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Orígenes del
haiku
El haiku japonés hunde
sus raíces en las viejas religiones de oriente (Taoísmo,
Confucianismo y Budismo). Las dos primeras toman forma hacia el
siglo V a. C. en China. La tercera procede de la India y, aunque
su nacimiento se puede considerar simultáneo, no penetra en
China hasta el siglo I a. C. aproximadamente, con la dinastía
Han. Asimismo, consideraremos como fuente remota la poesía china
clásica. La influencia es, por tanto, muy lejana en el tiempo, y
se introduce de un modo general en la temática a través de
conceptos globales (religiosidad, filosofía...).
Taoísmo: Fundado por el mítico Lao Tse ("el anciano
maestro"), gira en torno a la idea fundamental del Tao, el
principio del universo en el que confluyen una serie de opuestos
como la vida y la muerte, el bien y el mal, el todo y la nada. De
este principio emanan dos conceptos contrapuestos y, a la vez,
complementarios: el yin y el yang (la mujer y el hombre, la
tierra y el cielo). El Tao es el gran origen de todo, pero es
también el gran vacío. Es una doctrina de la no-acción,
preconiza de alguna forma la inserción armónica del hombre en
el devenir de la naturaleza, del universo. El taoísmo nos
enseña a ver la vida como un camino, a no marcar grandes
objetivos; más bien se trata de seguir una vía de
perfeccionamiento espiritual, de crear un vacío en el alma como
forma de acercamiento al Tao a través de la no-reflexión y el
no-pensamiento. El haiku bebe de estos conceptos y nos propone a
menudo paradojas, estar en contacto con la naturaleza, armonizar
espiritualmente nuestra propia existencia con el curso natural
del universo...
Confucianismo: Moral filosófica que debemos a Confucio (Kong
Tse), muerto hacia 480 a. C. Sin pensar en seres superiores,
Confucio hace una moral al alcance de todos, orientada hacia este
mundo; proporciona al pueblo una ética que abarca todas las
facetas y circunstancias de la vida. Altera ciertos conceptos del
taoísmo, pues podemos considerar ahora tres principios básicos:
el cielo, la tierra y... el hombre, que unifica ambos conceptos.
Según Confucio, "Los peces están hechos para el agua, los
hombres para el camino". Esto enlaza con ciertos conceptos
taoístas y con el propio "camino del haiku" que
seguirían grandes autores de haiku como Bashô, y que consiste
en una vida ascética y frugal, de observación, de
identificación con la naturaleza y con el mundo. El
confucianismo es una influencia que contribuirá a culturizar la
poesía japonesa, tiñéndola de espontaneidad y de moralidad
confuciana, y en el aspecto formal, de concisión y simplicidad.
Budismo: Hacia el siglo VI a. C. vive en la India el creador del
budismo, Buda, un príncipe indio cansado del mundo que se retira
a meditar. Buda tiene entonces una iluminación: ve el mundo en
que vivimos como una serie de engaños, de falsedades materiales.
A partir de este hecho, considera que nuestra vida se desarrolla
ignorando el verdadero fondo de las cosas. Para superar este
desconocimiento, nos propone un camino de meditación que, en
último término, conduce al nirvana o iluminación (satori en
japonés). Alcanzar el nirvana es desprenderte por completo de
las ataduras de la vida, crear un vacío interior para
"llenarte" de verdad y de cosas buenas. La comprensión
y el perdón de Buda están al alcance de todos los humanos.
Mención aparte merece el zen, heredero de una de las corrientes
budistas que se forman tras las revelaciones de Buda, el budismo
Mahayana, y de la tradición taoísta. El zen se desarrolla en
China, y desde el siglo XII se introduce con normalidad en
Japón. Su espiritualidad influye decisivamente en el haiku. En
el zen, así como en el budismo, todo es sagrado, todo tiene su
dimensión (una mota de polvo contiene la tierra entera). Enlaza
en este sentido con el panteísmo shintoísta, la religión
propia de Japón, anterior a las influencias chinas. El zen, por
tanto, dota al haiku de simbolismo, de misterio, de amor por la
vida sencilla y ascética.
Poesía china clásica: El siglo VIII es una época de
consolidación de la influencia china en Japón, que comienza en
el siglo VI. Es una influencia que se extiende a todos los
aspectos de la vida cotidiana, desde la religión, como hemos
visto, hasta la literatura. En esta última, los temas de
influencia serán la añoranza, el paso del tiempo o el cansancio
del mundo. Son temas, por lo general, bastante pesimistas. Como
reacción, se llega a producir en el pueblo japonés cierto
rechazo a la influencia del continente por miedo a la pérdida de
la identidad japonesa más tradicional. Una conocida pieza
medieval de teatro Noh (género típico nipón, de lenguaje muy
arcaico) llamada "Hakurakuten", nombre de un gran poeta
chino de mucha fama en Japón, trata de la expulsión de este
poeta a China por miedo a su gran influencia. En cuanto a la
forma, la poesía china se estructura frecuentemente en grupos de
versos cortos que pueden tomarse separadamente, y en ella
encontramos antecedentes directos del haiku como los jueju de la
dinastía Tang (siglos VII-X), cuartetos de versos de 5 y 7
sílabas que persiguen una poesía sintética del instante, de la
percepción sensitiva, tal y como encontraremos en el haiku unos
siglos más tarde. Son notas comunes entre las poesías china y
japonesa la espiritualidad heredada de la tradición religiosa y
la comunión con la naturaleza.
