DÉCIMA LECCIÓN
LOS
CASTIGOS QUE DIOS MANDA A LOS PAÍSES
Y
NACIONES QUE ABANDONAN AL SEÑOR
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75.
¿Castiga Dios en esta vida a las Naciones culpables?
Es bastante difícil
responder de manera clara y completa a esta pregunta. Entre las
católicos impregnados de liberalismo, no se acepta la teoría del
castigo infligido a los países culpables.
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76.
¿En qué se fundan los católicos para afirmar que la expiación tiene
lugar en este mundo por las Sociedades?
La teoría en la que
nos fundamos es la siguiente: los individuos que han cometidos
faltas, pueden expiarlas en este mundo. Si no los expían aquí, las
expiarán en la eternidad. Los individuos serán castigados en la
medida de los pecados que hayan cometido, sea en el Purgatorio,
reparando por ellos, o en el infierno, padeciendo tormentos eternos.
Las Sociedades en cuanto tales, no entran en la eternidad. Si se han
hecho culpables, solamente pueden ser castigadas en este mundo. Y
puesto que su pecado es un pecado contra la justicia, éste pide una
reparación. Por esto, los países que han abandonado al Señor,
deben expiar y reparar en esta aquí, en este mundo, por lo que la
Sabiduría de Dios debe infligir a los Pueblos los castigos
conformes a sus designios eternos.
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77.
¿Cuáles son los castigos conformes a los designios eternos?
Los países y
pueblos, como toda Sociedad, le deben a Dios, en estricta justicia,
si son culpables, una reparación y expiación. La medida de esta
expiación, sobre todo cuando ésta debe tener su cumplimiento por medio
los castigos divinos, está en manos de la sabiduría y
decretos divinos. Dios no está obligado a infligir un castigo
social por el hecho de que se haya merecido este castigo. Muy a menudo,
puede decirse incluso que siempre, Dios se Comporta con los
pueblos según sus designios de misericordia y amor, guiado por su
deseo de salvar a las almas. En un castigo social, preparado,
querido y puesto en acción por El, encontramos siempre la voluntad salvífica
de Dios. Por el castigo social, Dios quiere mover las almas y
regresarlas a Sí. Por esta razón, no es fácil conocer los
proyectos eternos de Dios en el castigo con el que hiere a los países.
Lo que debemos considerar es que Dios puede castigar, que de hecho
castiga, y que para evitar estos castigos es necesario que el Orden
Social entero se someta a El. |
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78.
Lo dicho parece justo. Pero, ¿pueden confirmarse estas enseñanzas con
palabras y doctrinas enunciadas por las Autoridades que gobiernan la
Iglesia?
Los
Papas y los Obispos hablaron muy claramente y sin lugar a duda
pronunciaron su pensar. Escribía el Papa Pío XI en su primera
encíclica:
"Mucho antes de que la guerra pusiera fuego a Europa, la causa
principal de tantos males obraba ya con una fuerza creciente, tanto
por la falta de los particulares como por la de las naciones; causa
que el horror mismo de la guerra hubiese suprimido si todos hubiesen
comprendido el significado de estos terribles acontecimientos... A
causa de haberse miserablemente separado de Dios y de Jesucristo,
los hombres han decaído de su felicidad pasada en este abismo de
males; por la misma razón, todos los programas que tramaban para
reparar las pérdidas y salvar lo que queda entre tanta ruina, han
caído en una casi completa esterilidad. Como se excluyó a
Jesucristo de la legislación y de los asuntos públicos, las leyes
perdieron la garantía de las sanciones reales y eficaces"...
En su alocución consistorial de¡ 24 de
diciembre de 1917, el Papa Benedicto XV declaró solemnemente:
"Así como el desarreglo de los sentidos en otro tiempo
precipitó las más célebres ciudades en un mar de fuego, también en nuestros días la impiedad de la vida pública, el ateismo puesto
como sistema de pretendida civilización han precipitado el mundo en
un mar de sangre".
El mismo Papa en la misma alocución afirma que "las
calamidades presentes no se acabarán hasta que el género humano se
vuelva hacia Dios". |
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79. ¿Con qué castigos
Dios aflige a las Naciones culpables?
Todas las calamidades que puedan conducir a los Pueblos a la reflexión
sirven para el cumplimiento de los planes de Dios. La guerra, las
enfermedades, las catástrofes de toda clase y por encima de otra
cosa, las calamidades de orden intelectual y moral pueden afectarlos
y conducirlos al arrepentimiento.
Nuestro Señor Jesucristo nos habla de todos estos males. Habla
sobre todo del gran mal de la ceguera. Dirigiéndose a los judíos:
Este pueblo no comprenderá, decía, porque no puede
comprender, y no puede comprender porque no quiere comprender.
