Conflicto que enfrentó a Gran Bretaña y a Argentina por la soberanía de las islas Malvinas en 1982. La guerra de las Malvinas remontaba sus causas a una disputa anglo-española que tuvo lugar en el siglo XVIII por la titularidad de dichas islas, a la que siguió un intento de colonización por parte de Argentina, para hacer constar sus derechos sobre las antiguas posesiones de España. En 1833, Gran Bretaña reafirmó su soberanía y expulsó a la población argentina de las islas. En 1981, cuando se acercaba el 150 aniversario de esta expulsión, una nueva Junta Militar argentina presidida por Leopoldo Fortunato Galtieri, que obligó a dimitir a Roberto Viola, dio máxima prioridad a la devolución de las Malvinas. No existían indicios que hicieran pensar que el gobierno británico estuviera especialmente interesado en conservar la colonia: la población no llegaba a los 2.000 habitantes y su crecimiento decrecía poco a poco, al igual que lo hacía la economía local, que dependía de la exportación de lana, y estaba dominada por la Falkland Island Company (FIC, Compañía de las Islas Malvinas). Sin embargo, los isleños se resistían a cualquier tipo de cesión de soberanía a Argentina. La Junta Militar argentina decidió llevar a cabo una ofensiva diplomática intensiva e inflexible que, en caso necesario, culminaría en una acción militar en otoño de 1982. En febrero de ese mismo año, se celebraron en Nueva York varios contactos diplomáticos, sin que hubiera ningún resultado. Al mes siguiente, algunos chatarreros argentinos llegaron a otra isla británica al sureste del archipiélago de las Malvinas, Georgia del Sur. Gran Bretaña sospechó que su objetivo era establecerse allí de forma permanente, por lo que envió un barco patrulla, el HMS Endurance, para desalojar a los trabajadores. Este hecho hizo que el gobierno militar argentino pensara que Londres estaba aprovechando la oportunidad para reforzar su posición en las Malvinas. En vista de la situación, el 26 de marzo de 1982, la Junta Militar argentina decidió iniciar la ofensiva militar y el 2 de abril tuvo lugar la invasión, a la que hizo frente un pequeño destacamento de soldados de infantería de la Marina británica. Al día siguiente, Georgia del Sur también fue tomada por las tropas argentinas. Gran Bretaña había alertado al gobierno de Estados Unidos cuando la invasión pareció inminente, lo que dio lugar a un infructuoso llamamiento de última hora por parte del presidente estadounidense Ronald Reagan, al presidente argentino Galtieri. El gobierno británico de la primera ministra Margaret Thatcher se enfrentó a una grave crisis política, que provocó la dimisión inmediata del ministro de Asuntos Exteriores, lord Carrington. Margaret Thatcher decidió la 'liberación' de las islas. Rápidamente se reunió un importante destacamento de fuerzas, formado por dos portaaviones y unos 28.000 hombres. Cuando este destacamento inició su viaje de 8.000 millas hasta el Atlántico Sur, se produjo una intensa actividad diplomática por parte del secretario de Estado (ministro de Asuntos Exteriores) de Estados Unidos, Alexander Haig, el cual trató de convencer a Argentina de que tenía más posibilidades de alcanzar su objetivo aceptando entablar negociaciones diplomáticas, pero al fracasar en sus esfuerzos, el 30 de abril anunció formalmente el apoyo estadounidense a Gran Bretaña. El 25 de abril, las fuerzas británicas reconquistaron Georgia del Sur. A comienzos de mayo, tras el despliegue del grueso de sus fuerzas en la zona, los aviones de la RAF (Fuerza Aéreas Reales británicas) comenzaron a atacar las posiciones argentinas, en especial la pista de aterrizaje de Port Stanley (Puerto Argentino). No se logró expulsar a las fuerzas aéreas y navales argentinas, pero el submarino nuclear británico Conqueror provocó el hundimiento del crucero argentino General Belgrano, falleciendo 360 hombres. A continuación, un misil Exocet lanzado por la aviación argentina, hundió a un destructor británico, el HMS Sheffield. Los británicos se prepararon para un desembarco anfibio en la Gran Malvina (una de las mayores islas del archipiélago), una operación militar bastante difícil. Fuerzas especiales reconocieron la isla para determinar las posiciones de las tropas argentinas e identificar los lugares más apropiados para el desembarco. Mientras tanto, la actividad diplomática continuaba, primero a iniciativa del gobierno peruano y, después, del secretario general