|
SOBRE EL MOTU PROPRIO Rev. Padre Basilio Méramo Es increíble el estado de expectativa y de optimismo que gira alrededor de este documento, lo cual es como un signo o una señal del estado de distensión combativa general dentro del ámbito de los fieles tradicionalistas que pareciera no tienen la misma consistencia espiritual y doctrinal de antes que dan los principios solidamente arraigados. Es como una especie de anemia espiritual o de un deterioro neuronal que pareciera no dejar ver claro. Roma modernista siempre ha querido y quiere neutralizar el dedo acusador a su traición y a su apostasía e intenta diluir, si es que no puede destruir, toda resistencia tradicional que impugne su error. Es evidente que el objetivo principal sea de destruir, aniquilar o absorber, o por lo menos neutralizar dicha resistencia de algún modo y parece que el mejor y más eficaz seria el de la lenta pero firme disgregación, dilución de esa fuerza, por procedimientos de una amplia acción dialéctica, que permita el “solve et coagula” (disolver y coagular) típico de la Revolución Anticristiana que esta hoy imperando dentro de la misma Iglesia. Uno de los procedimientos para lograr vencer la resistencia tradicionalista es, entonces, corromper diluyendo los conceptos, o las nociones claras y precisas que originaron dicha resistencia. El medio será, producir un cambio en la mentalidad de los fieles firmes en la tradición, que permita el objetivo deseado por los enemigos infiltrados en la Iglesia, y que la gobiernan destruyendo la fé de siempre y creando una Nueva Iglesia postconciliar acorde con los planes de la sinarquía o globalización universal, dirigidos por el poder oculto de la alta finanza en manos del judaísmo internacional. El Motu Proprio de Benedicto XVI tiene por finalidad (en un acto de pausada audacia) envolver, diluir y absorber el bastión más firme de resistencia al modernismo que aun se mantiene defendiendo la fe, que cada vez está más carcomida gracias al Concilio Vaticano II. Se pretende silenciar el rechazo frontal de la nueva misa reconociendo que la Misa Tridentina (de siempre o de San Pío V) nunca fue suprimida, pero que la misa nueva sigue siendo la forma ordinaria (común o general) y la Misa Tridentina la forma o expresión extraordinaria (especial o particular) de un mismo rito todo lo cual es inadmisible, por ser un error de contenido doctrinal manifiesto, pues ya había dicho Monseñor Lefebvre que la nueva misa era un rito bastardo, que era mala y que no era católica que era próxima a la herejía, que era protestantizante, que era contraria a la tradición sacrosanta de la Iglesia, entonces cómo se podrá decir hoy que es el mismo rito, absurdo, como absurdo es además pensar, creer o decir que con el Motu Proprio la Misa Tridentina recobra su derecho al punto de exultar un Te Deum o de considerarlo como un triunfo póstumo de Monseñor Lefebvre, cuando el derecho de la Misa de siempre no puede consistir, en el mejor de los casos, en una igualdad jurídica ante la nueva misa, es decir ambas como forma ordinaria, lo cual ya es un agravio a la exclusividad de la Misa Tridentina y católica, ante la nueva misa protestantizante o protestante según se la mire y califique, porque si nos atenemos a la definición tal cual como aparece en el artículo 7 de la Institutio Generalis del nuevo misal, tenemos la cena protestante sin bemoles. Ahora bien ni siquiera hay igualdad de derecho (lo cual es ya claudicar) sino peor aún derechos desiguales, la nueva misa es lo común u ordinario y la Misa Tridentina lo especial o extraordinario, vale decir que la concubina es la mujer ordinaria (de todos los días) y la esposa legitima (es la mujer extraordinaria, la de días especiales) con lo cual ni siquiera la mujer legítima es igualmente dueña y señora junto con la concubina. Esto muestra además que se trata de un indulto universal camuflado enmascarado, como un derecho especial extraordinario. Con todo lo cual se pretende que por el privilegio obtenido se pague el precio de reconocer la concubina y aceptar ser ambas las servidoras de un mismo señor, aunque la una sea la ordinaria y la otra la extraordinaria. ¿Que mejor jugada del demonio vestido de ángel de luz? Además bajo apariencia de bien se nos brinda la ilusión del espejismo, como por ejemplo, sembrar la división en el campo de los modernistas o que los sacerdotes modernistas puedan decir la Misa Tridentina. La primera cosa, el mismo Benedicto XVI se encargara de despejarla pues como él advierte, para decir la Misa Tridentina se requiera una cultura litúrgica y un conocimiento mínimo de latín que la mayoría de los sacerdotes no tienen, permaneciendo así, la nueva misa, tanto de hecho (situación real) como por derecho (norma jurídica), es la norma ordinaria. La ventaja aparente de que los sacerdotes modernistas tengan la posibilidad (libertad) de decir la Misa Tridentina es una ilusión más, producida por el espejismo después de vivir prácticamente durante cuarenta años en el desierto de la desolación abominable a causa de la revolución litúrgica; pues de qué nos sirve o beneficia que los sacerdotes modernistas digan la Misa verdadera si su doctrina permanece y sigue siendo modernista, pues su formación filosófica y teológica es modernista y eso es muy difícil de suprimir, de cambiar, lo que simplemente acontecería es favorecer la confusión como sepulcros blanqueados, blancos por fuera y podridos por dentro, blanqueados o enmascarados al decir la Misa Tridentina pero podridos por dentro por la mentalidad y formación modernista, con el agravante de no tenerse la garantía teológica de la certeza infalible de sus ordenaciones sacerdotales conferidas con el nuevo rito. No hay ningún teólogo que pueda probar la certeza infalible de las ordenaciones con el nuevo rito, hay como mínimo una duda positiva sobre la validez, si es que no tenemos una prueba de su invalidez por razones teológicas sacramentales de peso que no se pueden dejar de considerar. De todos modos sin entrar de lleno en la cuestión bástenos que las ordenaciones sacerdotales conferidas con el nuevo rito están desprovistas del sello de garantía infalible que excluye toda duda de invalidez. Espero que estas reflexiones sirvan para que nos consolidemos en la verdad y en sus derechos exclusivos sin amalgamas dialécticas entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, entre Dios y el Diablo, entre Cristo y el Anticristo, entre la Iglesia de Cristo y la Nueva Iglesia Sinagoga de Satanás o del Anticristo. Estamos todavía a tiempo para llorar recitando un Miserere y que Dios se apiade de nuestras miserias, sin que sigamos la ilusión y el espejismo de un infundado optimismo que no corresponde a la realidad de la crisis irreversible y última que vivimos. Que la Santísima Virgen nos proteja y con su firmeza ante la Cruz permanezcamos firmes en la fe y en el amor a su Divino Hijo.
|