ACERCANDONOS A LA ASTROLOGIA HINDU

por Jerónimo Brignone

(Este trabajo fue presentado en el Primer Encuentro entre Astrólogos organizado en Buenos Aires en 1997 por la revista GeA, Gente de Astrología –ex Cosmovisión)

PRIMERA PARTE 

            En el marco de un encuentro de estas características, uno esperaría de su colega astrólogo que le presente alguna apreciación o descubrimiento personal que enriquezca el conocimiento del conjunto de los estudiosos del tema. En este caso, aquello acerca de lo cual voy a explayarme no es precisamente un "descubrimiento" ni algo nuevo, sino una reflexión sobre los lineamientos básicos que miles y miles de astrólogos en la India vienen usando desde hace cientos y hasta miles de años. Sé que hay un gran desconocimiento local sobre esta valiosísima Astrología, y me pareció adecuado aprovechar esta oportunidad para informarnos un poco más.

            Mi primer contacto con la Astrología Hindú se dio en California, a principios de 1995, en U.A.C., el congreso astrológico de mayor relevancia y participatividad que cada tres años los americanos organizan nucleando a las diversas entidades nacionales y astrólogos u organismos representativos de otros países. La Astrología Hindú no había estado en el congreso anterior, y más bien me encontré con que todo estaba "igual que hace tres años", fuera de la inclusión de esta nueva invitada. Mi inmediato enamoramiento, como el de muchos asistentes, me llevó a profundizarla mucho en los meses siguientes, encontrándome ya en la India antes de finalizar el año, en parte por otras búsquedas personales y en parte para seguir avanzando en la comprensión de la práctica y estructura de esta disciplina.

            Al respecto, está habiendo esta ultima década en occidente y en los Estados Unidos en particular una especie de boom o moda, grandes avances en su difusión, ya congresos occidentales de Astrología Hindú, y todo esto pese a que siempre "estuvo a mano", y a que tiene una presencia y una tradición ininterrumpida durante los últimos tres mil años (los hindúes dicen que muchos más). Situación diferente a la de nuestra Astrología occidental, la que ha sufrido tantos accidentes históricos y hasta virtuales desapariciones. Quizás se ha enriquecido en muchos sentidos, al haber pasado por tantas culturas, ideologías y visiones, pero en los últimos años no ha hecho importantes avances en sus contenidos técnicos, y es por ello quizás justificada la atención, fascinación e investigación que están empezando a rodear a su vieja hermana de la India. A tal punto se ha desarrollado este interés, que ya es parte de todo congreso internacional, y por ende está empezando lisa y llanamente a incluirse en la tradición occidental, aunque no sea necesariamente compartida por toda la comunidad astrológica, del mismo modo como, por ejemplo, la Cosmobiología y los puntos medios de Ebertin, la Astrología Dracónica o la línea siderealista iniciada por Fagan, Firebrace y Bradley no son consensuales, pero sí parte importante y creíble de la práctica de muchos miles, y por lo tanto de nuestra tradición.

            También está habiendo en el hemisferio norte un movimiento muy importante de revalorización de las fuentes de nuestra propia Astrología y su pasado histórico para tratar de entender cómo nació todo ésto, qué técnicas quedaron perdidas en el tiempo y ver cómo se las puede recuperar. Por ejemplo, muchos trabajos estadísticos modernos de validación científica positivista de los dichos astrológicos están confirmando mucho más elementos de la astrología de hace 500 o hasta 2000 años que elementos más recientes. Esto en parte se debe a que la Astrología moderna y su discurso humanístico más popular es muy difícil de validar en términos estadísticos, dado su que sus enunciados apuntan a un paisaje interior, y esto no puede ser verificado empíricamente (el epistemólogo contemporáneo Karl Popper diría que "no es falsable", es decir, aquello que afirma no puedo decir que es falso  o no; a lo sumo, me impacta emocionalmente o no, desde vivencias personales me convence o no, pero no se lo puedo "demostrar" a un tercero, con todo derecho escéptico). En cambio las afirmaciones de la astrología tradicional son muy categóricas ("tiene hijos, no tiene hijos, reside fuera de su país natal, muerte por armas de fuego, hereda propiedades, etc."), y es totalmente posible verificar si ocurren o no. Y por esto mismo hoy está se están financiando por primera vez en forma importante investigaciones astrológicas, y éstas se refieren a nuestro pasado occidental.

