“El Ritmo del Silencio”

Muestra de artistas italianos contemporáneos organizada por el Focal Point de Arte Contemporáneo de la Representación en Buenos Aires de la Università de Bologna y la galería Artel de Roma, curada por Massimo Scaringella y Lucrecia Vega Gramunt, con obras de Franco De Courten, Stefania Fabbrizi, Hannu Palosuo y Salvatore Pupillo. Del 30 de marzo al 22 de abril de 2005 en Rodríguez Peña 1464, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Desgrabación de la conferencia de presentación del miércoles 30 de marzo a las 18.30 horas a cargo de los curadores y con disertación de Carlos Argañaraz y Jerónimo Brignone.

 

GIORGIO ALBERTI

Muy buenas noches a todos. Me da mucho gusto que el Focal Point de Arte siga haciendo cosas muy interesantes, y cada vez hay más gente, lo que quiere decir que tiene éxito. No quiero hacerles perder más tiempo, agradezco a todos y doy la palabra a la profesora Lucrecia Gramunt, que es la organizadora del evento. Gracias.

 

LUCRECIA VEGA GRAMUNT

Gracias, Giorgio. Giorgio Alberti es el Director de la Representación en Buenos Aires de la Universidad de Bologna; lo digo porque cada vez variamos el público, y por eso lo presento a quienes no lo conocen. Vicente Donato, que está en primera fila y nos dirá después unas palabras, es el Vicedirector de la Universidad de Bologna y se ocupa de Economía, Estrategia de Pymes, etc., pero también es un amante y coleccionista de arte contemporáneo. Tenemos algunos artistas argentinos que nos vinieron a visitar y a quienes les agradezco la presencia: Inés Fontenla, Eduardo Pla, Luis Altieri y Rubén Grau. Y junto con nosotros está Massimo Scaringella, co-curador de la muestra, curador de la Colección de Arte Contemporáneo del Ministero degli Affari Esteri Italiano y coordinador del suplemento de Arte del diario Il Tempo. También nos honra con su presencia Carlos Argañaraz, Consejero Cultural de la Fundación Mundo Nuevo, quien además como diplomático argentino en Italia durante varios años ha conocido en su misión profundamente el mundo de la cultura de los artistas italianos, y le agradecemos también su presencia. Y Jerónimo Brignone, Director de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires. Ya que hablamos de innovación, de ingeniería de la innovación, innovación estratégica, etc., quisimos incorporar una visión diferente en la presentación de las obras. Vamos a presentarlas entonces también como una unicidad, como una obra con personalidad, un ente único y protagónico creado por su ser, también creativo y universal. Así, cada una de estas obras las presentará Brignone con un mapa astral, viendo la obra desde un diagrama estelar diferente, que desde ya nos va a interesar muchísimo.

Voy a presentar el espacio. Nosotros hemos creado este Focal Point de Arte Contemporáneo argentino y latinoamericano para integrarlo y para permitir el intercambio con el arte italiano contemporáneo, así como el encuentro con críticos y validadores internacionales. Queremos que el arte argentino y de la tierra latinoamericana se encuentre en diálogo con otros artistas. Como no es muy fácil que los artistas recorran, viajen y se encuentren personalmente, queremos propiciar el encuentro de obras, y por eso creamos este espacio para mostrar, para dialogar y, fundamentalmente, para promover nuestro arte, y qué mejor que una universidad. Tuvimos el año pasado las figuras de Alonso, Polesello, diseñadores argentinos, y este año vamos a estar en el Museo del Maschio Angioino, en Nápoles, con un artista napolitano, Pietro Finelli, que va a venir aquí a nuestro espacio en el segundo semestre. También pensamos en otros nombres italianos, tales como Nunzio, Luigi Ontani, Ugo Atardi, y en argentinos varios y muy buenos, como Hoffman y D´Arienzo. No voy a nombrar a todos porque puedo olvidarme de alguno: tanto artistas jóvenes, como de generaciones intermedias, y artistas consagrados. Vamos a tratar de ir presentando a estos artistas en diálogo con las generaciones jóvenes, intentando también innovar en las presentaciones y en los modos de decir y de interactuar, fundamentalmente basándonos en el encuentro. Agradezco la presencia de todos ustedes y doy la palabra a Massimo Scaringella.

