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"QUIERO GANARLE A TARANTINO"
Verborrágico,
lúcido, imaginativo, ácido, incansable. Charly apuesta
siempre más. Héroe y antihéroe, ahora quiere
"rebajarse" y convertirse en director de cine. Sería
la segunda parte de "La hija de la lágrima",
donde "la" protagonista es el mismísimo García.
Una charla sobre el rock, el fuego y la desmesura desde su
lugar sagrado: la cama
Las
paredes del living no tienen rastros de graffiti ni aerosol. Están
impecablemente blancas y encandiladas por el rojo furioso del techo y de
la alfombra, sobre la que descansa un enorme instrumento de cuerdas que le
trajo de China el ex presidente Menem. Un piano que parece víctima de un
sarpullido de pintura le da la espalda al balcón. La puerta de la
habitación está empapelada con imágenes de revistas y una leyenda:
"Fans only". Sentado sobre su cama, con las piernas cruzadas
como si fuera el brujo yaqui de Castaneda, Charly
García hace un gesto con el que pide una pequeña tregua silenciosa a sus
visitantes. Con volumen alto, suena una canción que incluye el estribillo
de "Vampiro", aquella que grabó en "Tango 4" con
Pedro Aznar. Charly pulsa las cuerdas de
un pequeño bajo Samick, en una línea austera y de tempo exacto.
"Este es otro vampiro. Esta canción la hice a los 10 años. Esta
versión es muy violenta porque acusa de vampiro a otro. Con cierto grado
de snobismo y de superficialidad se me atribuye el mote de vampiro. Y lo
único que tengo en común con un vampiro es que trabajo de noche. Yo me
siento más una usina, no necesito vampirizar a nadie para sentirme yo.
Eso es un poco lo que predicaba Drácula: necesitaba la sangre como
alimento. Y también era un gran romántico", explica, detrás de
unos anteojos de vidrio rojizo.
Como un gurú, García predica sobre el colchón, mientras un gran
televisor delante suyo escupe imágenes sin volumen de una película:
"Estoy un poquito interesado en el tema de los fantasmas y los
vampiros, y todos los seres que, por amor, esperan largo tiempo y se
condenan a una existencia entre acá y el paraíso. Estoy escribiendo una
canción que se llama «Los fantasmas». No sé si existen o no. Depende
de a quién le ponemos el mote de fantasma. Yo puedo ser uno, por la
resistencia. También puede serlo el tipo que torturaba y que era el poder
y ahora es un fantasma. Estoy estudiando ese asunto. Poéticamente, «El
fantasma de Canterville», de Oscar Wilde, es fantástico. Porque muestra
que la tradición europea de los fantasmas frente a unos americanos nuevos
ricos no tiene ningún efecto. Los pibes de la familia en «El fantasma de
Canterville» se ríen del fantasma. Y éste pasa de ser una figura
asustadora y tremebunda a algo patético. Y en eso estoy".
También parecen recién pintadas las paredes blancas de la habitación.
Hay cuatro fotos recortadas de revistas y pegadas desprolija y
veleidosamente: una de Spinetta, una en blanco y negro de los Rolling
Stones, una de Tinelli y Suar juntos (de espaldas), la otra de Elton John
con una anotación propia en marcador negro: "Hay que asesinar a
Elton John". En otra pared cuelga un busto transparente lleno de
moscas plásticas y, al lado de la ventana, unas piernas de maniquí
tienen como torso... un parlante. García sostiene un encendedor en una
mano y un vaso con whisky en la otra. Y sigue con su obsesión por las imágenes
espectrales. "Yo no creo que haya nada después de la muerte. La
muerte es un... (emite una onomatopeya intraducible) y chau, se apagó la
radio. Siento que la existencia de una vida posterior es una manipulación
que hace alguien para someter a la gente. «El fantasma de Canterville» mío
habla de alguien que es ignorado por la sociedad, como un freak (raro),
como un diferente. Y, sin embargo, pasa a través de la gente. Por otro
lado, hay mucha gente que, de tan normal, es fantasma. Llega un momento en
que una persona normal es un freak. Y yo me considero un freak. Si yo
hubiera nacido hace miles de años, me habrían tirado por un peñasco,
porque soy zurdo, tengo el bigote blanco... Simplemente, aprendí a usar
el defecto como virtud: ser zurdo no tiene nada de malo, pero la sociedad
lo tomaba como malo. A mí me pegaban los maestros para que no escribiera
con la izquierda."
