La Alianza incubó el huevo de la serpiente
LA BESTIA FASCISTA YA NACIÓ
Escrita para la posteridad el 30 de diciembre de 2001
León
Trotsky fue uno de los pocos pensadores que se atrevió a teorizar seriamente
sobre el origen del fascismo y el nazismo. Con la solitaria excepción de
Antonio Gramsci, el mainstream intelectual dominado por Moscú le prestó poca
atención a la relación entre capitalismo y fascismo. La ortodoxia stalinista
vio en el fascismo apenas una forma política anómala, pero falló en conectar
esta presunta anomalía política con la normalidad capitalista. En 1934, Trotsky
escribió:
“En el momento en que los recursos policiales y militares
normales de la dictadura burguesa, junto con sus pantallas parlamentarias, ya
no son suficientes para sostener a la sociedad en un estado de equilibrio, llega el turno de los regímenes fascistas. A
través del fascismo, el capitalismo pone en movimiento a las masas de
enloquecidos pequeño-burgueses y las bandas del lumpenproletariado desclasado y
desmoralizado- todos esos incontables seres humanos a quienes el capital
financiero ha arrastrado a la desesperación y el frenesí” (Trotsky 1934).
Es
inevitable sentir un escalofrío al releer esta lúcida descripción. Punto por
punto, puede establecerse un paralelo con la situación de la Argentina
post-Alianza. La revelta contra Cavallo-De la Rúa fue protagonizada por,
precisamente, la desesperada pequeña-burguesía y por el lumpenproletariado
sumido en la más honda miseria. La clase trabajadora organizada brilló por su
ausencia. La CGT y la CTA llegaron tarde y mal con sus llamado a la huelga. Los
dirigentes sindicales argentinos, que se esmeraron en romper la movilización de
los piqueteros, son cómplices por inacción de la emergencia del neofascismo en
la Argentina. Es que el fascismo, cosa que Trostsky omite señalar, surge ante
la exacerbación de la lucha de clases. Esta lucha estuvo representada, durante
los dos últimos años, por el movimiento piquetero. Su aniquilación a manos de
las burocracias sindicales no hizo otra cosa que iniciar el camino hacia un
presente ominoso donde la captura de Astiz oculta mal el nacimiento de la
bestia fascista.
Anoche, cuando la Plaza de Mayo se llenaba de porteños
desorganizados, hubo quienes advirtieron a los gritos que las bandas de
Seineldín estaban operando en la multitud. La noche del 19 de diciembre, las
mismas bandas fueron las que provocaron el inicio de la represión policial. Las
paredes del Gran Buenos Aires, por esas horas, estaban tapadas con afiches de
FARO, agrupación neofascista que reconoce a Seineldín entre sus mentores.
Tampoco debe extrañar que por esos días, el jefe del Ejército había visitado al
carapintada y que su esposa –la de Seineldín- haya tenido tanto espacio en la
televisión abierta. Que Seineldín sea quien lidere las nuevas hordas fascistas
en Argentina puede ser puesto en duda.
Pero que estas hordas están muy activas y amparadas por el
establishment político y la complacencia de la clase media es una evidencia
irrefutable. La silbatina contra las Madres en la madrugada de hoy, en Plaza de
Mayo, es prueba suficiente de que las masas porteñas no están girando a la
izquierda, al contrario, sólo quieren que se abra el corralito y todo siga como
en los dorados tiempos de Menem, pero sin Menem. Capitalismo y moralidad, es el
grito de la clase media.
Si
se comparan las circunstancias que dieron origen al nazismo, se advertirán
otras inquietantes similitudes. Las instituciones republicanas están en su hora
más aciaga. La “gente” no cree en los políticos profesionales, y extiende su
incredulidad hacia la forma Parlamentaria misma. Este cuestionamiento no es
recibido seriamente por los legisladores que siguen ensimismados en sus
miserables intrigas y no aciertan a ver que los acontecimientos apuntan a la
extinción de, incluso, de las más elementales formas institucionales. Este
suicidio en masa de la clase política tradicional es alarmante. Nadie llorará
su muerte, nadie recogerá las cenizas del Congreso en llamas.
Otro factor determinante del fascismo es el denominado
decisionismo. La “gente” clama por un gobierno que tome decisiones,
independientemente del origen de dicho poder. Atento a este clamor, el
peronismo hace gestos populistas y se mofa de las instituciones. Hechos, no
palabras, decisionismo puro, que ha sido celebrado por el nazi Carl Schmitt, politólogo de moda, vaya a
saber por qué, en ciertos círculos académicos. La hipócrita celebración del
default es parte de esta parodia populista que deja todos los problemas sin
resolver y sólo se ocupa de crear los medios para la perpetuación del sistema.
El
brote nacionalista, la xenofobia explícita en la saña de los saqueos a
comercios coreanos o chinos, la inmovilidad del movimiento obrero, la
cooptación de líderes piqueteros, el silencio de los partidos de izquierda, el
colapso del sistema parlamentario, todo esto indica que la bestia fascista está
presente, y muy activa. El fascismo es un régimen autoritario que viene a
resolver la crisis de acumulación del capitalismo. Se define por su fuerte base
social formada por las clases medias, la pequeña burguesía y los sectores
desclasados. Quienes esperan ver camisas pardas o negras, águilas, svásticas y
toda la parafernalia del fascismo clásico, pueden esperar sentados. El fascismo
no es un ritual, aunque tiene rituales. Cuando el capitalismo entra en crisis,
sale por derecha, por izquierda, o se maquilla de Estado benefactor. La tercera
opción es hoy inimaginable. La segunda más aún.
Decía
Trotsky
“Cuando un estado se vuelve fascista, no significa que las formas
y métodos de gobierno cambian de acuerdo a los esquemas establecidos por
Mussolini; los cambios en esta esfera tienen, en última instancia, un rol
menor. Pero significa antes que nada que las organizaciones de obreros son
aniquiladas, que el proletariado es reducido a un estado amorfo, y que se crea
un sistema de administración que penetra profundamente en las masas y que sirve
para frustrar la cristalización independiente del proletariado. He aquí,
precisamente, la clave del fascismo (Trotsky: 1934).
El
millón del planes Trabajar administrados directamente por organizaciones
izquierdistas como Cáritas, las Fuerzas Armadas, y los revolucionarios
gobernadores como Sobisch, son parte de este sistema que impide la
cristalización del proletariado. La sumisión de Moyano, Daer y De Gennaro, es
parte del mismo esquema. Cuando se den cuenta, será demasiado tarde. Las
centrales obreras son parte, como diría Gramsci, son parte de la sociedad
política, mal que les pese, y también son parte del Estado, aunque no lo
quieran creer. Mientras la clase media
y la clase desclasada sigan pensando que los trabajadores organizados son parte
del problema, y no la solución, habrá vía libre para el fascismo. El triunfo
del fascismo supone la defección de la dirigencia obrera y su incapacidad por
mostrar en los hechos y el discurso que los intereses de la clase trabajadora
son irreconciliables con los intereses de la patronal. Pero también supone el
fracaso de la clase política profesional, sobre la cual debe recaer la más
decidida condena por haber permitido el nacimiento de la bestia.
Franco Alarico