EL
RENACIMIENTO DE LA ASTROLOGIA HELENISTICA, por
Trascripción de la conferencia
dictada en el Centro Cultural del Teatro General San Martín el 11 Septiembre
2007 en el ciclo organizado por “Cariátide, Asociación Argentina de Cultura
Helénica” en su XXIX año de actividad cultural.
La forma que he elegido para
desarrollar esta disertación es la de intentar relevar los elementos que
componen su título. Vamos a hablar de estas tres palabras: “Renacimiento,
Astrología y Helenística”. La primera y la tercera están relacionadas a las
actividades en general de Cariátide no así lo de “Astrología” que es algo más
inusual, pero algo que caracteriza las conferencias de Cariátide es que las
temáticas que se desarrollan son (y lo puedo decir con total tranquilidad y
convicción) bastante inusuales y generalmente tratadas desde un alto nivel de
especialización por parte de quienes las abordan.
Renacimiento… Cuando lo decimos se nos cruzan muchas cosas, muchas imágenes,
muchas asociaciones. Hay una primera asociación que es la puramente semántica:
el re-nacer, algo que vuelve a nacer, pero cuando decimos el renacimiento
estamos pensando en un Renacimiento, con la R mayúscula, es decir, un período en
la historia de la humanidad y en la historia del arte que solemos asociar con
tales o cuales estilos, pintores, escultores, autores, música, imágenes de
ciertos reyes muy característicos de la época, pero… ¿por qué se llama así? ¿Por
qué Re-nacimiento?
El Renacimiento tomó ese nombre porque un grupo de intelectuales de ese momento
decidieron nombrar así la época en la cual estaban viviendo, dado el enorme
entusiasmo y la noción identitaria que en ese momento estaba siendo recuperado
para Occidente, algo que podríamos llamar con derecho un valor que para ellos
era cardinal: la cultura de los antiguos, la cultura clásica, la cultura
grecorromana.
Así, ante este Re-nacimiento de la cultura grecorromana, tal como ellos la
percibían y que habían sentido de alguna manera ocultada o puesta en sordina u
oscurecida durante siglos en Occidente, en esta periodización llamaron a su
época actual Renacimiento, a la época que a ellos les interesaba, Época Antigua,
y después restaba la época intermedia, con la cual tenían poca afinidad (dado
que todo movimiento político-cultural generalmente es una reacción natural a lo
inmediatamente precedente), la llamaron a Edad Media, los pobres siglos -
muchos, nada menos que diez previos-. De por sí es casi una descalificación
total, nombrarla como lo que está en el medio de lo que importa: “los antiguos
importan, después hubo una época en el medio…un poco oscura… y ahora renace su
saber”. Ésta es la postura del Renacimiento. Renacen aquellos valores de la
cultura greco romana que serían los del autodenominado Renacimiento, lo que por
supuesto marca una serie de cambios. Habría que ver además desde cuándo decimos
“Renacimiento”: a veces se usan fechas como las que estudiamos en el colegio,
más o menos con el descubrimiento de América o la caída de Constantinopla en el
siglo XV pero, por supuesto, el proceso comienza realmente antes si se piensa en
términos culturales, dependiendo de la perspectiva con que lo tomemos.
Lo interesante es que ha habido muchos pensadores que opinaron -y yo estoy de
acuerdo- que de hecho en Occidente hubo “muchos Renacimientos” con mayúsculas,
si pensamos como Renacimiento a un recupero de la cultura clásica grecolatina.
Un primer claro “Renacimiento” fue muy previo al que asociamos a ciertos
pintores y escultores prototípicos y a aquellos que se autodenominaron
renacentistas. Este “re-nacimiento” se dio en el siglo XII y XIII. Cuando cae el
Imperio Romano en poder de los así llamados “bárbaros” por los grecolatinos -más
específicamente los germanos- y empieza a haber una disolución de buena parte
del acervo, los ideales y los valores principales de la cultura clásica
grecolatina, se instaura aquello que conocemos como Cultura Europea Medieval,
por supuesto básicamente cristiana. Pero no es la única cultura cristiana,
porque en Bizancio el Imperio Cristiano de Oriente continuaba fantásticamente
bien con la cultura greco romana pero en un marco de idioma griego y e ideología
cristiana. Sin embargo no había mucho diálogo entre los dos imperios porque hubo
algo parecido a un cisma por razones políticas e ideológicas.
Entonces, en la parte Occidental, que es la que más nos toca culturalmente, a
medida que pasaron los siglos no sólo el ciudadano promedio era analfabeto,
fuere el esclavo, plebeyo de la gleba, sino que el señor feudal tampoco sabía
leer ni le importaba. Los que leían eran los monjes en los claustros y leían
latín por supuesto, de hecho un latín muy simplificado, y había de vez en cuando
un traductor de diversos temas o algún otro idioma y no mucho más. Sobrevivió
apenas lo que había quedado en latín y, en gran medida, lo que fuera aceptable
para la doctrina cristiana de esos siglos.
Pero en el camino afortunadamente ocurrió un fenómeno importantísimo para la
historia de Occidente que fue la Égida de Mahoma, es decir cuando Mahoma sale a
conquistar tierras y a difundir los conocimientos del Islam -las revelaciones
del Corán- y ocupa buena parte del territorio europeo, sobre todo de España.
Estamos hablando del siglo VIII- IX- X: todo el sur de España está ocupado por
la cultura y el Imperio Islámico -los árabes- y ellos tuvieron la inteligencia
de capitalizar los conocimientos con los que habían tomado contacto en el
camino, pero sobre todo los conocimientos con los que salieron: los
conocimientos persas (sus primeros conquistados). Y justamente entre los persas
y otras culturas aledañas al lugar de origen de la cultura árabe había mucho
material grecolatino traducido.
Luego, cuando los españoles -o mejor dicho, distintos reinados de la península
ibérica- intentan sacarse de encima a los moros, empiezan a crear el estado
nacional con una lengua unitaria -que es la lengua en la cual estoy hablando y
ustedes me están entendiendo- que es el castellano. El que gesta o instrumenta
esta política para fines imperialistas (como toda fijación de una lengua
nacional), fue el famoso rey Alfonso X “El Sabio”, en el siglo XIII. En este
siglo, ante la convivencia que había dentro de España de hispano parlantes en el
sentido moderno, parlantes de este latín vulgar peninsular y de la variante
específicamente de Castilla, con judíos que podían leer y traducir perfectamente
hebreo, árabes que podían leer árabe, gente bilingüe y trilingüe, todos
empezaron, por iniciativa de Alfonso El Sabio -dicen que era astrólogo o le
interesaban personalmente estos temas-, se comenzaron a traducir las cosas que
eran parte del acervo cultural muy sofisticado de los árabes en el siglo XIII.
Ingresa así a Europa toda la cultura grecorromana, sobre todo de cuño
aristotélico, porque los árabes se habían interesado sobre todo con la línea de
Aristóteles más que con Platón, para mencionar dos figuras importantes del mundo
griego, filosóficamente hablando.
Estos textos traducidos al castellano antiguo luego fueron traducidos al latín o
a otras lenguas romances y empiezan a circular poniendo en un aprieto,
nuevamente, los fundamentos ideológicos y los saberes de la Europa medieval
cristiana. Se empiezan a desarrollar nuevas síntesis, aparece Santo Tomás de
Aquino y con el tomismo reelabora las ideas de Aristóteles para intentar que
fueran plausibles a la doctrina cristiana, que hasta ese momento venía siendo
más platónica, siguiendo la línea de San Agustín. Se dio una situación -una
efervescencia cultural- que se podría llamar Renacimiento, en el sentido primero
que se dieron a sí mismos los renacentistas, un renacimiento de la cultura
grecolatina y que aparece muy bien reflejado en el libro de Humberto Eco “El
nombre de la rosa” o en la genial película de Jean-Jacques Annaud con Sean
Connery. En la película o en la novela se mata por un libro, justamente la
segunda parte de la poética de Aristóteles, así muestra cómo el aristotelismo
estaba trayendo -más todos los debates doctrinarios teológicos previos- bastante
movilización.
En el siglo XV con la caída de Constantinopla ocurren dos fenómenos
importantísimos: por un lado el Imperio otomano toma Constantinopla y hay un
saqueo muy importante en parte por occidentales cristianos mediante las Cruzadas
y por parte también de los otomanos. Por lo tanto el inmenso archivo de material
que había en griego sobre cultura grecorromana empieza a circular -aunque la
mayor parte se perdió, se quemó y se arruinó- en forma de envoltorios de ropa o
comida, porque así usaban ese papel, de modo que de alguna manera ese saber
disperso de este modo grotesco que estoy mencionando se empezó a difundir de un
modo aleatorio y fraccionario por el mundo que conocemos como Occidente o Europa
y por otros lugares más importantes. Muchos intelectuales bizantinos cruzaron el
charco para Italia, antes que ser sometidos o probablemente exterminados por los
turcos. Entonces, Italia fue un depositario muy importante de los intelectuales
grecoparlantes y de toda una tradición grecorromana muy sofisticada: Bizancio,
una cultura de una sofisticación impresionante de la cual hoy quedan pocos
rastros porque Occidente se encargo de “limpiarla”, lo que el presidente de
Cariátide más de una vez ha aludido como el complejo de Caín, que mata a Abel
por envidia, lo que es una de las marcas que llevamos dentro de la cultura
occidental respecto del Imperio cristiano de Oriente grecoparlante.