de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar. Una vez más, el gobierno argentino se negó a contemplar la posibilidad de una retirada militar si no se le garantizaba que las negociaciones directas desembocarían en una transmisión de soberanía. El 21 de mayo, unos días después de que concluyeran los esfuerzos de Naciones Unidas, sin que se produjera ningún avance, las tropas británicas desembarcaron en San Carlos (en la Gran Malvina). El desembarco se llevó a cabo con éxito, pero durante los días siguientes no cesaron los ataques aéreos contra los buques británicos que trataban de desembarcar suministros en tierra. Fueron hundidos tres buques de guerra y un mercante, el Atlantic Conveyor, varios helicópteros se perdieron y numerosos aviones argentinos fueron derribados. El principal combate en tierra, después del desembarco, se produjo el 28 de mayo, cuando un contingente británico formado por 600 hombres derrotó a una guarnición argentina mayor en número en Goose Green (en Malvina del Sur), tras un duro enfrentamiento. Los británicos avanzaron hacia la principal guarnición argentina que estaba situada en la capital, Port Stanley (Puerto Argentino), y el 8 de junio se produjo su mayor desastre, cuando el buque de transporte, Sir Galahad, fue destruido por aviones argentinos en Port Fitzroy. Poco a poco, mediante ataques combinados de artillería e infantería para acabar con la intermitente resistencia argentina, los británicos tomaron las tierras altas que rodean Port Stanley (Puerto Argentino). El 14 de junio, la guarnición argentina, a las órdenes del general Menéndez, se rindió. La Junta Militar que controlaba el poder en Argentina dimitió poco después de la derrota. Las islas fueron fortificadas por los británicos, manteniendo su carácter de colonia, aunque a sus habitantes se les concedió la plena ciudadanía británica.
Bueno! Ganaron la Guerra, pero las Malvinas! seguiran siendo! de la Argentina! Fuck You England...... |
La cuestión Malvinas, veinte años después
por Almirante Carlos Büsser
El Contralmirante (R) Carlos Büsser fue comandante de la Infantería de Marina, y de la fuerza que el histórico 2 de abril de 1982 recuperó el archipiélago. Es autor de Malvinas, la Guerra inconclusa y dirige la publicación del Movimiento de Afirmación Territorial.
Transcurridos veinte años desde la guerra por las Malvinas,
las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur, se puede analizar con mayor objetividad los acontecimientos y se cuenta con algunas informaciones de las que antes se carecía. Es posible entonces, encarar un análisis global de lo que fue, de lo que significó y de la evolución probable de la situación y del conflicto.
La guerra desembocó en la misma situación fundamental que existía antes del 2 de abril de 1982.
Es curioso el resultado de esta guerra librada por los archipiélagos usurpados por Gran Bretaña a la Argentina. En lo fundamental, la Argentina y Gran Bretaña quedaron en la misma situación en la que estaban antes del 2 de abril de 1982.
La Argentina reclamaba infructuosamente, y lo siguió haciendo después de la guerra, que el Reino Unido le restituyera las Malvinas, usurpadas en 1833 y las Georgias del Sur, de las que Gran Bretaña se había apropiado en forma progresiva en los primeros años del siglo XX. Recuperó las Malvinas el 2 de abril de 1982 y las Georgias del Sur al día siguiente. El 14 de junio, como consecuencia de su derrota militar perdió los territorios recuperados poco antes y quedó en la misma situación inicial En las Sandwich del Sur había un establecimiento científico argentino desde 1976, que el gobierno de Londres aceptaba de hecho y que fue destruido por fuerzas británicas como último acto militar del conflicto.
Gran Bretaña mantenía usurpadas las Malvinas y las Georgias del Sur, pese al infructuoso reclamo argentino. La victoria militar británica fue tan mezquina que su gobierno no pudo obtener ninguna concesión del nuestro. Es sabido que cuando el Reino Unido obtiene una victoria, exige al vencido mucho más que lo que pretendía antes de comenzar las hostilidades. En este caso, no pudo arrancarle a la Argentina tratado, declaración, ni reconocimiento alguno sobre las islas en disputa. Por el contrario, nuestro país siguió tozudamente con su reclamo. El gobierno de Londres no instaló ningún establecimiento en las Sandwich del Sur
La Argentina quedó después de la guerra en mejor situación que la que tenía antes de ella.
