LAS SEMICUSPIDES TOPOCENTRICAS
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por Jerónimo Brignone
(Este trabajo fue expuesto en el Séptimo Encuentro entre Astrólogos organizado por la revista Gente de Astrología en Buenos Aires, 2003. Recibió el Primer Premio a la Excelencia Astrológica, otorgado por un jurado internacional, y fue publicado en la revista astrológica española Mercurio-3)
I.
INTRODUCCION
II.
ANTECEDENTES
III.
INTERPRETACION
IV.
FORMULAS
V.
REFERENCIAS
VI. DATOS NATALES
El presente trabajo tiene como objetivo exponer algunas reflexiones y
hallazgos vinculados a la mitad (centro) de las casas astrológicas, tomada como
un punto eclíptico sensible. A dicho punto lo he denominado "semicúspide"
para diferenciarlo de las cúspides propiamente dichas, considerando para el
caso las del sistema topocéntrico de casas desarrollado en Buenos Aires durante
las décadas del sesenta y setenta por Vendel Polich y Anthony Nelson Page.
Para facilitar las comprobaciones del lector, adjuntamos un pequeño
programa aplicable en Excel que calcula dichas semicúspides con sólo ingresar
la latitud geográfica y el grado del Mediocielo.
La idea de dividir las casas por la mitad y el tomar el punto de división
como un punto significativo tiene antecedentes tanto lejanos como, sobre todo,
recientes. Esta división está emparentada con el uso gradual y cada vez mayor
(históricamente documentado) de divisiones análogas de la eclíptica en la
forma de aspectos primero múltiplos de 30°,
luego de 45°, y luego de su mínimo común denominador, 15°. La combinación de ambas nociones con aquella de considerar a las cúspides
intermedias como puntos sensibles pasibles de ser aspectados, deviene en la
posibilidad lógica de tomar también a la mitad de las casas a tal efecto.
Presentaremos aquí los antecedentes conocidos, en la medida que sean
pertinentes, así como algunas de las interpretaciones dadas por diferentes astrólogos
a fin de contrastarlas entre sí y con las hipótesis finales del autor,
surgidas de su experiencia personal y reflejada en los ejemplos expuestos.
La división en cuatro partes del espacio circundante (y de su
representación, el círculo) pareciera ser una tendencia natural del ser humano
en todas las culturas, tal como lo ha señalado Carl Gustav Jung a lo largo de
su obra. A las primeras divisiones binarias (arriba/abajo, izquierda/derecha,
adelante/atrás, aquí/allí) se les agrega su consecuencia lógica, el cuadrado
o potencia del dos (y en este caso, inclusive, la suma), y así lo desarrolla
Platón en su Timeo cuando combina lo uno y lo otro ("lo idéntico y lo
diferente"), y luego Aristóteles al sistematizar las así llamadas
cualidades primitivas, en donde a la primera división de frío y caliente,
agrega la posibilidad de su posibilidad extrema (seco) o templada (húmedo),
generando en sus combinaciones los cuatro elementos, anterioremente definidos
por Empédocles, y que serán fundamentales para la cultura occidental (los
cuatro temperamentos de la medicina y la psicología, la cruz cristiana, los
cuatro evangelistas, etc.).
Pero sobre todo la estructura espacial de los cuatro puntos cardinales,
coincidente con la secuencia temporal de las cuatro estaciones (sintetizadas
ambas en el Zodíaco), será la expresión más recurrente en diversas culturas
del mundo, inclusive entre los pueblos aborígenes australes más alejados de la
cuna conocida de nuestra astrología occidental (Brignone, 2003), constituyéndose
en la base del ordenamiento cosmológico en lo urbano, lo arquitectónico y lo
sagrado (tanto ritual como cosmológico). Dicha división fundamental del
espacio en cuatro puntos lleva naturalmente, y siguiendo la lógica del dos, a
la consideración de la otra cruz intermedia equidistante a los mismos y que en
la Rosa de los Vientos corresponde a las direcciones NE, NO, SO y SE. Llegamos
así a una división arquetípica en ocho partes iguales, y según Dane Rudhyar
"el ritmo de las liberaciones básicas de la energía, por lo menos en lo
que se refiere a la vida (de actividad biopsíquica y orgánica) debería
simbolizarse y medirse esencialmente utilizando el número 8. Esto se realizaba
así en el simbolismo chino, hindú y gnóstico cristiano;” (Rudhyar, 1987
p.64). Demetrio Santos (Santos Santos, 1978 p.145) lo refiere asimismo explícitamente
al Pa Kuá u ocho trigramas chinos, mientras que, del mismo modo, en la doctrina
occidental de los cuatro elementos, éstos solían ser posicionados en una cruz
intermedia a la de las cuatro cualidades primitivas, generando de nuevo un
esquema óctuple.