En Italia aparece ahora sí el fenómeno del así llamado Renacimiento pero con un
fuerte contacto, ahora ya no con copias de copias de copias o traducciones de
traducciones de Aristóteles en griego a Aristóteles en persa luego al árabe y
después al hebreo y luego al castellano y del castellano al latín y del latín al
francés antiguo… se pueden imaginar todas las interpretaciones y los errores de
los copistas.
Una serie de intelectuales: Marsilio Ficino, más tarde Erasmo de Rótterdam
-clásicos del pensamiento helenístico- rennacentistas o helenistas del siglo XV y
XVI, comienzan a traducir directamente del griego, y de traducir estos textos
viene el maravillarse con Platón que, es otro Renacimiento de aquel mundo no
sólo grecorromano sino específicamente griego y también más específicamente
platónico, con toda la línea que le siguió a Platón: los neoplatónicos y el
contacto con los pitagóricos y el discurso de Platón, que en algunos puntos es
muy diferente al de Aristóteles. En Aristóteles encontramos lo que hoy conocemos
como la lógica deductiva, los silogismos. “Todos los hombres son mortales,
Sócrates es hombre por lo tanto es mortal”, es un paradigma del pensamiento
lógico matemático, es decir, racional -en un sentido fuerte de la palabra- que
después va a tener sus continuadores occidentales en la lógica cartesiana, si se
quiere hasta el positivismo. Platón está muy lejos de ello: si bien participó y
fue al fin y al cabo maestro de Aristóteles, todavía se hallan rastros muy
importantes en él de un pensamiento que en líneas modernas podríamos llamarlo no
sólo tendiente a la búsqueda de un esclarecimiento racional sino también una
cierta comodidad con el pensamiento mágico que está absolutamente ajeno a
Aristóteles.
Plotino es la versión más consumada de los neoplatónicos pero también los
gnósticos -o las distintas sectas de las que una tomó el poder en Constantinopla
y se llamó Cristianismo- también tiene una fuerte impronta neoplatónica y
algunos de los últimos neoplatónicos tenían una relación muy importante con todo
lo que fuera magia práctica, la teurgia. Es decir, el hacer era a partir de un
“hay Dios aquí”, con la idea de que hay toda una serie de gamas de seres entre
los principios ideales, arquetípicos, platónicos, entre el Bien, Dios o como lo
quieran llamar, y nosotros como seres encarnados e imperfectos. Es una gama de
seres que pueden ser ángeles, demonios -estadios intermedios de ser-: muchas
veces se habla de Platón como el filósofo de la “mediación”, en vez de la
cuestión antinómica y binomial de verdadero-falso del silogismo aristotélico.
Por lo cual, muchos de sus escritos, que son deliciosos desde el punto de vista
literario y de reflexión filosófica bordean a veces lo irracional y no se llega
necesariamente a una resolución sino que recorren el diálogo (los famosos
diálogos de Platón), dejando cuestiones deliberadamente abiertas.
Marsilio Ficino fue el primer traductor de Platón a lenguas romances europeas
directamente del griego, y de alguna manera hizo también que resucitara no sólo
el helenismo sino el Hermetismo en pleno seno de la cultura que llamaríamos
renacentista. El Hermetismo sería una especie de renacimiento de determinadas
escuelas gnósticas que combinaban visiones religiosas con visiones filosóficas y
espiritualistas muy eclécticas que se parecían a lo que hoy llamamos ocultismo,
pero con un fuerte cuño conceptual intelectual que cundió fuerte entre los
intelectuales renacentistas del siglo XVI hasta el XVII. Hoy nos parecen tanto
científicos, hay algunos famosísimos en la historia de la ciencia, pero eran al
mismo tiempo magos, porque convivían de algún modo estas dos visiones de la
realidad, en la cual una se iría imponiendo como mucho más característica dentro
de la identidad a través de la historia de Occidente, que es la de la mente
racionalista.
Hubo otro Renacimiento en el siglo XVII, si hablamos de Renacimientos en plural,
donde se sobrevaloró todo este componente, por un lado racionalista, estamos
hablando del razonamiento cartesiano -Descartes: “Pienso, luego existo”-, pero,
por otro lado también todo este componente mágico del Hermetismo. Si vamos al
caso, en la Astrología de la cual después hablaremos, hubo una culminación en el
doble sentido de la palabra: “llegar a la cumbre” y también “como el fin de un
ciclo positivo”, porque iba a ser de alguna manera desplazada por visiones ultra
racionalistas en las cuales la Astrología no puede históricamente ubicarse.
Y, salteando siglos impares occidentales tenemos en el siglo XIX una especie de
nuevo renacimiento en el sentido puro de la palabra, un “volver a tomar
contacto”, que a partir de acá generará varios renacimientos cada tantas
décadas.
El Iluminismo, que otra vez trataba de confrontar a cierto supuesto oscurantismo
de la Iglesia (y el poder de la Iglesia trae ciertos valores que le vienen de la
cultura grecolatina), después los Románticos a fines del siglo XVIII y
principios del XIX también van a sacar de la galera nuevamente la antigüedad
grecorromana como un valor antiguo, y por antiguo y arcaico más valioso que lo
que había hasta entonces, porque era una de las características también del
romanticismo. De alló, dentro del seno del movimiento romántico y del desarrollo
de la filosofía positivista, empieza un desarrollo particularmente sistemático y
brillante de la filología aplicada a la cultura grecorromana, es decir, del
estudio sistemático y científico de los textos -que ya había empezado en la
época helenística, el estudio sistemático de los textos antiguos-. Dentro de ese
estudio sistemático de los textos de la antigüedad se infiltró también alguno
que otro estudioso de la Astrología por motivos que no eran particularmente el
amor a la misma y empezaron a compilar aquellos textos donde se hablara
explícitamente de Astrología en la época helenística y la Astrología escrita en
griego.
En el siglo XX obviamente ya no se puede hablar de Renacimiento porque ya hay
una continuidad ininterrumpida pero -éste el motivo de la conferencia de hoy- es
que en los últimos quince años ha habido un Renacimiento con cierta gradualidad,
y hoy hay una especie de moda, explosión o eclosión de interés en la Astrología
helenística, tanto en el mundo científico-académico como también el de los que
hoy se autodenominan astrólogos, es decir, en el recupero de los textos
astrológicos y un intento de comprensión del sistema astrológico de la época
helenística.
Podríamos preguntar: ¿por qué esta moda? ¿de qué sirve? Éste es el objetivo de
la conferencia de hoy, lo que me lleva a la segunda palabra a la que quisiera
aludir dentro de esta conferencia, que es la palabra “helenística” como
adjetivo. Una cosa es lo “helénico”, otra cosa es el “helenismo” y otra es lo
“helenístico”, en términos de las convenciones de uso refieren a distintas
cosas: lo helénico es lo griego, lo de la Hélade, lo que hoy se autodenomina
como país Heláda o República Helénica, es decir, Grecia. Entonces lo helénico es
todo lo vinculado de un modo u otro a ello, es como el sinónimo de “griego”.
“Helenismo” es una mezcla de simpatía y sobre todo estudio de lo griego, y el
helenismo ya es una actividad que se halla dentro y fuera de Grecia en la Grecia
antigua, porque los griegos, como cualquier pueblo, tenían una percepción
etnocéntrica y miraban lo distinto a ellos como interesante desde la curiosidad
pero seguramente menor desde el punto de vista del valor: los demás eran los
bárbaros. Habría que ver si todo el mundo tiene derecho o razón cuando tiene
esta percepción etnocéntrica, pero convengamos que los griegos idearon,
esquematizaron, propusieron y difundieron una serie de contenidos y de valores
que para la cultura universal son fundamentales y en su mayoría son elementos
que tendemos a considerar como valiosos en el sentido positivo de la palabra: la
democracia, la ciencia, la filosofía, etc., por lo cual, ya en la época en que
los griegos producían intelectuales de la talla de Platón, Sócrates, Sófocles,
literatos o políticos insignes, se podía hablar de helenismo, en cuanto a esta
conciencia de lo griego como un valor al cual hay que prestarle atención. Luego,
habrá estudiosos todavía hoy que se dicen helenistas porque estudian al mundo
griego antiguo o hasta inclusive moderno, o más específicamente “filohelenos”,
es decir, “amantes de lo griego”.