 

MASSIMO SCARINGELLA

Buenas noches a todos. Desde hace muchos años soy curador de artistas contemporáneos italianos, y especialmente de estos cuatro artistas, que nacieron prácticamente con mi trayectoria de curador. Aunque tres son de la misma generación y tienen unos cuarenta años, uno de ellos tiene setenta años y comenzó prácticamente su carrera en los años noventa, porque antes tenía una ocupación que lo llevaba fuera del país y no tenía el tiempo para dedicarse tanto a su trabajo artístico. El artista es Franco De Courten, quien pone la abstracción en el medio de la figuración con el módulo del collage, una técnica muy poco utilizada ahora, aquí pensada como una selección de colores. Corta papeles viejos de cualquier tipo y después los cuelga sobre otra hoja de papel componiendo un paisaje y con una medida casi única, para que el color se muestre en una selección cromática de su agrado. Y el encuentro del papel pintado y el papel escrito antiguo lo trabaja para recordarnos que el hombre tiene una memoria, y que ésta está en la escritura, poniendo de este modo al hombre en el centro de la humanidad.

La otra artista, Stefania Fabbrizi, siempre ha pintado esta suerte de humanos no humanos, con caras con un trazo que no les deja ver hacia adelante, androides o extraterrestres que miran hacia la trascendencia del ser humano, poniendo así siempre a éste en el centro de la trayectoria de su pintura, línea que la mancomuna con Franco De Courten. Hannu Palosuo, el otro artista, finlandés, también pinta siempre sillas, ya que para él la silla es la memoria y el retrato del hombre: si un coleccionista le va a pedir un retrato, no le hace la cara, sino la silla (risas), porque para él la silla representa una humanidad; cuando son varias, puede ser un coloquio entre personas, o una pelea cuando están colocadas de cierto modo, etc. El cuarto, Salvatore Pupillo, que parece el más lejano de todos porque es el más abstracto, pone estos signos fuertes, veloces y livianos sobre una pátina de colores. Así como el hombre siempre ha pintado en la antigüedad en las paredes, hace signos, deja trazos de su vida, éste es el vínculo entre los cuartos artistas que elegí: todas las obras son silenciosas, con seres humanos que no existen en la realidad, sino en el interior del artista, pero tienen un ritmo, el de la vida, y éste es el Ritmo del Silencio que intitula la exposición.

 

LUCRECIA VEGA GRAMUNT

Gracias, Massimo. Por esto la muestra se llama el Ritmo del Silencio. Y con esta muestra en general me acordé mucho de Toti Scialoja, poeta y pintor romano, ya que el espíritu de esa ciudad también aúna a todos estos artistas. Él también tenía estos espacios rítmicos muy contundentes, hecho de silencios y espacios como notas musicales. Así es como con Massimo colgamos las obras: con notas, espacios de dos, de cinco, espacios que se interceptan, que se cruzan, que dialogan,  espacios que hacen silencios, espacios que vuelven a hacer voces, espacios que dialogan con colores, con ritmos, con cromaticidades. Es entonces una muestra plural, pero que también nos lleva, como me llevó a mí, a dialogar y recordar otras voces, tales como la de este poeta, que aunaba también el ritmo del color y de la forma con el ritmo de las palabras y los silencios. Cedo entonces ahora la palabra a Carlos Argañaraz, que nos hablará sobre el arte italiano contemporáneo y de los artistas en ese marco.

 

CARLOS ARGAÑARAZ

El propósito de esta exposición es ponernos en contacto con nuevas expresiones de la plástica italiana de los años 90 en adelante, porque a pesar de que Franco De Courten comenzó a exponer a mediados de los cincuenta, su gran producción pictórica lo ubica con el grupo de los artistas de los noventa. Es evidente que en la elección de los cuatro artistas aquí representados se tiene una imagen multifacética de lo que es, en estos momentos, la pintura en Italia, aunque naturalmente son centenares los artistas que componen el caleidoscopio de la plástica en la península y que responden a distintas filosofías artísticas, expresándose con técnicas y formas alternativas.

Quizás uno de los aspectos  más fascinantes de la pintura italiana de estos tiempos es el extraordinario florecimiento de nuevas posibilidades de expresión a través de técnicas innovativas tomadas de los medios masivos de comunicación o utilizando los elementos de la informática, pero, importante señalarlo, dentro de una referencia constante, aunque no siempre fácil de detectar, a las profundas raíces del arte clásico italiano. Este fenómeno es mucho más raro en otros países, sobre todo en los de origen anglosajón, así como la plástica moderna en otros continentes. Los artistas italianos tienen esa especie de código genético  incorporado, que significa pertenecer por la sangre a la tierra que ha generado el arte  figurativo de Occidente, y que no es vivido como una dependencia sino que es, por el contrario, fuente permanente de creación de nuevos lenguajes pictóricos.