Que la equidistancia a los tan importantes puntos cardinales tuviera su
expresión zodiacal no es de extrañar, y según el astrólogo siderealista
Cyril Fagan, el zodíaco sidéreo de los antiguos egipicios y babilonios tenía
como referente básico en los 15° del eje Escorpio/Tauro a las estrellas Antarés y Aldebarán (Fagan,
1988). Asimismo, la Esfinge de Gizeh y sus antecedentes mesopotámicos reunen a
los cuatro signos fijos (el cuerpo del Toro, las patas del León, las alas del
Águila -Escorpio-, y la cara del Hombre -Acuario-) en la "Cruz de
Poder", llamada así por su asociación con la concentración centrípeta
de energía (contrapuesta a la liberación centrífuga asociada con los ejes
cardinales) muy tenida en cuenta por la Magia Ritual de los esoteristas
renacentistas y del siglo XIX, y presente a lo largo de toda la Edad Media en
los rosetones de las catedrales y otros íconos religiosos que representaban a
los cuatro evangelistas y las figuras animales mencionadas.
No hay elementos suficientes para asociar esta presencia del centro de
los signos fijos a un uso arcaico de su aspecto astrológico correspondiente de
45° y 135°, más bien lo contrario. A partir de las investigaciones
realizadas por Robert Schmidt y Robert Hand al frente del Proyecto Hindsight,
aquel titánico emprendimiento de recuperación del pasado astrológico de
Occidente, ya no queda casi lugar a dudas de que durante todo el período helenístico
los astrólogos contaban sus aspectos astrológicos "por signo" (o
mejor dicho, "por casa", que en ese entonces era lo mismo), e
inclusive el Tetrabiblos de Ptolomeo permite ser leido de ese modo.
Gradualmente, durante la Edad Media, y al principio por influencia árabe, se
fue pasando, de contar por signos, a medir el ángulo entre los planetas,
interpretánodose luego los textos antiguos según esa práctica.
Recién podremos asociar los ángulos de 45° y
135° con aspectos astrológicos desde la fértil propuesta de Johannes
Kepler (1571-1630), quien, dentro de una época ya instalada en el conteo de
grados en vez de signos enteros, y a partir de sus propias búsquedas astronómicas,
matemáticas y místicas, propuso en 1619 en el capítulo VI de su Harmonica
Mundi Libri V las divisiones del círculo por 12, 8 y 5, generando así el
semisextil, el quincuncio, la semicuadratura, la sesquicuadratura, el quintil y
el biquintil. Estos aspectos tardaron un tiempo en imponerse dentro del
pensamiento astrológico, si bien ya Nicholas Culpeper (1616-1654) los tuvo en
cuenta al hablar de las ocho fases críticas de la luna en su tratado sobre el
Decumbiture (la carta horaria levantada para el momento que se cae enfermo),
puntualmente retomado en 1647 por William Lilly en su libro canónico sobre
astrología horaria en el capítulo correspondiente a preguntas sobre salud:
"En cuanto a las crisis o a los días críticos: Si no se trata de una
enfermedad crónica, podrá notar cómo el paciente sufre grandes alteraciones
en aquellos momentos en los que la Luna se sitúe a una distancia de 45°,
90°, 135° y 180° grados de la Figura." (Lilly, 1989 p.171).
Estos aspectos (exceptuando la serie de los quintiles, que tardó más
tiempo en popularizarse) fueron definitivamente incorporados por los astrólogos
del resurgimiento astrológico del siglo XIX, tal como lo evidencia la edición
de 1852 de Zadkiel del libro de Lilly recién mencionado, en su listado inicial
de los aspectos (Lilly, 1989 p.31). Unas décadas después, las ocho fases
lunares se instalan en la Astrología Humanística a partir de la doctrina de
los ciclos desarrollada por Rudhyar y sus consecuentes "ocho tipos de
lunaciones de personalidad" (Rudhyar, 1987, Cap. III). Paralelamente, en
Alemania, Alfred Witte y su brillante discípulo Reinhold Ebertin desarrollarán
un sistema astrológico completo que funda sus bases en las relaciones angulares
entre los planetas y sus puntos medios, tomando en cuenta divisiones del círculo
por 2 (180°), por 2 x 2 (90°) y 2 x 2 x 2 (45°),
hasta llegando a la división por 16, con el aspecto de 22°30', la semisemicuadratura, usada por los practicantes de esta escuela
que maneja habitualmente el "dial 45".