            ¡Y la Astrología Hindú es en gran medida astrología occidental antigua! Quizás éste es otro probable motivo de su reciente gran difusión: un alto porcentaje es astrología griega, ese producto sincrético que, posteriormente a la conquista de la India por Alejandro Magno, tres siglos antes de Cristo, combinó básicamente elementos caldeos, egipcios y griegos. Y como en Occidente tuvimos luego tanta variable política y religiosa que más minó que enriqueció la continuidad del conocimiento astrológico, la presencia ininterrumpida de dicha Astrología en la India nos la convierte actualmente en una especie de eslabón perdido respecto de la comprensión de nuestro pasado para, desde ahí, poder hacer en el futuro un mejor progreso en el desarrollo de nuestra propia astrología.

            Quisiera primero señalar algunas de las diferencias principales entre la teoría y práctica usuales de la Astrología Hindú (también llamada Astrología Védica o Jyotish, que quiere decir literalmente "Ciencia de la Luz") por un lado, y las de la que nosotros más estamos habituados, sobre todo la tan difundida corriente humanística. Antes que nada, y quizás la principal, es que hay mucho menos discurso atinente al mundo interior y a los propios procesos evolutivos pensados en términos psicológicos o filosóficos. Principal característica por la cual, pese a que estaba ahí, "a mano", fue considerada poco interesante  por los astrólogos de las últimas décadas, los cuales estaban muy fascinados por el enriquecimiento que les supuso la mirada humanística, es decir espiritualista, psicológica y dirigida a las "causas interiores", y no a los "efectos exteriores".

             Paradójicamente la Astrología Humanística es una consecuencia del resurgimiento de la Astrología de fines del siglo pasado en el seno de la Teosofía, corriente que nace de un encuentro de Occidente con Oriente, y sobre todo con la India. Pero a la Astrología de los hindúes se la veía por un lado como poco científica, dado el total desinterés en justificar y organizar coherentemente sus enunciados (pecado capital para el pensador occidental de principios y mediados de este siglo, y para el astrólogo que quería legitimar ante dichos pensadores su actividad), y por otro lado poco espiritual o psicológica, dado que tendía a hacer afirmaciones categóricas sobre fecha de fallecimiento, estado conyugal, cantidad de hijos, ocupación y enfermedades específicas, éxito o no profesional, etc. etc. Afirmaciones parecidas a las de nuestros textos de fines de siglo o anteriores, demasiado deterministas o "prosaicas" para el astrólogo orientado ahora a la sobrevaloración de lo interior, y a casi menospreciar el concepto de "qué va a (o debe) pasar en la vida" -en gran parte por no saber cómo determinarlo-, reemplazado ahora por, más bien, "cómo debo mirar la vida". Es decir, enriquecer el nivel de consciencia.

            En suma, tenía el mal gusto de sonar "poco espiritual". Y como hay un prejuicio del occidental moderno new age, que es el de ver en la India a una especie de paradigma o ideal de "cultura espiritual", le sorprende que no haya allí una astrología "espiritual" en el sentido que HOY le damos a dicho término. Pero hay que tener en cuenta que para esta cultura (que en Astrología Mundana vinculamos al signo de Capricornio) el cumplimiento del propio destino es signo de la máxima realización, más allá de prácticas "espirituales" más conocidas, tales como la meditación. Es decir que, para ellos, no es "mundano" hablar de "cuándo me caso, o tengo hijos, etc.", sino que es totalmente relevante en términos espirituales, ya que no hay el tipo de división a la que estamos tan acostumbrados desde hace unos siglos en occidente entre espíritu y materia, o lo mundano y lo elevado, lo interior y lo exterior, como si fueran dos áreas distintas que se desarrollan al mismo tiempo por caminos paralelos.

