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miércoles, 09 de abril de 2003 

Tiempo en el Mundo

El segundo capítulo de la guerra EE.UU.-Irak

Que viene

después de la toma de Bagdad

SEGUNDA GUERRA DEL GOLFO
Edición especial

Por Rodrigo Guevara, director del IAR - 

Ya en control militar del centro de Bagdad  las fuerzas de EE.UU. se preparan para librar una "segunda guerra" contra los Fedayines en los suburbios de Bagdad. 

Temen que la capitulación o la muerte de Sadam precipite la "palestinización" de estos grupos mimetizados entre la población civil. Y que la guerrilla urbana se instale como método de resistencia permanente a la ocupación norteamericana de Irak.


Bagdad es una ciudad que se extiende a lo largo de 24 kilómetros.

En su perímetro habitan 5 millones de personas y es el centro estratégico del poder iraquí detentado hasta ahora por Saddam Hussein.

 

Su división urbana denota claramente los contrastes sociales existentes entre sus habitantes.

 

En las áreas residenciales ricas del centro de la ciudad se concentra la clase social dominante con su estructura administrativa y militar. 

En los  suburbios densamente poblados se acumulan los pobres, principalmente de ascendencia shiíta, cuya mayoría no comulga con Saddam y su régimen. 

 

Las zonas residenciales lucen el sello  de la fastuosidad capitalista marcada por la concentración de riqueza en pocas manos, conviviendo con los bolsones de marginalidad y pobreza extendidos por la periferia.

 

Como en cualquier área del mundo subdesarrollado y dependiente, los santuarios del dominio iraquí se encuentran en las residencias y en los edificios del norte.

 

Desde allí Saddam ejerció el poder sobre Irak, durante veinte años, rodeado de sus tropas especiales y de sus servicios de inteligencia. 

Y hacia allí se concentró todo  el poder de fuego de los misiles inteligentes y de los  tanques Bradley y Abrams con sus cañones de 155 milímetros.

 

A esos enclaves apuntó desde un principio la estrategia de ataques "selectivos" lanzados por la aviación estadounidense.

Hoy las tropas norteamericanas ya están en posesión de la mayoría de esos bastiones y controlan casi en forma total el perímetro residencial y administrativo del régimen.

 

Pero los focos de resistencia ya empezaron a extenderse por toda la periferia de la ciudad. No se sabe a ciencia cierta si estos combates responden a una conducción centralizada por Sadam, o si se trata de una primera fase de resistencia inorgánica a cargo de fuerzas de Fedayines desperdigados y con poca comunicación entre sí.

 

De todas maneras el Pentágono acaba  de recomendar mantener "cautela" respecto de los anuncios de un triunfo total. Puede decirse, evaluando la información disponible, que en Bagdad todavía no puede hablarse de una ocupación exitosa en una ciudad con 730 barrios y 5 millones de habitantes. 

 

Desde  el principio los estrategas militares del Pentágono sabian dos cosas: 
1) que la batalla final por el control total de Irak se iba a resolver en Bagdad, precisamente con la toma de los bastiones estratégicos del régimen de Saddam. 
2) que a esa batalla militar convencional (donde el triunfo norteamericano aparecía como previsible) le sucedería otra en los suburbios de Bagdad, donde los resultados aparecían como inciertos

 

Las fuerzas especiales temen a esa batalla más que a ninguna, y los planificadores de Washington la consideran como una "segunda guerra" a librar por el control total de la capital iraquí.

 

Los dos capítulos de la guerra de Irak

 

En la Operación Escudo de la Libertad siempre hubo dos capítulos.


El primero es el que se está desarrollando ahora en el teatro de operaciones militares, con una clara y contundente ventaja para la coalición invasora angloestadounidense.

 

Estas acciones se desarrollan dentro de modelo de guerra convencional donde los enemigos están de alguna manera "visibles" en el terreno de operaciones. 

Y donde los resultados se definen por la tecnología, el entrenamiento, la logística y el poder de fuego. 

 

En esta batalla la coalición imperial juega de gato, y el viejo  régimen de Sadam Hussein juega de ratón. 

Solo la ignorancia de los analistas "mediáticos" pudo conferirle alguna chance en su guerra suicida contra el Imperio. 

 

En la intimidad, los halcones militares saben que Sadam es un dictador jubilado nacido de sus propias entrañas. Y que su ejército regular, desactualizado y sin poder de fuego, es apenas un globo de ensayo para justificar la nueva Doctrina de Supremacía Militar en el terreno de las operaciones bélicas. 

 

La demolición de Sadam junto a sus estatuas, significa la demolición de la Guerra Fría y de la concepción bipolar del poder mundial.

 

Sadam y su ejército desvalido sólo sirvieron para justificar la superioridad del poder militar norteamericano y afirmar su condición de potencia regente unipolar del mundo capitalista.

 

Este primer capítulo de la guerra fue escrito como un manual.


 Sadam Hussein y su régimen arcaico (demonizado por la CIA y sus usinas mediáticas) sirvieron de  justificativo para una nueva etapa de conquista militar y de conquista económica lanzada por el capitalismo norteamericano. 

 

La guerra de Wall Street, las petroleras y el Complejo Militar Industrial por la toma de Bagdad fue ganada desde el comienzo. 

