LAS SEMICUSPIDES TOPOCENTRICAS  2/4

por Jerónimo Brignone

(Este trabajo fue expuesto en el Séptimo Encuentro entre Astrólogos organizado por la revista Gente de Astrología en Buenos Aires, 2003. Recibió el Primer Premio a la Excelencia Astrológica, otorgado por un jurado internacional, y fue publicado en la revista astrológica española Mercurio-3)

I.             INTRODUCCION

II.             ANTECEDENTES

III.             INTERPRETACION

IV.             FORMULAS

V.             REFERENCIAS

VI.             DATOS NATALES

(continuación)

II.3. Los aspectos múltiplos de quince grados

            La astróloga Kay Cavender, en la página web del siderealista Magee (www.magee.demon.co.uk) sostiene que "admitir que los arcos de 45 y 135 son funcionales es admitir el arco de 15 como un todo", opinión que suscribo. La profusa utilización en este último siglo de todos los aspectos múltiplos de 30° y 45° (los mayores y menores "clásicos"), lleva a considerar naturalmente el mínimo común denominador de todos ellos, es decir, el ángulo de 15°. Sus antecedentes posibles en la astrología hindú serán tratados en el próximo apartado (II.4), mientras que en éste, desarrollaremos algunas de sus expresiones en la astrología occidental contemporánea.

            Es difícil precisar con total certeza quién comenzó exactamente a estudiar este aspecto y sus múltiplos menos conocidos (75°, 105° y 165°). Casi todos los astrólogos que fueron proponiéndolo tenían en común la práctica intensiva de la rectificación como una forma de investigación astrológica. Quizás el hecho se deba a que los aspectos múltiplos de 30° (es decir, los aspectos mayores más el semisextil y el quincuncio) son fáciles de ver de un simple vistazo para cualquier practicante, sobre todo cuando se usan orbes pequeños, como generalmente hacen los astrólogos al rectificar. Y por otro lado, la forma de ver asimismo fácilmente los aspectos múltiplos de 45° es sumarle 15° al valor a aspectar, y luego buscar con los mismos criterios que en los múltiplos de 30°, es decir, la repetición de aproximadamente el mismo grado y minuto en otros signos. La mirada entrenada para localizar los aspectos de la familia del octil (armónico 8, semicuadraturas y sesquicuadraturas) llevó naturalmente a percibir también otras relaciones exactas antes no vistas entre factores pertinentes a un evento con los ángulos múltiplos de 15° hasta entonces no estudiados.

            Ya vimos (II.1) que Ebertin y sus seguidores observaban y difundían la posibilidad del uso de la semisemicuadratura (22°30'). El mínimo común denominador de 15° y 22°30' es 7°30', y al respecto, dos astrólogos de la talla de John Addey y Theodore Landscheit lo han bautizado, en forma independiente, con el término "microaspecto" (Dean, 1977 p.278). La reconocida astróloga Edith Wangemann, que junto a decenas de discípulos realizó un importante trabajo sobre rectificación de miles de casos, afirma que dichos microaspectos tienen un matiz mercurial (Wangemann, 1975). Por su parte, John H. Nelson los estudió en las estadísticas antes mencionadas referidas a la recepción de ondas de radio (II.1), observando que "ángulos más pequeños (7,30 grados y sus múltiplos; ...) no tenían efectos por sí mismos pero empeoraban la recepción ... cuando se relacionaban con un aspecto duro." (Dean, 1977 p.309). Es decir, se potenciaban o revelaban como más intensos o significativos cuando eran parte de un síndrome armónico, o en otras palabras, de una configuración formada por múltiplos de dicho valor, confirmando así la observación común a todos los estudiosos de las armónicas y los aspectos sutiles en general.

            En la década del '20 el genial Edward Johndro, creador del Vértex y de los Equivalentes Geodésicos, había propuesto un fárrago un poco demasiado variado e inconexo de palabras clave para los aspectos múltiplos de 15° (Johndro, 1929), y a tal punto es probable pionero en la observación de estos ángulos, que el aspecto de 165° es llamado por Zane B. Stein "the Johndro aspect" (el aspecto Johndro). Edith Wangemann dice que el de 15° "es un aspecto muy importante" (Wangemann, 1975), y los astrólogos creadores del sistema topocéntrico, Vendel Polich y Anthony Nelson Page, también validan a dicho ángulo y sus múltiplos menos conocidos (Polich & Page, 1970 p.120), del mismo modo que la norteamericana Laurie Efrein en su excelente libro sobe rectificación (Efrein, 1988 p.200).