Estas palabras deben comprenderse en el sentido de un castigo
social. No hay nada peor como el ser uno mismo la causa de su propio
mal a causa de no querer comprender. Los Judíos -y Nuestro Señor
les hizo el reproche- no comprenden que El es el Mesías, el
Hijo de Dios, siendo que para la Nación judía el único medio de
salvación es el reconocimiento y la profesión de la
y Divinidad de Jesucristo. Sin embargo, el pueblo judío se obstina
en su firme voluntad de no comprender que esa es la realidad, y Dios
le habla de esta manera: Oh pueblo que eres mí Pueblo, sólo hay para
ti
un medio de Salvación: Jesucristo. Acéptalo y te salvarás. Y
el
Pueblo responde: No quiero comprender que esa sea la realidad.
Y Dios
te replica: Puesto que no quieres comprenderlo, acepto tu
voluntad: no lo comprenderás. Este es el castigo que te doy. Lo
mismo ocurre con la Sociedad Católica de nuestros días. Para
salvar el Orden Social y los Pueblos, éstos deben empezar por
comprender que solo Jesucristo es su Salvación. Pero no lo quieren
comprender. Dios se conforma con su obstinada voluntad. No
comprenden, no ven, ni pueden ver en Jesucristo solo, su Salvación:
tal es su castigo.
A
este punto de vista general, se añaden muchos otros, de orden más
especial, No se comprende que es necesario suprimir en el Orden
Social los principios del Derecho Moderno, las grandes libertades
modernas. No se comprende la necesidad de negársele a cada quien la
libertad de opinión. No se comprende que es necesario, cueste lo
que cueste, oponerse a la invasión de los principios perversos y
que se deba favorecer la sola verdad católica. No se comprenden una
gran cantidad de cosas. Todo esto denota el carácter y marca de un
castigo que aflige los Países y los conduce a su perdición.
El
Papa León XIII escribía en 1881: "Por una consecuencia
fatal de la guerra hecha a la Iglesia, la Sociedad civil se halla
actualmente expuesta a los más graves peligros, puesto que las
bases del Orden público han sido tambaleadas, los pueblos y sus
jefes no ven ante ellos sino amenazas y calamidades".
Y
el mismo Papa escribía también: "De todos los atentados
cometidos contra la religión católica han venido y seguirán
viniendo sobre las Naciones los peores y más numerosos males".
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80. De esta manera, ¿acepta
usted que Dios se sirve de los acontecimientos, desorganizaciones y desórdenes
sociales para castigas a los países?
Evidentemente Dios recurre a todos estos medios para hacerle sentir
al hombre que El, el Infinito y el Creador, no necesita de nadie y
que, al contrario, el hombre necesita de Dios.
Así, los asuntos de orden económico pueden contribuir enormemente
a hacer comprender que si los desastres afligen a los países es
para desapegar a los habitantes de los bienes de este mundo y enseñarles
que todas las riquezas dependen de Dios y no deben servir sino a su
amor. Las riquezas deben contribuir a mantener a Dios y Jesucristo
en toda sociedad y, por consiguiente, deben servir a establecer y
desarrollar la Realeza Social de Jesucristo en el universo entero.
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UNDÉCIMA
LECCIÓN
REMEDIO A
LOS MALES ACTUALES
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81. ¿Cuáles son
los remedios a los grandes males que están desolando el mundo entero
y cada país en particular?
A esta pregunta el Papa León XIII responde de una manera
apremiante. He aquí las palabras con las que se expresa: "Este
es el secreto del problema: cuando un ser orgánico perece y
se corrompe, es que ha cesado de estar bajo la acción de las
causas que le habían dado su forma y constitución. Para
restablecerlo sano y vigoroso, no es de dudar que se lo deba
someter de nuevo a la acción vivificante de estas mismas
causas. Ahora bien: la Sociedad actual, en su loca tentativa
de estar fuera del alcance de Dios, ha rechazado el orden
sobrenatural y la revelación divina; de este modo, se ha
sustraído a la saludable eficacia del cristianismo, que
manifiestamente es la garantía más sólida del orden, el
bien más fuerte de la fraternidad y la fuente inagotable de
las virtudes privadas y públicas... . De este abandono ha nacido la turbación que encontramos
actualmente. Esta sociedad descarriada debe por consiguiente
regresar al regazo del Cristianismo si le interesa su
bienestar, su descanso y salvación".
En otro lugar dice el mismo Papa: "Regresar a los
principios cristianos y conformar con ellos toda la vida, las
costumbres y las instituciones de los Pueblos, es 'una
necesidad' que cada día es más evidente. Del desprecio en el
que se han relegado estas reglas han venido tan grandes males,
que sólo el hombre insensato podría considerar, sin una
dolorosa ansiedad, las pruebas del presente, o no prever
sin temor las perspectivas del futuro". |
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82. ¿Hay medios
eficaces para aplicar estos remedios?