            Vamos más a las diferencias técnicas, que son muchas. Primero, la Astrología Hindú usa el zodíaco sidéreo, es decir, aquél que también está en la eclíptica, pero que para su división en doce partes iguales no tiene su punto de partida en el punto Vernal (la intersección del ecuador con la eclíptica en el extremo por donde pasa el Sol al iniciar la primavera en el hemisferio norte, e inicio del zodíaco trópico que usamos desde hace cientos de años en occidente), sino en algún punto a determinar en el principio de la constelación de Aries, es decir el grupo de estrellas que llamamos El Carnero.

            Digo "a determinar", porque no hay un total acuerdo entre los astrólogos de la India respecto del emplazamiento exacto de dicho punto. Y si bien hasta hace poco había muchos más astrólogos en la India solamente que en el resto del mundo (ya que allí la Astrología ocupa en la cultura un lugar de mucha mayor importancia en cuanto a respeto y participación, y todo habitante la consulta para regular cualquier decisión trascendente de su vida) no hay un acuerdo respecto de este elemento fundamental, tal como el emplazamiento exacto del marco de referencia que usan para su trabajo cotidiano y que es el zodíaco. A tal punto cumple la Astrología un rol distinto en la sociedad hindú, que el gobierno convocó a cientos de astrólogos representativos en la década del cincuenta, para acordar y definir en una convención y de una vez por todas el Ayanamsa (distancia angular entre el principio del zodíaco sidéreo y el del trópico) y que tuviera validez general; esto también tenía que ver con temas calendarios, celebración de festividades, etc. Por supuesto que no hubo tal acuerdo, pero sí se consideró por decreto como ayanamsa más "recomendable" el de Lahiri, hoy ya el de mayor uso, y el cual convive con otras decenas. Tienen todos entre sí una diferencia no mayor de cinco grados (lo que es mucho decir), pero los más populares difieren en unos dos grados.

            Entre los mismos se encuentran, además del de Lahiri (que está incorporado al aquí muy difundido programa de computación Astrocalc), el que usa Raman, el prolífico y respetado autor hindú que tiene un excelente texto traducido al castellano ("Cómo interpretar un horóscopo", editorial Mercurio), y el de Krishnamurti, un astrólogo de principios de siglo muy reconocido y al cual no hay que confundir con el popular místico y filósofo surgido del movimiento teosófico. Dicho sea de paso, vale la pena mencionar que el zodíaco sidéreo que más se tiende a usar en occidente desde la aparición de la corriente siderealista tiene su ayanamsa ubicado también a una pequeña distancia de los mencionados, y se lo conoce por el SVP (Sidereal Vernal Point), definido por John Bradley y Cyril Fagan a través de investigaciones arqueológicas y por experiencias estadísticas, y cuya posición encontramos consignada mes a mes en las efemérides de Michelsen. La comunidad astrológica tendió a reconocerlo tanto por respeto a la autoridad intelectual de sus autores, como, sobre todo, por desinterés general en profundizar el tema.

            Personalmente, Lahiri me ha dado hasta ahora resultados increíblemente precisos en la parte interpretativa y sobre todo para definir fechas exactas en términos predictivos. Y en cuanto al desorden en términos de objetividad científica que pudiéramos imputarles a los hindúes por la coexistencia de varios inicios de zodíaco, corre pareja con, en nuestro caso, la todavía coexistencia de decenas de sistemas de división de casas sobre los cuales la comunidad astrológica occidental toda no llega a ningún acuerdo, y que ha sido desde principio de siglo motivo de burla de los científicos.

            También usan, y mucho, otra división de la eclíptica en, ya no doce, sino veintisiete signos iguales de 13°20', a los que llaman Nakshatras, asterismos o constelaciones (a diferencia de los doce "signos" sidéreos), y que nosotros conocíamos generalmente a través del libro de Volguine "Astrología Lunar", en donde se los llama "Mansiones Lunares". Alguna vez fueron veintiocho y son de probable origen chino, pese a que los hindúes siempre se adjudican el origen de todo lo imaginable y existente en la tierra y desde hace decenas de miles de años, "kalpas", etc. Sí son el elemento más claramente antiguo de su astrología, y era ya muy utilizado previamente a la importación de la astrología griega desde la conquista de Alejandro.