Consideraremos como
tales las propias fuentes literarias de la cultura japonesa,
antecedentes del haiku en su pauta formal y en su contenido. Es
imprescindible remitirse al "Manyôshû" (colección de
las diez mil hojas), primera gran antología medieval nipona que
se remonta al siglo VIII y que recoge los géneros poéticos que
se practicaban entonces. Los primitivos katauta, aún anteriores
al "Manyôshû", eran estructuras formadas por un sólo
poema o canción, con dos posibles pautas silábicas: 5-7-7 o
5-7-5 (esta última es la misma que la del haiku). Dos katauta en
forma de pregunta y respuesta formaban un mondô, género
poético superior. Ya en el propio "Manyôshû" no
aparecen katauta, sino otras formas evolucionadas como son el
sedôka, el chôka (canción larga) y la popular tanka (canción
corta). La canción larga constaba de versos de 5 y 7 sílabas en
alternancia constante sin una longitud prefijada de todo el
poema. Las tankas, por su parte, eran dos estrofas de tres y dos
versos, de la forma 5-7-5 / 7-7. Por último, los sedôka eran
poemas de dos estrofas idénticas: 5-7-7 / 5-7-7. Todo nos remite
en la poesía japonesa, como vemos, a versos de bien 5 bien 7
sílabas, cuestión sobre la que se ha teorizado mucho, achacable
según varios autores al propio ritmo de la naturaleza:
regularidad con un cierto cambio.
Poco a poco, conforme van cambiando los propios gustos de los
poetas, van desapareciendo géneros como el sedôka y el chôka,
convirtiéndose el tanka en la forma dominante, en el waka
(canción japonesa) por excelencia. El "Kokinshû",
nueva antología aparecida en el siglo X, recoge sólo 5 chôka y
4 sedôka, siendo el resto (unos 1100 poemas) tankas. La
evolución hacia el haiku tiene su primer estadio en la paulatina
separación de la primera estrofa de la tanka (llamada hokku, de
pauta 5-7-5) del resto del poema. Pero hay un género poético
que hace de eslabón entre la tanka y el haiku, que aparece a
principios del siglo XII, en el período Heian, llamado renga
(que significa canción o poema encadenado). El renga consiste en
una cadena de tankas compuesta por varios poetas que, en un
ambiente festivo y de relajación, de competición si se quiere,
van formando la poesía. En esta obra conjunta, el hokku tenía
mucha importancia, pues daba pie al resto del poema y debía
sugerir un tema o motivo a los poetas que componían el renga.
Esta primera estrofa empezó a cobrar poco a poco cierta
independencia, y en las sucesivas antologías se fueron creando
secciones dedicadas íntegramente al hokku. Poetas como Sôgi, ya
en el siglo XV, se dedicarían a componer hokku independientes.
Como último paso hacia un concepto de haiku tal y como ha
llegado a nosotros, nos encontramos con el haikai, nombre que ha
llegado a considerarse sinónimo de haiku, y que consiste en un
giro que ciertos jóvenes poetas, hacia finales del siglo XV, dan
al renga en respuesta a su rigidez formal y conceptual. Haikai es
una palabra que ya aparece en el "Kokinshû" en
referencia a los versos cómicos y ligeros. El haikai renga es,
por tanto, un encadenamiento de poemas divertidos, sin mucha
trascendencia, de lenguaje simple, sentido irónico y, dicho sea
de paso, con poca calidad literaria en general. En este estado de
cosas, se forman escuelas dispares que fomentan la creatividad
poética de Japón, algunas partidarias de cierta rigidez en sus
premisas poéticas y otras de carácter más flexible. Matsuo
Bashoo, el gran poeta de haiku, se considera deudor de la escuela
Danrin, de libertad expresiva, lenguaje llano y amplitud en la
temática.
Cabe hacer, por último, un apunte sobre el sentido de estación
que suele dominar el haiku clásico. Es un rasgo que se da
esporádicamente en otras formas poéticas japonesas como sedôka
o chôka, y comienza a ser algo más corriente en la tanka. Es
Sôgi el primer poeta que insiste en incluir como algo necesario
una palabra que referencie la estación del año en el hokku, y
se dedica incluso a relacionar ciertos eventos y objetos
naturales con estaciones determinadas, para que el lector pueda,
tras identificar la estación del año, enmarcar el haiku en un
ambiente particular. La costumbre de incluir en el poema esta
palabra relativa a la estación (kigo) se convertirá en el
futuro en seña de identidad del haiku, al mismo nivel que su
pauta formal característica 5-7-5, y llegará hasta Shiki
Masaoka, en el siglo XIX.
Bashô: la leyenda
Matsuo Bashô
(1644-1694) está considerado, aún hoy, el mayor poeta de la
historia de Japón. No deja de ser paradójico el hecho de que
nunca pretendiera hacer literatura ni ser considerado alguien
importante. Bashô tiene, sin embargo, el mérito histórico de
haber elevado el haikai al rango de arte, rescatándolo del
estancamiento en el que estaba sumido desde que las escuelas
poéticas más liberales lo mantuvieran como un simple
divertimento en manos de ingeniosos poetas. Bashô vive en una
época, la de la hegemonía política Tokugawa, en que la
sociedad japonesa disfruta de paz y prosperidad. El período
Genroku (1668-1703) es de hecho la edad de oro de las letras
niponas, con maestros como Saikaku en novela y Chikamatsu en
teatro, además del propio Bashô en poesía.
