LA IGLESIA CATÓLICA ES LA ÚNICA
DEPOSITARIA
DE LA RELIGIÓN CRISTIANA
(*)
La Iglesia es el medio establecido por Jesucristo para conservar, propagar y hacer practicar la religión cristiana. —Fuera de la Iglesia católica no hay verdadero cristianismo. Creemos útil recordar aquí las verdades ya demostradas:
En este tratado, nuestros raciocinios se apoyarán en principios ya demostrados:
La Iglesia es, en realidad, una institución que depende enteramente de la voluntad de Jesucristo, su fundador. Esta voluntad se nos ha manifestado: 1.º, por los Evangelios, cuyo valor histórico ya hemos probado; 2.º, por la Tradición o enseñanza oral de los apóstoles. Después de su resurrección, Nuestro Señor permaneció cuarenta días en la tierra; se apareció con frecuencia a sus apóstoles para darles sus instrucciones acerca de la fundación de la Iglesia: «Loquens de regno Dei» (Hechos, r. 3) —Los apóstoles no escribieron estas enseñanzas de su divino Maestro, pero las transmitieron oralmente a sus sucesores. En eso consiste la Tradición, cuyas principales instrucciones fueron más tarde escritas por los primeros Padres de la Iglesia. Nos quedan por tratar las cuestiones siguientes:
II. Identidad de la Iglesia católica con la Iglesia de Cristo; III. Organización de la Iglesia católica; IV. Relaciones de la Iglesia con las sociedades civiles; V. Beneficios que la Iglesia Proporciona al mundo; VI. Nuestros deberes para con la Iglesia, verdadera regla de la fe y de la moral. I. La Iglesia tal como fue establecida por Jesucristo 135. P. ¿Qué medio estableció nuestro Señor Jesucristo para conservar y propagar la religión cristiana? R. El medio establecido por Jesucristo es la Iglesia. Jesucristo quiso unir a los hombres y a los pueblos entre sí, quiso unirlos a Él, y, por su intermedio, unirlos a su Padre. Con este fin, fundó una sociedad religiosa destinada a recoger a los que creyeran en Él, y, para gobernarla, instituyó un sacerdocio o cuerpo de pastores encargados de predicar su palabra y de administrar sus sacramentos. Eligió doce apóstoles, los instruyó durante tres años, les comunicó sus poderes y los envió por todo el mundo a predicar el Evangelio.
Jesucristo vino a traer al hombre los únicos bienes necesarios: la verdad y la gracia. Al salir de la tierra para volver al cielo, dejó: 1.º, las verdades reveladas y las leyes morales que debían ser transmitidas a los hombres de todos los tiempos y de todas las naciones; 2.º, los tesoros de gracia que habían de ser distribuidos a las generaciones futuras. Para continuar en el mundo la obra de la Redención, Jesucristo fundó la Iglesia, sociedad religiosa, depositaria de su doctrina y de sus gracias. Nada más grande que la Iglesia, ese reino del Mesías anunciado con tanta frecuencia en el Antiguo Testamento. David, Isaías, Ezequiel, cantaron sus glorias y sus triunfos. Daniel predijo su duración inmortal al explicar el sueño del rey Nabucodonosor. El plan de Dios es realmente espléndido: quiere divinizar a todos los hombres, unirlos a su Cristo y por mediación de su Cristo, a la Santísima Trinidad, a fin de hacerlos partícipes de la bienaventuranza infinita de las tres personas divinas. § 1.º Naturaleza de la Iglesia de Jesucristo 136. P. ¿Qué es la Iglesia? R. La palabra Iglesia, derivada del griego, significa la asamblea de los llamados. Unas veces designa el lugar donde se reúnen los fieles para orar, y otras la sociedad de los fieles adoradores del verdadero Dios. La Iglesia, corno sociedad, en su sentido más amplio, comprende el conjunto de los fieles de la tierra, de los justos del Purgatorio y de los santos del cielo: de ahí la división bien conocida de la Iglesia en militante, purgante y triunfante. La Iglesia militante, considerada históricamente, comprende a todos los verdaderos adoradores de Dios, desde el origen del mundo hasta el fin de los tiempos; todos, en hecho de verdad, han creído o creerán en la religión revelada, esencialmente la misma en sus diversas fases; en este sentido se subdivide la Iglesia en patriarcal, mosaica y cristiana o católica. La Iglesia católica es la sociedad de todos los discípulos de Jesucristo unidos entre sí por la profesión de la fe cristiana, la participación de los mismos sacramentos, la sumisión a los legítimos pastores, principalmente a la misma cabeza visible, el Vicario de Jesucristo. Divídese en dos partes: la Iglesia docente, los pastores, y la Iglesia discente, los fieles. El nombre de Iglesia designa frecuentemente la Iglesia docente. En este sentido se dice: la Iglesia enseña, la Iglesia ordena, la Iglesia es infalible, etc.