A mediados de los años ochenta, en mis recorridos por galerías de arte romanas en compañía de mi gran amiga Laura Tansini, una de las mayores expertas mundiales en arte contemporáneo y sobre todo italiano, siempre tratábamos de encasillar los artistas en las distintas escuelas, grupos, tendencias, buscando todos los “ismos” posibles, desde la transvanguardia en adelante, pasando por el abstracto, el neofigurativo, el hiperrealismo, el arte conceptual,  las instalaciones, los videos, y así sucesivamente. Una situación totalmente diversa se puede constatar en el comienzo del siglo XXI, donde el mundo de la plástica y de la escultura ya no es más clasificable en escuelas, grupos o tendencias, pues existe una completa libertad de expresión. Si queremos, el artista, en su individualidad y en su búsqueda personal, ha roto con los esquemas del novecientos y sus estructuras.

De esta manera, el artista italiano ha creado un nuevo lenguaje a través de la utilización de la fotografía, la tecnología digital, el video, el cine, las tiras cómicas, la iluminación, los nuevos materiales, modificando sustancialmente las  técnicas de creación de la obra de arte. Se ha logrado así una extraordinaria apropiación de formas nuevas de expresión para la creación artística, y por lo tanto podemos hablar de una “contaminación” sufrida por la plástica y la escultura a través del interactuar de estos  nuevos elementos expresivos. Y una pregunta que surge espontánea es la de imaginarnos cuánto y en qué dimensión han sido “contaminadas”, en el sentido de ser condicionadas, pintura y escultura  por estas nuevas técnicas. O sea, ¿el acto creador surge a partir de estas nuevas técnicas expresivas, o la inspiración se sirve de las mismas para lograr ser representada?

 

LUCRECIA VEGA GRAMUNT

Gracias, Carlos. Invitamos ahora a Jerónimo Brignone.

 

JERONIMO BRIGNONE

Muy buenas noches. Antes que nada quiero agradecer a los asistentes por su presencia, a los organizadores de esta hermosa muestra y, muy especialmente, a los artistas por permitir esta mirada inusual que vamos a depositar hoy sobre sus obras, dado que creo que no es habitual hacer una aproximación astrológica al arte contemporáneo.

Quisiera en principio aclarar que la Astrología, que se ocupa de estudiar correlaciones entre ciertos fenómenos celestes y ciertos fenómenos terrestres,  es una actividad que acompaña al hombre desde sus primeras producciones culturales. Los primeros testimonios de la actividad del ser humano a través de residuos fósiles, arqueológicos, y luego, arquitectónicos, ya muestran la presencia de la Astrología, y ésta lo ha acompañado a lo largo de su desarrollo durante miles de años. Es el origen de las ciencias actuales, y en sus principios era una actividad que tenía un carácter social, tanto desde el punto de vista político, como científico, como religioso, aspectos que estaban íntimamente aunados en las culturas sedentarias y urbanas que encontramos en los imperios que mejor conocemos, sobre todo el del Nilo y la Mesopotamia. Esta práctica social devino, desde la época helenística, en la actividad prioritariamente individual que actualmente reconocemos, inclusive en el caso de aquellos que no conocen a la Astrología, en la práctica de la Carta Natal. Es decir, el estudio del mapa del cielo del momento en que nace un individuo a fin de inferir características de su destino y, sobre todo más modernamente, de su carácter o su psicología, sin perder por ello sus connotaciones predictivas.

Por más que esta práctica pueda ser individual, no se pierden de vista sin embargo los referentes colectivos, porque tanto los componentes celestes de la carta natal propiamente dicha, como la interpretación de éstos que la tradición ha ido desarrollando a través de los milenios, son colectivos. Esta es la tradición astrológica a la que podemos llamar con todo derecho “seria”, y que supongo que la mayoría de los presentes sospechará que está a siglos luz de la reciente difusión masiva en los medios de comunicación, en donde uno ve absolutamente distorsionada la actividad astrológica a través de una práctica que se llama a sí misma “Astrología”, usa algunos de sus términos (Aries, Tauro, etc.), pero realmente no es tal. Es sólo un entretenimiento -para mí no divertido, aunque para algunos lo sea-, y podríamos decir que quizás nos hace el favor de difundir su léxico, pero seguramente no el de difundir su esencia y su credibilidad. La tarea astrológica, reitero, tanto en Occidente como en cercano Oriente, es ininterrumpida desde hace milenios, y esta tradición seria, tan distante de lo que vemos en los medios de comunicación, está siendo validada constantemente en las últimas décadas, en particular desde la del ´60, mediante pruebas de índole estadística absolutamente creíbles que no han podido todavía ser refutadas con contraejemplos. Se está acumulando de este modo cada vez mayor cantidad de elementos como para realmente pensar que esta credibilidad de la que gozó la Astrología durante tantos siglos no obedeció solamente a la necesidad de creer en algo que quizás no era verdadero, sino que realmente había algo tangible y valioso que podía ser de utilidad para la sociedad, como de hecho se pensaba sin lugar a dudas en la antigüedad. 