Nuestro poeta nace en el seno de una noble familia, y es educado
como guerrero samurai en sus años de juventud. Más tarde, al
fallecer su maestro, prosigue su camino de culturización
estudiando a los clásicos chinos y japoneses y entrando en
contacto con la rama más espiritual del budismo: el zen. Sus
primeros poemas, influenciados por la escuela Danrin, son
intrascendentes y ligeros. Pero a medida que crece su
religiosidad se advierte un cambio en su manera de escribir;
Bashô convierte sus poemas en cantos espirituales a la
naturaleza, opera el milagro de trascender la realidad
circundante apoyándose en esa misma realidad como fundamento
básico de su obra. Esto no le hace olvidar muchos de los
principios básicos de la escuela Danrin como la sencillez del
lenguaje o la posible inclusión en el poema de expresiones
extranjeras (sobre todo chinas), aspectos vetados en el waka
tradicional.
Su estilo de vida se vuelve, cada vez más, hacia el "camino
del haiku", influido por su condición de monje. Bashô
será durante toda su vida un constante peregrino, de vida
ascética y pobreza material. Ganará discípulos que, como él,
tendrán un concepto de la poesía como un camino purificador
para todos los hombres y, en cierto modo, también de salvación.
Bashô escribió la poesía que vivió y vivió la poesía que
escribió. Su poesía se basa en una concepción panteísta del
mundo acorde con la espiritualidad budista, y gracias a su vida
humilde en constante contacto con la naturaleza y con los
pequeños detalles encuentra, en cada poema, el sentido eterno
del instante fugaz: "Aprende de los pinos, aprende de los
bambúes. Aprender quiere decir unirse a las cosas y sentir su
íntima naturaleza. Esto es haikai".
Gracias a su cultura, el poeta de Ueno nos brinda apreciaciones
muy acertadas de la tradición artística japonesa anterior a
él. Así, dice: "Saigyô en waka, Sôgi en renga, Sesshû
en pintura, Rikyû en la ceremonia del té, lo que corre por
ellos es una misma cosa", o también: "El haikai es el
corazón del ´Manyôshû´". Pero propone su propio camino
creador: "No sigas las huellas de los antiguos, busca lo que
ellos buscaron". Para exponer su particular genio poético,
que no es más que su propia visión de la vida y el mundo,
Bashô opta por el haiku en detrimento del waka, más
explicativo, con más tendencia a la belleza formal. Su objetivo
no es más que cantar lo cotidiano, y encuentra en el haiku un
vehículo que, debido a su brevedad, no puede albergar más que
la pura intuición poética de aquel que lo compone.
En el año 1686 Bashô compuso el haiku más famoso de la
literatura japonesa, inspiración constante de innumerables
poetas a partir de entonces, que resume perfectamente el
espíritu del haiku: "Un viejo estanque; / se zambulle una
rana, / ruido de agua". El propio autor definió este verso
como el más característico suyo, y dijo de él en su lecho de
muerte: "Este es mi poema de despedida, puesto que he
construido mi propio estilo con este verso. Desde entonces he
hecho miles de versos, todos con esta actitud". En su cumbre
poética, Bashô consigue el milagro de hacer confluir lo eterno
(el agua del viejo estanque) con lo instantáneo (el salto de la
rana) en el propio ruido del agua, valiéndose del lenguaje más
sencillo y conciso del que puede hacer uso. Así, toda la obra de
Bashô está desprovista de vanidad; es un encuentro constante
con la naturalidad y con la humildad del que usa los versos para
avanzar en su propio camino de superación espiritual. Algunos de
sus mejores haiku se insertan en su famosa obra "La estrecha
senda de Oku", fruto de un peregrinaje por tierras norteñas
que le ocupó seis meses, y que le llevó al templo de Ise, el
corazón del shintoísmo japonés. La obra está escrita en prosa
poética (haibun, prosa con gusto de haiku).
El poeta muere en 1694 víctima de la disentería, tal y como él
habría deseado: con el calor de sus amigos y después de uno de
sus queridos viajes, en esta ocasión al sur de Japón. En su
lecho de muerte intuye su último haiku, y lo enuncia ante los
discípulos que tras su muerte se encargarán de custodiar su
herencia poética y humana: "Habiendo enfermado en el camino
/ mis sueños merodean / por páramos yermos".
Los grandes maestros
Los 10 filósofos: Se
dice que unos 300 seguidores acompañaron a Bashô en su
entierro. Este dato es fundamental para comprender la vasta
influencia que ejerció la escuela de Bashô en su época y la
gran cantidad de poetas y discípulos que se formaron en sus
principios literarios y espirituales. De entre todos ellos, cabe
destacar el grupo de los llamados "10 filósofos":
Etsujin, Hokushi, Jôsô, Kikaku, Kyorai, Kyoroku, Ransetsu,
Shikô, Sanpû y Yaha. Casi todos ellos fueron, a su vez,
maestros de otros muchos nuevos poetas, manteniendo encendida la
llama del venerable Bashô durante muchos años tras su muerte.
