Al
margen de la conferencia
de
Mons. Fellay en Roma
(2/2/2004)
Por
el Padre Francesco Ricossa
“Mons. Bernard Fellay,
sucesor de Mons. Lefebvre a la cabeza de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X,
aterrizó en Roma el lunes próximo pasado 2 de febrero (a las 11.30 hs.) para
brindar una conferencia sobre el tema: ‘Del ecumenismo a la apostasía
silenciosa. Un llamado al Papa y a los cardenales’.
“En particular -escriben los tradicionalistas considerados como cismáticos
por la Santa Sede- Juan Pablo II reconoció que los tiempos que vivimos son de
“apostasía silenciosa”.
Una de las causas de esta situación es, sin ninguna duda, el ecumenismo”.
Cosa curiosa, la conferencia tuvo lugar en la via della
Conciliazione, en el Hotel Columbus de los Caballeros del Santo Sepulcro,
orden ecuestre oficialmente reconocida por el Vaticano y puesta bajo la protección
de la Santa Sede”. (Fragmento
de Il Flogio
del 27 de enero de 2004,
pág. 3, periódico dirigido por Giuliano Ferrara)
Como no asistí a la conferencia de prensa de Mons. Fellay, me he procurado los
documentos presentados en esa ocasión, de DICI. Se trata de una carta a todos
los cardenales fechada el 6 de enero y firmada por Mons. Fellay, por su primer
asistente general, Padre Franz Schmidberger y por los otros tres obispos de la
Fraternidad (Monss. de Galarreta, Tissier de Mallerais y Williamson); así como
también de un estudio titulado Del
ecumenismo a la apostasía silenciosa. Veinticinco años de pontificado. La
carta a los cardenales es escrita para presentar el estudio en cuestión.
Debo decir que las quince páginas de Del
ecumenismo a la apostasía silenciosa constituyen
un buen análisis, riguroso y serio del ecumenismo tal como es defendido por el
Vaticano II, Juan Pablo II y el cardenal Kasper. En lo que se refiere al análisis
(y a la condenación) del ecumenismo, no puedo sino felicitar a la Fraternidad
San Pío X por el trabajo realizado e invitar a nuestros lectores a tomar
conocimiento del mismo. También considero favorablemente el hecho de que este
estudio haya sido enviado a los cardenales: en efecto, es nuestro deber
testimoniar la Fe y condenar la herejía justamente ante aquellos que, de hecho,
ocupan los puestos de responsabilidad de la Iglesia.
Pero, en su estudio, la Fraternidad recuerda también, citando entre otros a la Congregación
para la Doctrina de la Fe,
que “todos
los dogmas, al ser revelados, deben ser creídos igualmente con fe divina”
(nº 34). Pero aquí, lamentablemente debemos decirlo, tanto en la carta a los
cardenales como en el documento Del
ecumenismo a la apostasía silenciosa,
hay un error contra la fe divina que arruina totalmente el trabajo hecho por la
Fraternidad, ya que o la fe es íntegra o no lo es.
Es triste constatar que -en un escrito en que se acusa a otros de herejía-
desgraciadamente ellos mismos caen en la herejía...
La herejía de Mons.
Fellay y su origen
La herejía de Mons. Fellay (y de los otros responsables de la Fraternidad que
firmaron los dos documentos) es una consecuencia necesaria del hecho de
reconocer la legitimidad de Juan Pablo II y, antes de él, de Pablo VI. En
efecto, en tal hipótesis, las enseñanzas del Vaticano II (promulgadas por
Pablo VI) y de Juan Pablo II, habría que atribuirlas, por el hecho mismo, a la
Iglesia Católica. Y como la Fraternidad San Pío X tacha -con razón- de herejía
a estas enseñanzas, se sigue que para dicha Fraternidad es la Iglesia Católica
(y no solamente Juan Bautista Montini o Karol Wojtyla) quien está en el error e
incluso en herejía.
Esto es lo que escriben los cinco responsables de la Fraternidad a los
cardenales: “... les
suplicamos hacer todo lo que esté en su poder para que el Magisterio actual
retome bien
pronto el lenguaje multisecular de la Iglesia según el cual ‘la unión de los
cristianos no puede ser procurada por otro medio que favoreciendo el retorno de
los disidentes a la única verdadera Iglesia de Cristo, de la cual
desdichadamente un día se alejaron’ [Pío XI]. Será entonces que la
Iglesia Católica volverá a ser a la vez faro de verdad y puerto de salvación en
un mundo que corre hacia su ruina porque la sal se ha vuelto insípida...”
De este texto se deduce que el Magisterio habría perdido el lenguaje
multisecular de la Iglesia: pero, ¿acaso el Magisterio no es precisamente el
“lenguaje de la Iglesia”? También se deduce que la Iglesia no es más faro
de verdad y puerto de salvación para el mundo. Ahora bien, esto es una herejía
contra la indefectibilidad de la Iglesia.
El documento presentado por la carta no se comporta diferentemente. En el nº 42
se lee: “La práctica
ecuménica de los pedidos de perdón disuade a los infieles de dirigirse a la
Iglesia Católica, vista la falsa imagen que ella da de sí misma”.
Paradójicamente, este texto comete el mismo error que condena en los “pedidos
de perdón”, es decir que endosa a la Iglesia la falta de dar “una falsa
imagen de sí misma”. Para Juan Pablo II esta falta fue cometida por la
Iglesia del pasado, para Mons. Fellay la Iglesia la comete en el presente, pero
en los dos casos se atribuye a la Iglesia una falta incompatible con su
santidad.
Es bien real que los “pedidos de perdón” dan una falsa imagen de la Iglesia
que aleja a los infieles, pero esta falsa imagen no la da la Iglesia de sí
misma, sino que es Juan Pablo II que no representa a la Iglesia sino
aparentemente.
En el nº 47 leemos una afirmación más grave todavía, si es posible: “Pero el ecumenismo liberal tal
como es practicado por la Iglesia actual
sobre todo
después del Concilio Vaticano II, comporta
necesariamente verdaderas herejías”. Aquí
la Iglesia -a la cual los obispos de la Fraternidad dicen pertenecer (“concientes
de pertenecer de pleno derecho a esta misma Iglesia...”)-
es explícitamente acusada de herejía.
El autor de esta acusación -como se lee en nota es Mons. Lefebvre mismo en una
conferencia del 14 de abril de 1978, por ahí constatamos la fidelidad de los
discípulos al maestro, pero también que la raíz del error es bien profunda.
Entendámonos: Mons. Lefebvre tiene absolutamente la razón cuando acusa de
herejía al ecumenismo montiniano. Pero no se daba cuenta (?) que por defender a
Pablo VI (que sería Papa), prefería acusar a la Iglesia.
Conclusión
Sodalitium ya
ha tratado varias veces este tema, nos repetimos. Nos repetimos ‘porque
desgraciadamente se repiten nuestros colegas de la Fraternidad San Pío X.
Cuanta pena da ver que una denuncia de la herejía ecumenista tan bien
argumentada pierde autoridad y valor eclesial por este único error respecto de
la autoridad de Juan Pablo II, error que conduce -por caminos distintos que los
del ecumenismo- a la herejía (esperamos que solo material). Es la única razón
por la cual Sodalitium
y el
Instituto Mater Boni Consilii no
pueden apoyar la
acción de la Fraternidad San Pío X y el documento, en otros aspectos
excelente, contra el ecumenismo.
|