Más allá de que la Astrología es muy conocida por su connotación predictiva, desde siempre y, sobre todo, en los primeros momentos, cuando el astrólogo tenía un contacto directo con el cielo, lo que caracterizó su actividad es la contemplación. Los astrólogos de las culturas imperiales, científicos-políticos-sacerdotes todo en uno, contemplaban constantemente el cielo intentando comprender qué relaciones podía haber entre aquél y nosotros, y esta actitud contemplativa, en donde somos percepción pura, apertura sensible a un algo que está ahí y que nos habla, también es propia del arte. De hecho, a la práctica concreta de la Astrología también se la considera un arte, pero quisiera subrayar este matiz de apertura a un algo que no conocemos y a los que nos estamos sensibilizando, que comparte la Astrología con la actividad artística, y que se sintetiza en la actitud estética ante la vida.

Y si bien la producción artística, tal como lo concebimos en los últimos siglos, es fuertemente individual, es un lugar común aquél de que el individuo, aunque produciendo su obra desde su esencia personal, está al mismo tiempo atravesado por la sumatoria de una serie de componentes colectivos culturales, políticos, genéticos, la propia historia personal compartida con otros, etc. Entonces, a las miradas posibles de las obras de algunos de los artistas de la muestra que se inaugura esta noche, vamos a agregarles la posibilidad de ver cuál es el componente astrológico (al  cual no me atrevería a llamar “influencia”) que las acompaña. Del mismo modo en que cada individuo al crear una obra expresa una serie de contenidos sociales, políticos, etc., quizás ésta sea también una expresión de un orden cósmico o trascendente que todavía no conocemos (los astrólogos tampoco, les aseguro, pero sí estamos alertas a tratar de comprenderlo). Verlo desde la carta natal de los artistas se justificaría en cuanto que la obra de arte, dada su circulación en el colectivo, es un ente prioritariamente social; y mientras la propia vida del sujeto, habitualmente reflejada por la Astrología, le compete sobre todo a él, más allá de sus interacciones grupales, la obra permanece y se significa en el ámbito social, y, como dije, los elementos que constituyen la carta natal, tanto los astronómicos que el astrólogo toma en cuenta como la tradición de su lectura, son colectivos.

En la mirada que depositaremos sobre estas obras y que espero poder compartir sin caer en demasiados tecnicismos, el acento no va a estar puesto de ningún modo en la personalidad y el destino o futuro del sujeto: vamos a hablar solamente de la obra y sin entrar, como se suele hacer en Astrología, en consideraciones de índole caracterológica. Esta práctica de ver lo artístico desde lo astrológico está desarrollándose en las últimas épocas a partir sobre todo de la literatura y el cine, y no tiene tantos antecedentes que yo conozca dentro de las artes plásticas. Confiamos en que este tipo de actividades interdisciplinarias pueden ser iluminadoras para cada una de las disciplinas que están interactuando en el intercambio. Y, más allá de iluminar o no, es siempre hermoso poder deslumbrarse -a mí me ocurre- por estas coincidencias mágicas y misteriosas de elementos aparentemente tan inconexos como pueden ser el cielo en que nace una persona y, por ejemplo, su producción artística.

Veamos entonces el primer cielo natal de uno de los artistas, Hannu Palosuo. Este gráfico que aquí vemos (figura 1), que probablemente algunos de ustedes conocen, es aquello que los astrólogos llamamos una carta natal. Es un mapa (“carta” en el sentido cartográfico) del cielo del momento en que nace esta persona en particular, el 29 de septiembre de 1966 en Helsinki, Finlandia, a las 3 horas 35 minutos de la tarde. Ahora bien, si alguien le preguntara a Hannu por su signo astrológico, seguramente respondería que “es de Libra”, dado que ésta es la información a la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación y las publicaciones astrológicas de divulgación. Esto refiere al signo en que se halla el Sol, y corresponde a todos los nacidos entre tal y tal fecha de cualquier año, postulando una serie de características personales supuestamente compartidas por todo ser nacido entre esas fechas. Se constituye así una tipología sospechosamente simplificada en doce clases de seres humanos, a los que les ocurrirían cada día las mismas trivialidades pregonadas por los horóscopos diarios, y pareciera que ahí empieza y termina la Astrología. Pero debemos aclarar que es una práctica absolutamente moderna, un invento de los diarios para sus propios fines en 1928, el inicio de lo que se suele llamar cultura de masas. Lo que los astrólogos, en cambio, solemos hacer históricamente y desde siempre es mirar el conjunto del cielo natal, tratando de inferir determinadas cosas en función de una tradición y de otras innovaciones. El círculo que aquí vemos alrededor es el famoso Zodíaco de los doce signos (Aries, Tauro, Géminis, etc.), el central sería una especie de símbolo de la Tierra, con doce divisiones espaciales que nos rodean llamadas “casas”, y los simbolitos que se encuentran adentro representan a los planetas del sistema solar, incluidos el Sol y la Luna, que son los elementos que los astrólogos tomamos en cuenta, relacionándolos con los signos y las casas.

