NOVENA LECCIÓN
EL PECADO
DE LIBERALISMO:
PECADO DE
EUROPA Y DEL MUNDO
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68. El Liberalismo, ¿es
un pecado?
Por supuesto que sí.
Se deben tener en cuenta las buenas intenciones, la falta de
conocimientos y el ambiente actual, los cuales disminuyen la
responsabilidad; pero si consideramos en sí mismas las cosas, el
liberalismo es un pecado de la inteligencia.
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69.
¿Cómo debe entenderse este pecado de la inteligencia?
Acuérdese de lo que
se ha dicho, al responder a la pregunta 18. El pecado que en ese
lugar se señalaba es un pecado de la inteligencia. Este pecado, que
es el Liberalismo, significa una injusticia e injuria suprema para
con Dios, pues en la Declaración de los Derechos del hombre y en
las libertades que de ahí se derivan, el hombre se sustituye a
Dios.
Las
cosas han ocurrido así. Según los principios y el derecho
modernos, sólo el hombre puede y debe hallarse en donde Dios -por
el hecho de ser Dios- debe estar. Siendo el Creador y Dueño
absoluto, por la misma naturaleza de las cosas, es Dios de la
conciencia individual, lo mismo que de la Sociedad, de las Naciones
y M Universo. Pero suprimiéndolo a El, el espíritu humano pone en
su lugar al hombre y al pensamiento humano, en tanto que sustituto
de Dios, esto es, deificado, como dueño absoluto y árbitro de su
destino personal y social, nacional, internacional y mundial.
El hombre es y se declara el maestro. Y si en su sabiduría lo cree
oportuno, se someterá a los que en su pensamiento cree ser
"Dios", "Cristo", "la Iglesia", sin
que esto le estorbe, porque él es el dueño de su conciencia. Pero
no es lo mismo en cuanto a introducir a este Dios y a su Iglesia en
la Sociedad y los Estados.
Por el hecho de que el hombre sustituye a Dios, cualquiera que
quiera devolver a Dios el lugar que le corresponde, se convierte en
enemigo del hombre, el cual es dueño del Universo y del Orden
Social.
Por
la fuerza, Dios es un usurpador. La Iglesia una usurpadora. Todo
esfuerzo por parte de la Iglesia en cumplir su misión en el Orden
Social, inevitablemente es una intromisión clerical en la Sociedad.
La laicización general y universal es algo necesario. Se laiciza al
individuo. En él se quiere únicamente reconocer una grandeza
humana, hecha de principios naturales de humanidad, justicia,
bondad, etc. Todas las instituciones sociales deben ser laicizadas:
los Estados, las Constituciones de los Pueblos y su legislación,
los Gobiernos, los Parlamentos, los Senados, todo organismo oficial,
toda institución pública e incluso las instituciones privadas
desde el momento en que entren en relación con un organismo oficial
deben estar marcadas del solo carácter humano.
La
huella sobrenatural queda borrada en todos los planes. No debe
existir el orden sobrenatural. Si la Iglesia sobrevive a causa de la
voluntad de los individuos, lo más que puede ser, es una sociedad
privada sin derecho público alguno. Desde el punto de vista social,
sólo puede gozar de los derechos y privilegios que el hombre le
otorgue. Un gobierno compuesto de individualidades católicas podrá
serle favorable, pero este favor le vendrá necesariamente del
hombre, el cual, en derecho, se lo concederá o negará según lo
que te plazca.
En
resumidas cuentas: es la injusticia suprema, pues se priva al Estado
Supremo de su derecho absoluto. Es la injuria suprema, porque después
de haberlo despojado injustamente, se lo declara usurpador.
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70. ¿Cómo desembocan
las libertades modernas a esta fatal conclusión?
Ya se dijo que para el hombre moderno la única verdad que existe es
el pensamiento del hombre. A causa de esto, toda Sociedad y Estado
fundados en los principios de 1789 se ponen en la imposibilidad de
reconocer o profesar verdad alguna; de reconocer o profesar culto
alguno. Es la lógica consecuencia de las grandes libertades
modernas. Nos explicamos. Pongamos corno ejemplo la libertad de enseñanza.
Tal maestro enseña lo siguiente: "Dios existe";
"Jesucristo es Dios"; "La Iglesia Católica es una
obra divina". Según estos principios, el Estado debe
permitir esto. Tal otro maestro enseña las doctrinas
contradictorias a las primeras: "Dios
no existe";
"Jesucristo no es
Dios"; "La Iglesia es una gran conspiración". Según
los mismos principios, el Estado debe también permitir esto. Es
decir, que el Estado no aprueba ni hace suyas
ninguna de estas enseñanzas, ni reconoce ninguna de ellas como
verdad. Debe protegerlas a todas en el mismo título constitucional
y en el mismo grado.