Al venir Jesucristo sobre la tierra y confiarle Dios su misión,
la finalidad era la salvación de los Pueblos de todos los
siglos. El Divino Maestro lo dijo: "Yo estaré con
vosotros hasta la consumación de los siglos". ¿Qué
era el mundo al momento de nacer Jesucristo? Todas las
naciones y Pueblos, salvo el Pueblo judío, eran víctimas del
error, la impiedad y la inmoralidad del paganismo. En una
palabra: el género humano era víctima del pecado y por él
se hallaba perdido. El hombre, que debía a Dios adoración,
amor, reparación, reconocimiento, acción de gracias y petición,
ya no podía esperar de la justicia divina sino el golpe de la
justicia. ¿Qué hace Jesucristo? Quiere hacer al hombre capaz
de dar dignamente a Dios sus deberes. Esta capacidad y este
poder, único entre las creaturas,
Jesús-Hombre lo posee en sí mismo. Toma en sí mismo la
totalidad del pecado del género humano y lo repara; y le da
al hombre la capacidad de adorar dignamente, de reparar
dignamente, de dar gracias y pedir dignamente. Dios castiga a
Jesús. La justicia queda satisfecha y el mundo salvo. Los
pueblos se posternan ante el
Crucifijo. Con Constantino, la Cruz sube al Trono, y
Jesucristo, Rey de los Pueblos, preside los destinos de las
Naciones. Por su Inmolación y Sacrificio, Jesucristo ha
salvado al Mundo. ¿Quién podrá pues salvar al mundo de los
males actuales? Solamente Jesucristo, por la aplicación de
los méritos de su Pasión y Muerte tanto a las Naciones como
a los individuos. |
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83 ¿Cómo hará
Dios eficaz este medio?
Aquí es lugar de entender y aplicar las palabras del Apóstol
San Pablo: "Adimpleo ea
quac desunt
Passionum Christi
in carne mea, pro corpore
suo quod
est Ecciesia"."Lo
que en mi carne falta a las tribulaciones de Cristo, lo cumplo
en favor de su Cuerpo, que es la Ig1esia". Las
palabras del gran Apóstol son significativas. |
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84. Si, estas
palabras son significativas, pero aún es necesario comprender su
sentido. ¿Se puede decir que algo le falta a la Pasión de Cristo?
Eso sería un grave error. Jesucristo satisfizo plenamente por
todos los hombres pasados, presentes y futuros. No se contentó
con tomar sobre sí los pecados individuales de los hombres,
ni con cargar sobre sí el gran pecado social que consiste en
la injusticia e injurias hechas a Dios que ya hemos explicado.
Sino que en verdad tomó sobre sí el pecado de la humanidad
en la totalidad de su pecado. Según la doctrina del Apóstol
San Pablo, Dios lo constituyó pecado: "Tuni
qui non noverat
peccatum, pro nobis
peccatum fécit".
Dios lo constituyó realmente pecado en lugar de la humanidad
culpable. Lo castigó porque vio en El el
pecado que El asumió. Por su Inmolación y su Sacrificio,
Jesucristo cumplió la obra de la Redención, pero quiere unir
a su acción la de las almas que quieren con El redimir el
mundo. De este modo se explican las palabras del gran Apóstol.
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85. Parece querernos
decir que ciertas almas se unen más estrechamente con la obra redentora de
Cristo
Este misterio lo
revela el Apóstol San Pablo. Nos dice él que cumple para la
Iglesia una obra que se relaciona con la Pasión de Jesucristo.
Puesto que la Pasión de Jesucristo ha convertido al Universo, si
Jesucristo me pide que haga míos sus sufrimientos, o más todavía,
me inspira a que tome sobre mí, en parte, el pecado de la humanidad
que El tomó enteramente sobre sí, no puedo rechazar esta carga
sino contribuir por ella a la salvación de las Naciones.
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86.
En estas condiciones, usted considera la intervención de la creatura,
esto es, del alma fiel, como necesaria a la obra de Cristo.
No es necesario
exagerar. Constatamos que existe una doctrina predicada por el
Apóstol bajo la inspiración del Espíritu Santo. Esta doctrina
enuncia: por amor a Dios y a los hombres, Jesucristo se ha
constituido pecado en lugar de la humanidad. Dios, en lugar de
castigar a los hombres, castigó a Jesucristo. El Apóstol San
Pablo interviene; declara que Jesucristo quiere tener asociados en
su obra Redentora, es decir, almas que por amor de Dios, de
Jesucristo y de los hombres, se sometan como Jesucristo y con El a
los sufrimientos de su Pasión. La Pasión de Jesucristo pasa de
alguna manera sobre ellos, para ser aplicada al mundo culpable.
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87. ¿Esta inmolación
con Cristo supone una gran intensidad de vida espiritual?
Es evidente que para reparar una falta cometida por el hombre
culpable, es necesario presentarse ante Dios como un alma que le
está unida por la gracia y amor divinos.
Como y con Jesucristo que sufre y muere, debe unirse estrechamente
con las tres Personas Divinas. Por esto, las almas que quieren
practicar la corredención deben
aplicarse, en cierta medida, a la práctica de la vida espiritual y
sobrenatural. Deben vivir de unión divina e inmolación. |
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88.
De esta manera, ¿exige usted algo más que la acción para llegar a este
fin?
Evidentemente. La acción enteramente necesaria, pero la obra del
alma que se une a Dios y se inmola en Jesucristo es también
necesaria. De ello hablaremos.
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general
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