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RATZINGER
Y LA ORACIÓN POR LOS JUDÍOS
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Ratzinger
cambia la oración por los Judíos del Misal de San Pío V
En una nota del 4 de febrero de 2008 la Secretaría de
Estado vaticana ha anunciado que “el Oremus et pro
Iudaeis de la Liturgia del Viernes Santo”, contenido
en el Misal de 1962 (con el título Pro
conversione Judaeorum), ha sido sustituido por un
nuevo texto que, dice la nota, “deberá ser utilizado, a
partir del corriente año, en todas las Celebraciones de la
Liturgia del Viernes Santo con el citado Missale Romanum”.
El nuevo texto es el siguiente:
Oremus et pro Iudaeis.
Ut Deus et Dominus noster illuminet corda
eorum, ut agnoscant Iesum Christum salvatorem omnium
hominum.
Oremus. Flectamus genua.
Levate.
Omnipotens sempiterne Deus, qui vis ut
omnes homines salvi fiant et ad agnitionem veritatis
veniant, concede propitius, ut plenitudine gentium in
Ecclesiam Tuam intrante omnis Israel salvus fiat. Per
Christum Dominum nostrum.
Amen.
[Traducción en lengua
española:
Oremos, también, por los judíos. Para que
nuestro Dios y Señor ilumine sus corazones a fin de que
reconozcan a Jesucristo, Salvador de todos los hombres.
Dios omnipotente y eterno que quieres que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la verdad, concede propicio, que entrando en tu Iglesia la
plenitud de las naciones, todo Israel sea salvo].
El texto tradicional de la
oración, antes de la reforma, era:
Orémus et pro pérfidis
Iudaéis: ut Deus et Dóminus noster áuferat velámen de
córdibus eórum; ut et ipsi agnóscant Iesum Christum
Dóminum nostrum.
Omnípotens sempitérne Deus, qui étiam
iudáicam pérfidiam a tua misericórdia non repéllis: exáudi
preces nostras, quas pro illíus pópuli obcæcatióne
deférimus; ut, ágnita veritátis tuæ luce, quæ Christus est,
a suis ténebris eruántur.
Per eúndem Dóminum. R/. Amen.
[Traducción española (“Misal
Diario para América”, P. Andrés Azcárate, Ed.
Guadalupe, 1958):
Oremos también por los
pérfidos judíos, para que Dios Nuestro Señor quite el velo
de sus corazones, a fin de que ellos también reconozcan a
Jesucristo Nuestro Señor.
Oh Dios todopoderoso y
eterno, que no rechazas de tu misericordia a los pérfidos
judíos: oye las plegarias que te dirigimos por la ceguedad
de aquel pueblo, para que, reconociendo la luz de tu
verdad, que es Jesucristo, salgan de sus tinieblas. Por el
mismo Jesucristo].
Comentario del Padre
Francesco Ricossa, superior del Instituto Mater Boni
Consilii
Como es sabido, la
corrección del texto litúrgico tradicional ha sido pedida
por la comunidad judía después de la “promulgación” del
Motu Proprio Summorum Pontificum.
Se repite así lo que ocurre
con el Vaticano II y la reforma litúrgica sucesiva, es
decir, que aquello que habría debido ser enseñanza y
oración de la Iglesia venga a ser, por el contrario,
dictado o por lo menos influenciado por quien es extraño,
e incluso contrario a la Iglesia.
El pedido de la comunidad
judía va sin embargo al encuentro de los proyectos
personales de Joseph Ratzinger, el cual ha preconizado
muchas veces desde hace tiempo una “reforma de la reforma”
litúrgica, mediante una amalgama y una contaminación del
Rito Romano y del rito reformado después del Vaticano II
en clave ecumenista. El mismo Motu Proprio prevee y
auspicia esta contaminación; la celebración versus Deum,
pero con el rito montiniano, en la Capilla Sixtina, en sí
ha sido un experimento; la nueva reforma de la oración
pro Judaeis de la Semana Santa, el último ejemplo.
Como ya hemos tenido
oportunidad de decir, el Rito Romano tradicional, que no
se logró suprimir con 40 años de desviaciones y
persecuciones, está ahora en peligro (si acaso eso fuese
posible) de desaparecer, mediante la fusión y
contaminación con el rito reformado.
Alguno objetará que en la
nueva oración por los Judíos se pide su conversión,
mientras que en la oración reformada de Pablo VI se pide
la fidelidad de ellos a la Alianza (!), o sea, de hecho,
el perseverar en el error. A esta objeción se puede
responder fácilmente: primero que nada, que no es la
oración reformada la que ha sido modificada, aún siendo
ésta escandalosa e inaceptable para la fe cristiana; ella
continúa formando parte del “rito ordinario”, que de hecho
todavía se celebra por todo el mundo en nuestras iglesias;
y después, que, al contrario, es la oración tradicional la
que ha sido modificada y nuevamente prohibida, como si
fuese impronunciable.
La nueva oración prevista
para quien use el Misal “de 1962” debe ser juzgada no solo
por lo que dice, sino por lo que se niega a decir: o sea,
se niega a admitir, con San Pablo, que el pueblo elegido
-al rechazar a Jesucristo- está como cegado y en las
tinieblas. San Pablo lo sabía bien, él, que -de fariseo
matador de cristianos como era- convertido por el Señor en
el camino a Damasco, fue herido por una misteriosa
ceguera, hasta que, con el bautismo, fue liberado de las
tinieblas del judaísmo y vio la Luz verdadera que ilumina
refulgente en las tinieblas, Jesucristo, el Verbo de Dios.
La nueva oración
ratzingeriana pide para los Judíos la luz de Cristo, pero
niega que ellos se encuentren en las tinieblas del rechazo
de Cristo, avergonzándose de la palabra revelada (2 Cor.
3, 15-16), como si los Judíos debiesen solo progresar en
el camino de Dios, y no también salir del error.
Una decisión semejante no
puede ser atribuida solo a la “Secretaría de Estado”, como
algunos trataron de decir, también ellos ciegos
voluntarios, sino al mismo Benedicto XVI, a cuyas órdenes
está la Secretaría de Estado; por el contrario, tal
decisión no puede ser atribuida a la Iglesia Católica,
esposa inmaculada de Cristo, ni a Cristo mismo.
Aspiramos a que los
católicos sean coherentes, y sepan rechazar un plato (el
Motu Proprio, los varios indultos, la misma misa
celebrada “una cum”) que, una vez más, demuestra
ser no otra cosa que un regalo envenenado.
Verrua Savoia, Miércoles de Ceniza, 6 de febrero de 2008
(Centro studi Giuseppe Federici)
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