            La anteriormente citada siderealista Kay Cavender comenta que quien la introdujo a estos aspectos fue el libro de Edward R. Dewey "Cycles, the mysterious forces that trigger events", publicado a mediados del '70 a partir de las investigaciones de John H. Nelson. Este útimo había observado que "dos planetas separados por 45 grados o por otro múltiplo de 15 grados, y con otro tercer planeta conjunto, cuadrado u opuesto al punto medio, usualmente no tenía mucho efecto por sí mismo, pero empeoraba la recepción ... cuando cualquiera de los tres planetas estaba ligado a otro aspecto duro" (Dean 1977, 309). Pocos años después del trabajo de Nelson, John Addey, en una estadística sobre obesidad, encuentra aspectos de Luna/Neptuno y de Venus/Saturno sin excepción: "Los aspectos eran mayores y menores más los de 75/105/165 grados; los últimos tres sumaban un 25% del total" (Addey, 1957).

            La astróloga María Vicenta (Rubí) Leza, Presidente y Directora de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires (CABA) durante la década del '90, trabajó exhaustivamente con estos aspectos. Al respecto, opinaba que el ángulo de 15° era la mínima unidad perceptible por el hombre, ya que resulta de la división del círculo por 2 x 2 x 2 x 3, los números presentes en los aspectos mayores y menores "clásicos", algo así como un ladrillo básico en la interacción aspectual de dos símbolos astrológicos. Compone todos los aspectos mayormente usados, así como otros menos conocidos, múltiplos de 15° pero no de 30° y 45°. Leza especializó su mirada sobre cada uno de estos ángulos sobre todo al rectificar, observando en eventos dados su interacción entre cúspides y planetas (II.5).

            El aspecto de 15° propiamente dicho, al estar todavía "dentro" del signo de Aries (si comparamos ángulos de aspecto con la secuencia zodiacal correspondiente expresada en grados), dada la analogía natural de Aries con la casa I que propone la modernidad, tendrá una manifestación primitiva, primaria y, sobre todo, física del simbolismo involucrado, dado que todavía no pudo acceder al primer paso en la evolución natural de la consciencia en los doce pasos arquetípicos del zodíaco. Análogamente, su ángulo suplementario, el aspecto de 165°, al ser un aspecto de 15° "al lado del Descendente", refleja una manifestación física y primaria del simbolismo pero con una importancia presencia "del otro" (Libra y casa VII) o somatizaciones (Virgo y casa VI), revelándose por ello más difícil. Las interpretaciones de otros astrólogos no están tan lejos de las interpretaciones de Leza, también confirmadas por mi experiencia personal.

            Vendel Polich y Anthony Nelson Page afirman, por su parte, que "los aspectos de 15°, 75°, 105° y 165°; [son] todos aspectos que zodiacalmente tienen valor y cuya cualidad es permitir más o menos el retorno a la normalidad; o sea que el significado de los aspectos de 15, 75 y 105° es llegar a un estado normal, sin trabas. El aspecto de 165°, en cambio, incluye ya en sí algunos trastornos." (Polich & Page, 1970 p.120). Selma Polich, hija de Vendel Polich y gran investigadora en el área de estadísticas, confirmaba en sus cursos de Direcciones Primarias dictados en el CABA el costado desagradable del aspecto de 165°, vinculándolo a Saturno, mientras veía en el de 15° un aspecto más débil, vinculado a Mercurio y a la posibilidad de obra, de hacer cosas (Rodríguez Vázquez, 2003). Y si bien Edith Wangemann tiene miradas más suaves sobre estos ángulos, vinculando el de 15° a Venus y la armonía, especialmente corporal (es decir, la salud), y el de 165° con un "talento especial por el cual uno puede diferenciarse" (Wangemann, 1975), por su parte Laurie Efrein, quien llama "especiales" a los aspectos de 75°, 105° y 165°, afirma que "acompañan a estados de inquietud. El aspecto de 165° parece ser más agresivo y agobiante que los otros dos. En la delineación natal, este aspecto significa persistencia eterna (como lo clarificaron W. Kenneth Brown y Al H. Morrison)... parece mostrar los efectos que permanecerán mucho después de haber ocurrido un suceso." (Efrein, 1988, p.201).