La justificación para utilizar exclusivamente múltiplos del 2 es intrínseca
a la técnica de las equidistancias o puntos medios (en donde se divide por 2),
y al hecho de que la escuela fundada por Ebertin, llamada "Cosmobiología",
buscaba, como su nombre lo indica, describir y predecir fenómenos perceptibles
en la realidad material, tales como las enfermedades y los comportamientos
observables, y tanto las crisis físicas como los eventos físicos en general
han sido asociados tanto antes como ahora con los aspectos así llamados
"inarmónicos". Como sea, Ebertin lo deriva de su experiencia, y es la
base de un sistema practicado en exclusiva desde hace décadas por miles de astrólogos.
Más cerca en el tiempo, las famosas estadísticas de John H. Nelson, en
su trabajo comisionado en 1950 por la RCA, demostraron sin lugar a dudas y de un
modo impresionante (Dean, 1977 p.309) que la recepción de ondas de radio se ve
mucho más perturbada cuando los planetas del sistema solar guardan entre sí
relaciones angulares de 45° y sus múltiplos (los tradicionales aspectos
inarmónicos, aquí medidos heliocéntricamente). Al mismo tiempo, la teoría de
las Armónicas desarrollada por John Addey en Londres amplificó y fue
acostumbrando a los practicantes modernos de la astrología a la división del círculo
en números distintos al 12 y sus submúltiplos. De este modo, hay ya una rica
bibliografía interpretativa rodeando los aspectos de semicuadratura y
sesquicuadratura, sobre la cual haré una breve referencia.
Bil
Tierney, autor contemporáneo representativo no tanto por su originalidad como
por la popularidad surgida de su claridad de expresión al transmitir contenidos
convencionales, escribe que la semicuadratura nos hace "inadaptables y
resistentes a aceptar los cambios necesarios en nuestro medio ambiente", así
como "susceptibles, críticos", y la asocia con "persistencia y
propósito", "respuesta temperamental", "irritabilidad,
cansancio y una tensión friccional importante." (Tierney, 1990 p.28). Por
otro lado, la sesquicuadratura hace "reaccionar irracionalmente o
comportarse sin moderación a expensas de los demás", y sentirnos "fácilmente
incomodados, emocionalmente inestables" (Tierney, 1990 p.47).
El español Demetrio Santos también sigue la tradición cuando asigna a
la semicuadratura la palabra clave "fricción", y a la
sesquicuadratura, "agitación, inquietud" (Santos, 1978 p.133). Tito
Maciá, quien junto a Miguel García ha llevado adelante una formidable
investigación sobre los armónicos, afirma que el octavo, generador de los
aspectos mencionados, "se relaciona con sucesos que provocan miedo,
inquietud, desasosiego, nerviosismo, excitación sexual e hiperactividad,"
(Maciá, 2001), así como con "momentos de bloqueos, detenciones o
sobreesfuerzos, pérdida de libertad, ataduras severas o excesiva dependencia de
otros." Respecto de su investigación vinculando los armónicos con las glándulas,
afirma que "este armónico tiene relación con la adrenalina", y que
"representa la fuerza de los deseos", es decir, "situaciones en
las que el mundo circundante pone delante del individuo a los objetos de sus
deseos", provocando así una "neurosis de angustia",
"fricciones", "estrés". "Se encuentra uno a sí mismo
en un ambiente desalentador y se siente incapaz de cambiarlo", y por
consiguiente, "depresivo". En suma, "tiene una cierta similitud
con el planeta Plutón".
Es interesante preguntarse qué relación guardan estas interpretaciones,
bastante congruentes entre sí y a mi juicio empíricamente verificables, con
los puntos análogos del círculo de casas que veremos a continuación, así
como con la división del zodíaco en tramos de 15°.
