DOCTRINA
CATÓLICA
ÍNDICE
DE LA PASTORAL
VIII. Sobre cuestiones políticas, económicas y sociales[1]
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Por cierto, las desigualdades, tanto en el dominio político como en el social y económico, han sido a veces injustas, y esto por dos motivos principales. O porque esas desigualdades eran ilegítimas y mero fruto de la opresión; o porque se acentuaban tanto que negaban la dignidad natural del hombre, o los medios para vivir decente y honestamente. Un ejemplo claro de desigualdad exagerada, es la suerte durísima e inmerecida a que en el siglo XIX fueron lanzados los obreros como consecuencia de la revolución industrial (Pío XI, "Quadragesimo Anno", A. A. 8., vol. 23, páginas 195, 197-8). Contrariamente a lo que se ha dicho, la Iglesia ha cumplido su deber de luchar contra esa situación. Pero en tal lucha, su objetivo es una sociedad jerárquica dentro de los límites del orden natural. Nunca la abolición de todas las desigualdades legítimas, soñadas por los revolucionarios, y en la cual se empeñan la acción de la masonería y otros factores (Cfr. Pío XII, Alocución de Navidad de 1944, A. A. S., vol. 37, pág. 14). |
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Se ha generalizado entre los católicos la idea de que la Iglesia es como un partido trabajador, cuya finalidad fuese sólo la defensa de una sola clase. Ella está por encima de las clases y por encima de los partidos. Aun cuando ha defendido las justas reivindicaciones de los obreros, jamás la Iglesia desconoció los derechos de los patronos. Y en el momento actual, en su alocución con ocasión del Kathollkentag de Viena (14 de septiembre de 1952; cfr. "Catolicismo", núm. 24, diciembre 1952), dejó el Santo Padre bien claro que la cuestión obrera candente en la primera mitad de este siglo, ya está superada por otra más grave, que es la lucha de clases, avivada por el socialismo. Es preciso, ahora más que nunca, mostrar a la Iglesia como protectora de todos, obreros y patronos, y no como abogada sistemática de unos contra otros. En cuanto al capitalismo, es necesario disipar la confusión que se estableció a este respecto en el lenguaje corriente. El régimen capitalista en sí mismo, esto es, en cuanto sistema basado en la propiedad privada y en la libre iniciativa, y produciendo ganancias en la medida en que lo permita la moral, es legítimo y no se puede confundir con los abusos a que concretamente estuvo sujeto en no pocos lugares. Importa, pues, distinguir la legítima defensa de organizaciones obreras bien intencionadas contra los abusos del capitalismo, de la lucha de organizaciones revolucionarias, que proclaman la ilegalidad del régimen capitalista en sí mismo. Quien se asocie a estas últimas organizaciones colabora con el comunismo e incurre en la censura contenida en la Carta de la Sagrada Congregación de los Seminarios al Episcopado Brasileño: "Para algunos no son suficientes en el campo social las directrices tan humanas, tan sabiamente favorables a las clases trabajadoras, que la Santa Sede, principalmente desde León XIII, hasta Pío XII, ha promulgado, sino que procuran avanzar siempre más hacia la izquierda, hasta fomentar una verdadera simpatía por el comunismo bolchevique, destructor de la Religión y de todo bien verdadero de la persona humana" (A. A. S. 42, pág. 841). |
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León XIII, San Pío X, Pío XI (Cfr. "Quadragesimo Anno", A. A. 8. 23, pág. 199) y Pío XII enseñan que el régimen de salario en sí es justo y conforme a la dignidad humana. La economía malsana del siglo XIX y del siglo XX arrancó al régimen de salarios su verdadero carácter. Según la doctrina de la Iglesia las relaciones entre patronos y obreros revisten un carácter familiar. Los empleados eran, en otro tiempo, considerados como miembros integrantes de la sociedad doméstica, que se componía de las sociedades conyugal, familiar y de criados. La palabra "patrono", proveniente de "pater", padre, y la palabra "criado", derivada de la noción de que los criados eran formados y educados en la propia casa, recuerdan bien este carácter. Es lo bastante para demostrar que nada hay de deprimente en la condición de empleado asalariado. Igualmente en la atmósfera industrial y comercial, debe persistir el carácter familiar de esas relaciones. La Iglesia quiere que los patronos y los obreros sean entre sí, en la medida de lo posible, como miembros de una misma familia, padres e hijos que colaboran al bienestar común. Desde el punto de vista de la justicia, el salario es un sistema satisfactorio de remuneración, siempre que cumpla las condiciones establecidas por Pío XI: Suficiente para mantener honesta y dignamente al obrero y su familia. En la honesta y digna manutención, se incluye la cantidad necesaria para que el obrero previsor pueda formar un peculio y mejorar su situación y la de su familia, de manera que también participe del aumento de bienestar que el progreso de la técnica y de la producción trae a la sociedad (Quadragesimo Anno: "Las riquezas incesantemente aumentadas por el desenvolvimiento económico social, deben distribuirse entre las personas y clases de manera que quede a salvo lo que León XIII llamaba de utilidad común de todos o con otras palabras, de suerte que no padezca el bien común de toda la sociedad". (A. A. S. 23, p. 196.) La participación del obrero en las ganancias de la empresa, es presentada por Pío XI y Pío XII como recomendable; nunca, sin embargo, como obligatoria (Cfr. alocución al Katholikentag, arriba citada). En ciertos casos puede producir buenos frutos. Pero no es una panacea que deba ser siempre aplicada. ¥ sobre todo no puede ser impuesta por ley a todo un país. Lo mismo se puede decir de la participación del obrero en la propiedad de la empresa o en su dirección. En cuanto a este último punto, el sentido en que la Doctrina católica admite esta participación es tal, que retiene en las manos del propietario de la empresa el poder de decisión y la responsabilidad de la marcha de la fábrica o del establecimiento de comercio (A. A. 8. 