García surfea por sus ideas y continúa con el gran proyecto que dice
tener pensado para este año: nada menos que hacer una película. Claro,
con la impronta de Charly: "Estoy
haciendo la segunda parte de «La hija de la lágrima», que para mí es
uno de mis mejores discos. Va a ser una película donde lo más importante
será la música. Yo voy a dirigirla, con un súper camarógrafo. Quiero
hacer algo para ganarle a Tarantino".
-¿De qué tratará?
-La protagonista no es la hija de la lágrima, pero ella dice ser la
madre, un personaje entre Botero y García Márquez que dirige a diez
tarados que la idolatran porque creen que es la última de la estirpe de
los atlántidos. La hija de la lágrima no tiene esa condición, porque la
madre se la niega; entonces, es una hijastra. Ella no sabe si tiene
poderes, como la teletransportación. La gente fabrica el mercurio,
pensado como símbolo de la heroína o algo peor todavía? Bueno, mercurio
es lo que le daban a Mozart y lo que me daban a mí en la clínica. Es una
cosa espantosa. Debe de tener algún efecto bueno, pero todos los demás
son malos. Ella es la que sale a vender ese producto (el mercurio) sin
saber lo que está haciendo, porque cada uno de los que lo fabrican hace
una parte sin saber lo que hace el otro. Entonces, ella sale a venderlo,
pero no tiene culpa, está entrenada para eso. Pero, tras un desengaño
amoroso, desaparece, no sabemos si por teletransportación o si fue su
deseo. Pasa un montón de tiempo y reaparece ahora. Alta, rubia, una
especie de Susana Giménez, digamos, que maneja una mesa de dinero y se
casa con un Carrascosa por el poder, no porque lo quiera. Ella soy yo,
vestido de mujer, canto mis nuevas canciones. Y el final, veremos...
"Si es genial, se va a ver en los cines. Si no, se venderá mucho en
DVD, con sonido en 5.1. Si hago una película mala, ¿qué pasa? El cine
no es sagrado. Hay gente que cree que hacer cine es más difícil que
hacer un disco. Están locos. Hay que desacralizar el cine. O sea, me
rebajaría a ser director de cine, pero por esta vez, nada más."
Charly no habla rápido. Pero hace
pausas en las que es imposible adivinar con qué idea volverá al
discurso, siempre recubierto de una acidez que ameniza la diatriba. En una
misma definición puede concatenar la muerte, el rock, la tragedia de
Cromañón, la frivolidad, la política y hasta su amistad con Menem (a
quien, paradójicamente, siempre llama Méndez). "La crítica que se
me hizo por haber ido a Olivos. ¡Yo no lo voté a Méndez! Incluso toqué
para el partido de la contra. Lo votaron los demás. Ahora, todo es culpa
de él. Como ahora todo es culpa del fuego. Vamos pasando por ese tipo de
modas sin analizar el proceso de las cosas. Hay mucha gente que conozco
que está viviendo como en una telenovela. Yo, por suerte, no veo televisión;
miro películas y cosas así. El nivel cada vez es más bajo. Los rockeros
ven telenovelas y se comportan como rockeros de telenovela", se
queja.
-Después del fuego y Cromañón, ¿el rock adónde vuelve?
-A mí se me quemó esta casa. Esto que está acá (recorre con la vista
la habitación) no existía. Yo sé lo que es ver un incendio. Pero sin
fuego no podríamos cocinar... Es una excusa. Ocuparse del fuego ahora que
todo es irreversible me parece cola de paja -de algunos-, inquisición
-otros-, salvarse el puesto -otros-, pero no tiene que ver con una
prevención de nada. Porque ahora, mientras estén cuidando el fuego va a
venir el agua y nos va a ahogar.