El astrólogo francés Patrice Guinard, quien se ha destacado en los últimos
años por su intensa promoción del acercamiento entre el mundo astrológico y
el académico, ha desempolvado de una supuesta antigua tradición la división
del círculo de casas en ocho partes (Guinard, 1999). Si bien sus referencias
son fundamentadas, el trabajo no es concluyente. Robert Schmidt dice que en el
siglo II D.C., en su "Antología", Vetius Valens "menciona un
sistema de ocho divisiones aparentemente usado por Nechepso/Petosiris",
autores legendarios que parecen haber escrito en el II A.C. (Schmidt, 1996).
Pero también fueron ellos quienes supuestamente legaron de Hermes el
Dodecatopos (doce lugares), a diferencia del Octotopos (ocho lugares), al que se
pretende anterior. Cyril Fagan señala que la división en ocho era temporal, más
que estrictamente espacial (Fagan, 1988, Cap. 19), y que, como tal, seguía el
orden del movimiento diurno de los astros en el cielo, es decir, en el sentido
de las agujas del reloj (contrario al orden zodiacal). Estaba emparentado con
las horas romanas, el sistema óctuple de división de tiempo que luego
sobreviviría en las horas canónicas de la orden benedictina.
El sistema, según Fagan, está copiosamente ilustrado en los horóscopos
más antiguos de que nos queda registro, pero Geoffrey Dean y otros (Dean, 1977
p.168) han sido bastante reacios a dar por ciertos sus asertos, dado que en el
estudio detallado de horóscopos griegos antiguos de Neugebauer y Van Hoesen, no
se menciona ningún sistema de 8 casas, solo 12 casas contadas en la misma
dirección que los signos, y por otro lado, "un estudio similar de Bouché-Leclerq
cita un sistema de 8 casas dado por Manilius alrededor del 10 DC (150 años
antes de Ptolomeo), pero el Asc y el Mc definen cúspides, el orden del conteo
es oscuro, y los significados de las casas son diferentes a los de Fagan",
opinión con la que coincido plenamente luego de varias lecturas de la traducción
de Santos de Manilius (Manilius, 1982) y el trabajo mismo de Guinard. De todos
modos, hay suficientes referencias como para suponer que hubo alguna vez alguna
división del cielo local en ocho partes.
Por su parte, Reinhold Ebertin, quien en su sistema descartó a todos los
sistemas de casas por considerarlos contradictorios y poco fiables, utilizó
mucho el punto medio entre el Ascendente y el Mediocielo, así como su oposición
y cuadraturas, es decir, las equidistancias a los ejes de la carta. No como
sistema de división de casas, sino como puntos sumamente sensibles de la carta,
generando de nuevo una doble cruz local. Sin dar mayores especificaciones
interpretativas, considera que "cuando son activadas por progresiones o tránsitos,
indican importantes períodos de la vida" (Ebertin, 1960 p.214), y que
representan "la relación entre el Ego y la Personalidad", "el
tipo fenoménico (la representación pictórica de la propia apariencia)".
En escritos de astrología médica los vincula a áreas sensibles en términos
orgánicos, de fácil somatización, interpretación que podemos asociar con la
acumulación de toxinas propia de estas zonas centrípetas, a diferencia de la
posibilidad de acción y extroversión vinculada a los planetas angulares. Como
sea, este importante punto medio es ya tan popular que aparece consignado
directamente en las cartas (junto con el PM Sol/Luna) en muchas opciones de
programas de computación no específicamente ligadas a esta técnica (ej.:
Winstar).
Otro astrólogo alemán, Alexander Marr, trabajó también la
equidistancia a los ejes, pero en términos estrictamente domales. En el sistema
topocéntrico de casas (al que abrazó desde su creación), los polos de las cúspides
se logran con fracciones proporcionales de la tangente de la latitud geográfica.
Así como en el Mediocielo es 0°, y en el Ascendente es la tangente de dicha
latitud, en el punto medio, será media tangente. Aplicando dicho polo a la
mitad de las casas sucedentes, logró dos ejes sensibles a los que llamó H1 y
H2. Según la reconocida astróloga británica, Dra. Margaret Millard,
"Alexander Marr descubrió la importancia de los “ángulos medios”
cuyos puntos de AO/DO se encuentran sumando o restando 45° de la ARMC." (Millard, 1975 p.26), y el mismo Marr comenta que
"tanto el H1 como el H2 se los ha encontrado efectivos en relación con las
Direcciones Primarias" (Marr, 1986 p.12). Los incluyó en su segundo libro Análisis
y Predicción (Marr, 1986) en todos los dibujos de los mapas natales, así
como en unas pocas direcciones primarias, aunque luego ya no son mencionados en
sus tres libros siguientes.