La Iglesia y la religión. —La palabra religión designa el conjunto de las relaciones entre el hombre y Dios; la palabra Iglesia designa la sociedad de las personas que tienen estas relaciones con Dios. —La religión es el conocimiento, el servicio, el amor, el culto del verdadero Dios; la Iglesia es la sociedad de los hombres fieles que conocen y practican la religión. La Iglesia y la religión son de institución divina y su unión constituye el cristianismo. No hay cristianismo sin Iglesia. Así como la humanidad no actúa o existe en el orden real más que en el hombre, así tampoco el cristianismo se realiza más que en la Iglesia. Entre ésta y aquél podemos establecer distinción, pero en la realidad son idénticos. Jesucristo, con un solo acto, funda la religión cristiana y la Iglesia. 137. P. La Iglesia ¿es verdadera sociedad? R. Sí; la Iglesia es una verdadera sociedad, porque reúne todos los elementos constitutivos de tal. Una sociedad es un conjunto de hombres unidos entre sí bajo la misma autoridad para alcanzar un mismo fin por medios comunes. Es así que la Iglesia comprende: 1.º, pluralidad de miembros unidos entre sí; —.2.º autoridad que manda; 3.º, un fin común a los asociados; 4.º, medios comunes para alcanzar este fin. Luego la Iglesia es una verdadera sociedad.
Toda sociedad supone cuatro elementos esenciales 1.º, pluralidad de miembros; 2.º, autoridad que forma el lazo moral de los asociados y los dirige hacia el fin común; 3.º, unidad del fin que hay que alcanzar; 4.º, empleo de los mismos medios. Los dos primeros elementos son comunes a todas las sociedades; los otros dos las especifican. Así en toda sociedad civil hay necesariamente dos clases de ciudadanos: los que mandan en virtud de la autoridad de que son depositarios, y los que obedecen: si falta eso, se podrá tener una muchedumbre de hombres, pero no una sociedad. El tercer elemento es el fin, el objeto que los asociados se proponen alcanzar; el cuarto, los medios, que deben ser siempre proporcionados al fin. —Este fin, este objeto, determina la naturaleza de toda sociedad, porque por razón del fin y objeto los asociados se unen y el poder dirigente está investido de tales y cuales prerrogativas. § 2.º Fundación de la Iglesia 138. P. Jesucristo ¿fundó directamente la Iglesia? R. Sí; el mismo Jesucristo instituyó la Iglesia bajo la forma de una sociedad visible, exterior como las otras sociedades humanas, y gobernada por autoridades legítimas. Reunió a todos sus discípulos bajo la autoridad de sus apóstoles para hacerles conseguir un fin común, su salvación eterna, mediante el empleo de los mismos medios, la práctica de la religión cristiana. Tenemos como pruebas:
1.º Las palabras de Jesucristo prueban la fundación de la Iglesia. a) Jesucristo promete formalmente fundar una Iglesia, distinta de la Sinagoga, cuando le dice a Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» —Las imágenes o los emblemas con que se complacía nuestro Señor Jesucristo en describir su Iglesia futura son los de una sociedad: la Iglesia, en boca de Jesucristo, es un rebaño, una familia, el reino de Dios. b) Durante los tres años de su vida pública, Jesucristo preparó los elementos de su Iglesia. De entre la muchedumbre que le seguía, eligió, desde luego, doce discípulos, a los que llamó Apóstoles o Enviados; los instruyó de una manera particular, y los consagró Obispos. —Eligió también discípulos de una categoría inferior, en número de setenta y dos, y los envió de dos en dos a predicar el Evangelio. —Finalmente, a la cabeza de sus apóstoles puso a san Pedro como fundamento de su Iglesia y pastor de los corderos y de las ovejas. c) Antes de subir a los cielos dijo a sus apóstoles: «Como mi Padre me ha enviado, así yo os envío… Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo aquello que os he ordenado: y yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos». Y