            Quizás les toque a estos Nakshatras ser el factor más "psicológico", en el estilo de nuestra moderna Astrología Humanística, sobre todo en las posiciones de la Luna, el Ascendente y otros factores personales. Además, se los usa para determinar, en ciertas escuelas, estados cósmicos y regencias sobre casas, y para definir regencias en el sistema de predicción más popular, que es el denominado de "Períodos Planetarios" (también usan tránsitos, pero de un modo muy distinto a como los usamos nosotros, por ejemplo dándole mucha importancia al signo de la Luna).

            Otro aspecto distintivo de la Astrología Védica es su forma de definir las casas. El sistema de casas más usado es el que aparentemente fue el primero en utilizarse en la astrología occidental, es decir el denominado de "Signos Iguales", y a no confundir con el de "Casas Iguales". El de casas iguales pone el punto ascendente como principio de la Casa Uno (aunque la primera enunciación que nos llega de dicho sistema por Ptolmeo en su Tetrabiblos dice que empieza cinco grados antes del ascendente), y tal como se interpretó en los últimos siglos, desde ahí se cuenta de a 30° de eclíptica para ir determinando cada casa siguiente. En cambio, en el sistema de signos iguales, se superpone en forma completa el signo con la casa, y la Casa Uno tiene su inicio en el primer grado del signo ascendente. Es decir que si están en un momento determinado ascendiendo los 15° de Tauro, la Casa Uno empieza en los 0° de Tauro, la Casa Dos en los 0° de Géminis, y así sucesivamente. El extraño nombre se refiere a la identidad espacial de signos y casas ("Signos iguales... a Casas").

            Asimismo, se usa como una Casa Uno alternativa y secundaria, pero de mucha importancia, el principio del signo en el que se halla la Luna. Y si se quisiera profundizar interpretaciones respecto de un área de vida en particular, se usa casas derivadas partiendo de la casa correspondiente a ésa área, como en el sistema de casas derivadas de la tradición occidental, pero también usando como Casa Uno el principio del signo en el que se halle el significador planetario correspondiente. Porque como en nuestra astrología, pero de un modo más riguroso, los planetas son también significadores de áreas de vida o vínculos, y no siempre coinciden con nuestras asignaciones tradicionales. Por ejemplo, el Sol representa al padre y la Luna a la madre, lo que suena conocido; pero, Marte representa a los hermanos, y Júpiter a los hijos, por mencionar algunas diferencias más acusadas con nuestros hábitos de asociación.

            También tienen otro sistema muy interesante y eficaz de significadores, que depende del número de grados dentro de un signo de cada planeta. Por ejemplo, el planeta "con más grados" (del 0° al 30°), es el Atmakaraka, o significador del yo, sobre todo en un sentido espiritual; el planeta con menos grados, el de la pareja y la vida de relación; el cuarto, empezando por el más alto, el de la madre y los hijos, etc. Por lo tanto, si queremos saber algo más de los hijos, además de tomar el signo quinto desde el ascendente como una Casa Uno, y usar el resto como derivadas, también podemos usar el signo en el que se halla Júpiter como una Casa Uno, y desde allí observar lo que nos interesa, o también usar como Casa Uno el signo en el que se halle el planeta que ocupe el cuarto lugar por grados, de mayor a menor.

            También utilizan un sistema de casas más cercano a lo que nosotros entendemos como tal (en cuanto a mayor participación de elementos del espacio local), y que es el de Porfirio, es decir, la división en tres partes iguales del arco de eclíptica que hay entre el Ascendente y el Mediocielo, Mediocielo y Descendente, etc. Y se ha popularizado durante este siglo por influencia de los ingleses el uso de Placidus, en el lugar de Porfirio (estoy seguro de que usarían el Topocéntrico si les interesara profundizar el tema). Pero como la "Carta de Casas", sea Porfirio o Plácidus, no es tan importante en su uso, y en latitudes cercanas al Ecuador, como las de la India, no arrojan diferencias muy acusadas, no les ha interesado avanzar en el asunto.