La única verdad para él es que todos tienen la libertad de enseñanza.
Desde el punto de vista estrictamente lógico, el Estado Moderno
es necesariamente ateo y librepensador,
porque las
constituciones de los Estados son libre-pensadoras,
ateas o más exactamente
"sin verdad", es decir, en la práctica, contra la verdad,
contra Dios.
Cuando
el Estado moderno se halla ante una verdad realmente existente, por
ejemplo la verdad primera: Dios, ¿cuál debe ser su actitud bajo
pena de renunciar a sus principios? Es necesario que ignore que en
la proposición "Dios existe" se encuentra la verdad. Es
necesario que no adhiera a tal proposición. Pues si diese su adhesión
proclamaría su conocimiento de la verdad y su voluntad de acuerdo.
Y ni lo uno ni lo otro se le permiten. Su actitud debe ser la misma
ante cada una de estas enseñanzas: "Dios existe" y
"Dios no existe". Socialmente, el Estado moderno debe
ignorar si existe la verdad. Debe oponerse a que una enseñanza
penetre en él con el título de verdad. Esta introducción de la
verdad sería una superioridad sobre el Estado y la Constitución de
los países. Y eso no puede ser.
Los Estados y las Constituciones de los Pueblos deben oponerse a la
acción de la Verdad para poder así seguir siendo lo que son, es
decir, a‑verdaderos, ateos, opuestos a todo principio que les
prive del dominio y arbitrio de su propio destino, y en la práctica
contra Dios, contra Cristo y contra la Iglesia.
Al contrario, todo pensamiento, en tanto que pensamiento del hombre,
tiene el derecho de ser enseñado. Tiene por consiguiente, el
sufragio del Estado. El motivo es apremiante. El Estado sólo
reconoce al hombre. El pensamiento humano y toda idea son un
producto del espíritu humano. Al enseñarlos, no se introduce en la
Sociedad nada que sea superior al hombre.
Que "Dios existe", "La Iglesia Católica es
divina", son pensamientos que pueden ser enseñados en derecho,
no porque expresen la verdad objetiva, sino porque algunos sujetos
del Estado creen que estos pensamientos son buenos y de utilidad
privada o pública. Al mismo título se puede enseñar que
"Dios no existe" y que "La Iglesia Católica es un
embuste".
De igual modo se comportará lógicamente con la enseñanza de lo
concerniente al robo, el homicidio, la inmoralidad, el asesinato.
Una legislación que contradiga los principios del Estado condena y
ejecuta al desgraciado que llegue a los hechos, pero no prohíbe la
enseñanza que conduce a esos caminos. De este modo el Estado enseña,
por sus sujetos, el pensamiento de sus sujetos. Así debe ser,
puesto que no conoce sino al hombre y a lo que de él proviene.
Es
de este modo que los Principios y el Derecho Modernos desembocan
fatalmente en una injusticia e injuria supremas para con Dios.
Estos son los términos en los que se expresaba el Papa León XIII
en su carta al Arzobispo de Bogotá: "Cuando se trata del
modo de comportarse con la política, los católicos son solicitados
por los intereses contrarios y se exasperan en violentas discordias
que provienen, las más de las veces, de interpretaciones
divergentes de la doctrina católica sobre el liberalismo.
... El Sumo Pontífice enseña que el principio y fundamento del
liberalismo es el rechazo de la ley divina: lo que en filosofía
quieren los partidarios del naturalismo o del racionalismo, en el
orden moral y civil lo quieren los partidarios del liberalismo, pues
introducen en las costumbres y en la práctica de la vida los
principios del naturalismo. Y siendo el punto de partida de todo
racionalismo la soberanía de la razón humana, que rechazando la
sumisión debida a la razón divina y eterna, y pretendiendo
depender solamente de ella misma, se considera a sí misma, y sólo
ella, como principio supremo, fuente y juez de la verdad.