Onitsura: La escuela de Bashô no era la única que producía
haiku a fines del XVII. Destaca también en calidad literaria,
aunque con muchos menos seguidores, la escuela de Onitsura
(1660-1738), poeta que bebió en su juventud de las mismas
fuentes de Bashô, con el que comparte significativamente muchos
detalles de su vida y de su concepción del haiku.
Onitsura nació en el seno de una familia noble y terminó
haciéndose monje. Vino a inaugurar junto con Bashô la edad de
los grandes maestros de haiku, y aunque no alcanza su altura,
comparte con él la ternura y la sensibilidad hacia los pequeños
detalles. Su consejo para los que se inician en la poesía es
primero imitar al maestro y luego componer versos propios. Muy
elocuente y sincera es una de sus frases: "Fuera de la
verdad no existen haikai", donde expresa a la perfección su
propia motivación poética, que a veces convierte en una
búsqueda de la verdad hasta en los objetos y criaturas más
insignificantes. Es, en algún sentido, el precursor del más
humano de los poetas de haiku: Issa Kobayashi. La producción de
Onitsura se interrumpe cuando decide, a sus 73 años, hacerse
bonzo y dejar totalmente de componer poemas. Muere 5 años
después.
Las poetisas: No son ajenas a este momento de gloria de las
letras japonesas muchas poetisas que surgen por todo el país.
Destacaremos varios nombres: Sute, Sono, Shûshiki, Shôfûni y,
sobre todo, Chiyo (1701-1775), considerada la mayor poetisa de
haiku de Japón y discípula de uno de los 10 filósofos
(Shikô), aunque luego cambió de maestro. Los haiku de Chiyo han
sido a veces criticados por su excesiva subjetividad,
cuestionándose sobre todo si deben o no ser considerados como
tales, y a veces también, desgraciadamente, por el mero hecho de
que quien los compuso fue una mujer. Pasó por algunos trances
desgraciados a lo largo de su vida; véanse algunos haiku
compuestos a raíz de la muerte de su hijo pequeño. Terminó
haciéndose monja.
Buson: Durante algunos años del siglo XVIII, tras un cierto
decaimiento de la influencia de Bashô, el haiku entra en un
estado de popularización parecido al que existía antes de la
aparición del maestro. Algunas corrientes como la Kechôtai y la
Senryû contribuyen a devaluar el arte del haikai,
convirtiéndolo, de nuevo, en un estilo poético artificioso y
trivial. La aparición en escena de Yosa Buson (1716-1783) viene
a remediar esta situación, elevando de nuevo el haiku a las más
altas cumbres poéticas.
Poco se sabe de la vida de Buson. Influenciado por una tendencia
general en el país de retorno al interés por la poesía china,
estudia en su juventud a los clásicos chinos, sobre todo los de
la dinastía Tang. Por otro lado, también recibe una formación
específica japonesa, de amor a la tierra y a la patria. Con un
menor grado de religiosidad que la obra de Bashô, los poemas de
Buson se caracterizar por un sentido más agudo de observación
de la naturaleza. No en vano fue pintor además de poeta, y como
muchos otros maestros de haiku, acompañaba algunas de sus obras
de una haiga o pequeña pintura a la aguada que ilustraba (y en
muchas ocasiones completaba) el sentido del poema. Inclusive, en
ciertos haiku encontramos que algunos dibujos han sustituido a
determinadas palabras, con lo que la obra se convierte en una
especie de jeroglífico que se conjuga globalmente a partir de
los dibujos, la caligrafía (también de importancia capital) y
el propio poema, a modo de "arte global".
Buson propone un estilo que es observación pura, sin
intermediarios, de la propia naturaleza; es el llamado estilo
descriptivo. La importancia del color en sus poemas es un tema
que ha merecido estudios específicos por parte de muchos
expertos, que siempre lo han considerado un poeta sensible y
humano, con una cierta calidad de romántico en apreciación de
Keene. Shiki lo consideró el más grande, por encima de Bashô.
Como última y vital característica de su poesía, diremos que
Buson explora la imaginación y se inspira en ella para componer
algunos de sus haiku más importantes. Su escuela seguirá
produciendo haiku durante algunos años tras su muerte.
Discípulos de Buson: Mencionaremos aquí a autores destacados
como Kitô, Gyôdai, Gekkyo y, muy especialmente, Taigi
(1709-1771), figura de transición entre el haiku artístico de
Buson y el haiku humanista de Issa. Taigi construye su estilo
afable y humano más a partir del propio hombre que a partir de
la naturaleza. Perteneció a la escuela Edo de haikai y no gozó
de mucha fama en su época; es de nuevo Shiki a finales del siglo
XIX quien lo restablece como uno de los más importantes autores
de haiku.
Issa: En el último tercio de siglo comienza su producción
poética Issa Kobayashi (1762-1826), "el más japonés de
los poetas de haiku, quizá de todos los poetas", en
palabras de Blyth. Issa no tuvo maestros ni discípulos; en este
sentido, se aparta de la tradición japonesa. Fue un hombre
extraordinariamente solitario y llevó una existencia muy
desgraciada hasta su muerte. El rasgo sobresaliente de su labor
poética es su profundo amor por el mundo y por todas las
criaturas que lo habitan, hasta las más insignificantes. Compuso
alrededor de 1000 haiku dedicados a caracoles, moscas, ranas,
bichos de luz, pulgas, cigarras e insectos varios. Acostumbraba,
como Buson, a incluir pequeños dibujos en sus poemas.