            Lo que sí hay que mencionar como radicalmente diferente a nosotros en el uso de las casas, es su concepción del inicio de éstas. Al respecto, lo que nosotros llamamos "cúspide", y consideramos como el principio de una casa, ellos lo consideran como la mitad de la misma. Es decir, las casas empiezan "media casa" antes, acercándonos inquietantemente al concepto de casas iguales enunciado por Ptolomeo ("unos cinco grados antes"), y a los resultados impresionantes de las estadísticas de Michel Gauquelin, que ponen los picos de intensidad no en los ejes mismos de una carta, sino también unos grados antes. Todo esto da lugar para la reflexión del astrólogo occidental, quien, de todos modos, comúnmente considera a un planeta que estuviere en los últimos grados de una casa, como si estuviera "en la casa siguiente". De un modo parecido, cuando el astrólogo hindú usa la "Carta de Casas", toma las presencias según la estructura mencionada ("media casa antes"), y las regencias según el signo en la cúspide. Cabe mencionar que también consideran, como nosotros en general, a la cúspide como el punto de más potencia o sensibilidad respecto de los asuntos de dicha casa.

            Otra diferencia la encontramos en su consideración de los aspectos. No cuentan los grados: emplazan el planeta en el signo, y luego consideran si los signos en sí están o no en aspecto (algo así como si el planeta "ocupara" todo el signo). Por ejemplo, a dos planetas a 28° de distancia entre sí pero en el mismo signo se los considera en conjunción, o si, por otro lado, están a 3° de distancia entre sí pero en distintos signos, no están en conjunción. Además, no hay aspectos benéficos o maléficos según el ángulo, como en la tradición occidental, sino que para determinar lo positivo o no de un aspecto, se considera a los factores que lo forman (si son o no planetas maléficos, su estado cósmico, amistad natural, etc.). De alguna manera, a esto estamos acercándonos en las últimas décadas en la astrología occidental, sobre todo en la línea siderealista. De todos modos, no todo planeta puede hacer trígonos o cuadraturas: los únicos aspectos que todos comparten son el de conjunción y el de oposición, es decir, estar en el mismo signo o en el opuesto. Trígonos sólo pueden hacer Júpiter y los nodos de la Luna. Saturno hace cuadratura "hacia atrás", y sextil "hacia adelante", y Marte cuadratura "hacia adelante" y quincuncio "hacia atrás". Por ejemplo: con Sol en Aries, Saturno en Libra y Júpiter en Sagitario, encontramos que Sol y Saturno están en aspecto entre sí por estar en signos opuestos, que Sol "recibe" el aspecto de Júpiter por estar en signo en trígono al mismo, y que Júpiter "recibe" el aspecto que Saturno le hace, ya que éste hace sextiles "hacia adelante". Esta idea de aspectos hacia atrás o hacia adelante remite, llamativamente, a nuestra abandonada tradición medieval de aspectos "diestros" y "siniestros".

            Ya que se hizo mención de los nodos, es distintivo de la Astrología Védica el tratamiento de los mismos. Se los considera dos planetas más, llamados Rahu, el Nodo Norte, y Kethu, el Sur. Planetas "sombríos", que por supuesto se sabe no son tales en el sentido físico, pero así se los incluye y considera en la interpretación. De este modo, dicen tener nueve planetas en la carta, y descartan a los transaturninos, que no se dibujan ni entran en el plan de interpretación de la mayoría de los astrólogos hindúes contemporáneos. Rahu y Kethu, a los cuales acompaña un pintoresco mito respecto de su  origen, en cierto modo toman características de los transaturninos, y, dentro de la clasificación de maléficos y benéficos, son prioritariamente maléficos. De hecho, muy maléficos, sobre todo Rahu: aquí encontramos otra importante diferencia con el discurso occidental, que a veces llega a llamarlo "Nodo Positivo", y que en la actualidad le da un popularísimo enfoque kármico que no tiene absolutamente nada que ver con la tradición hindú. Al contrario, ellos son muy conscientes del fenómeno sociológico y editorial que subyace en esta moda, y les causa mucha gracia, sobre todo cuando se lo justifica con pretendidos discursos de espiritualismo hinduísta.