Pero, ¿qué es lo helenístico? Lo helenístico refiere a una época específica de
la humanidad, ya no es lo griego, es un período político periodizado,
periodizable, con ciertos rasgos culturales, así como el Renacimiento tiene
ciertos rasgos culturales -sobre todo los históricos- aunque bastante diferentes
a lo que es prototípicamente medieval o romántico. En el caso de lo helenístico
se refiere a aquella época en que un político muy importante, el príncipe
Alejandro Magno -hijo de Filipo de Macedonia- absoluta y genuinamente
entusiasmado, apasionado y embebido de los ideales helénicos decide que los va a
difundir por todo el mundo y de paso conquistarlo, porque no hay otra forma de
difundirlos, según su concepción monárquica imperial. Así nace el primer Imperio
occidental tal como nosotros hoy entendemos la noción de Imperio, un Imperio
inmenso que va desde la India hasta Italia que toma parte de África y todo Medio
Oriente. Con veintitantos años se larga a conquistar estas zonas geográficas con
una gran diversidad de culturas diferentes y antiquísimas, con saberes
ancestrales impresionantes e interesantes pero con la idea de difundir los
valores del helenismo, quizás como la excusa -como Alfonso el Sabio en su
momento- por una cuestión de vocación imperial.
Pero parece ser que Alejandro estaba realmente convencido: discípulo de
Aristóteles, quien fue su maestro de escuela porque Filipo de Macedonia quería
“helenizarse”, ya que a los macedonios los griegos los miraban de reojo porque
hablaban un dialecto y no los consideraban del todo griegos, los veían como
semibárbaros. Entonces, la estrategia elegida por Filipo, “helenizarse”, que es
hacerse el griego, parecer, gesticular, hablar como griego, lo hace decidir que
a Alejandro lo va a educar el griego más inteligente a mano, y le puso a
Aristóteles como instructor.
De alguna manera, claramente dentro de esta situación que estaban viviendo en la
Corte de Macedonia, Alejandro tenía la convicción de que el espíritu helénico
tenía una misión, la misión universalista de llevar la democracia (aunque fuera
a palos y a sangre), imponiendo el estilo de vida helénica a las otras culturas
para que puedan beneficiarse de ella. Esta idea universalista no tenía
precedentes occidentales en términos ideológicos, aunque sí en Oriente, con la
difusión del budismo, que es más o menos contemporánea a Alejandro, o ciertas
ideas de Confucio y más particularmente de Lao Tse en la China, que fijó una
época muy particular en esos siglos con ciertas filosofías o filósofos que
tenían un fuerte sesgo que hoy llamaríamos "universalista democratizante”. En el
Cristianismo, el catolicismo, “aquello que es para todos”, el “katholikós”, es
etimológicamente una palabra griega sin ningún tipo de connotación religiosa,
cuyo ideario es encarnado por Alejandro y llevado a toda la cuenca del
Mediterráneo y mucho más allá hasta la India, el límite al cual llega porque él
quería llegar justamente a conquistar todo el mundo. Pero el mundo era un
poquito más grande de lo que él creía y además murió muy joven, a los 33 años.
La idea es que se llama Época Helenística, más o menos, al momento en que él
empieza la expansión imperialista, podríamos ser más precisos y darle una fecha
“virtual” al año de la fundación -en un alarde de modestia- de la ciudad de
Alejandría en Egipto (el nombre de la ciudad es obviamente por su nombre). La
fundación fue en el año 331 a de C., él muere en el 323 a de C., dejando el gran
Imperio en manos de distintos sucesores que se fueron peleando entre ellos y
justamente por esas “peleas” -desafortunadamente algo muy típicamente griego-
fueron perdiéndose ciertas zonas, hasta que finalmente los romanos o latinos,
mucho más coherentes en cuanto a su vocación imperialista desde el punto de
vista de cierto sentido común pragmático-administrativo, terminaron por absorber
buena parte de aquello que era el Imperio helenístico o griego de Alejandro, la
cosmovisión alejandrina. Sobre todo, más específicamente en la mítica batalla de
Actium, donde Augusto derrota a Marco Antonio y Cleopatra, que eran el último
bastión de la cultura griega, porque Cleopatra vivía en Egipto pero era de
origen griego.
Entonces, ¿qué caracteriza a la cultura helenística? Antes que nada, un idioma
común, que es un griego relativamente simplificado, llamado “koiné”, que
significa literalmente “común”, una lengua franca en la cual se entendía todo el
aparato administrativo y los pobladores -sobre todo los más cultos- de esta
inmensa área del Imperio helenístico.
Tomé como referencia dos fechas arbitrarias el 331 a C. y el 30 a C. año de la
batalla de Actium donde es la caída definitiva de Grecia en manos de los
romanos: son 300 años justos, pero, si vemos cuáles son las características de
la época helenística, son más de 300 años, porque estos rasgos se dieron unos
100 años antes y unos 200 o 300 años después, por lo que totalizaron unos
cuantos siglos más.
Los rasgos que caracterizan la época helenística son entonces la lengua común,
el griego, antes que nada: toda persona culta se comunicaba con gente de otros
países en griego, como pasaba en la Edad Media con el latín o hace cien años con
el francés y como pasa hoy con el inglés. El griego era la lingua franca, la
lengua del comercio, pero sobre todo la lengua de cultura. Por un lado, esto
permitió en términos de universalismo y no sólo de estrategias políticas (y
ahora estoy tratando de resaltar los aspectos positivos como un valor positivo
de comunicación) que una gran cantidad de culturas de tradiciones riquísimas,
arcaicas que no tenían mucha oportunidad de dialogar entre sí porque estaban en
guerra y porque hablaban lenguas diferentes pudieran, por primera vez, dialogar
e intercambiar conocimientos manteniendo su propia identidad, que fue uno de los
grandes rasgos por un lado inteligentes y por otro loables de Alejandro, dado
que desde el punto de vista práctico, no podía expandir un Imperio que luego no
tendría fuerza militar suficiente para estar imponiendo lo griego todo el
tiempo. Entonces lo que él hacía era dejar que cada uno mantuviera sus
costumbres, pero mostraba las costumbres griegas y las dejaba, de alguna manera,
a través de la lengua griega y mediante el casamiento de sus generales con
mujeres de las distintas civilizaciones o tribus con la que se iba topando,
dejando la impronta griega con esta idea universalista “católica” como
posibilidad de intercomunicación y pertenencia a una cultura universal: éste es
uno de los rasgos fuertes de lo helenístico.
Antes de Alejandro en cierto modo esto se daba en la Grecia del siglo de Oro de
Pericles, cuando se conforma la Liga Ateniense y Atenas cobra una fuerza
importantísima como centro, lo que le permite que toda la plata y el poderío
político que acumula creen estos tesoros que son hoy Patrimonio histórico-
universal de la historia de la humanidad, tales como la arquitectura del
Partenón, los grandes escultores como Fidias, los grandes pensadores, los
escritores y dramaturgos (Esquilo, Sófocles, Eurípides), filósofos, etc. Esto ya
marca una pauta, en parte por el poderío político que tenían, en donde a
cualquiera que se sublevara lo destruían del modo más impiadoso y cruel que
puedan imaginarse, porque era un imperialismo bestial hacia fuera pero adentro
“la democracia” (en un sentido parecido a la política norteamericana actual -es
una opinión personal-), pero no les interesaban demasiado los no griegos (los
bárbaros) como que los de aquí adentro, los de la Liga Ateniense, pagaran, etc.,
y esto llevó a que la cultura ateniense, puntualmente la de la región del Ática,
fuera como un modelo -inclusive de lengua- y empezó a ser una especie de
parámetro.
Así como “El Quijote” va ser un modelo de lengua durante unos siglos para el
castellano o “La Divina Comedia” italiana, en cierto modo el helenismo que es
puesto en un pedestal con un modelo más específicamente ático o ateniense es
previo a Alejandro. Él, lo que hace, es una especie de consumación -
florecimiento, y es por eso que decía que se puede extender al menos a un siglo
previo a la expansión imperial específicamente bélica de Alejandro Magno.
Podríamos extender la época helenística desde el punto de vista cultural (no
histórico o de periodización de batallas) a dos o tres siglos luego de la caída
de Cleopatra y Marco Antonio porque, al fin y al cabo, bajo el poder de Augusto
y el Imperio romano-latino, el griego siguió siendo lengua de culturas por unos
siglos y el Imperio romano continuó manteniendo esta política cosmopolita en
cierto modo, con una fuerte impronta de poder político y de los valores de lo
que imponía, pero al mismo tiempo dejando que cada uno hiciera, dentro de ese
contexto, lo que quisiera en términos culturales. Por lo cual, este cierto
universalismo un poco más moderado se continuó y la lengua griega continuó como
lengua de cultura, pero sobre todo como la lengua de la ciencia (mucho más que
el latín). Con todo ello podemos hablar de unos cinco, seis siglos de cultura
helenística.
Entonces, una vez más, ¿qué caracteriza la cultura helenística? Uno, una
comunidad de lengua que permite un intercambio sincrético, es decir, que
distintas culturas puedan tomar lo mejor las unas de las otras y donde la ciudad
de Alejandría es el símbolo principal de este intercambio de saberes y de
cultura (en el sentido pleno de la palabra) dentro del área griega. La famosa
biblioteca que sufrió tantas quemas empezando por la del mismo Julio César,
donde se perdieron tantos manuscritos, modelo de las grandes tragedias de
pérdida que conocemos, como también por supuesto luego la pérdida de manuscritos
en Constantinopla con su caída.