Siendo todavía un niño, Issa quedó huérfano de madre y fue
educado por una madrastra que lo maltrató. Se trasladó después
a Edo, donde vivió unos 20 años, y cuando empezaba a tener
algún éxito perdió también a su padre. Tras muchos años de
pleitos con su madrastra por la parte de herencia paterna que le
pertenecía, la justicia le dió la razón y pudo trasladarse a
su pueblo natal, donde contrajo matrimonio a la edad de 50 años.
Las desgracias, entonces, se le multiplicaron: vió morir en los
10 años siguientes a su esposa y a sus cinco hijos. Algún
tiempo después, en su tercer matrimonio, un incendio en su casa
le obligó a pasar los 5 últimos meses de su vida en un almacén
sin ventanas con piso de tierra. Issa lo explicó así: "Las
pulgas se han salvado del incendio y han venido a refugiarse
aquí, conmigo". Murió finalmente en mitad del invierno;
bajo la almohada se encontró su último haiku: "Gracias
sean dadas a lo alto; / la nieve sobre mi manta / también viene
de la Tierra Pura".
Issa no creó escuela. Por este motivo, su estilo es muy personal
y no se puede comparar a ningún otro poeta, anterior o
posterior. Plasmó su visión franciscana del mundo y de sus
criaturas en una obra poética que rezuma ternura y humanismo;
Issa era consciente de su propia insignificancia como podemos
constatar en algunos de sus haiku más conmovedores. Su estilo
directo transmite la naturalidad propia del poeta que desnuda su
espíritu en cada uno de sus poemas y que se reconoce en la
propia naturaleza que retrata.
Contemporáneos de Issa: Muy pocos poetas de haiku coetáneos de
Issa, gran dominador de su época, son dignos de destacarse.
Citaremos a Ryokan, Ginkô, Shirô, Seibi, Baishitsu o la poetisa
Taio, pero en el arte del verso corto quizá están a mucha
distancia de aquél. A diferencia de otras disciplinas
artísticas -la pintura vive una época de esplendor-, el haiku
entra en un período de franca decadencia que se acentúa desde
1826 con la muerte de Issa; esta particular edad oscura se
alargará hasta la llegada del cuarto "grande" junto
con Bashô, Buson e Issa: hablamos de Shiki Masaoka, el último
pilar fundamental hasta nuestros días de la historia del haiku
japonés.
Renovación del haiku
A mediados del siglo
XIX se opera en Japón un cambio político crucial que desemboca
en una apertura hacia las influencias occidentales, al igual que
ocurriera allá por el siglo VIII con respecto a China. Hablamos
del advenimiento de la era Meiji, en 1868, que acaba con varios
siglos de aislacionismo impulsado desde la política conservadora
de los Tokugawa. Japón se abre, desde entonces, al comercio con
las potencias occidentales y a la influencia artística e incluso
religiosa de los países europeos. A este respecto merece
destacarse el intento desde la política de establecer una única
religión en el país, que desembocaría en una difícil
tentativa de separación entre el shintoísmo, favorecida desde
las autoridades por ser la religión ancestral de las islas
niponas, y el budismo, importada del continente muchos siglos
atrás y cuyos tesoros artísticos serán sistemáticamente
destruídos.
Las letras japonesas no son ajenas a este ambiente generalizado
de confusión en la vida del país. En poesía vuelve, por
influencia occidental, la moda de componer poemas largos,
mientras los propios temas poéticos se van occidentalizando. En
esta época surgen las primeras traducciones al japonés de
poemas originales ingleses y franceses, y algunas compilaciones
importantes de poesía moderna. Los géneros clásicos japoneses
como el tanka y el haiku languidecen moribundos a lo largo de las
décadas centrales del siglo, a la espera de un impulso renovador
que los saque de su ostracismo.
Shiki: Poeta de muy corta vida, Shiki Masaoka (1867-1902) es el
gran renovador de las formas clásicas de poesía de Japón. Esto
lo consiguió desde su doble faceta de poeta y crítico
literario. Acuñó el término haiku (antes haikai o hokku), y
combatió durante su vida muchos prejuicios de la época hacia el
haiku clásico.
Nacido en Matsuyama en el seno de una modesta familia, Shiki
comienza pronto a componer poesía. Su primera intención al
trasladarse a Tokio con 16 años es, sin embargo, convertirse en
político. Durante sus estudios en la Universidad Imperial, sus
gustos se van orientando a la literatura, y sobre todo al estudio
del haiku clásico. El trago más amargo de su vida le acontece a
los 23 años, cuando se le confirma el diagnóstico de
tuberculosis, enfermedad incurable, después de vomitar sangre
repetidas veces. Decide en ese momento adoptar el nombre de
Shiki, pájaro que, según la leyenda, escupe sangre mientras
canta. Shiki también puede significar, en japonés, "las 4
estaciones". Sus achaques no le impiden seguir progresando,
y en 1892 entra al periódico "Nihon", donde varios de
sus artículos sobre los autores clásicos de haiku consiguen
crear polémica y poner en entredicho algunas dogmáticas
posturas que en su época se mantenían sobre el tema. De Bashô
admira muchos de sus poemas pero sostiene que la mayor parte de
su producción es mala; en el lado opuesto, considera a Buson
como el mejor poeta de haiku y aboga por una vuelta a su haiku
bello y artístico. Sus opiniones consiguen atraer a algunos
jóvenes poetas, deseosos como él de derrocar las anquilosadas
normas entonces vigentes. Paralelamente, Shiki mantuvo una
fructífera actividad artística hasta el último soplo de su
vida: nunca dejó de pintar (Shiki amaba la pintura desde que era
niño) ni de componer poemas (tanto haiku como tanka). Pasó sus
dos últimos años postrado en la cama y llevando un diario
exhaustivo de su vida en el que anotaba incluso su comida diaria.