Respecto de este conjunto, quizás ya les haya llamado la atención, desde un punto de vista puramente perceptual y como dibujo, que hay dos planetas que están como confrontados contra el resto de los planetas que están agrupados ahí arriba, y que por estas líneas que los astrólogos modernos solemos dibujar y que representan relaciones angulares entre los planetas, llamadas “aspectos”, parecieran formar un dibujo geométrico, una especie de barrilete, al cual llamamos “abanico”. Y en esta distribución, si bien el conjunto mayoritario de planetas cobra fuerza por estar juntos, ninguno se llega a individualizar; pero en cambio sí se individualizan los dos restantes, que están como solos, perceptualmente contrastados respecto de los demás, en una especie de fondo y figura, en el sentido gestáltico. Por lo cual, estos planetas cobrarían para un astrólogo moderno un fuerte protagonismo en la personalidad, el destino y, en este caso, la producción artística del sujeto. Estos dos planetas son Saturno y Luna, que en Astrología tienen que ver con la construcción de la forma. Saturno es el planeta visible más lejano del sistema solar, por lo que simboliza los límites, y en general fue asociado con la muerte misma, en el sentido de la vida en su sentido más despojado, de reducción, oscuridad, monocromía. Los planetas y signos astrológicos también tienen correspondencias cromáticas, colores que la tradición ha ido asignándoles y que en estos tres artistas en particular es llamativo cómo se expresan a través su obra.

Saturno cumple con una larga serie de roles de importancia en la carta (entre otros tecnicismos, es el regente del signo ascendente, Capricornio, preponderante en este mapa en particular), y es protagónico por las funciones que cumple en esta estructura, por lo que muchos astrólogos centrarían en él su comprensión de este cielo natal y por ende del ser a quien refleja, sin excluir al resto, pero seguramente priorizándolo. Saturno tiene que ver con la ausencia, inclusive en cuanto ausencia de vida, con la reducción, la privación, la oscuridad. La Luna, como Saturno, también tiene que ver con el pasado. Así como éste remite en el cuerpo a la piel y a los huesos sobre todo, es decir, aquello que se ofrece como límite interno y externo, y por lo tanto como estructura, la Luna es el pasado no tanto material que queda y más allá de lo afectivo, sino que, todo lo contrario, es el planeta que más tiene que ver con la afectividad, sobre todo en el sentido más primario, por ejemplo cuando ésta está plenamente y quizás como nunca a flor de piel; es decir, en nuestra infancia. Por ello es nuestro pasado en cuanto memoria infantil, nuestro álbum personal de fotografías, y se asocia con el color blanco y otros matices nocturnos. Saturno se halla en el signo de Piscis, y la Luna en el signo de Aries. Aries es el primer signo del Zodíaco, por lo que representa el inicio del ser, la emergencia de la individualidad, mientras que Piscis es el último, simbolizando así la disolución de lo dado para poder dar paso nuevamente al ser en un nuevo ciclo ariano. Luna y Saturno están no solo allí perceptualmente juntos, sino en un exactísimo aspecto de unión que llamamos contrantiscio (equidistancia al grado cero de Aries), mezclándose así la idea de ausencia y despojo saturninos con la hiperpresencia ariana de la memoria afectiva.

Saturno está, además, en una cerradísima oposición a Venus, el planeta del arte y del amor, incómodo en el signo en que se halla, y que junto al Sol y otro planeta en Libra, signo también relacionado con nuestros vínculos y con el arte, se halla en la casa VIII, zona de la carta que se asocia a la pérdida y la muerte. Hannu Palosuo vivió la separación de su lugar natal por la ocupación rusa, y ha trabajado mucho la elaboración gráfica de su álbum familiar en blanco, negro y sepia. Quedan entonces Luna y Saturno, protagónicos en esta carta, en la casa II, opuesta a la VIII, que remite fuertemente a los objetos materiales. Y llegamos de este modo a las sillas, tan omnipresentes en toda la obra de Palosuo, y que vienen a representar sus diversos vínculos afectivos, sintetizando la dolorosa ausencia de las personas con la presencia viva de la memoria que lo constituye como identidad. Estos símbolos interactúan con otros fuertemente intelectuales (Mercurio y Urano), y la racionalización resulta así en escenarios vacíos, en los cuales el presente se disuelve en estas estructuras familiares, patrimonios culturales e históricos que nos sostienen, retratados en colores monocromos, “oxidados”, de donde se deducen historias personales de separación, en un clima de severidad y opacidad que también reflejarían aquel paisaje de fiordos arquetípicamente evocado, por ejemplo, en la música de Sibelius.