Alejandría se erige en un centro intelectual fundamental, político por supuesto
pero sobre todo intelectual, donde en su famosa biblioteca se dan cita
intelectuales (sobre todo nacidos en Egipto), donde se juntan textos: cualquier
visitante tenía la obligación de llevar dos libros para donar del lugar de donde
viniera para entrar y ¡si veían un barco que llevaba libros se los incautaban!
Teniendo todo este acervo intelectual, algo importante que pudo suceder con los
estudiosos alejandrinos es que ahí empezó el concepto de “científico” moderno,
así como el de filólogo, porque tenían que estudiar textos antiguos de un griego
que ya no sonaba igual que el que se hablaba entonces, porque habían pasado unos
cuantos siglos desde que se empezaron a poner por escrito los textos y las
lenguas están en constante cambio: es ahí donde van desarrollándose una serie de
saberes que se van contrastando y combinando, distintas ciencias o proto-ciencias.
No era Alejandría el único centro, también Sidón en Fenicia, Antioquia en Siria
y también Pérgamo. Si vamos al caso no había ciudad que no fuera un centro
intelectual: fue una época donde lo intelectual en el sentido moderno, si se
quiere, “culturoso”, de la palabra tuvo un florecimiento sin precedentes.
La cultura helenística por lo tanto fue una cultura de un alto refinamiento
intelectual, cultural y de un alto nivel de sincretismo, y, al mismo tiempo, me
atrevería a decir que ligeramente decadente, en el sentido de que había una idea
de que “los grandes son los que nos precedieron”, por lo que trataron de
entenderlos mejor, de estudiarlos y reproducirlos.
Hay una maravillosa autora del siglo XX y que fue la primera mujer que ingresó a
la Academia de Letras de Francia, Marguerite Yourcenar, cuya novela “Memorias de
Adriano” es la autobiografía del emperador romano filoheleno Adriano. En esta
supuesta autobiografía (que se puede considerar poesía en prosa, y la
maravillosa traducción castellana la hizo Julio Cortázar), ya que el libro tuvo
mucho éxito (escrito hace décadas, sigue siendo un best seller), ella cuenta en
un epílogo cómo fue que pergeñó ese libro que narra de un modo brillante la
época helenística -en el sentido cultural, porque estamos hablando de pleno
Imperio romano. Comenta que una frase que leyó de Flaubert le llegó muy fuerte y
fue el germen de esta novela que narra las reflexiones de un emperador brillante
en su lecho de muerte: el filoheleno Adriano hizo mucho por la paz, la cultura y
logró siglos de paz -que no es algo menor- en plena época helenística. Y la
frase que impactó tanto a la Yourcenar dice así: “Los dioses ya no estaban y
Cristo todavía no estaba y desde Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único
en que el hombre estuvo solo”. O sea, quedó el hombre entregado a sí mismo como
medida de todas las cosas, como decían algunos filósofos sofistas, y en esa
medida de lo humano cobra fuerza la noción del “Humanismo”, que es algo que
caracteriza fuertemente a la época helenística y me atrevería a decir a los
distintos “Renacimientos” de aquel mundo que cada tanto un grupo de personas
entienden que tiene algo nuevo para aportar a la cultura del momento.
Otra palabra que vamos a tener que definir, es decir, explayarme al respecto, es
la palabra “Astrología”. Me gustaría empezar por hacer una definición negativa:
Astrología no es lo que encontramos en los horóscopos de los diarios. Eso es una
parodia que desde 1928, cuando comenzó la así llamada cultura de masas,
comenzaron a hacer los medios de comunicación para vender más y para difundir
ciertas ideologías usando palabras astrológicas (Aries, Tauro, Géminis…), para
decir algunas frases que algunas personas se toman más en serio, otras como
entretenimiento y a otras les parece un insulto al intelecto humano. Los
editores promueven ese tipo de actividad, que aparece luego reproducida en
situaciones juglarescas en los medios masivos de comunicación audiovisuales,
donde algunas personas se presentan como astrólogos y hacen predicciones para
los nacidos de tal día a tal día. Esto no guarda ningún tipo de relación con la
Astrología, es un invento de los medios masivos de comunicación para sus propios
fines comerciales y de dominio ideológico. Por otro lado, muchas veces, aquellos
que practican la Astrología o dicen ser astrólogos no lo son en el sentido
convencional de la palabra, o de lo que hoy y tradicionalmente se consideraba un
astrólogo serio. Lo más importante a subrayar es que esa práctica no guarda
relación con lo que venia siendo la Astrología hasta este momento (1928) -con
altibajos, sin duda- en la historia de Occidente, ni guarda relación con lo que
miles de personas hacemos como astrólogos y que sí guarda una relación directa
con lo que se viene haciendo hace milenios. Me refiero entonces a que los signos
de los horóscopos de los anuarios de tal o cual autor taquillero o las cosas que
dicen en los noticieros o ciertas personas con dotes histriónicas no guardan
relación con la temática de la conferencia de hoy.
Ahora sí, voy a ir a una definición positiva de la Astrología, la más consensual
y que puede incluir mayores variantes respecto de las distintas prácticas que se
pueden llamar así mismas legítimamente astrológicas, y dice que es aquella rama
del saber o del conocimiento que busca explorar las correspondencias entre
ciertos fenómenos celestes y ciertos fenómenos terrestre. Si busca explorar
estas correspondencias es porque presupone que las hay, que algo pasa, y va
encontrando cosas, si no sería nada más que una búsqueda en el vacío durante
siglos, si es que hubo tal desarrollo en los siglos. ¿Hubo tal desarrollo en
siglos? Sí, la Astrología se puede llamar la madre de todas las ciencias, su
origen se pierde en la noche de los tiempos y casi no hay cultura más o menos
desarrollada en el planeta en la cual no haya un registro explícito de prácticas
que podríamos llamar genuinamente astrológicas encuadradas dentro de la
definición que acabo de dar.
Estas búsquedas de correspondencias entre lo que ocurre ahí arriba y lo que
ocurre aquí abajo desde un espíritu más o menos religioso, desde un espíritu más
o menos científico, o inclusive desde un espíritu que hoy muchos llamarían
supersticioso, pero da igual desde qué espíritu se trate, porque sí es la
búsqueda sistemática de correspondencias. Reitero, no hay cultura en la que no
haya rastros más que interesantes y desarrollados al respecto, sobre todo
culturas que social, política y urbanísticamente fueron muy desarrolladas,
particularmente alrededor de grandes ciudades.
¿Qué relación guarda con nuestro tema de conferencia? Lo que los occidentales
desde hace 2000 años practicamos en el nombre de la Astrología acordamos en
varios elementos de esa práctica, usando determinadas tradiciones de práctica
como nombres y objetos visibles o reales celestes, los planetas del sistema
solar, Sol, Luna, las relaciones que estos elementos que acabo de mencionar, los
doce signos basados en las constelaciones, el recorrido que hacen los planetas,
la Luna y el Sol durante el año desde una mirada geocéntrica y que entablan
relaciones de ángulos entre sí llamados “aspectos” , las relaciones entre los
planetas y los signos llamadas “regencias” o que un planeta está “en su casa” si
está en la casa que rige, como también divisiones del espacio local que llamamos
“casas” en un mapa que se llama “Mapa Astral” o “Carta”, desde el punto de vista
semánticamente hablando de mapa (en el sentido cartográfico), es al fin y al
cabo la práctica horoscópica de la Astrología que, aunque no es la única,
caracteriza a la Astrología de Occidente y a la hindú.
Son inventos de la época helenística, es decir que la Astrología que venimos
haciendo los astrólogos occidentales pasando por Nostradamus, Galileo, Kepler o
Newton, todos grandes científicos que además eran astrólogos. Esa Astrología fue
construida de un modo u otro en la época helenística por personas que se
comunicaban, pensaban, leían y debatían en griego y luego lo instrumentaban en
ese idioma y dentro de la ideología propia de la época helenística.
Su transmisión en Occidente fue bastante accidentada por distintas variables
culturales, pero también hubo un desarrollo discontinuo de esa Astrología nacida
en la época helenística, y, justamente por motivos que vamos a relevar de
ciertos alcances que es fundamental dar a conocer. Un importantísimo grupo de
académicos astrólogos y no astrólogos durante los últimos quince años han
abordado con entusiasmo y resultados sin precedentes en la historia de Occidente
el estudio exhaustivo, intensivo de estos textos astrológicos helenísticos que
estaban disponibles, que se quieren rescatar o se entiende que hay algo que
aporta a nuestra comprensión de esa época en términos históricos, de la ciencia,
tanto en los términos históricos de la ciencia, pero también quizás de nuevas
cosmovisiones que tal vez nos hemos perdido de gozar el beneficio de tenerlas en
cuenta habiendo apostado a otro tipo de cosmovisiones que han dado resultados
muy buenos pero también han dado resultados muy malos, mucho sufrimiento en todo
caso u opacamiento del entendimiento en cuanto a algunos aspectos de la
evolución en la historia de Occidente. No digo que necesariamente habíamos
errado el camino, pero algo parece que perdimos y se eso está reencontrando.