 

Los pasos a seguir después del triunfo militar también son de manual:
"democratización" del país, control sobre la segunda reserva mundial de petróleo, cierre del control militar y geopolítico sobre el Medio Oriente, y un nuevo polo de expansión capitalista montado sobre la "reconstrucción" de Irak.

 

 El costo económico de la guerra será amortizado con petróleo iraquí. 

Un detalle que los analistas ignorantes y los  contribuyentes norteamericanos (preocupados por las cifras del  presupuesto bélico de Bush) parecen no percibir.

 

El capítulo1 de la guerra convencional, en términos de resultado militar, está terminado. 

 

El viejo ejército de Sadam Hussein está destruído, sus radares, sus bases militares, sus baterías, sus blindados, sus fuerzas especiales, sus sistemas de comunicaciones, están inutilizados en toda su capacidad operativa.

 

El telón de fondo está por bajar.

 

Sólo hay tres opciones por barajar:

Saddam muerto, Saddam capturado, o Saddam desaparecido.

Si se cumple la última opción, significa que el jefe iraquí negoció la capitulación a cambio de su vida.

 

La pregunta del millón que devana los sesos del Pentágono:

¿acatarán las fuerzas irregulares de Sadam la orden de rendición en caso de que se les imparta?

 

La capital iraquí cuenta con 750 barrios, y en su parte más antigua existe una red de callejones y de calles estrechas que los expertos consideran un teatro ideal para el desarrollo de la guerrilla urbana y de los combates cuerpo a cuerpo.  

 

Desde estos sectores, según los corresponsales en Bagdad, comienzan a extenderse los bolsones de resistencia de las milicias irregulares mientras un sector de la población vitorea a las tropas invasoras.

 

En este terreno, marcado por la pobreza y la marginación, se mueven como pez en el agua los fedayines de Sadam. 

Una milicia irregular que cuenta con alrededor de 20.000 efectivos armados con  fusiles de asalto AK47 y lanzagranadas RPG7 de origen soviético. 

 

Estas unidades de combate no usan  uniforme militar y se mueven generalmente en células operativas de siete individuos. 

Sus integrantes están entrenados en tácticas de guerrilla urbana, acciones de sabotaje y trampas explosivas orientadas a minar la infraestructura de las tropas invasoras regulares.

 

Hay que recordar que estas formaciones irregulares jugaron un papel clave en la estrategia iraquí para complicar el desplazamiento de las unidades de blindados y fuerzas  terrestres que se desplazaban del sur hacia la toma de Bagdad. 

 

Las principales bajas sufridas por los marines y la Tercera División de Infantería en su avance hacia la capital iraquí,  fueron causadas por encerronas y trampas tendidas por los escuadrones de Fedayines. 

 

Su movilidad operativa, sus tácticas de combate no convencionales y su capacidad para mimetizarse entre la población civil los convierte en enemigos temibles para  fuerzas militares regulares de cualquier ejército.

 

Los halcones del pentágono saben que el segundo capítulo de la guerra por el control de Bagdad se desarrollará en el terreno de los Fedayines.

 

Los expertos militares en contrainsurgencia que actúan en el terreno temen que la capitulación o la muerte de Sadam precipite la disgregación de esta fuerza en diversos grupos que después actúen siguiendo la impronta del conjunto del terrorismo islámico

 

La rendición de las fuerzas militares iraquíes puede precipitar una especie de "libanización" del aparato irregular controlado por Sadam durante veinte años.

De hecho, y según la información militar disponible en Bagdad, muchos de estos grupos ya estarían actuando en forma independiente del poder centralizado del jefe  iraquí.

 

 Más que a una "palestinización de Irak", dicho proceso apuntaría  a un modelo parecido al de Afganistán, o al de  Chechenia, con jefes actuando en forma independiente y según sus propios intereses.

 

Lo que más temen los estrategas del Pentágono es el funcionamiento anárquico de estos grupos entre los recovecos de una ciudad habitada por 5 millones de personas. 

 

Se sabe que una parte de la población de los suburbios, principalmente los chiítas, podrían simpatizar al principio con el imperio invasor que los liberó de Sadam. 

 

Sin embargo el recuerdo de los muertos y de la destrucción pueden ser más fuertes, y convertir a los suburbios de Bagdad en "varias palestinas" enclavadas en un  mismo  perímetro.

 

Más allá de sus discursos guerreristas y triunfalistas por televisión, los halcones de Washington saben que la guerra de Irak no termina con la rendición de las fuerzas regulares de Sadam.

 

 Tambien saben que una fuerza de ocupación imperial necesita de la legitimación y el control  social para sobrevivir en el poder sin conflictos.

 

Paradojalmente, al destruir a Saddam los norteamericanos terminan con el control centralizado de Irak que él detentaba y aseguraba. 

 

De ahora en más, el suelo iraquí  puede convertirse en un entramado de bolsones de resistencia invisible diseminados por todas sus ciudades y con epicentro en Bagdad.

 

En esa guerra poco y nada pueden hacer los tanques Abrams y los misiles inteligentes. 

 

Es la guerra del factor humano. Una guerra que el imperio norteamericano, invencible en el plano militar convencional, deberá enfrentar en los próximos años en toda el área del mundo dependiente. 

 

Y que  seguramente ya empezó a desarrollarse en el momento que un soldado de la coalición tapó el rostro de una estatua de Sadam con la bandera norteamericana.

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