Murió, tras una lenta y amarga agonía, en septiembre de 1902, a
la edad de 35 años.
La obra de Shiki destaca por su coherencia y su brillantez
formal. Introduce su punto de vista agnóstico en el mundo del
haiku, dominado en la época clásica por una profunda
religiosidad de la que él siempre se alejó. Sus haiku están
muy marcados por la terrible vicisitud de padecer una enfermedad
incurable desde tan pronta edad, y su obra es por ello
marcadamente autobiográfica. Decía a los poetas de su escuela:
"Leed a los autores antiguos, y recordad que en ellos
encontraréis buenos y malos poemas a la vez". Sus haiku
siempre se orientan a la pura objetividad, a la observación
directa, muy al estilo de Buson. Su naturalidad le lleva a
reparar menos que los clásicos en aspectos como el tema del
haiku, el lenguaje, la métrica o la propia palabra de estación.
En conclusión, Shiki consiguió abrir el haiku de nuevo a todos
los poetas del país. Nos legó una obra de indudable belleza y
propició la aparición, como en otros tiempos, de distintas
escuelas que durante todo el siglo XX han mantenido en plena
vigencia esta peculiar manera poética japonesa.
El siglo XX
A partir de la figura
de Shiki, el haiku se convierte en Japón en un confuso
maremágnum de escuelas, tendencias y teorías más o menos
dispares. Por otra parte, la influencia en la poesía de la
convulsa realidad política y social del país a lo largo del
siglo es muy notoria, pues irá inspirando y surtiendo de nuevos
temas (guerras, occidentalización, desarrollo, humanismo...) a
muchos creadores en todos los ámbitos artísticos, no sólo el
literario.
Discípulos de Shiki: A pesar de los vaivenes, algunos poetas de
finales del siglo XIX se mantienen próximos al estilo y a las
premisas poéticas del maestro. Seguidamente destacamos tres
nombres.
Meisetsu Naitô (1847-1926): Quizá el más fiel de todos ellos,
fue amigo íntimo y colaborador de Shiki. Su haiku es de corte
clásico y muy próximo a la observación directa.
Hekigodô Kawahigashi (1873-1937): Compone al principio haiku muy
tradicionales para ir evolucionando posteriormente hacia una
poesía mucho más libre. Es el cofundador, junto a Seisensui, de
la revista "Sôun", en la que se perfiló la escuela
Shinkeikô de renovación profunda del haiku clásico.
Kyoshi Takahama (1874-1959): Es considerado por muchos el mayor
poeta de haiku del siglo XX. En 1902, a la muerte de Shiki, asume
la dirección de la revista "Hototogisu", que fundara
el propio maestro. Su obra supone una vuelta al clasicismo de los
viejos maestros, pues respeta la pauta característica 5-7-5 y se
convierte en férreo defensor de la palabra de estación dentro
del haiku, en clara respuesta a las tendencias más innovadoras.
La escuela Shinkeikô: Supone, como hemos dicho, una ruptura
traumática con la ortodoxia dentro del haiku. En ella se
preconiza la libertad en la métrica o la temática. Hay una
renuncia a la palabra de estación pero se tiende a introducir,
en contrapartida, un cuarto verso en el haiku que le confiere
más capacidad explicativa. Además de Hekigodô, dentro de esta
escuela destacan autores como Josha, Ippekirô, Issekirô, Ôsuga
y, sobre todo, Seisensui (1884-1976), de espíritu tan liberal
que sus haiku prácticamente dejan de ser tales para convertirse
más bien en bellas poesías instantáneas sin apego alguno a
reglas estrictas de composición. Terminó fundando su propia
escuela, en la que destacó como discípulo Santôka (1882-1940),
vagabundo en la vieja tradición de Bashô o Issa cuya poesía
supone ciertamente la tendencia más innovadora y heterodoxa
vista hasta entonces.
Las cuatro eses: La época llamada de tal forma, enmarcada en los
primeros años de la era Shôwa (a partir de 1926), tiene como
protagonistas a cuatro grandes poetas como fueron Seishi
(1901-1994), Shûôshi (1892-1981), Sujû (1893-1976) y Seiho (n.
en 1899). Los dos primeros fueron defensores, como Kyoshi, de la
palabra de estación, y buscaban escribir "con materiales
nuevos pero hondamente concebidos". En cuanto a Suyû y
Seiho, siempre practicaron un estilo descriptivo cercano a Shiki
y Kyoshi.
Otros poetas del siglo XX: La tónica dominante del haiku
japonés hasta nuestros días es la profusión de estilos y
formas. A lo largo del siglo han destacado el realismo de Kiyô,
el naturalismo de Bosha, el haiku concreto y humano del grupo
formado por Kusatao, Shûson y Hakyô o la sensibilidad femenina
de Hisajo, Tatsuko (hija de Kyoshi), Teijo y, sobre todo, Takako.