            Respecto de la ausencia mencionada de los transaturninos, es preciso señalar que la Astrología Hindú se caracteriza, a diferencia de la nuestra y como toda esa cultura, por poner un énfasis muy importante en el criterio de "verdad por autoridad". Es decir, el saber que se basa sobre todo en la tradición, y los criterios de verdad parten más bien de si un enunciado figura en tales o cuales escrituras o si fue o no dicho por alguna eminencia, y el "conocimiento" se basa, antes que nada, en la virtual memorización de las múltiples reglas (muchas de las cuales se contradicen o modifican mutuamente) que parecen de por sí arbitrarias en su mayoría, no tienen ninguna ilación lógica entre sí y ni la más mínima pretensión de justificación racional o científica en el sentido occidental de la palabra. El aprendizaje y práctica del astrólogo hindú pasa entonces por la asimilación de dichas innúmeras reglas, y después le tocará ver cómo las entendió, cuáles privilegiará en su práctica al contrastarlas con la realidad de los casos particulares, cuáles descartará, etc. Como cuando estas reglas se organizaron, Urano, Neptuno y Plutón no estaban en el cielo, y su astrología les funciona de perillas sin ellos, así están las cosas.

            Otro elemento distintivo es que, en general, le dan mucha más importancia a las regencias que la que le estamos dando en occidente en las últimas décadas. Aquí, el fenómeno fue en gran medida propulsado por la escuela siderealista, que literalmente calificaba a las regencias de superstición irracional (no científica: Fagan la llamaba "caldero de brujas"), y sigue chocando con la inercia del facilismo de la astrología norteamericana y con el importante y reciente rebrote de la Astrología Horaria, las cuales ponen un importante acento en este factor técnico. En el caso de ellos, es un elemento central, y sencillamente siguen con esta tradición alejandrina y medieval que tan impecablemente supieron preservar.

            También encontramos las Amsas, mal llamadas cartas armónicas, puesto que remiten (si bien no son idénticas) a la teoría de las Armónicas de John Addey, uno de los aportes más espectaculares de este siglo a la astrología occidental. Al respecto, y antes de explicarlas brevemente, quisiera también señalar que el uso de estas cartas también es simbólico de otro costado distintivo de la Astrología Hindú, totalmente diferente al nuestro: cuando el astrólogo mira una carta natal, en serio no mira una sola, sino, generalmente y por lo menos, tres o cuatro, y, eventualmente, hasta más de veinte. Insisto, todo respecto de una misma carta y momento del tiempo. Nosotros, en cambio, tenemos siempre un sólo mapa, al cual, quizás le agreguemos la carta dracónica, o alguna por el estilo, pero ahí se termina (no considero las revoluciones solares, cartas progresadas, etc., porque ya se refieren a técnicas predictivas aplicadas para un momento particular del tiempo distinto al momento del nacimiento). Ellos ven la carta de signos iguales desde el Ascendente, la de signos iguales desde la Luna, la carta de casas, la Navamsa -casi tan importante como la misma carta original-, y a menudo las otras amsas. Es muy representativo de la sociedad hindú, una cultura que no es exclusivamente monoteísta y en la cual conviven históricamente varias religiones al mismo tiempo y sin la pretensión de que su mirada invalida a la de las otras. Es decir, hay una costumbre de tolerancia y relatividad de las "verdades absolutas", que hace que puedan fluir plásticamente por distintos aspectos o enfoques de un mismo fenómeno para tratar de comprender y asimilar su esencia.