Ahora bien, así como podemos ver tendencias generales en una carta natal, también podemos comprender instancias que se corresponden con un momento del tiempo determinado. En la producción de Hannu de esta muestra aparece, casi como una sorpresa en su obra, la presencia del color, si bien en un registro típicamente monocromo, tal como vemos en algunos cuadros, con sus sillas icónicas, pero todo verde uno, todo rojo otro, etc. Y es que en este momento, según una de las técnicas que los astrólogos usamos para ver el movimiento de una carta en el tiempo y por la cual cada día de vida transcurrido desde el nacimiento equivale a un año, está teniendo al Sol, progresado de este modo, en conjunción a Venus, y ambos planetas tienen que ver justamente con el color en todas sus variedades. Así que, en este momento, en el marco del contexto del estilo y temática antes expuestos que surge de los símbolos dominantes de la carta, está recuperando y potenciando algo que ya se hallaba en la misma, y que es la de la expresión de la luminosa variedad de la vida y de las apariencias a través de la irrupción del color, tal como simbolizan su Sol en Libra y su Venus, regente de ese signo y muy importante en este mapa.

En la carta natal de Stefania Fabbrizi (figura 2) encontramos resaltado, en cambio, un simbolismo muy diferente. Nació en Roma el 10 de julio de 1958 a las 6 de la mañana, y en el momento de su nacimiento había una fuerte presencia del elemento fuego (los astrólogos tenemos muy en cuenta la división en los cuatro elementos propia de la tradición occidental ya desde los griegos). Tanto el signo que asciende, Leo, como el que culmina, Aries, son de fuego, y cuatro de los diez planetas están en signos de fuego, tres de ellos cerca del horizonte y del meridiano del lugar, lo que les otorga un protagonismo ya tradicional desde los babilónicos. Uno de ellos llama particularmente la atención desde lo perceptual porque está muy elevado, después del hueco más grande en la distribución, y junto a la Luna. De hecho es Marte, regente del Aries, el signo en el que se halla, lo que le agrega también particular fuerza. El planeta Marte es rojo, y fue considerado desde siempre el dios de la guerra, de las batallas, del movimiento, la sangre y la pasión. Recordemos que en los cuadros de Stefania aparecen muchas veces de un modo muy dinámico pugilistas, boxeadores, así como armas cortantes, propias de la contienda y la agresión.

El signo de Aires es el que inicia el Zodíaco, y como tal, tiene que ver con la irrupción del ser en su medio, eventualmente agresiva. Los egipcios hicieron una correspondencia de los signos con cada parte del cuerpo, llamada “melothesia”, que comienza con Aries en la cabeza y sigue hasta llegar a Piscis en los pies. Del mismo modo, la primera casa astrológica, la que le sigue al ascendente, también remite al cuerpo físico todo y, particularmente, a la cara que emerge al nacer y que nos identifica ante los demás. En este ascendente encontramos el signo de Leo, regido por el luminoso Sol, y todos estos símbolos, comenzando por el fuego mismo, remiten en Astrología fuertemente a la idea de identidad. Identidad pulsante y emergente que se abre paso y se significa característicamente en nuestro cuerpo y nuestro rostro. Los cuadros de Fabbrizi tienen todos ellos el protagonismo del cuerpo como tal, y sobre todo del rostro, presentado como una entidad luminosa y en donde predominan los colores rojo, naranja y amarillo, todos ellos tradicionalmente asociados con el fuego, y con Leo y Aries, en especial.