41, pág. 285). La sentencia impugnada, llevada a sus últimas consecuencias, representaría la abolición de la desigualdad de clases, término último soñado por todos los revolucionarios. |
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La sentencia impugnada es "estatólatra", y por eso llega a conclusiones que sólo en una concepción de adoración del Estado serían admisibles. De hecho, el régimen de propiedad individual procede de la idea de que el Estado no es un Dios ni un fin en sí mismo, sino apenas un medio. Por lo cual, la posición del propietario consiste en el ejercicio de un derecho personal y propio y no en el ejercicio de un derecho delegado por el Estado. Y por eso decimos que el propietario no puede ser confundido de ningún modo con un mero gerente. Lo que caracteriza al gerente es el ejercicio de derechos que no le son propios, sino que le fueron delegados. Y éste es el motivo por el cual la distinción entre propietario y gerente es corriente en todas las legislaciones en los países no comunistas. (Cfr. "Quadragesimo Anno", A. A. S. 23, p. 196.) |
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La sentencia impugnada se confunde con el llamado "SOCIALISMO AGRARIO", que niega la propiedad sobre la tierra, condenado por los sociólogos católicos apoyados en la argumentación con que León XIII en la "Rerum Novarum" justifica la propiedad privada. Y de hecho, en esa Encíclica enseña el Papa que el hombre tiene también derecho a los bienes de raíz, legítimamente adquiridos. |
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La sentencia impugnada es una de las clásicas tesis del "Socialismo Agrario" de Henri George. La Iglesia está lejos de asociarse a esta fobia de la propiedad territorial. En esta propiedad ve, por el contrario, un precioso apoyo para la estabilidad de las familias, de las clases sociales, de las asociaciones piadosas y de caridad, así como también de los Institutos Eclesiásticos. |
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Como la propiedad tiene también una función social, hay límites necesarios para la gran propiedad: cuando favorece la improductividad de las riquezas en detrimento del bien común; cuando concentra tanto las riquezas en manos de pocos y reduce a los otros a la miseria, pobreza o esclavitud, o impide a parte notable de los hombres el hacerse propietarios. Sobre la legitimidad de los grandes latifundios se pronunció el Santo Padre en la alocución del 2 de julio de 1951 a los participantes del Congreso reunido en Roma para mejorar la condición de vida del obrero agrícola (A. A. S. 43, pág. 554 y ss.) Dice el Papa después de hablar sobre la conveniencia de la pequeña propiedad rural: "De eso no resulta que se niegue la utilidad, y muchas veces la necesidad, de empresas agrarias más vastas". |
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La sentencia impugnada estaría conforme con el materialismo histórico, pues no tiene en consideración alguna, en la cuestión social, la existencia del alma humana, sino sólo el cuerpo y sus necesidades. De hecho, la Iglesia enseña que la cuestión social es principalmente moral, y como todas las cuestiones morales son religiosas, es esencialmente religiosa. León XIII en la "Rerum Novarum" enseña que la cuestión social sólo tiene solución posible admitiéndose dos principios: 1 — la desigualdad social; 2 — la necesidad de la anión de las clases sociales. Desenvolviendo este segundo principio señala los medios que se han de emplear para conseguir esta unión, y son: a) — Justicia; b) — La amistad, que lleva a los ricos a atender no sólo a los deberes de estricta justicia, sino también a ser generosos en el empleo de sus bienes superfluos. Y añade que este deber de la limosna es verdadera obligación moral, y la Providencia así lo dispuso para fomentar la unión entre las clases. Fue ése el designio de la Providencia cuando a unos les dio más que a otros, ya en talentos, ya en riquezas: para que los unos sirviesen a los otros dando de lo superfluo a estos últimos, y así todos viviesen unidos y amigos, c) — En tercer lugar, el sentimiento de caridad cristiana, penetrando también en las otras relaciones entre las clases, impregna la vida social de aquella suavidad ordenada que es la perfección de la convivencia humana. — Lejos está, pues, León XIII de restringir la cuestión social a los estrechos y mezquinos límites del "do ut facias". El Pontífice afronta la cuestión de modo humano, con aquella amplitud con que Dios Nuestro Señor hizo todas las criaturas para un mismo fin último, que debe de ser conseguido mediante el auxilio que se prestan unos a otros aquí en la tierra. En la "Graves de communi", escrita diez años más tarde, en 1901, León XIII declara categóricamente que la cuestión social no se resuelve sólo con el aumento del jornal y la disminución de horas de trabajo y otras medidas de esa naturaleza. La paz social es fruto de la virtud, que sólo la Religión puede inculcar sólidamente. La misma doctrina es enseñada por Pío XI, en la "Quadragesimo Anno", apuntando la causa de los males sociales en el desenvolvimiento de la economía realizada al margen de los principios morales o mismo contra ellos. |