Charly da vueltas alrededor del tema
Cromañón y sorprende con una anécdota: "Yo estuve en la Puerta 12
(la tragedia que en 1968, durante un River-Boca, se cobró 71 víctimas en
el Monumental). Me salvé porque la Puerta 12 daba a la hinchada de Boca.
Fue la última vez que fui a la cancha. ¿Quién cerró la puerta? ¿Quién
la abrió después? Entonces, atribuirle la culpa al rock es la burrada más
grande del mundo. Tendríamos que atribuírselas a los cabarets, a los
hoteles alojamiento, a cualquier cosa que tenga una puerta. La verdad es
que nunca nadie le dio pelota a eso. Porque nadie pensaba que iba a pasar
algo malo. Ley de Murphy: todo lo que pueda ir mal va a ir mal. No es
cuestión de buscar culpables, sino soluciones reales y prácticas.
-¿Qué creés que pasó con el público de rock en los últimos 15 años?
-Yo prefiero pensar que el rock no es público. Como dijo Pete Townshend,
no estamos tocando para entretener a una bola de ejecutivos que comen
langosta. Estamos tocando para alguien con quien tenés un ida y vuelta. Y
el tipo te puede decir "no" y fuiste. Te puedo decir que en mis
recitales nunca se murió nadie ni robaron a nadie. A mí me echaron de
Punta del Este porque dijeron que no había seguridad para mí. ¡Es
absurdo! En toda profesión hay gente que es buena, mediocre y mala. Hay
bolicheros que tienen amor por su boliche y saben dónde está cada
cuadrito y hay tipos a los que no les importa si el baño está inundado;
les da lo mismo. Yo no creo que haya sido una cuestión de ganar guita.
Creo que fue una cuestión de desidia. Como siempre salía bien... Pero
culpar al fuego es estúpido.
-¿Cómo viviste el Gesell Rock?
-Fue increíble la telepatía con la gente. No pude usar los fuegos
artificiales y no quise llegar a tal extremo. Pero no tuve que prender
fuego ni nada para que la gente pudiera vivir el luto, y viera un respeto
y viera algo que trasciende?
-¿Cómo ves al rock de hoy?
-El rock es como el tango: está muerto y enterrado. Lo que se toca ahora,
el rock latino, no es rock. Técnicamente no es rock. El rock ahora es una
forma de hacer guita. ¿Sabés por qué los raperos rapean? No saben
cantar. Madonna me parece un horror. El rock es un cuerpo de baile ahora.
Es como las entregas de premios, que están todas arregladas, pero yo voy
y me dan el premio que sea, ¡porque no hay ningún músico! El único que
hay es Lenny Kravitz. Yo dejé de mirar televisión por MTV; corté el
cable.
Para información sobre la actuación de Charly
García en el Cosquín Rock, ver sección Espectáculos.
Por Diego Mazzei y Daniel Amiano
» Un
reality para gente VIP
Imagina un programa con "casi" famosos
Las miserias de la gente, la necesidad de trascender a cualquier costo,
son comidilla para la verborragia de Say No More. "Hay demasiados VIP
truchos. Yo voy a lugares VIP donde la única persona famosa soy yo. ¿Sabés
lo que es el VIP? Es una cadena que inventó Philippe Starck, el que diseñó
los hoteles de Madonna y de Alan Faena, que divide a la gente. Yo le
propuse a Tinelli hacer un reality de VIP que se llamaría "Real
E.T.", en el que entran famosos -bah, casi famosos-, y salen y no los
reconoce nadie. ¿Cómo se produce este milagro tipo Roberto Arlt? Fácil.
Entran y las cámaras miran todas para afuera. Y en lugar de sacar gente,
entra gente. Cuando en un VIP entra demasiada gente, nadie es VIP. Ahora
todos quieren ser famosos, pero nadie tiene la menor idea de lo que es la
fama. La fama se tiene o no se tiene; el poder se tiene o no se tiene. Es
una cuestión de swing. Y hay gente que hace cualquier cosa por eso.
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