No obstante lo dicho, y respecto a la cuestión de las Malvinas, la Argentina quedó después de la guerra, en varios aspectos, mejor que lo que estaba antes de ella. Posiblemente el más importante fue el respaldo de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Entre 1965 y 1981, nuestro país logró en tres oportunidades una resolución que exhortaba a ambas partes a negociar la cuestión pendiente de soberanía. A partir de 1982, como incuestionable consecuencia de la guerra, logró que la resolución con la misma exigencia de que se negociara el conflicto de soberanía fuera anual, dejando siempre a Gran Bretaña en situación desairada, cada vez que desoyó reiterada y anualmente el llamado. A partir del conflicto, la disputa de soberanía fue conocida públicamente en el mundo entero, cosa que antes no ocurría. Nuestro país perdió el establecimiento científico de las Sandwich del Sur, destruido por el Reino Unido en la última acción de la guerra, sin que éste emplazara luego uno en su lugar. La Argentina dejó de incurrir en los gastos derivados del abastecimiento a las islas, tanto por transporte aéreo como marítimo.
Gran Bretaña quedó después de la guerra en peor situación que la que tenía antes de ella.
A su vez, el Reino Unido se encontró al final de la guerra en peor situación que la que tenía antes de las hostilidades. Pueden mencionarse los siguientes aspectos. En la Asamblea General de las Naciones Unidas empeoró su posición, tal como se ha dicho. Quedó en la incómoda situación de desobedecer anualmente el requerimiento de la comunidad internacional para que negociara la cuestión pendiente. Los costos de mantenimiento de la usurpación crecieron desmedidamente: tuvo que proveer todos los elementos tanto para la guarnición defensiva como para la población, desde víveres, todo tipo de equipos y materiales hasta combustibles y todos los servicios. Debió mantener una fuerza considerable para asegurar la defensa de las islas, en las que antes de la guerra sólo tenía una guarnición de 44 soldados y algunos oficiales. A tal extremo llegó la magnitud de los gastos de defensa, que se vio obligado, con el propósito de disminuir costos, a gastar 600 millones de libras en la construcción del aeropuerto de Mount Pleassant. Todavía hoy mantiene en las Malvinas una guarnición de cerca de 2000 hombres, buques de guerra destacados en forma permanente y una escuadrilla de aviones de combate de primera línea. En total, su presupuesto defensivo es de 100 millones de libras anuales. Como consecuencia del apoyo que Brasil y Uruguay siguieron dando a la Argentina después de la guerra, no pudo usar sus puertos y aeropuertos para mantener un enlace fácil con las islas.
Período desde el fin de la guerra hasta julio de 1989
Se produjo en la Argentina un agudo período de desmalvinización, que comenzó aun antes del cese de las hostilidades y se agudizó durante el gobierno de Alfonsín.
En ese último período, no hubo negociaciones conducentes a la solución de la cuestión de soberanía.
Apareció una lamentable posición expresada por los funcionarios argentinos de variados niveles: la renuncia explícita al uso de la fuerza, expresada sin necesidad y sin que nadie lo requiriera ni concediera compensación por esa renuncia. Este concepto se repite con frecuencia hoy en día, mostrando la ignorancia de los que lo sostienen, que parecen no saber que los pueblos, para lograr sus objetivos nacionales, no renuncian a ningún medio posible, sea él ejecutable en el presente o en el futuro. Felizmente, los británicos no creen en esos tipos de promesas o aseveraciones y siguen manteniendo su sistema defensivo, con lo que se incrementan sus gastos.
El accionar de nuestro gobierno desvalorizó una de las ventajas más importantes logradas como consecuencia de la guerra de 1982: Las resoluciones de la Asamblea General que instaban a negociar la cuestión de la soberanía contienen dos aspectos que las definen: por un lado su texto, es decir, lo que realmente expresan, y por otro, la cantidad de naciones que las respaldan en la votación. Nuestro Ministro Caputo, con el propósito de lograr los votos favorables de las naciones europeas que en su concepto eran más prestigiosas, como Francia, decidió suavizar los textos que la Argentina proponía a la Asamblea General, y que dejaban en posición desairada a Gran Bretaña, con el objeto de hacérselos más aceptables. Por supuesto esa modificación favorecía la posición británica. No logró mejoría sustancial en el número de países que apoyaban la posición argentina, pero sí provocó que lo que requerían las resoluciones de 1982 y 1983, y los textos con que se llegó en 1988 marquen un sensible retroceso en la posición favorable a que había llegado nuestro país después de la guerra.
Mientras ocurría todo eso, Gran Bretaña mejoró las condiciones defensivas de sus posesiones, realizó estudios sobre cómo resolver todos los problemas derivados de la nueva situación en las islas y estableció lo que denominó “Zona Interina de Control y Administración Pesquera”, con lo que mejoró ostensiblemente su posición.