            Ilustrativo de esta característica fue un panel que presencié en el Congreso antes mencionado. Se llamaba "El Zodíaco Verdadero, por favor, párese", y había un representante de cada zodíaco: el trópico, el constelacional, el sidéreo en la línea occidental, y el hindú (faltaba el dracónico, quizás todavía no tan popular). Me llamó la atención que quien debía "dar la cara" por el hindú, él mismo de ese origen, tenía una actitud absolutamente respetuosa y conocedora de los otros, y hasta sugirió cautamente que quizás el zodíaco trópico refleja tan bien nuestra psicología, aquello de lo que somos conscientes aquí y ahora, en cuanto zodíaco generado por la percepción de nuestros movimientos terrestres referenciados al Sol (símbolo de consciencia), y que el zodíaco sidéreo estaría reflejando más bien las situaciones a ser vividas en relación al medioambiente y que, más allá de lo psicológico, llamamos destino. Al respecto, yo agregaría que las técnicas que en el Centro Astrológico de Buenos Aires más nos funcionan a nivel predictivo, casualmente no ponen el énfasis en el signo, sino más bien en las relaciones que los planetas y las cúspides de casas van entablando entre sí. Es decir que a la hora de determinar eventos, parecen más importantes planetas y casas, independientes del signo, y por lo tanto, de qué zodíaco, usemos, y los signos trópicos que en cambio solemos manejar tienden a mostrar el significado, es decir, los contenidos que vamos a asignar a esa experiencia.

            Las Amsas parten de la idea de que cada signo se subdivide en otros signos, generando subzodíacos, y por lo tanto nuevas posiciones por signo y, así, nuevas cartas (cosa que encontramos en la astrología griega del siglo I en las "dodecatemoria" de Manilius, así como, ya que estamos, la idea de empezar un juego de casas desde el signo lunar, o desde el signo del parte fortuna). Nosotros lo podemos referenciar a la práctica más difundida hoy de los decanatos (pese a que no sigue a nuestra propia tradición occidental al respecto), a los cuales consideramos como tres subsignos iguales del mismo elemento contenidos en cada signo zodiacal. Esto es idéntico a la Drekkana, o división en tres. Hay una división similar en cuatro y que usa los ritmos o modalidades, en vez de los elementos.

            Un criterio diferente sigue, en cambio, la Navamsa, o división en nueve: se dividen los signos en nueve partes iguales de 3°20' cada una, y desde el principio de Aries se los identifica siguiendo el orden zodiacal y sin parar (ésta sí es idéntica a la armónica 9, y para calcularla se puede también multiplicar por dicha cifra los grados absolutos sidéreos de cada planeta y ascendente, o usar las rutinas de armónicas de Astrocalc, Kepler o Matrix). En total hay unas seis o siete cartas Amsas más populares en su uso, pero existen y a menudo se usan hasta veinte. Cada una remite a un nivel de existencia diferente, por ejemplo la Navamsa a la vida de relación y a la realización espiritual, la Saptamsa (división en siete con el mismo método de la Navamsa) a los hijos, etc. Asimismo, no todas tienen el mismo criterio técnico de elaboración; pero, en última instancia, más allá de que cada una refleje costados específicos de la vida, todas en conjunto tienden a mostrar también el mejoramiento o empeoramiento del estado cósmico o determinaciones generales de cada planeta.

            Los Yogas (palabra que significa "unión") son una parte importantísima y también característica de esta astrología. Son antiquísimas y extensas listas de combinaciones entre regente de ésto y de lo otro, tal o cual factor en ángulo con la Luna, y otros casos particulares reglamentados con su debida interpretación. Se organizan en grupos, tales como Yogas de fama, Yogas de desgracia, de dinero, de viajes, etc. Entonces, para profundizar un área de vida en particular, además de ver a qué tiende la carta en general, y de analizar los significadores planetarios, por casas, Amsas, etc., correspondientes a esa área que queremos investigar, debemos también asomarnos a los Yogas para ver si en la carta se están cumpliendo al respecto condiciones favorables o desfavorables según esa tradición. Y cabe aclarar que éste es uno de los apartados menos justificados racionalmente y que depende exclusivamente de la tradición escrita.

            Por otro lado, así como encontramos los Nakshatras como una de las muchas formas de caracterización de la personalidad y el destino, también encontramos los Días Lunares. Se refieren éstos al día particular en que se encuentra el ciclo Sol-Luna, y se parecen a las ocho fases lunares de Rudhyar, pero aquí son trece, partiendo indistintamente de la Luna Nueva o la Luna Llena. Cada día se corresponde con un tipo muy breve y contundentemente caracterizado, y hasta ahora me han impresionado sumamente estas muy elocuentes descripciones.

(continúa)