            Efrein relaciona los aspectos de 75° y 105° con "estados crónicos o insidiosos de los asuntos, con ramificaciones poco claras, ansiedad, motivaciones ambivalentes, efectos que se prolongan." (Efrein, 1988 p.201), y agrega que son "puntos de ´no puedo tomar una decisión´", y que "donde ocurren abundantemente, las nubes en la vida del nativo tardan en desaparecer." Wangemann también opina que "tienen que ver con el decidir" (Wangemann, 1975). Selma Polich vinculó a 75° con un costado irritativo, relacionado a Marte, y el 105° con un matiz realizador y benéfico, más placentero, relacionado con Venus (Rodríguez Vázquez, 2003). Análogamente, Leza vió en el primero un matiz de libertad, mientras que en el segundo, suplementario, un claro componente de no libertad, de sujeción a las iniciativas ajenas. Existen además otros trabajos positivos de investigación sobre estos aspectos realizados por estudiosos latinoamericanos del Sistema Topocéntrico que, lamentablemente, no conozco en sus detalles.

            Indudablemente, más allá de las discrepancias en la interpretación puntual de cada aspecto (y pese a no tener todavía un nombre consensual: Kay Cavender propone los de "cuartisextil" (15), "postsextil" (75), "pretrígono" (105), "postquincuncio" (165); y junto al investigador argentino Roberto Martori, fallecido en 1992, habíamos propuesto para los 75° y 105° el de "semiquincuncio", pero dada la falta de un uso generalizado preferí mencionarlos aquí a todos por su número de grados), han sido muchos los astrólogos de renombre que postularon en el siglo XX una efectividad de todos los aspectos múltiplos de 15°, tal como se vio en este apartado (II.3), sobre todo cuando operan en configuraciones armónicas de sus múltiplos, por lo cual algún valor seguramente deben tener. Y como dijo Wangemann, "quince grados es la mitad de un signo, y existe una teoría de que las dos mitades del signo representan los lados elemental e intelectual del ser." (Wangemann, 1975). Sobre esta división de signos y casas en dos mitades es que posaremos ahora nuestra mirada.  

II.4. Las divisiones de las casas en mitades

            Está ampliamente atestiguado que durante siglos los astrólogos occidentales (y todavía hoy los hindúes, quienes mantuvieron la herencia helenística recibida) contaban los aspectos astrológicos por signo, y no con la medición del ángulo correspondiente, por lo cual se trabajó con diversos aspectos múltiplos de 30°. Si luego, ya instalada tras un proceso gradual la práctica de medir el arco, se pudo dividir a los signos fijos en mitades con las semi y sesquicuadraturas, el partir al resto de los signos en dos fue una consecuencia inevitable. Pero no necesariamente moderna, ya que hay sólidos antecedentes en la astrología india.

            Dentro de la ancestral técnica de las Amsas, a la que modernamente se llama "cartas armónicas", dada su similitud parcial con las técnicas desarrolladas hace unas décadas por John Addey, existe la carta Hora, "el armónico 2", que, sin ser idéntico matemáticamente a éste, divide a todos los signos en dos mitades, marcando con su línea divisoria 24 tramos de 15° grados en el zodíaco. En ella, la primera mitad de los masculinos es solar y la segunda, lunar, ocurriendo lo inverso con los signos femeninos. La asocian con cuestiones generales y, más específicamente, de casa dos. También tienen una carta "armónica 24", en este caso de hecho más cercano a nuestro concepto de armónicas, llamada Siddhamsha, a la cual asocian con el desarrollo espiritual, las capacidades parapsíquicas y los estudios superiores. No hay rastros de uso difundido de una "armónica 8", y esto es característico de la cultura india, que da en general más importancia al número tres y sus múltiplos, y nos muestra además que esta división zodiacal en ocho no estaba todavía instalada en el período helenístico, que es cuando los hindúes asimilan el grueso de la teoría.

            Lo más interesante aquí, sin embargo, es el término Hora, dado a la segunda Amsa. Remite, por supuesto, al concepto de "hora" en el sentido temporal, creado por los babilonios y con probables antecedentes sumerios, es decir, la división todavía operativa del día en veinticuatro partes, que naturalmente implica que a cada uno de los doce signos zodiacales le correspondan aproximadamente dos horas (también deriva de dicha palabra nuestro conocido "horóscopo"). La práctica de la antiguedad, previa a la sistematización de los relojes mecánicos, consistía en dividir tanto a la noche como al día en doce partes iguales, acorde a la extrema importancia que tenía dicho número en la cultura babilónica. A cada hora le fue asignada uno de los siete miembros visibles del sistema solar, y así se constituyó, de paso, el orden del nombre de los días de la semana hoy vigente. Demetrio Santos opina (Santos, 1978) que la importancia de las horas planetarias, así como de toda división armónica del círculo (espacial o temporal) radica en los momentos de cambio, es decir, el "punto" crítico en el espacio o en el tiempo en el que se pasa de un "bloque" al otro (la intersección de la sinusoide con la circunferencia propiamente dicha).