La Astrología la inventaron o la armaron en la época helenística: lo que pasó es
que cuando Alejandro hace su invasión e impone el helenismo, la lengua griega y
la idea de que ahora entre todos podían intercambiar conocimientos, se encontró
con que cada cultura tenía un trabajo muy largo de existencia y observaciones de
diversa índole y cada cultura tenía su propia Astrología. La más desarrollada
era probablemente la mesopotámica que tuvo como capital fundamental astrológica
a Babilonia -la actual Irak- “la cuna de la Astrología”, que era algo así como
Alejandría antes de Alejandría, al menos para la zona de los sumerios, asirios y
caldeos que luego al tomar Alejandro esa zona va a permitir el intercambio de
saberes. Básicamente saberes mesopotámicos caldeos, babilonios, pero con
intercambio de otros saberes astrológicos como los hindúes, persas, sirios,
egipcios y también con todas las disquisiciones filosóficas, en parte
racionalistas tan armónicas -Pitágoras de por medio- de los griegos. En ese
intercambio de conocimientos verbalizados, debatidos con esos intelectuales
helenísticos alejandrinos en lengua griega va tomando forma una práctica, la “horoscopía”,
que además va cobrando un matiz democrático que no tenía precedentes en la
historia de la humanidad.
La Astrología era un estudio que se hacía en parte religioso y en parte
agronómico, ya que querían entender cuándo subían y bajaban los ríos (el Nilo en
Egipto, el Éufrates y el Tigris en Mesopotamia) o saber cuándo se tenía que
cosechar, y lo hacían contando las relaciones de los días respecto del cielo, es
decir, los fenómenos celestes que hoy tenemos computados en los calendarios con
las estaciones. Había una noción de los ciclos, pero la subsistencia misma de
todos dependía de esos ciclos, con lo cual en cada caso, un grupo de estas
culturas imperiales ordenadas alrededor de ríos importantes como los
mencionados, al igual que las culturas de China o México, una elite de
estudiosos, interpretaba los designios del cielo o celestes, en cierto modo
también como divinos o en un sentido “ecológico” de lo Divino: había que dar
cuenta de los procesos de la naturaleza que incluían una relación observable
-hoy nos parece trivial- que en ese momentto se vivía como reveladora y
eventualmente sagrada entre ciertos fenómenos celestes y ciertos fenómenos
terrestres como la sucesión de las estaciones, que hoy nos es facilitada pero
hubo que construirla para “sobrevivir y cosechar” y con ello poder dar de comer
a tanta mano de obra a la que se iba a esclavizar… pero, era de vida o muerte
había un hecho pragmático, por eso dije agronómico y al mismo tiempo se vivía
como religioso.
Esta pequeña elite de los sacerdotes e intelectuales que eran los astrólogos de
estas culturas trabajaban para el bien común y para el sostenimiento de la
comunidad, ya que era una Astrología no individual sino colectiva con un fuerte
componente religioso, observacional-experimental y por lo tanto proto-científico
en el sentido moderno de la palabra. Miles de conceptos de la ciencia actual
tienen su base en la Astrología inclusive mesopotámica pre-griega, y a la hora
de individualizar esos conocimientos, el individuo que era el nexo entre los
dioses y nosotros era el emperador (hijo-nieto-tataranieto del Dios) que
simbolizaba dentro de la pirámide de la organización imperial “el vértice”,
sostenido inmediatamente debajo del vértice por los sacerdotes que de alguna
manera “usaban” al emperador -que no era necesariamente un militar victorioso-
como símbolo de esa filiación entre el orden social-terrestre y ese orden
celeste, que con el correr de las décadas y siglos iban develando y ordenando
cada vez más.
Cuando se da este sincretismo, esta interacción de saberes por parte de
astrólogos de distintas astrologías de distintas culturas gracias a esta
instancia inaugurada por Alejandro Magno en términos culturales que aparece
simbolizada topográficamente por la ciudad de Alejandría, la Biblioteca de
Alejandría y la Escuela de Alejandría, se va construyendo un saber que, por otro
lado, empieza a pensar en los individuos, no sólo en estas interrelaciones, sino
más particularmente pensadas para los individuos, porque con el imperio de
Alejandro muchos astrólogos se convirtieron en mano de obra desocupada, y
entonces empezaron a afluir a los centros políticos, como pasa ahora con los
sudamericanos que se van a Europa o Nueva York, más o menos como capital del
Imperio occidental actual al menos desde el punto de vista cultural, con la
tecnología unificada, “la nueva koiné”. Así como ahora se van a probar suerte
entonces al primer mundo, los astrólogos se empezaron a ir Grecia. Porque, al
fin y al cabo, el mundo era griego, o al menos el que ellos conocían, en todo
caso la capital era Grecia, la ciudad de Atenas.
Hay un primer antecedente de un tal Beroso (que es el primero del cual se
escribe), un astrólogo caldeo, en el siglo IV a de C. Caldeo era sinónimo de
matemático y astrólogo. Contemporáneo a la gesta de Alejandro, apenas hace la
gesta va a visitar Grecia y arma la primera escuela de Astrología occidental
donde empieza entonces a difundirse este conocimiento, aunque ya estaba
difundido antes por otros inquietos buscadores. Pitágoras ese filosofo mítico
que supongamos existió, y si no existió, sí existió una escuela que podría
llamarse con todo derecho pitagórica que está citada por Aristóteles como
antecedente certero de la historia de la filosofía occidental que para él es por
supuesto griega. Con Pitágoras estamos hablando del siglo VI a de C., donde se
nota una gran comunidad de criterios y de discursos entre cuestiones que comenta
Pitágoras y cuestiones que van descubriéndose en las famosas tablillas con
inscripciones cuneiformes de los astrólogos caldeos, porque había un
intercambio: siempre se hablaba de los famosos viajes iniciáticos de Pitágoras a
Egipto o Mesopotamia. Los que más viajaban y tenían inquietudes intelectuales
empezaban un proceso de mezcla o sincretismo que llegó a un súbito, dramático y
maravilloso apogeo gracias a la Escuela de Alejandría, pero ya había individuos
que habían empezado este tránsito. Entonces, el saber astrológico llega a Grecia
a través de los caldeos, que eran mano de obra desocupada y al mismo tiempo se
funda Alejandría, de modo que ya no sólo el astrólogo sino los saberes diversos
de ese momento, puesto que no había una gran distinción entre Astronomía y
Astrología, ya que los practicantes eran los mismos (esta indiferenciación
siguió hasta el siglo XVIII prácticamente hasta Newton). Hasta que la Astrología
empezó a tener mala prensa y empezó a ser incompatible con la cosmovisión del
momento, que eran en el siglo XVII a XVIII el racionalismo, el positivismo y el
materialismo, que no se condicen con el espíritu de la Astrología en general y
mucho menos con el espíritu de la época helenística, donde la Astrología no era
de ninguna manera materialista o cien por cien lógica, dado que estaban en pleno
auge los distintos Gnosticismos y el Neoplatonismo que, como dije antes, tenían
un fuerte cuño semimágico y semiracional pero, al mismo tiempo, una búsqueda de
conceptualización y racionalidad.
La Astrología y la Astronomía seguían unidas hasta el siglo XVIII y luego se
fueron desvinculando porque la cosmovisión astrológica presupone un modelo del
universo que fue siendo incompatible con el modelo de universo que se fue
desarrollando como versión oficial en Occidente. Nada menos que un astrólogo,
Claudio Ptolomeo, desarrolla un modelo astronómico-geográfico y astrológico del
Universo en un libro que se llamaba “Sintaxis y Matemática” que se conoció en
Occidente como el “Almagesto” y que es la versión oficial que la cultura
occidental europeo cristiana va a tener del universo durante 1500 años y al que
se atrevía a oponerse a esa visión… ¡a la hoguera!, como casi le pasa a Galileo,
quien gracias al telescopio dijo: “No, no funciona. Copérnico tenía razón.”
Galileo y Copérnico eran astrólogos, en el camino Kepler -antes de Galileo-
también descubre ciertas leyes del movimiento planetario que mostraban que
realmente el modelo aristotélico de Ptolomeo no era representativo de la
Astrología que se hacía en esa época. Él era un astrólogo de la Biblioteca de
Alejandría pero muy teórico y enciclopedista: era más bien un erudito,
compilador o un crítico, no hay un solo horóscopo en sus escritos. Ptolomeo ideó
un modelo del universo que fue útil para el Imperio romano y luego al Imperio
cristiano-romano todavía hoy visible en la capital Vaticana, un modelo estático
y geocéntrico.
