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lunes, 21 de abril de 2003 

Director: Rodrigo Guevara

Tiempo en el Mundo

El mejor aliado de Rumsfeld

Perfil de un duro: 

General Franks, el conquistador de IraK

SEGUNDA GUERRA DEL GOLFO
Edición especial

(IAR) - Recaló por todas las guerras del imperio, desde Vietnam a la Primera Guerra del Golfo, hasta que asumió la comandancia de las tropas que invadieron Afganistán en el 2001. Desde ahí hasta Irak no paró. Hoy se pasea en uniforme de combate con el arma al cinto por las calles de Bagdad. Su única debilidad: su mujer y los cigarrillos.

Un general americano

 

Tommy Franks, de 57 años, nació en Texas. Ferviente admirador de las películas del legendario John Waine, cambió sus estudios en la universidad de Texas por un destino en la guerra de Vietnam, donde recibió varias condecoraciones por mérito en combate.

 

Veterano oficial de artillería, recaló por todas las guerras del imperio, desde Vietnam a la Primera Guerra del Golfo, hasta que asumió la comandancia de las tropas que invadieron Afganistán en el 2001.

  

Impulsado por el clan de los halcones del Pentágono y de la Casa Blanca, Franks fue promovido al más alto cargo del estamento militar estadounidense días antes del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York. 

 

Es considerado un hombre parco, de perfil bajo, pero eficiente como ninguno a la hora de la acción. De él Bush dijo que "es un hombre con sentido común, con los pies sobre la tierra". 

 

A diferencia del actual jefe del Estado Mayor General, Richard Myers, Franks no está considerado un general de "escritorio" sino un comandante de campo, donde siempre se destacó por su firmeza en la consecución de los objetivos. 

 

De pocas palabras, lo suyo no son las exposiciones sino las batallas planificadas hasta sus mínimos detalles. 

 

Su máximo aliado en el Pentágono, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, lo define como un "hombre sabio que inspira confianza". Entre sus pares Franks está considerado como un militar rudo, de reflejos pesados y convencionales, pero leal a las decisiones políticas de Washington. 

 

"Este es el objetivo, bueno ahí vamos", suele decir a los oficiales de su estado mayor. Si por él fuera, viviría el resto de su vida con su uniforme de combate puesto y su arma al cinto, al más puro estilo de los generales americanos de Hollywood. 

 

Su poca afición por la literatura y las reflexiones complicadas quedó expresada el día que un periodista le preguntó en una conferencia de prensa: "general, ¿que libro militar  fue el que más le impactó?".

Cancino, Franks meditó un poco y contestó: "Era un libro acerca de Julio César... recuerdo partes de él... el libro decía que Julio César era un general... daba largos discursos... lo mataron", dijo ante el asombro del periodista.

 

No obstante su fama de hombre granítico y sin fisuras en el plano del combate, el jefe militar interino de Irak refleja su costado "débil" a través de su alta dependencia al carácter dominante de su mujer. Maciza, de estilo fuerte, Cathy Franks le recrimina sus adicción al cigarrillo en público, y cultiva la costumbre de inmiscuirse en las reuniones de su marido con su estado mayor. 

 

Esto le costó recientemente a Franks una investigación por una supuesta asistencia de ella durante una discusión sobre material reservado, y por permitir que su esposa utilice aviones militares para sus desplazamientos privados.

 

El secretario de Defensa Rumsfeld, a quien corresponde tomar las acciones disciplinarias, lo defendió diciendo: " si bien espero el resultado de esa investigación, no creo en esos rumores. El general Franks es un hombre de respeto, y uno de las más altos exponentes de nuestra causa al servicio de la libertad".

 

Ambos dos

 

Franks y Rumsfeld, desde el teatro de operaciones uno, y desde la secretaría de Defensa el otro, fueron los protagonistas principales de las dos guerras imperiales desatadas tras los acontecimientos del 11 de septiembre. 

 

Con su fino olfato político, Rumsfeld percibió que la nueva doctrina de lucha militar contra el "eje del mal" le presentaba una oportunidad de ascender escalones en sus ambiciones presidenciales

 

No sólo aprovechó los "partes diarios" para proyectarse mediáticamente, sino que monopolizó en sus manos la planificación de la guerra de Afganistán relegando al propio jefe del Estado Mayor General y a sus equipos.

 

La cautela y la reconocidad operatividad de Tommy Franks, le posibilitaron contar con el aliado profesional que le hacia falta: un hombre que no cuestiona decisiones políticas y que sólo se dedica a ejecutarlas en el plano militar.

 

La campaña de Afganistán, una guerra de conquista capitalista presentada como "operación antiterrorista", continuó la era de los bombardeos "quirúrgicos" iniciada con el ataque a Yugoslavia. 

 

Una guerra esencialmente "aérea" donde el poderío devastador de los misiles y las bombas inteligentes dejaron el terreno expedito para que las fuerzas especiales con sus aliados afganos derrotaran rápidamente a los talibanes.

 

Tommy Franks, en su carácter de comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas en el Golfo , quiso repetir la misma experiencia con Irak. 

 

No bien terminada la ocupación de Afganistán, Franks recaló en varias oportunidades por el despacho de Rumsfeld trayendo encarpetado su plan de invasión basado sobre la misma fórmula: bombardeo áereo de "ablandamiento" sobre los blancos estratégicos del poder militar iraquí, combinado con un avance terrestre proveniente de tres puntos simultáneos.

 

Rumsfeld, urgido por los tiempos políticos del imperio, le agregó sus famosas "72 horas de bombardeo con 3 mil misiles" que Franks como buen soldado acató sin cuestionar.

Finalmente la oposición de Colin Powell y los "moderados", a los que se sumó el jefe de Estado mayor, general Myers, consiguió que ese plan fuera modificado. 

La estrategia original fue sustuída por una escalada gradual de bombardeos "selectivos" a los búnkeres militares y administrativos de Saddam.

 

Los magros resultados militares que se venían obteniendo en la avanzada terrestre, precipitaron y favorecieron una nueva ofensiva de Rumsfeld y de Franks sobre el entorno de Bush con el objetivo de apresurar el desenlace de la guerra

 

Ganaron el general y el secretario: las incursiones aéreas no se detenían durante las veinticuatro horas, y los muertos y heridos  civiles se empezaron a contar en masa por todo Bagdad. En sólo tres días, las tropas blindadas ingresaron a la capital iraquí.

 

Hoy el general Tommy Franks se pasea en uniforme de combate y con su arma al cinto por Bagdad, acompañado de otro duro como él: el general Garner, nuevo regente imperial de los destinos de Irak por mandato divino de Bush.


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