            Yo he confirmado esa opinión, sobre todo en las divisiones en siete del año usadas por los Rosacruces (fuente de la tan difundida idea de que los últimos 52 días previos al cumpleaños son saturninos), en donde el día del año personal en que se daba el paso de un planeta al otro, marcó en muchos casos acontecimientos fundamentales de la vida del sujeto acordes al simbolismo combinado de los dos planetas. También, de hecho, los astrólogos usamos dicho concepto cuando consideramos el grado zodiacal 29° como crítico, los aspectos en general, o la división en casas, dando valor al área de la cúspide como zona sensible. Desde este punto de vista, el sistema de casas de Plácidus, llamado "temporal", es el que verdaderamente refleja esta división, así como, desde otra perspectiva, el topocéntrico. Dicha división en doce, y luego en veinticuatro, es la que mejor se ajusta a las 24 horas planetarias de un día (no uniformes si tomamos al reloj como parámetro). En suma, y con otras palabras, podemos considerar las tradicionales horas planetarias como divisiones proporcionales en mitades de las doce casas de Plácidus o las topocéntricas. El reconocido investigador norteamericano Charles Jayne propuso también por su lado una división del círculo de casas de Plácidus en veinticuatro partes (Jayne, 1975).

            Sin embargo los hindúes, más allá de la significativa relación entre el segundo Amsa y las veinticuatro horas, tenían y usan todavía otra división por la mitad de las casas astrológicas. El sistema de casas más popular es el sistema de "signos iguales", históricamente previo al de Casas iguales y usado por la gran mayoría de los astrólogos del mundo durante todo el período helenístico (siglos IV A.C. a IV D.C.), partiendo como casa uno del signo ascendente completo, el Rasi (signo) Lagna (ascendente) Chakra (rueda), o del signo de la luna, el Rasi Chandra (luna) Chakra. Pero también existe, entre las múltiples cartas anexas propias de su astrología, un sistema de casas más incluyente del espacio local tal como nuestra tradición lo ha ido desarrollando, y que es el que nosotros conocemos como de Porfirio (si bien es anterior al de dicho astrólogo; Schmidt, 1996), y que consiste en la trisección (división en tres partes iguales) del arco de eclíptica comprendido entre el Mediocielo y el Ascendente. La presencia de este sistema atestigua los últimos contactos de la astrología hindú clásica con el Occidente, y "está descripto en libros Paddhati en sánscrito y muy utilizados en la India" (Ojha, 1972 p.93). Sin embargo, tanto el erudito védico norteamericano David Frawley como muchos otros autores hindúes prefieren el sistema de casas iguales (el que toma el Ascendente como cúspide de casa uno y luego prosigue con divisiones de 30° iguales) por considerarlo anterior, y por ello, más fiable, acorde a la actitud tradicionalista característica de esta cultura (Ojha, 1972 p.94; Kapoor, 1976, p.73). De todos modos, ambos sistemas no arrojan demasiadas diferencias en las latitudes geográficas bajas propias de la India.

            Estos sistemas de casas, sean el de Porfirio o el de Casas Iguales, son considerados de un modo muy diferente al modo occidental actual: "En la astrología Hindú la cúspide es el punto medio o centro de la casa y ésta se extiende 15° a cada lado." (Ojha, 1972 p.94). Es decir que la casa propiamente dicha comienza en la mitad de la casa anterior, y "la cúspide es el punto medio de la casa" (Kapoor, 1972, p.75). Las posiciones por presencia de los planetas se hacen tomando en cuenta este criterio, mediante el Bhava (morada) Chalit (íd.) Chakra (rueda), y en cambio las regencias de los planetas para cada casa se toman en cuenta considerando las cúspides propiamente dichas, mediante el Bhava Madya (cúspide) Chakra. A la cúspide se la toma como un lugar de posibilidad de máxima expresión de un planeta, y en el método de evaluación de las fuerzas relativas llamado de "fuerza residencial", estará más fuerte cuanto más cerca esté de ella siguiendo una simple regla de tres, y más débil cuanto más alejada, es decir, más cercana a los puntos de inicio de cada casa, llamados Sandhi, y que son, sencillamente, el punto medio entre cada par de cúspides. Según palabras del legendario B. V. Raman, "si un planeta está en Bhaba Sandhi está totalmente impotente y los resultados que produce son prácticamente nulos" (Raman, 1992 p.5).