Más recientemente han despuntado nombres como Tôta, Hiryoshi,
Goro, Hiroaki, Ryu o las poetisas Tae y Yoko.
Presente y futuro del haiku en Japón: Nada hace presagiar hoy
por hoy una nueva fase de decadencia del haiku: su pujanza y
actualidad nos indican más bien todo lo contrario. Muchos
periódicos y revistas nipones dedican diariamente columnas y
secciones específicas de haiku de nuevos autores. Y puesto que
el índice de analfabetos en Japón es nulo, sería muy difícil
encontrar un japonés que a lo largo de su vida no haya intentado
componer algún haiku al menos una vez. Su afabilidad y facilidad
de composición son una forma de unir en la cultura a personas de
índole completamente dispar. Pero ¿puede sobrevivir una forma
poética como ésta, que se basa fundamentalmente en la
observación, la calma espiritual y el contacto directo con la
naturaleza, en un tiempo en que la población (fundamentalmente
la urbana) ha perdido muchos de estos valores y vive, diríamos,
a toda prisa, sin "observar"? Sorprendentemente, la
respuesta es un rotundo sí. El haiku no es ningún tipo de
género poético en peligro de extinción: la producción
nacional en Japón se estima en varios millones de haiku al año.
Así las cosas, la reflexión nos lleva a considerar como una
especie de milagro la conjunción, en los albores del siglo XXI,
de la nación ultramoderna, funcional y a menudo deshumanizada,
con el haiku, reliquia poética de la más pura tradición
cultural de Japón, que, lejos de cualquier tipo de anacronismo,
se engarza con naturalidad en la cotidianidad y el devenir de los
habitantes de este fascinante pueblo.
El haiku en occidente
La restauración
Meiji de 1868 no sólo supuso la apertura de Japón a las
influencias occidentales; también constituyó un punto de
partida en el interés de los propios países europeos por la
cultura japonesa, pues el flujo de información hasta entonces
había sido mínimo. En lo que al haiku se refiere, Henderson lo
explicó así: "La forma del haiku es singularmente
japonesa, pero creo con la mayor firmeza que tiene
características que trascienden las barreras del lenguaje y la
nacionalidad, y que la hacen apta para ocupar un lugar especial
entre las formas de poesía occidental".
Haiku en inglés: Las primeras influencias las encontramos en el
poeta inglés B. H. Chamberlain; pero debemos al grupo de los
imaginistas, creado alrededor de 1910 por varios poetas ingleses
y americanos, el primer intento serio de asimilar en occidente la
filosofía del haiku. Este grupo, en su afán de romper con la
poesía inglesa de entonces, orientó su búsqueda hacia una
simplificación de la expresión. Anhelaban, en definitiva, una
poesía más objetiva, sin grandes elaboraciones intelectuales.
El camino llevaba directamente a la poesía japonesa clásica y,
en especial, al propio haiku. Del grupo imaginista destacan los
nombres de Ezra Pound, americano y cofundador del grupo, y Amy
Lovell, poetisa también americana que se unió algo más tarde.
También pertenecieron nombres ilustres como D. H. Lawrence o el
irlandés James Joyce. En todos ellos encontramos poesías
próximas en la forma (y algo menos en la temática) al haiku
clásico japonés, aunque nunca llegaron realmente a escribir
haiku.
Desde el impulso de los imaginistas, incontables poetas han
escrito haiku en lengua inglesa. En Inglaterra, muy tardíamente,
lo han cultivado con acierto Fred Schofield, Colin Blundell o
David Cobb (pertenecientes todos ellos a la British Haiku
Society, fundada en 1990), si bien la adopción del género fue,
a partir de 1950, especialmente entusiasta en Estados Unidos
(también algo más tarde en Canadá), con estudios teóricos de
referencia obligada como los de Henderson y Blyth, en un proceso
que culminaría en 1968 cuando un grupo de veinte literatos funda
la Haiku Society of America (en 1977 se funda Haiku Canada).
Desde entonces hasta hoy se han multiplicado en norteamérica las
asociaciones, revistas y publicaciones electrónicas que versan
exclusivamente sobre el haiku. A lo largo del siglo XX han
destacado, entre otros, norteamericanos como James Hackett, Jack
Kerouac, Elisabeth Lamb, el propio Henderson o el
japonés-americano Kenneth Yasuda (Shôson).
Haiku en francés: Desde muy temprano, los poetas franceses
abordan la nueva forma poética con interés. Es curioso el hecho
de que el vocablo haikai haya prevalecido en el gusto francés
hasta hace muy poco por encima del más moderno haiku. Ya en 1905
encontramos una pequeña colección de haikai a cargo del poeta
P. L. Couchoud. Son también reseñables las contribuciones de
Julien Vocance desde la primera guerra mundial y, a lo largo del
siglo, de escritores como Robert Davezies, Serge Brindeau o
Jacques Ferlay. En la actualidad se escribe haiku prolíficamente
en Francia, Quebec y, en general, toda la comunidad francófona.
Haiku en portugués: En Portugal encontramos la figura de Camilo
Pessanha, que introduce la forma a principios de siglo desde su
fascinación por la cultura oriental. Sin embargo es en Brasil
donde el haiku se cultiva con más interés, a partir de los
pioneros Afrânio Peixoto y Guilherme de Almeida. Este último
propone una novedosa forma para el haiku en la que deben rimar
las sílabas finales del primer verso y del tercero, así como la
segunda y la última sílaba del segundo verso.