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La sentencia impugnada
fue condenada por San Pío X en la Carta Apostólica "Notre Charge
Apostolique" contra "Le Sillón", organismo de propaganda modernista dirigido por Marc Sangnier. En ese documento declara el Santo Padre que la civilización cristiana, según León XIII, es posible en cualquiera de las tres formas de gobierno. Además, la sentencia impugnada dimana del falso principio de que la igualdad plena entre los hombres fue enseñada por Jesucristo. Todos los documentos pontificios relativos a cuestiones sociales, establecen como base querida por la Providencia la desigualdad de clases. Así, por ejemplo, la "Rerum Novarum", la "Quadragesimo Anno", la alocución del Santo Padre en Navidad .de 1944, etc. |
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La diferencia entre el concepto católico y el concepto corriente de democracia procede de la manera diferente de entender la palabra "Pueblo". Para la Iglesia, pueblo es, en cierto sentido, contrario a masa. Pío XII dice: "Pueblo y multitud amorfa o, como se acostumbra a decir, masas, son dos conceptos diversos. El pueblo vive y se mueve por sí mismo; la masa es por sí misma inerte, y sólo puede ser movida desde el exterior. El pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales —en su propia posición y según su modo propio — es una persona consciente de las respectivas responsabilidades y convicciones. La masa, por el contrario, espera el impulso del exterior, fácil juguete en manos de quien quiere explotar los instintos y las impresiones, pronto a seguir, alternativamente, hoy esta bandera y mañana aquélla. Por su exuberancia, la vida de un verdadero pueblo se difunde, abundante, rica, en el Estado y en todos sus organismos, comunicándoles con vigor, incesantemente renovado, la conciencia de .su propia responsabilidad, el verdadero sentido del bien común" (Alocución de Navidad de 1944). Por consiguiente, para la mayor parte de los demócratas el pueblo es precisamente lo que Pío XII llama masa. Es lo que se deduce de las palabras del Papa gloriosamente remante: "Por todas partes la vida de las naciones está disgregada por el culto ciego del valor numérico. El ciudadano es elector; pero, como tal, no es en realidad sino una de las unidades cuyo total constituye una mayoría o una minoría, que el simple desentono de algunas voces, cuando no una sola, basta para cambiar. Desde el punto de vista de los partidos, el elector no cuenta sino por su poder electoral, por el concurso que su voto da: En su situación y en su papel dentro de la familia y de la profesión no se piensa" (Alocución a los dirigentes del Movimiento Universal pro-Confederación Mundial en 1951). La democracia, en el sentido aceptable de la palabra, jamás se identifica con el mito revolucionario de la soberanía popular. Todo poder viene de Dios. El pueblo —y por "pueblo" entiéndase, como arriba se dijo, por oposición a masa— apenas puede escoger los que le han de gobernar con autoridad que les viene de Dios. |
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Según la doctrina de la Iglesia, tanto el régimen Liberal como el Socialista, son malos y, llevados a sus últimas consecuencias, producen la completa subversión de la vida social. Los católicos deben, por tanto, promover la instauración de un régimen que se halle en un terreno enteramente diverso. La sentencia impugnada tiene el defecto de presentar el Liberalismo y el Socialismo como contrarios uno al otro. En realidad, como afirma León XIII, el Liberalismo es cansa del Socialismo, y, en la concepción laica e inorgánica de nuestros tiempos, es imposible salir de un extremo sin caer en el otro. Considérese una sociedad entregada al paganismo. Si la autoridad se muestra liberal y condescendiente, si las leyes conceden mucha facilidad de movimientos a los particulares, el alarmante desencadenarse de las pasiones, producirá, por fuerza, la anarquía. El mantenimiento del orden exige una tal cantidad de leyes, decretos, reglamentos, tantas intervenciones públicas para asegurar la realización de las incontables funciones estatales, que el ciudadano aislado, desarmado, aterrorizado, se volverá en poco tiempo grano de polvo, esclavo desarmado delante del Estado Moloch. Los fundamentos de la verdadera solución, opuesta al Liberalismo y al Socialismo, se encuentran en las siguientes palabras del Soberano Pontífice: "El Estado no contiene en sí ni reune mecánicamente en determinado territorio una amorfa aglomeración de individuos; es él, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo" (Alocución de Navidad de 194S). |
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l Proposición falsa o al menos peligrosa |
K Proposición cierta |