Los griegos no creían en el geocentrismo en líneas generales, fuera de ciertas
épocas retrógradas, ya que poco antes de matar a Sócrates también habían echado
de la ciudad a Anaximandro por postular que el Sol era una piedra incandescente
alrededor de la cual girábamos, lo que era escandaloso para el ciudadano
promedio sin conocimientos científicos, pero los pensadores e investigadores de
la época que reflexionaban y observaban -los pitagóricos- tenían una cosmovisión
heliocéntrica, es decir, pensaban al Sol relativamente quieto y a los planetas y
la Tierra girando alrededor. Era puro sentido común que se mostraría a la hora
de describir mejor los movimientos de los astros. Kepler, que también era
astrólogo, describe las órbitas planetarias -las leyes de los movimientos
planetarios-, Newton (también astrólogo) descubre la fuerza de gravedad como
hipótesis explicativa de este universo ya no geocéntrico, por supuesto, y en
términos mecánicos explica el mundo. A medida que van pasando los siglos la
Astrología llamada helenística, cuando se deja de hablar griego, deja de tener
fuerza. Además en esta Astrología se habla de planetas que tienen nombres de
dioses (Marte, Venus, etc.) y se empieza a instalar en pleno Imperio romano el
catolicismo, el cristianismo desde Teodosio pero más fuertemente desde
Constantino, por lo que la Astrología empieza a ser problemática.
Comienza un debate sobre libre albedrío, si los astros determinan o no, sobre el
destino, si es de bárbaros orientales que traen cultos mistéricos, como lo
citado por Yourcenar “los dioses de verdad ya no estaban”, los dioses homéricos
ya en la Ilíada son una pandilla a la que no era muy creíble andar rindiéndoles
culto en un sentido devocional o serio, todavía no había aparecido Cristo, que
después por unos cuantos cientos de años en buena parte de Europa e inclusive en
Asia Menor va a ser una figura donde sí va a haber un culto fanático,
consistente.
Mientras, había un montón de cultos y los imperios eran tolerantes, según el
culto y la inclinación filosófica de cada sujeto. Por ejemplo a los estoicos,
posteriores al platonismo, cronológicamente hablando, les gustaba la Astrología
porque sentían que había una noción afín, ya que la Astrología era similar a su
idea de aceptar “estoicamente”, frase que se usa hoy en sentido trivial. Esta
aceptación de lo dado y del propio destino se condecía bastante con la idea de
la Astrología y de la aceptación de un destino predeterminado que era bastante
congruente con lo que pasaba políticamente. Imagínense que Grecia estaba
caracterizada, hacía unos siglos, en su constitución social y en su accionar
político cotidiano, por la democracia, la libertad en el sentido moderno. Más
allá de que había esclavos, el ciudadano promedio era libre en el sentido
moderno de la palabra, la democracia era un hecho. Desde el Imperio alejandrino
podrá haber mayor o menor grado de libertad individual, pero obviamente ya hay
un orden imperial que se ocupa de que la máquina de la política, la geografía y
la economía anden lo mejor posible, mientras que el ciudadano puede acatar,
adaptarse o en todo caso comenzar a cultivar su vida interior y a sentirse
“parte” -en el sentido universalista de la palabra- de ese mundo, pero en una
cultura imperial ya no se inserta en ese sentido militante, participativo de la
democracia.
Tanto en el Imperio alejandrino como luego en el Imperio romano la participación
quedó muy relativizada respecto de la democracia más arquetípica e ideal. Quizás
haya sido siempre un ideal y no del todo instrumentada en ningún lugar. En todo
caso, en la época helenística está la noción de que ya no se sigue con las
conquistas materiales sino que se hace un repliegue hacia el interior, inclusive
ya no hay tanto debate político porque otros se ocupan de ello: es algo que nos
pasa a los modernos también, donde se ocupan las multinacionales, los políticos
y, mientras, uno va al psicólogo, lee, mira tele o desarrolla sus vínculos
humanos, pero ya no hay esa actitud participativa que pudo haber en otros
momentos en este mismo país. Como este espíritu democrático estuvo como espíritu
en la idea de Alejandro, al fin y al cabo, en el ciudadano promedio estaba la
noción de libertad pero al mismo tiempo una sumisión a un orden mayor con el
cual no hay opción. Este orden mayor, también puede ser el orden y la voluntad
de los astros, por eso los estoicos tenían una gran afinidad con la Astrología.
El Imperio romano con la Astrología tuvo una relación por momentos buena y por
momentos mala: los emperadores los consultaban o a veces decapitaban algún
astrólogo, pero en el Cristianismo se complicaban más las cosas por esta idea de
fatalismo y por el eterno problema que está puesto sobre el tapete fuertemente
por San Agustín, uno de los padres de la Iglesia, y siguiendo a Cicerón: el del
libre albedrío. Si somos como somos por lo que dicen los astros no hay pecado,
nada es culpa mía, por lo que no soy responsable de ir al cielo o al infierno,
por lo que no puedo hacer nada por ganármelo. El libre albedrío en su versión
más fuerte, que es fundamental para la teología y para la religión cristiana tal
como se la concibe en la patrística -los fundadores de la Iglesia- es bastante
incompatible con esa cosmovisión, inclusive en Bizancio -en la Edad media
griega- hubo un emperador astrólogo, Manuel Comeno, que tuvo fuertes peleas con
el jefe de la Iglesia de ese momento por el tema del libre albedrío. En términos
teológicos al Cristianismo lo pone en un aprieto, pero otras religiones están
cómodas con la Astrología, como sucede de hecho con la mayor parte de las
religiones de la India.
Por ello en Occidente comenzó a haber cierta decadencia, este semi-analfabetismo
fue haciendo que los textos ya no circularan y quedó como único libro uno en
griego luego traducido al latín de Claudio Ptolomeo con su mirada aristotélica y
su explicación de un mundo estático, geocéntrico, como el orden que pretendía la
Iglesia: el “Tetrabiblos”. Así como había una Biblia en la que una cultura
estaba fuertemente organizada alrededor de un libro, lo mismo después sucederá
cuando venga Lutero, y la Égida de Mahoma también hace una religión del libro,
que es el Corán: siempre hay una vuelta muy fuerte a una autoridad que es un
libro, que a veces tiene autor con nombre y apellido y otras es Alá, Dios,
Yahvé, inspiración o los Profetas, pero, como dicen el dicho cristiano: “Palabra
de Dios”. Ciertos autores eran casi Divinos, Claudio Ptolomeo era el Divino que
había dado, de una vez por todas, la versión definitiva de qué era el cosmos
material que nos rodeaba.
Estamos hablando de Occidente, la Edad Media, donde la práctica de la Astrología
era tangencial, donde se la basaba en el libro de Ptolomeo o en algunas
traducciones, y en esta época se desarrolla en el mundo árabe. Después, en el
siglo XIII gracias a la Escuela de Traductores de Toledo de Alfonso el Sabio
empieza este auge, se produce una irrupción de materiales escritos en árabe o
hebreo de literatura astrológica antigua en general traducida al persa y del
mundo persa, es decir, buena parte de la astrología helenística. La cosmovisión
de Occidente fue apostando así cada vez más a una visión mecanicista y
racionalista del mundo, estos dos conceptos son incompatibles con “El Timeo” de
Platón, que es la obra cosmogónica donde explica cómo se construye el cosmos, de
una belleza impresionante, pero si vamos al caso desde el punto de vista de la
ciencia moderna es un cuento de hadas (por otro lado bastante difícil de
entender). Pero para los neoplatónicos era algo así como el Tetrabiblos para los
medievales.
Toda la Astrología helenística que ahora está siendo fervorosamente desenterrada
correspondía de alguna manera a la cosmovisión de “El Timeo”, que concebía al
cosmos como un gran cuerpo vivo con una gran alma y donde los fenómenos que
ocurren en este cuerpo vivo donde hay sí, probablemente, un Dios trascendente
pero que está por verse si le interesa ocuparse de nosotros. En general me
refiero a la línea de los gnósticos, con un Dios al cual se puede llegar a
acceder a través de un camino de ascetismo personal que implica una fuerte dosis
de autoconocimiento, el “conócete a ti mismo” del oráculo de Delfos, de Sócrates
y de los pitagóricos, y en un cosmos donde las conexiones se dan como las
conexiones interiores de un organismo: por correspondencia, afinidad,
pertenencia a un organismo vivo y no por una cuestión mecánica, como cuando esta
silla golpea a la otra, y si hubiera dado el golpe más fuerte la corre, que es
la cosmovisión mecanicista que se desarrolló en Occidente y está bastante
germinal, aunque no en estos términos, ya en Aristóteles. El racionalismo y en
ciertas formas el “materialismo” no son nada afines a esta idea un poco mística
y mágica que describo de cosmovisión tan característica de la época helenística.
Por ello la Astrología fue cayendo en descrédito.
En el año 1666, en lo que era el referente intelectual principal de Europa, la
Academia de París, el Ministro francés Colbert destierra a la Astrología de las
Universidades y en el decreto dice “por considerarla una vieja loca”, es decir,
un saber antiguo (vieja) e irracional (loca), incluida una perspectiva
patriarcal machista (“loca”, femenina). En la cultura de ese momento, donde está
empezando el Iluminismo, después tenemos el Positivismo, el Materialismo y luego
la cultura de masas, todas ellas son cada vez más ajenas a esta percepción
ecológico-mística y al mismo tiempo intelectual de la realidad. Por ello, en el
siglo XVIII la Astrología decayó, ya no había casi astrólogos y los que había no
aportaron nada valioso a este saber, lo mismo ocurrió al comenzar el siglo XIX.