Las legendarias estadísticas de Michel Gauquelin también invitan a
pensar en una estructura óctuple, si consideramos no solamente las crestas o
picos de la curva de distribución, sino también las depresiones. Los esposos
Huber lo hicieron al hablar de zonas "expansivas" que rodean a los ángulos,
es decir, las casas angulares y cadentes, y zonas "contractivas" en su
equidistancia, es decir, las casas sucedentes. Según ellos, en las zonas
expansivas se destacan los "procesos" (Huber, 1994 p.84), vinculables
a las luminarias (las casas angulares con Sol y las mutables con Luna), mientras
que en las zonas contractivas, es decir las casas sucedentes, "no hay
procesos dinámicos, no hay eventos sino estados, estados fijos y estables"
(p.101). A dichas zonas contractivas "las comparamos mas bien con el
principio saturnino: estabilizando, afirmando, delimitando" (p.85).
En rigor, las casas sucedentes eran el Locus
Piger (lugar perezoso) de la astrología clásica, y en esa línea
insistieron los siderealistas Cyril Fagan y Ronald Bradley (quien también
escribió con su seudónimo Garth Allen), cuando dividían las tres cruces de
casas en tres niveles graduales de intensidad de expresión de los planetas
presentes: "primer plano" (foreground) en las angulares, "medio
plano" (midground) en las sucedentes y "trasfondo" (background)
en las cadentes (Fagan, 1988), muy acorde con la tradición occidental. Pero, más
que tripartito, el sistema pareciera acercarse a una inmensa armónica 4 con sus
depresiones en las casas sucedentes, dado que es "en las cúspides de"
dichas casas que hay "acción lenta", y en las de las cadentes, una
"nota sorda", un "futuro distante", "horizontes
remotos" (Fagan, 1988 p.184). Por consiguiente, el espacio perezoso se da
gradualmente entre las cúspides de las sucedentes y las cadentes, es decir, en
la superficie toda de las sucedentes; y esto más aún si consideramos que tanto
los siderealistas como la tradición occidental toman la angularidad y el
comienzo de las casas unos cinco grados antes, siguiendo la indicación
ptolemaica. Son, como señala Robert Schmidt, las casas que se dan "después
del ascenso" (epanaphora), el
nombre que les daba la astrología helenística (Schmidt, 1999/2000), sugiriendo
de nuevo la idea de una depresión física, frente a las crestas o picos estadísticos
de Gauquelin justo antes de los ángulos.
Como decía Manilius, "No debes contentarte con haber determinado
los círculos cardinales. Hay que tener en cuenta el espacio situado entre
ellos, en estos grandes espacios también se muestra su energía."
(Manilius, 1982 p.72). El asunto es determinar qué tipo de energía. ¿Tendrá
que ver con la interpretación antes referida (II.1) respecto de los aspectos múltiplos
de 45°, es decir, el centro de los signos fijos?
En su sistema de ocho fases lunares, Rudhyar asocia a los puntos
correspondientes a éstas con contenidos que parecieran sugerir los signos y
casas relacionados. En la primera semicuadratura "empieza a aparecer un
estado de tensión más o menos agudo" (Rudhyar, 1987 p.57), y "se
puede decir que en la fase de 45 grados del ciclo Sol-lunar, el mundo exterior
ataca al organismo en expansión, mientras que en la fase de 135 grados, es el
individuo quien deliberadamente quiere aplastar a cualquier obstáculo en su
camino" (p.58), remitiendo al simbolismo leonino y de casa V. La siguiente
sesquicuadratura, "con respecto a las finalidades básicamente sociales,
produce un sentido creciente de responsabilidad; pero por otra parte, si la
configuración opera negativamente, ocasiona un sentimiento de derrota o de ´¿de
qué sirve?´" (p.61), como en Escorpio y casa VIII, y en la última
semicuadratura, "entramos en el terreno... del sacrificio personal. El
personaje simbólico que concentra sobre el drama social y el mártir"
(p.62), como en Acuario y casa XI. Allí "entramos en el territorio de la
siembra de la semilla."
Respecto de las perezosas semillas (fundamentales al pensamiento de
Rudhyar) y acercándonos al tema que nos ocupa, nos aclara que éstas
"poseen una superficie muy resistente, y su principal atributo es que no se
pueden modificar. Se crean sobre la fuerza de la necesidad extrema y de la
fuerza intransigente e inflexible que se perpetúa a sí misma."
(continúa)