Haiku en español: Llegados a este punto, nos remitiremos
directamente a un país: México, cuna de la mayor parte de los
grandes autores de haiku en español, y a un autor: José Juan
Tablada, cuya grandeza como poeta encuentra en sus queridos
"poemas sintéticos" (como él mismo los llamó) un
personalísimo vehículo de expresión. Por lo demás, aunque los
autores iberoamericanos se incorporan algo más tardíamente que
sus homólogos ingleses o franceses al estudio y composición del
haiku, a lo largo del siglo XX se producirán en nuestra lengua
aportaciones poéticas muy valiosas dentro del género.
José Juan Tablada (1871-1945): Sin duda el mejor autor de haiku
en lengua española hasta nuestros días, Tablada tiene el
mérito añadido de haber sido el primero en introducirlo en el
contexto de la poesía hispánica.
El poeta nace en la ciudad de México, y en sus inicios
modernistas colabora con la "Revista Moderna". En 1900
viaja a Japón y toma contacto con el naturalismo y la brevedad
de la poesía japonesa, cuyos rasgos, sin embargo, no se hacen
notar en su poesía hasta mediados de la siguiente década.
Tablada abandona México en 1914 por razones de índole
político, y se traslada a la ciudad de Nueva York; muy conocido
es su tierno e irónico pareado "Mujeres que pasáis por la
Quinta Avenida, / tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi
vida...", que encierra gran parte de su concepción poética
y humana. En el campo del haiku su caso es, salvando las
distancias, parecido al de Bashô, pues marca una pauta como
pionero a la que pocos poetas mexicanos posteriores escapan.
Tablada introduce ciertas modificaciones en el haiku tradicional
que son adoptadas con naturalidad por la mayor parte de autores
iberoamericanos, cuales son la introducción de títulos
(escasísimos en la tradición nipona) y el uso de la rima (casi
impracticable en japonés por las propias características de la
lengua), donde, según González de Mendoza, "los poetas
mexicanos encuentran la ilimitada riqueza de los asonantes".
Citaremos, para terminar, dos colecciones de poemas de Tablada
que recogen la mayor parte de los haiku que escribió: "Un
día..." (1919) y "Jarro de flores" (1922).
Otros autores mexicanos: Tras Tablada aparecen algunos poetas muy
significativos como Rafael Lozano -quizá el menos influído por
aquél-, José Ruben Romero, Francisco Monterde, José María
González de Mendoza -español nacido en Sevilla pero emigrado a
México muy pronto-, José Frías o Elías Nandino. En estos
autores, especialmente en el caso de Romero, advertimos la
sustitución de los paisajes gratos y vivos del haiku japonés
por la rudeza y el colorido intenso de la propia tierra mexicana,
amén de la introducción de temas completamente ajenos a la
tradición japonesa como el cristianismo o la tauromaquia; con
todo ello, podemos decir que el género cobra autenticidad
mexicana.
Mención aparte merece la figura de Octavio Paz, gran teorizador
hispánico del haiku y autor él mismo de algunas valiosas
muestras. Paz ha sido pionero en la traducción de haiku
clásicos a nuestro idioma y ha contribuído apreciablemente a
divulgar el género en el ámbito iberoamericano.
Otras aportaciones desde el español: La influencia del haiku ha
ido creciendo conforme avanzaba el siglo XX. En España deja su
primer rastro en autores como Juan Ramón Jiménez o, muy
especialmente, Antonio Machado, y es asimilado por los grandes
poetas del 27: Federico García Lorca, Rafael Alberti o Luis
Cernuda, si bien algunos de ellos nunca llegaron a componer haiku
propiamente dichos. Debemos al matrimonio formado por Juan José
Domenchina y Ernestina de Champourcin otras valiosas muestras del
género. Cabe destacar, en Argentina, las primeras aproximaciones
de Álvaro Yunque y Jorge Luis Borges y, más tardíamente, de
muchos otros poetas como Carlos Spinedi, María Santamarina,
Eduardo González Lanuza o Pilar Alberdi, así como las obras de
otros escritores latinoamericanos como el ecuatoriano Jorge
Carrera Andrade o el uruguayo Mario Benedetti.
Terminaremos mencionando a estudiosos como la puertorriqueña
Gloria Ceide-Echevarría, los españoles Fernando
Rodríguez-Izquierdo y Antonio Cabezas o los argentinos Samuel
Wolpin y Osvaldo Svanascini, los cuales, además del ya
mencionado Octavio Paz, a veces con estudios teóricos, a veces
con traducciones literarias originales del japonés, han llenado
un largo vacío en nuestra lengua y nos han acercado en los
últimos tiempos no sólo al género poético que nos ocupa sino
a la literatura japonesa en su conjunto, a su fascinante historia
y, sobre todo, a la extraordinaria sensibilidad de sus autores.
Texto registrado - © 2001 Luis Corrales Vasco
Se terminó de redactar en Sevilla (España) el 20 de mayo de
2001
(con posteriores adiciones y modificaciones)
Estos textos los tomé de la página "EL RINCÓN DEL HAIKU", donde podrán encontrar mucha más información y lectura. Esa página está inscrita legalmente en el Registro de la Propiedad Intelectual de España en concepto de diseño y estructuración general. Por lo tanto, les pido, si llegan a copiar desde aquí parte del contenido, deberán avisarle a dicha página