Pero también en esta carta aparece subrayado otro de los cuatro elementos: el Sol, regente del ascendente, está en el signo de Cáncer (si alguien le preguntara de qué signo es, respondería “de Cáncer”) y como foco de una figura geométrica muy dinámica que incluye al Marte ya mencionado, y la Luna, regente de Cáncer, está elevada y fuerte en el signo en el que se halla, en cerrado aspecto al ascendente y opuesta a Neptuno. Más allá de las connotaciones personales psicológicas, todos estos símbolos tienen que ver con el agua como elemento puro, inclusive en su sentido oceánico, marino. Y algunos comentaristas de la obra de Stefania Fabbrizi han señalado esta cualidad casi intrauterina que caracteriza a estos seres que en cierto modo emergen de entre las brumas, un poco luminosas, tal como nos hace ver el fuego ya mencionado y también presente en esta carta. Tanto lo marino como lo intrauterino están simbolizados en Astrología por Luna y Neptuno, que, de nuevo, cumplen roles estructurales importantes dentro de la misma que les dan mucha prominencia, y se emparientan con el Sol en Cáncer, regido por la Luna, que tiene que ver con lo blando y la gestación, y que está en una zona de la carta (casa XII) que se asocia con la vida intrauterina y la formación de la vida desde lo blando y lo oceánico, como los niñitos y su humanidad tan vulnerable: todos sus seres son calvos, sin cabello, casi fetoides (inclusive se suele hablar de una cualidad androide). Quisiera, en suma, subrayar esta combinación de este contexto astrológico acuático, casi intrauterino, simbiótico y disolvente, en cierto modo galáctico, si pensamos en la sensación de estar flotando en esa totalidad cargada de vida potencial, con, por otro lado, la luminosidad de seres que surgen con ímpetu simbolizando una individualidad, mostrando al ser humano que se está formando. Un ser que con toda su fuerza está intentando emerger, buscando encontrarse a sí mismo y a otros, del medio de una nube difusa de sensibilidad, como si hubiera una placa de agua borrando los contornos e interponiéndose a nuestra mirada.

Otra vez, en algunas de las obras de esta muestra en particular comenzó a aparecer mucho más el color negro, minimizando esta presencia muy fuerte y reiterada del naranja, del rojo y de lo luminoso que caracterizaba a las obras de Stefania. Y justamente en este momento en el cielo, el planeta Saturno, que como ya comentamos tiene que ver con el negro y con lo monocromo, está pasando arriba de su Sol natal, así como hay otro planeta, Plutón, el más lento del sistema solar y que tarda doscientos cincuenta años en dar toda la vuelta al Zodíaco, que en este momento está arriba de su Saturno. Por su parte el Sol progresado está también yendo a juntarse con Plutón, en aquel sistema particular que usamos los astrólogos para comprender los ciclos en las cartas natales, y según el cual cada día de vida desde el momento de nacimiento equivale a un año. Plutón, el Hades griego, tiene que ver con las profundidades del submundo, y por ello se lo asocia también con colores oscuros. Y del mismo modo, su Luna progresada está en el signo de Capricornio, regido por Saturno. Es decir que este giro que está tomando la obra de ella en este tiempo (varias de las obras enviadas por ella fueron compuestas ahora, en marzo de este año), tiene que ver con este proceso que está pasando y que de alguna manera le permite incorporar mejor ciertos elementos que también son importantes por razones de índole estructural en su carta natal, tales como su Saturno y su Plutón, pero no me quisiera extender en los motivos para no hacer demasiado larga y agobiante la exposición.

Respecto del tercer artista de quien quisiera indicar algunas correspondencias voy a ser mucho más breve, sobre todo porque no tenemos la hora de nacimiento. Los artistas, cuando se les comentó sobre esta idea de ver sus obras desde la Astrología, estuvieron encantados y mencionaron además un interés personal en el tema. En el caso de Salvatore Pupillo no pudimos tener lamentablemente una respuesta como para poder completar esta mirada, mientras que Franco De Courten nos dijo “nací hace tanto tiempo que nadie se acuerda a qué hora nací” (risas), así que lo que vamos a ver es sencillamente cómo estaban los planetas ese día, independientemente de la hora, que no conocemos. Ya no podemos hablar de planetas arriba del horizonte, o de casas, dado que durante el día el cielo y los planetas dan una vuelta completa alrededor nuestro. Yo calculé por pura comodidad gráfica un momento promedio determinado, el mediodía (figura 3), y podemos ver que había planetas en el signo de Tauro y que la Luna estuvo durante todo el día con seguridad en el signo opuesto de Escorpio.

De nuevo, por una serie de motivos estructurales, está muy acentuada la presencia de los signos de Escorpio y, sobre todo, de Tauro. Éste es el segundo signo del Zodíaco, el lugar en donde se sustancia el ser emergente de Aries, y se condensa y toma forma el sujeto, ahora devenido en objeto. Por ello es un signo de tierra que tiene que ver con el mundo concreto en su expresión más vital. Así como Saturno tenía que ver con el mundo real, material, pero despojado de vida, Tauro tiene más que ver con la vida fértil, el humus y la naturaleza en todo su esplendor como expresión material de la vida. Y es tradicional cómo pone este signo el acento en el contacto táctil con la materia, en la valoración y gozo de la misma, sobre todo a partir del roce con las texturas, con presencia de colores térreos, pero no del modo triste, despojado y oscuro de Saturno, sino de aquellos que encontramos en la naturaleza viva. Tauro es el signo de lo material, de lo concreto, de la tierra, de la vida, de lo tangible, y del valor de estas texturas (las obras de Franco están a la derecha, cuando uno ingresa en la sala, y tiene que ver con el collage y las texturas tan particulares de una  materia orgánica como la del papel). Y al mismo tiempo en esta carta se da una especie de dialéctica, dada la confrontación simbolizada por la Luna Llena en la que nació, con el signo opuesto de Escorpio, que tiene que ver con la muerte en su sentido dinámico, como parte del proceso de transformación, propio de la vida, y que los seres humanos significamos antes que nada con la idea de muerte o pérdida, y que tienen que ver sencillamente con los cambios dramáticos que acompañan el devenir.

