolición de la Misa Antigua que por simple contexto
histórico y dogmático fue a todas luces la expresión del rito romano,
históricamente no se podía cómo él mismo lo afirma en su propia biografía
una ruptura cismática como hasta ahora se venía haciendo, había que
deshacer el entuerto; he aquí sus propias palabras: El segundo gran evento
al comienzo de mis años de Ratisbona fue la publicación del misal de Pablo
VI, con la prohibición casi completa del misal precedente? Pero yo estaba
perplejo ante la prohibición del misal antiguo, porque algo semejante no
había ocurrido jamás en la historia de la liturgia? No se puede, por
tanto, hablar de hecho de una prohibición de los anteriores y hasta
entonces legítimamente válidos misales. Ahora por el contrario, la
promulgación de la prohibición del Misal que se había desarrollado a lo
largo de los siglos desde el tiempo de los sacramentales de la Iglesia
antigua, comportó una ruptura en la historia de la liturgia cuyas
consecuencias sólo podían ser trágicas.? (Joseph Ratzinger, Mi Vida, ed.
Encuentro Madrid 2005 pp. 148-149).
Con esto se ve claramente como para el Cardenal Ratzinger, desde
entonces esto era una ruptura que históricamente no se podía sostener en
pie y había que resolver el problema, máxime aún si con sibilina astucia y
sagacidad su cometido era mostrar que la Nueva Misa es legítima
continuación y expresión del rito romano de la Iglesia, no se podía
permitir el estúpido lujo de una trágica ruptura, ni al menor de sus
visos. Su ecumenismo inteligentemente dialéctico no se lo permitía, pues
si él pretende hacer pasar la Nueva Misa como legítimamente romana, como
su legítima expresión, cual una cara de
la misma moneda, no podía, ni puede seguirse afirmando que la otra cara de
la misma moneda (la Misa Tridentina) no lo es. Si ambas misas son la
expresión de un mismo rito romano, es evidente que no se puede continuar
con el estulto y tonto argumento de decir que la Misa antigua estaba
prohibida o abolida, máxime si se quiere hacer pasar a la Nueva Misa
(bastarda y protestantizante según el calificativo de Monseñor Lefebvre)
como legítima expresión del rito romano igual que la Misa Antigua
históricamente (y además dogmáticamente) lo fue.
No se puede tolerar además en su cometido de amalgama (coagula)
dialéctico ecuménico dejar el menor viso de ruptura (o cisma litúrgico
histórico) que impida su síntesis dialéctica. Por esto el Cardenal
Ratzinger se permite afirmar: Para la vida de la Iglesia es dramáticamente
urgente una renovación de la conciencia litúrgica, una reconciliación
litúrgica que vuelva a
reconocer la unidad de la historia de la liturgia y comprenda el
Vaticano II no como ruptura, sino como momento evolutivo.? (Ibid. p. 150).
Queda manifiesto así, cuál es el verdadero motivo del reconocimiento de
la no abolición de la Misa Tridentina, es el famoso paso atrás para dar
dos pasos más largos y profundos hacia adelante, lo contrario, se trata de
consolidar y legitimar la Nueva Misa y el Concilio Vaticano II, sin
rupturas trágicas o dramáticas sino de suave y dulce evolución.
Lo que se pretende es mostrar con suavidad y firmeza que tanto la Nueva
Misa como el Vaticano II no constituyen ningún cisma o ruptura litúrgica
(ni doctrinaria), sino que son el fruto de una evolución vital que hay que
asumir y aceptar como legítima expresión de la Iglesia, así la Misa
Tridentina por ser la antigua, es expresión extraordinaria de un
legendario pasado, y la Nueva Misa es la expresión ordinaria de un
reluciente presente y vital porvenir.
No se puede ser más sutil, sagaz e inteligente para lograr anular sin
dramas, ni dolor la legítima resistencia del glorioso combate por la
defensa de la Misa de siempre y de la infalible Tradición de la Iglesia
Católica, Apostólica y Romana que el modernismo con un abrazo ecuménico
quiere hacer desaparecer sin rastros de cadáveres malolientes y
vergonzosos; la democracia no lo admite, no lo soporta, no lo tolera, pues
únicamente se destruye lo que dialéctica y diabólicamente se sustituye.
Basilio Mèramo Pbro.
13 de Diciembre de 2007