Tal es la pretensión de los que hemos llamado partidarios del
liberalismo. Según ellos, no hay ningún poder divino al que deban
obedecer en la práctica de la vida, sino que cada quien es su
propia ley. De ahí viene esta moral que se llama independiente y
que, bajo apariencia de libertad, aparta de la observancia de los
preceptos divinos, dando al hombre una licencia ilimitada. Tal es el
primer y más pernicioso de los grados del liberalismo, mientras
que, por una parte, rechaza o, mejor todavía, destruye
completamente toda autoridad y ley divina, ya sea natural o
sobrenatural, por otra parte afirma que la constitución de la
Sociedad depende de la voluntad de cada uno y que el poder supremo
viene de la multitud como de su primera fuente". |
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71
En esta manera de obrar del liberalismo, ¿no hay una injusticia con el
hombre?
Para ser completo en la respuesta sería necesario explicar el dogma
de la Redención, mostrar de nuevo los derechos de Jesucristo sobre
toda inteligencia y toda voluntad, y manifestar el modo en el que el
liberalismo, al usurpar los derechos divinos, peca contra
Jesucristo. Pero esta injusticia existe y se manifiesta de otra
manera. Jesucristo, al rescatar al hombre por su Redención, adquirió
derechos incontestables sobre el hombre, los cuales se convierten en
Cristo en derechos del hombre. Nos explicamos: imaginemos que una
cosa es necesaria a nuestra salvación; por ejemplo, para nuestra
santificación es necesario que Jesucristo sea teórica y prácticamente
Rey del Universo y de las almas. Tengo pues el derecho, ya que
Jesucristo me lo ha adquirido, de que la Sociedad se ponga bajo su
dirección. Tengo el derecho, en Jesucristo y por Jesucristo, de que
la Sociedad sea cristiana y católica, de que los Estado sean católicos.
Como decía Luis Veuillot en una frase célebre:
"Los Pueblos tienen derecho de Jesucristo". Este derecho
es tanto más digno de respeto cuanto no le pertenece al hombre,
sino en la medida en la que Jesucristo mismo se lo dio al hombre.
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72. ¿Qué actitud
crean en la práctica los principios liberales en los espíritus?
El resultado directo
del liberalismo es la anarquía o la tiranía. Es evidente el que la
anarquía provenga del liberalismo como una consecuencia se deriva
de su principio. Repitámoslo por enésima vez: según las
Constituciones modernas, todos tienen derecho a pensar como quieran,
y vivir como piensen. Y si el pensamiento le sirve a cada uno como línea
de conducta, sin el freno de la verdad objetiva, es evidente que se
va hacia el mayor desenfreno de espíritu y de obra. Por otra parte,
la consecuencia fatal del liberalismo es la tiranía. Más de una
vez ya hemos hecho ver que para poner freno a todos los desenfrenos
del espíritu, del corazón y de la pasión, se acude a la voluntad
general y se ha visto la obligación de hacer leyes, de modo que sólo
la ley cree el derecho. Pero si la ley representa la voluntad
general del pueblo y si este pueblo está dirigido por una voluntad
mala, atea, impía, inmoral, ¿qué se puede esperar sino la tiranía?
Se gobierna en nombre del Pueblo; y en nombre del Pueblo se impondrán
las injusticias más alarmantes y a menudo más caprichosas, Estas
son las consecuencias del liberalismo. La anarquía y el sovietismo
descienden de él por línea directa. El liberalismo acaba en la
base con todo orden, sea en la Sociedad que sea.
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73. Los Principios
Modernos, ¿tienen alguna influencia en la salvación de las almas?
El Papa León XIII habla con estas palabras de una de las
consecuencias del liberalismo:
"Es incalculable el número de almas que se condenan a causa de
las condiciones que los principios del Derecho Moderno establecen en
los Pueblos".
Dése
cuenta, por ejemplo, del mal causado por la sola libertad de prensa.
Cuántas almas se corrompen por la lectura de malos periódicos, las
publicaciones inmorales e impías que abundan en todos los países.
Cuántas almas se condenan para siempre a causa de la protección
que concede el derecho a todas las publicaciones literarias, científicas,
etc. Cuántas almas que ya se han condenado en este momento, no se
hubiesen condenado si no existiese esta maldita libertad de prensa.
Lo mismo se diga de la libertad de enseñanza. Y no es otra cosa
sino esta libertad absoluta que benévolamente se concede a los que
inventan los desórdenes, la que les permite enseñar sus doctrinas
y corromper los espíritus.
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74. En la teoría que
acaba de explicar, ¿no es verdad que queda de nuevo condenada la distinción
entre tesis e hipótesis?
Exactamente. Para darse cuenta del mal causado por el llamado
liberalismo "católico" es necesario ponerse en el punto
de vista que se acaba de explicar. El tranquilizar y adormecer las
conciencias, no impide que el mal exista, pero sí impide que el
bien se propague. |
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