en otro lugar: «Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura: el que creyere y fuere bautizado se salvará; el que no creyere será condenado» Con estas palabras, por una parte, Jesucristo da a sus apóstoles un triple poder: a) El poder de enseñar: Id, enseñad a todas las naciones… predicad el Evangelio… b) El poder de santificar: Bautizad a las naciones en el nombre del Padre… el bautismo es la puerta de los otros sacramentos. c) El poder de gobernar o de dictar leyes: Enseñad a las naciones a guardar todo aquello que os he ordenado. Jesucristo añade: Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los siglos; con lo cual imprime a los poderes de los apóstoles el carácter divino de la infalibilidad y de la perpetuidad hasta el fin de los tiempos. — Por otra parte, Jesucristo impone a todos los hombres la obligación estricta de someterse a sus apóstoles, cuando dice: «Predicad el Evangelio… el que creyere se salvará; el que no creyere será condenado.» Por consiguiente, todos los hombres que quieran obtener la verdad, la gracia, la salvación eterna, deberán creer en la palabra de los apóstoles, recibir de sus manos los sacramentos y obedecer sus leyes… La Iglesia está allí toda entera con sus poderes y sus prerrogativas. Hallamos, de hecho, en las palabras del Salvador los cuatro elementos constitutivos de una verdadera sociedad: la pluralidad de los fieles moralmente unidos entre sí por la autoridad de los apóstoles para un fin común, la salvación eterna, mediante el empleo de los mismos medios, la fe en la doctrina de Jesucristo, la recepción de los sacramentos y la obediencia a sus leyes. Los apóstoles son los gobernantes, y los fieles los gobernados: la unión de unos y otros constituye una verdadera sociedad, que Jesucristo llama su Iglesia. 2.º El testimonio de la historia. El día de Pentecostés, los apóstoles predican a Jesucristo: tres mil judíos al principio, cinco mil al siguiente día, creen en su palabra, y todos se someten a su autoridad. El número de fieles se multiplica, los apóstoles eligen ministros inferiores, presbíteros, diáconos, a los que imponen las manos para consagrarlos con el sacramento del orden. Los apóstoles se separan y van a predicar el Evangelio en las diversas partes del mundo: consagran obispos y los establecen como pastores en las iglesias recientemente fundadas. A su muerte, dejan por todas partes sucesores, herederos de su autoridad. y de su ministerio. Éstos, a su vez, consagran otros sucesores, que hacen lo mismo en el transcurso de los siglos. Así la organización primitiva de la sociedad cristiana establecida por Jesucristo permanece indefectible. 3.º La existencia de la Iglesia prueba que Jesucristo es su fundador. La existencia de la Iglesia es un hecho. Nosotros la hallamos viva en todas las épocas de la historia desde hace diez y nueve siglos. Pues bien, siempre, ya por su nombre, ya por sus instituciones, ya por la sucesión no interrumpida de sus pastores, esa Iglesia reconoce a Jesucristo por su fundador. Luego la misma existencia de la Iglesia, aun prescindiendo de los Evangelios, prueba que Jesucristo la ha fundado. —Véase Bossuet, Discurso sobre la historia universal. 139. P. ¿Por qué nuestro Señor Jesucristo eligió la Iglesia para conservar su religión? R. Jesucristo eligió la Iglesia porque una sociedad es el medio más apropiado para conservar la religión y el más conforme a la naturaleza del hombre, —esencialmente sociable. Una religión revelada debe ser enseñada o por Dios mismo, o por hombres delegados a este fin. Pero no conviene a la majestad divina instruir a cada individuo en particular por una revelación también particular, ya que esto sería multiplicar los milagros sin necesidad. Debía, pues, Jesucristo confiar a hombres elegidos el cuidado de transmitir a los otros la religión cristiana.