Con el auge del Romanticismo y su gusto por lo mágico, los castillos góticos,
etc., lo irracional que era algo muy fuerte en el componente ideológico y
programático político del Romanticismo, empezó a haber interés en lo antiguo: el
mundo egipcio, el Zodíaco, etc., se comienza a revalorizar y también hay un
movimiento filológico muy importante de recupero de textos antiguos donde había
también textos astrológicos.
Algunos autores, sobre todo en la segunda parte del siglo XIX como Neugebauer,
Bouché Leclerq, Cummont, algunos de ellos todavía hoy se pueden leer, fueron
compilando, traduciendo y difundiendo el saber astrológico de la época
helenística a su manera: estamos hablando de pensadores del siglo XIX en pleno
positivismo, donde consideraban a la Astrología como una estupidez o como un
error histórico. Entonces, cuando traducían no sólo traducían desde la
descalificación apriorística sino, generalmente, desde un desconocimiento
terminológico escandaloso, por lo cual, sus traducciones en gran medida eran un
mamarracho en términos de traducción. Pero pese a todo generaron interés y,
paralelamente, gracias al Romanticismo renace para Occidente la Astrología para
quedarse en el contexto de ciertas culturas o grupos más o menos místicos que se
llamaban a sí mismos esotéricos: más específicamente la Teosofía en Londres. Y a
medida que se empieza a desarrollar la Astrología a principios del siglo XX,
muchos astrólogos tratan de ver cuál es el estatuto más científico según la
noción de ciencia de ese momento, una noción potentemente positivista, que hoy
está puesta seriamente en duda, si bien sigue habiendo cierto contacto con la de
los antiguos, pero muy poco porque todavía no hay una difusión tan importante de
la Astrología; al mismo tiempo la Astrología es basura, es decir, la de los
medios masivos de comunicación.
A mediados del siglo XX, en la década del 50, un grupo de intelectuales: un
irlandés, Cyril Fagan, y el norteamericano Ronald Bradley, con el seudónimo
Garth Allen, empiezan a hacer una empecinada defensa de que la Astrología nació
en Egipto y empezaron a desarrollar la idea de que los astrólogos occidentales
habían equivocado las técnicas al usar el Zodíaco que solemos usar, el de la
fechas, que se corresponde con cierta realidad astronómica y tiene que ver con
los movimientos de la Tierra, es decir, el Zodíaco que coincide con las
estaciones del año que llamamos Zodíaco Trópico, y postulaban que el Zodíaco
verdadero estaba con las estrellitas de las constelaciones que le dan el nombre
a los signos, o sea que la Astrología era Sidérea. Y que, al fin y al cabo, en
la época helenística, que es cuando nace la Astrología, había una coincidencia
exacta entre las constelaciones y aquello que llamamos los signos del Zodíaco
que se corresponden en cierto modo con las estaciones, pero esa correspondencia
en 26.000 años se va disociando y vuelve a aparecer cada 26.000 años por un
movimiento particular del eje terrestre llamado Presesión de los Equinoccios.
Este hombre que se había casado con una mujer muy adinerada que luego murió y él
con esta gran fortuna se dedicó a hacer grandes trabajos arqueológicos en Egipto
y Mesopotamia de desentierro y recupero y traducción de material, pero ahora con
perspectiva de astrólogo, fue llevando a un conocimiento de técnicas de la
Antigüedad no sólo helenísticas sino también caldeas, y egipcias.
Esto fomentó un desarrollo de la Astrología muy interesante en la década del 70,
de corte histórico-cientificista. También hubo un militar y filólogo español,
Demetrio Santos Santos, que se dedicó a tratar de desenterrar lo antiguo, pero
hasta hace veinte años la Astrología antigua no estaba de moda, el interesarse
por la astrología antigua era algo raro que hacían algunos tipos raros en la
comunidad, y en el mundo académico tampoco había interés. Pero surgió luego un
movimiento que algunos han asociado con el milenarismo, esta idea de los fines
de ciclo: al terminar cada siglo o el milenio hay una especie de mirada hacia
atrás porque está la sensación de que adelante no hay nada porque se completó un
ciclo.
Empezó a haber interés porque hubo una gran difusión de la Astrología en general
sobre todo a partir de la década del 70, una especie de moda, y como en toda
moda se difunden muchas veces cosas de no tan buena calidad, entonces al no
haber un avance tan impactante en términos científicos como prometía (por las
cualidades inherentes a la moda) la década del 60 y 70, donde se hicieron
grandes validaciones estadísticas del saber astrológico tradicional. Empezó a
haber así una mirada hacia atrás, sobre todo porque la Astrología moderna tuvo
un fuerte cuño psicologista, porque nació en la Sociedad Teosófica y en ciertos
contextos espiritualistas y hablaba más del alma que de la materia, por lo que
después se desarrolló con un lenguaje que se acercaba mucho al auge de la
psicología freudiana y junguiana. Apuntando ya a descripciones caracterológicas
y no tanto a la predicción dejaba de parecer una ciencia en el sentido riguroso
de la palabra: “predecir algo que pueda ocurrir o no”. En términos de cierta
filosofía de la ciencia, algo que sea “falsable”: si determino que la persona
tiene cinco hijos acerté o no, pero, si digo que la persona tiene profundos
conflictos internos… ¡quién no! ¿y cómo mido eso?
La Astrología de la antigüedad tendía a hacer afirmaciones de esta índole, y
también interesó por esta cualidad, por lo que de los textos antiguos que se
empezaron a desenterrar y a aplicar con muchos de sus contenidos expuestos a
verificaciones estadísticas rigurosas eran, justamente, aquellas cosas que se
rescataban de la antigüedad las que funcionaban mejor en términos de una
comprobación estadística científica, no pudiendo explicar por qué funcionaban
pero sí que funcionaban. Digo esto porque la gran objeción de la ciencia moderna
a la Astrología -todavía hoy- es que no podemos explicar por qué funciona,
entonces la determinan como “no-ciencia”, porque no tiene explicación causal de
cómo se da el fenómeno. Pretenden que se le aplique a la Astrología un modelo
que no es natural a ella, un modelo mecanicista y racionalista. Las
explicaciones que se pueden dar pasan por la poesía, por la semiótica o la
religión, necesita un principio trascendente que explica correlaciones
significativas: quizás en algún momento se pueda mostrar una síntesis entre lo
que la Astrología muestra históricamente y la ciencia moderna aunque, muy
probablemente, la ciencia moderna va a tener que cambiar para aceptar que la
Astrología funciona y además para poder explicarla. Hasta entonces hay una
contienda que de a poco, en estos últimos años, está teniendo una nueva
instancia gracias al Renacimiento de la Astrología Helenística.
Muchos académicos, filólogos, historiadores de la ciencia, astrólogos con
acreditación académica, etc., continuando con una línea de traductores, están
rescatando todo el saber astrológico de la antigüedad, incluido el
hispanoparlante en la Escuela de Traductores de Sirventa en España y continuando
la tarea de Demetrio Santos Santos y además remedando la tarea de los “tres
Robertos” -que no son los únicos pero sí muy representativos de un movimiento
que comenzó hace 15 o 20 años- que se dedicaron a recaudar fondos -miles de
dólares- para sus investigaciones, porque ya que esta Astrología funciona en
términos predictivos hay empresarios y gobiernos interesados en financiar estos
proyectos. El proyecto se llama “Hindsight” -mirada hacia atrás- llevando a cabo
la tarea de recuperar, transcribir, traducir e interpretar todo lo que haya sido
escrito sobre Astrología y que esté recuperable. Todavía hay un porcentaje y un
volumen impresionante de textos que no han sido llevados a idiomas modernos u
otros que han sido mal traducidos por haber sido traducidos sin un mínimo
conocimiento acerca de lo que se traducía o con predisposición descalificatoria.
El grupo realiza una revisión de la cosmovisión de esa época y dentro de la
comunidad astrológica están apareciendo una gran cantidad de técnicas nuevas que
no sólo se las ve funcionar muy bien sino que aparte poseen correlatos y
validación estadística.
Los “tres Robertos” son: Robert Smith, un filólogo con un altísimo manejo del
griego helenístico y que es especialista en Astrología escrita en griego, Robert
Zoller, especializado en Astrología medieval escrita en latín y árabe, y Robert
Hand -estadounidense-, es un astrólogo que ha hecho mucho por la difusión de la
Astrología y la coordinación de los astrólogos de la modernidad, un gran
investigador que en este proyecto que, además de doctorarse en estudios
medievalistas, se ocupó de la logística y el marketing, recibiendo premios y
financiaciones que abrieron un camino que se continúa desarrollando no sólo
gracias a ellos sino también a distintas universidades o por medio de estudiosos
individuales.
En la medida en que continúe este proceso de recuperar todo el conjunto de lo
que quede del conocimiento astrológico de esa época quizás se puedan entender
varias cosas: cómo eran y pensaban en esa época no sólo los astrólogos sino, a
través de los astrólogos, la gente, los pensadores, intelectuales y científicos;
cómo era exactamente la ciencia en ese momento, que es algo que todavía no se
sabe bien y siempre quedan cuestiones por descubrir; qué conocimientos
astrológicos quizás genuinos y que pueden cambiar la fisonomía no solo de la
Astrología sino también a la comunidad científica desde el punto de vista de la
historia de la ciencia. Pero lo más importante es cuánto puede llegar quizás
este volumen de conocimiento aportar sobre culturas que no eran “del libro” sino
que más bien despreciaban el libro porque privilegiaban la transmisión oral,
esotérica, no escrita, no abierta, no explicitada sino secreta y mistérica.