Período desde julio de 1989 hasta diciembre de 1999
Este período se caracteriza porque todas las acciones, medidas y acuerdos que hizo nuestro gobierno tuvieron siempre un resultado favorable a Gran Bretaña. Tan pronto asumió, el presidente Menem se acercó a Gran Bretaña. Para ello designó como Ministro de Relaciones Exteriores a un ambicioso Cavallo, que detentó el cargo hasta fines de 1990, a pesar de su falta de conocimientos y experiencia en esos asuntos. En ese lapso se firmaron los Acuerdos de Madrid de octubre de 1989 y de febrero de 1990. A través de ellos, Gran Bretaña resolvió prácticamente todos los problemas derivados de la guerra de 1982, y la Argentina no obtuvo casi ninguna ventaja compensatoria. Cuando dentro de algunos años se analice este período de nuestra historia, se comprobará que la gestión de Cavallo fue no solamente nefasta en el campo económico, sino que los intereses argentinos en la cuestión Malvinas se vieron profundamente perjudicados como consecuencia de sus actos irresponsables.
La gestión diplomática de Di Tella, su sucesor, fue aun peor. No solamente permitió la expansión geográfica británica en el Atlántico Sur, que terminó explorando la existencia de petróleo en las aguas aledañas a las Malvinas hasta las doscientas millas medidas desde las costas, sino que colocó a los ciudadanos de nacionalidad británica que habitan las islas en la condición de tercera parte en la disputa de soberanía. La gestión de estos dos ministros será seguramente condenada por la posteridad. Pero no hay que equivocarse.
El verdadero responsable de todos esos hechos, que en el mejor de los casos podrían atribuirse a errores groseros de ambos ministros y de sus colaboradores, es el presidente de la República que los designó y dirigió su accionar.
Una síntesis que es dolorosa pero certera de estas gestiones, la dio Lucio García del Solar, quien fuera en 1989 y 1990 el negociador de los lamentables convenios de Madrid. Dijo en 1996: “Pero la Cancillería no tiene establecido como objetivo presionar para que en algún momento los británicos conversen sobre el tema de soberanía” y agregaba: “Los ingleses le han tomado tanto el tiempo a la Cancillería argentina, que saben que pueden permitirse cualquier cosa, que la Argentina igual va a ceder”.
Período desde diciembre de 1999 hasta diciembre de 2001
Tal vez la mejor síntesis de la cuestión Malvinas en este período la haya dado el Ministro de Relaciones Exteriores, Rodríguez Giavarini. Dijo al comienzo de su gestión: “No voy a dejar que mi gestión se malvinice”. Cumplió puntualmente.
Situación actual. ¿Futuro?
En la actual situación de crisis política y económica de la Argentina, con una paralización total de casi todas las actividades productivas del país y niveles de desocupación y de pobreza alarmantes y crecientes, no es razonable esperar que en lo inmediato se pueda hacer mucho para alcanzar la solución de la cuestión Malvinas. No obstante, parece indispensable que se siga insistiendo en el reclamo y se manifieste nuestra decidida actitud de no cejar en el empeño por recuperar las islas. Se le debe hacer evidente al gobierno y pueblo británicos que nunca dejaremos de reclamar las islas, que jamás podrán descansar tranquilos en su usurpación y que están condenados a mantener su oneroso esfuerzo defensivo por tiempo indeterminado. Deben llegar a convencerse que tampoco podrán, cuando llegue el caso, actuar sin nuestra intervención en la explotación de los yacimientos de hidrocarburos que se encuentran en las aguas que rodean los archipiélagos, y que los gastos que todo ello les demandará pueden ser un dispendio sin retribución
Pero es difícil que nuestros actuales dirigentes hagan algo al respecto, ya que están totalmente absorbidos por la crisis que deberían resolver en forma impostergable. Además padecen, en relación con la cuestión de las Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur, como producto de sus prejuicios y de su ignorancia del tema, de una ceguera, que no les permite comprender cuáles son las prioridades relativas.
Por lo tanto, nos queda al resto de la ciudadanía la tarea de insistir en estos temas y de hacer llegar al país que es nuestro enemigo, mientras subsista la usurpación, la convicción de que le conviene más llegar a un arreglo con la Argentina y retener algunas de las ventajas que espera obtener en un futuro azaroso e indeterminado. Ese es el de-safío del presente para todos nosotros.
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