1.º ¿Por qué Jesucristo eligió hombres para la enseñanza de su religión? a) Una religión revelada debe ser enseñada, porque comprende verdades que creer, leyes que observar y un culto que rendir a Dios. Pero para que el hombre crea verdades, observe leyes o rinda un culto, es menester, previamente, que los conozca. ¿Cómo los conocerá? El hombre puede ser instruido por Dios o por sus semejantes. No es conveniente que Dios renueve la revelación para cada hombre en particular; luego es necesario que el hombre sea instruido por sus semejantes. El hombre puede ser instruido de viva voz o por escrito. La enseñanza oral es la más conforme a su naturaleza: conviene a todo el mundo. —Es la única posible para los niños, para los hombres que no saben leer y para todos aquellos, y son muchísimos, que no tienen ni gusto ni tiempo para estudiar en los libros. — Aun los hombres instruidos necesitan de una autoridad segura que les enseñe el verdadero sentido de las enseñanzas escritas. Un libro es letra muerta: es menester que alguien lo explique. «El libro es mudo, dice Platón, es un niño al que se le hace decir todo lo que se quiere, porque su padre no está allí para defenderlo.» La razón exige para el conocimiento de la religión, como para todas las otras ciencias, un sistema de enseñanza accesible a todos, proporcionado a la edad y a la inteligencia de todos. Sólo la enseñanza oral, dada con autoridad, llena estas condiciones. Además, la revelación consta de una doble ley: ley para la inteligencia, las verdades que es preciso cree; ley para la voluntad, los deberes que deben ser practicados. Pues bien, estas leyes necesitan interpretación. Todas las sociedades han instituido cuerpos de magistrados encargados de interpretar los códigos. Una ley que dejara de ser explicada, una ley cuya observancia no fuera mantenida por una autoridad visible, dejaría de ser ley. Y como Dios no puede ser inferior en sabiduría a los hombres, debe tomar las mismas precauciones. b) Aparte de esto, de hecho, Dios ha obrado así durante todo el transcurso de los siglos. 1.º La revelación primitiva, hecha a Adán en el paraíso terrestre, es transmitida por hombres, de generación en generación, hasta Moisés (2.500 años). 2.º En el monte Sinaí, Dios promulga la ley escrita. ¿Quién será el encargado de guardarla, de interpretarla hasta la venida del Mesías? Serán hombres. Aarón y sus descendientes conservan este precioso depósito durante quince siglos. 3.º Jesucristo viene a explicar, desenvolver y perfeccionar la religión. ¿A quién confiará la guarda de ese tesoro? A sus apóstoles, dándoles autoridad infalible para que enseñen su doctrina, promulguen sus leyes y confieran su gracia. Antes de volver al cielo, reúne a sus apóstoles y les dice: «Como mi Padre me ha enviado, yo os envío. Id, pues, y enseñad a todo el mundo; predicad el Evangelio a toda criatura… Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.» Con estas palabras, Jesucristo da a sus apóstoles el poder de enseñar su religión de una manera infalible y perpetua. 2.º ¿Por qué Jesucristo reunió a sus apóstoles y discípulos en una sociedad religiosa? Para conformarse a la naturaleza humana. El hombre es un ser esencialmente sociable. No puede nacer sin la sociedad de la familia, no puede ser criado sino en el seno de la sociedad, y no puede vivir sin la sociedad de sus semejantes. —Al hombre, compuesto de cuerpo y alma, le convienen dos sociedades distintas: una que cuide de los intereses del cuerpo, y es la sociedad temporal, el Estado, la Nación, y otra para que vele por los intereses del alma. y es la sociedad espiritual y religiosa. Además, esta necesidad natural del hombre la vemos traducida en la práctica en el transcurso de todos los siglos y en todos los pueblos. En todas partes el hombre ha creído en Dios, y en todas partes se ha asociado con sus semejantes para rendirle un culto público y social. Por consiguiente, si Dios no hubiera organizado su religión en forma de sociedad, esa religión no habría estado de acuerdo con las tendencias de la naturaleza humana.
|
* Sacado de: La Religión Demostrada del Padre Hilaire.