Entender cómo era su cosmovisión, porque quizás en ella se encuentre -como ha
pasado en estas últimas décadas a partir de Fritjof Capra, el autor de “El Tao
de la Física”, Pauli, Heisenberg (todos ellos físicos de la física atómica y
quántica), que para comprender cabalmente y explicar muchos descubrimientos de
la física quántica y subatómica debieron recurrir a modelos no newtonianos (ni
el de Einstein servía), sino modelos que están verbalizados y explicitados en
los Upanishad, el Tao Te King, es decir, en los grandes textos esotéricos y
religiosos de la India, de extremo Oriente y de lo que más o menos queda -porque
quedó poco- de la Antigua Grecia presocrática.
Todo esto va apareciendo de modo fragmentario en los textos de Astrología
helenística que están siendo descubiertos, reprocesados, sacados a luz y puede
llegar a ocurrir que, algo que aparentemente parezca tan de museos, de interés
de académicos, de los autodenominados astrólogos o de investigadores
universitarios de tipo filológico-histórico, puede ser que no sea privativo de
estos grupos que describo sino que quizás llegue a cambiar realmente los
fundamentos de nuestra cosmovisión, porque nos permitirían entender por qué
ciertos sistemas funcionaban en un contexto cosmológico e ideológico en una
época importante y muy culta como la época helenística y que de alguna manera
por la barbarie o ciertos caminos tomados por Occidente se fueron perdiendo la
sensibilidad y la valoración de esta forma de ver el mundo al punto de quedar
sepultada.
En este momento -los últimos 15 años- está siendo resucitada, sacada a la luz y
está entusiasmando a intelectuales, académicos, astrólogos y no astrólogos
porque parece estar abriendo horizontes muy importantes respecto a la
explicación de por qué el mundo es como es y por qué las cosas funcionan como
funcionan, más allá de los gustos y los berrinches y las técnicas de los
astrólogos. Es decir, había una concepción del mundo en la época helenística muy
compleja, sofisticada, no unitaria que incluía prácticas que hemos perdido
porque eran esotéricas y no quedaron plasmadas por escrito y luego Occidente de
un modo muy accidentado fue recorriendo cierto camino que lo llevó a ciertos
resultados que incluyen tanto a Internet como a la bomba atómica y las curas
prodigiosas de medicinas de avanzada, pero también ha incluido una fuerte
disociación de aquello que llamamos en cierto modo la realidad espiritual y la
realidad material cotidiana, laica, civil.
Quizás en estas señales, en lo que se pueda ir derivando y de la eficacia de lo
que muestre y lo que está por ser mostrado de la Astrología helenística que está
renaciendo como nunca lo hizo podamos encontrar realmente nuevas respuestas al
misterio de la existencia en el sentido más científico y al mismo tiempo, como
era característicamente helenístico, lo “humanístico”, es decir, una re-unión de
algo que hoy aparece por momentos bastante disociado entre ciencia y tecnología
por un lado y la unidad humana espiritual por otro. No es pretencioso en
términos de expectativa, esperanza o predicción pensar que los aportes que
gradualmente vaya haciendo este emprendimiento, en la medida que siga el
entusiasmo, puede llegar a ser bastante trascendente desde el punto de vista de
la comprensión del ser humano actual, sobre todo en ámbitos de la ciencia, tiene
de sí mismo.
Muchas gracias.
Público: ¿Cuál es la concepción de los atomistas? ¿En qué se diferencia con lo
astrológico?
Brignone: Diría que en todo. Entre el atomismo simbolizado por Leucipo y el
racionalismo aristotélico, en la sumatoria de esto, encontramos una cosmovisión
que está en las antípodas de la experiencia astrológica. Una de las virtudes de
la época helenística o de lo helénico es la convivencia de distintas
percepciones del mundo, que por supuesto no son todas compatibles entre sí, pero
es una convivencia democrática donde no se matan por ello. El atomismo de
Leucipo es, dentro de las distintas hipótesis del Universo de ese momento, la
menos representativa y al mismo tiempo la menos afín al conocimiento
astrológico. En todo caso es la más afín a nuestro conocimiento actual de la
materia, es afín al nuestro y por eso nos suena tan natural, ya que hablaba de
los átomos explicando al mundo como compuesto por partículas muy chiquitas
invisibles -en su sumatoria visibles- pero que eran “indivisibles”, que es el
sentido de la palabra a- (sin) tomon (cortar). En ese sentido es de una terrible
modernidad, pero luego Leucipo con Einstein y Heisenberg quedó atrás, hoy existe
la paradoja semántica de que se habla del átomo como un elemento indivisible
pero que se lo divide, divide, divide llegando a ecuaciones y signos: quizás
como decían los antiguos, el mundo está conformado por signos y no por materia.
Quizás, como decían los hindúes, la materia es una ilusión. Es interesante el
retome de la ciencia contemporánea del concepto de esta doctrina -entre tantas-
de esa hipótesis explicatoria del mundo que ocurría entre los griegos y por ende
en la época helenística, y que sirvió como palanca para un desarrollo científico
importantísimo tal como el de la “Teoría atómica”, pero, luego la física
subatómica empieza a relativizar todo concepto mecanicista y racional -en el
sentido convencional de la palabra- de la realidad.
Público: ¿Hay alguna relación entre la Astrología helenística y la de Oriente?
Brignone: Habría que ver a qué llamamos Oriente, la Astrología de la India es en
un 85% griega terminológica y metodológicamente. Hay un sustrato en el Sur que
fueron las culturas pre-arias -hubo una invasión aria de los indoeuropeos- que
poseían ciertas prácticas astrológicas (un zodiaco lunar de 27 o 28 signos) que
fue absorbido o combinado por el sistema helenístico que ellos tomaron. En el
siglo II o III fueron invadidos por los partos, o sea, el imperio griego en la
India duró muy poco pero hubo influencias muy importantes, había colonias
griegas. Cuando Ashoka, el gran emperador indio luego de haber matado a media
humanidad se arrepintió, se convirtió al Budismo, se volvió
pacifista-antibelicista y comenzó la prédica y difusión del budismo (obviamente
con componentes políticos imperiales). Las inscripciones de Ashoka, en el siglo
IV a C., aparecían en distintas lenguas y en muchos lugares de la India estaban
en griego porque tuvo comunidades grecoparlantes. Entonces, la Astrología hindú
es Astrología occidental mantenida en el freezer o a baño maría, es decir, se
parece infinitamente más a la Astrología helenística que a la nuestra: esto es
maravilloso porque es como cuando uno ve en películas como “King Kong” que uno
cae en una isla donde hay ciertas especies que teóricamente se extinguieron pero
en ese lugar habían quedado como reducidas (también sucede con el griego
antiguo, porque hay una serie de pueblitos de Italia donde todavía es el
dialecto, un griego que quedó totalmente aislado en el desarrollo general: el “grecánico”,
que no es el griego clásico pero se parece mucho más al griego clásico que al
moderno). Pasó esto con la India cuando los partos cobran demasiado poder y se
cortan los vínculos de interacción cultural entre la India y Occidente en el
siglo III y IV, la India -por suerte- deja de ser influenciada por Occidente,
que tampoco tenía mucho para dar a nivel astrológico por unos cuantos siglos, y
queda la Astrología hindú cerrada sobre sí misma y tal vez por ese carácter
ultra conservador típico de los hindúes se conservó mucho más. La Astrología
china no tiene nada que ver, sólo que tiene 12 signos representados por animales
y que guardan cierto paralelismo con algunos de los animales de nuestro Zodíaco,
pero todavía no he encontrado alguien que me explique satisfactoriamente su
estructura astronómica, por lo visto tiene una base más numerológica. No se rige
por una realidad astronómica tan patente y material, que seduce tanto a nuestra
mirada sensible -en un sentido casi peyorativo- que tenemos los occidentales, o
sea, ver para creer, que es algo típicamente griego: “la mirada”, como ocurre
con la Astrología helenística. La Astrología tibetana es, más o menos, una
mezcla entre la china y la hindú en el contexto de la religión y la política de
lo que quedó de los tibetanos antes del arrasamiento de la China comunista, y
hay ciertos calendarios malasios que son de origen lunar -luego fueron solares-,
que es lo natural, ya que cuando el hombre salía a cazar animales, se fijaba si
había Luna, a partir de allí contaba los días de la semana y hacía marcas en los
instrumentos de caza de los siete días donde se iban dando las fases lunares y
que son los primeros documentos históricos o culturales de la humanidad. Ahora
sí, muchas gracias por su atención.
(Esta conferencia fue publicada en la sección de "Artículos" del sitio web oficial de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires, www.astrolcaba.com.ar , todos los derechos bajo Registro de la Propiedad Intelectual, Jerónimo Brignone ©2008)