Es decir, hay una presencia de lo material (Tauro), pero al mismo tiempo de descomposición de lo material (Escorpio). En estos dos signos no hay tanta presencia del ser humano en cuanto persona, como por ejemplo sí encontramos en los símbolos astrológicos más característicos del cielo natal de Stefania Fabbrizi, con sus cuerpos y caras. Aquí, en cambio, el protagonista es la valoración de la materia viva y sus procesos, y acompañando esta idea más impersonal, hay un par de planetas Mercurio y Marte que hacen desde Tauro una oposición cerrada con la Luna en Escorpio y un juego muy dinámico con otro planeta que es Saturno, que por su asociación con lo inerte y la no vida, despersonaliza mucho más el conjunto de estos símbolos recién mencionados. La presencia no humana, lo no figurativo, pero al mismo tiempo la voluntad de querer dar cuenta de la vida natural, de esos paisajes o esa materia, tan propio de Tauro, se mezcla, combinándose además fuertemente con otros símbolos astrológicos (en este caso Neptuno en Virgo y el signo de Acuario, en el que está presente Saturno) que apuntan todos a la descomposición, la disolución y, al mismo tiempo, la recomposición.

Bien, yo no sé si se ha iluminado nada desde esta perspectiva, dado que tampoco estoy seguro de si ésta era la intención principal, sino más bien la de compartir, desde el entusiasmo que me provoca tanto a mí como a la mayoría de los astrólogos, el ver cómo la realidad va acompañando al cielo, o éste a la realidad, según se lo quiera ver, y cómo la Astrología puede aludir a tantas esferas posibles de esa realidad. Un reconocido sociólogo de la década del setenta, Philipe Defrance, dijo alguna vez: “la Astrología es el estructuralismo más abierto”. Estas estructuras de índole general luego se pueden aplicar a cualquier dimensión de la existencia, sobre todo humana (política, médica, etc.), y la idea era mostrar cómo, de alguna manera, el cielo natal de tres de los artistas de la muestra aparece, para la mirada de quien esté acostumbrado a aplicar la perspectiva astrológica, fuerte y bellamente expresado en sus obras. Una vez más agradezco a los organizadores de la muestra por permitir compartir esta mirada.

 

LUCRECIA VEGA GRAMUNT

Muchas gracias. Y esto una vez más nos sugiere sobre la riqueza y productividad del arte en general y de todos los siglos. Agradezco a todos ustedes y especialmente a Jerónimo. Cerramos el acto dándole la palabra a Vicente Donato.

 

VICENTE DONATO

La verdad que mientras escuchaba la presentación de Brignone, pensaba que nadie podrá decir que Bologna no es una universidad ecléctica y heterodoxa (risas), de manera que seguimos cumpliendo con nuestra tradición y nuestra trayectoria. Así que estamos muy contentos de albergar este nuevo momento de Focal Point. Muchas gracias a Lucrecia, que dinamiza siempre esto, y gracias a todos los que han participado. Estamos cumpliendo con nuestro objetivo: imagínense que fundar una representación de la Universidad de Bologna fuera de Italia fue una ardua tarea de los juristas, ya que saben que la de los juristas es la tradición más antigua de la Universidad, y hubo que cambiar el estatuto de la Universidad para poder abrir una sede en el exterior. Los astros fueron propicios (risas) -algún día le pediremos que haga una caarta natal de la elección de ese día-, les aseguro que fue una tarea innovadora para la Universidad, porque cambiar los estatutos, que tenían nada más que novecientos años, de una Universidad que fue la cuna de los juristas, se imaginan las discusiones que tuvimos que presenciar. Ajenos a las discusiones de los juristas, creo que nosotros estamos cumpliendo con el objetivo de tender este puente cultural, científico y humanitario entre la Argentina e Italia. En particular ésta es una sede para toda América Latina, no sólo para la Argentina, así que este es un nuevo evento por el que estamos realmente contentos, y seguimos entonces con la heterodoxia y el eclecticismo en los abordajes. Muchas gracias.

 

Figura 1. Carta Natal de Hannu Palosuo

 

Figura 2. Carta Natal de Stefania Fabbrizi

 

 

Figura 3. Carta Natal de Franco De Courten