            Robert Schmidt, en su investigación realizada sobre la astrología helenística (como dijimos, mantenida todavía hoy por los hindúes), encontró que también allí al hablar de las casas se diferenciaba el concepto de topos (lugar) del de oikos (domicilio), tomando al primero para la presencia, y al segundo para las regencias (de ahí viene nuestra terminología familiar de "planeta en domicilio" para hablar de regencia). Asimismo, las cúspides eran consideradas "un lugar de actividad" (Schmidt, 1996) privilegiado de los planetas cercanos a ella. En nuestro siglo, los astrólogos Bruno y Louise Huber también estudiaron las posibilidades de expresión general de un planeta según su posición dentro de una casa.

            Los Huber no dividieron exactamente las casas en dos mitades, sino que tomaron la así llamada "división áurea", la conocida proporción atesorada por el mundo clásico y renacentista (y en muchas ocasiones por el ocultismo), consistente en la relación (a/b) = (b / (a+b)), hallable en muchas formas de la naturaleza. Dicha proporción divide la unidad (0.382 + 0.618) en un punto análogo al de las intersecciones internas del pentáculo o estrella de cinco puntas. Según ellos, la división de cada casa según esa proporción "ha sido encontrado pragmáticamente, luego de arduas investigaciones" (Huber, 1994 p.133). Aplicando dicha división hacia uno y otro lado del arco eclíptico de una casa, definieron dos puntos, a los que llamaron "puntos de reposo", considerados como "puntos muertos" (al primero lo llamaron también "punto de inversión). 

            Según ellos, "en las cúspides de las casas, las fuerzas se dirigen hacia afuera (centrífuga) y en los puntos de reposo caen sobre ellas mismas (fuerza centrípeta)" (p.135). "La región de las cúspides de las casas son zonas muy activas de rendimiento. Las fuerzas se acumulan y son dirigidas intensamente hacia el exterior, potencializadas al máximo. ... Las capacidades correspondientes indicadas por los planetas pueden ser utilizadas plena y eficazmente en la vida. ... Reaccionan intensamente a estímulos exteriores y encuentran confirmación por el entorno" (p.137). En cambio, en los puntos de reposo, "las fuerzas estimulantes que dan los impulsos llegan a pararse. La actividad vital está frenada y dirigida hacia los sectores interiores de la vida" (p.143). Los planetas allí "son eficaces en el interior y no pueden ser utilizados plenamente en la vida exterior. Necesitan impulsos estimulantes especiales y, con frecuencia, un largo tiempo de desarrollo" (p.138), y "hay una falta de confirmación por el entorno en la medida deseada" (p.146).

            De este modo, en la "curva de intensidad" que ellos proponen, "en cada una de las cúspides de las casas están las fuerzas más vitales e impulsadoras de la casa, y en los valles, los llamados ´puntos de reposo´, las fuerzas reposan, se unen, se asimilan y maduran para ser utilizadas en nuevos hechos" (p.135). Pero si bien toman en cuenta los dos lugares surgidos de aplicar la división áurea hacia uno y otro lado en la casa, también analizan los tramos previos y posteriores a los tres puntos críticos (la cúspide, el punto de inversión y el punto de reposo): "un planeta antes del ´punto de reposo´ estará sometido fuertemente a las fuerzas de persistencia y de estancamiento" (p.147). Lo interesante para el tema que nos ocupa es que, si realmente la zona central de la casa que se extiende entre los dos puntos "muertos" (el punto de inversión y el de reposo) y a la cual ellos asociaron con los signos fijos (dado que la primera parte sería cardinal, y la última, mutable) tiene una dimensión aproximada de 7° en una casa promedio de unos 30°, se extendería entonces a unos 3°30' de cada lado del punto medio de la casa, un orbe bastante aceptable de conjunción si consideramos a dicho punto medio como un punto sensible, aunque fuera en un sentido negativo.

II.5. Los aspectos a las cúspides intermedias

            Si bien los primeros aspectos mencionados en la literatura astrológica son interplanetarios, ya desde la época helenística tenemos referencias de que se tomaba el aspecto de un planeta al Ascendente, aunque dicho aspecto se computara tomando el aspecto que tenían naturalmente los signos correspondientes entre sí. Ya señalamos que durante la Edad Media se fue pasando de aspectar por signos a considerar el ángulo propiamente dicho entre los dos factores, sean dos planetas o, más adelante, un planeta y el Ascendente o el Mediocielo. A partir de esta práctica, encontramos plenamente instalada en esa hermosa culminación (lamentablemente, en los dos sentidos) de la astrología que fue el siglo XVII, la práctica de aspectar también los planetas a las cúspides intermedias, ejemplificada en dos insignes astrólogos, el inglés William Lilly (1602-1681) y el francés Jean Baptiste Morin de Villafrance (1583-1656), quienes usaron para ello en muchas ocasiones el sistema de división de casas de Regiomontanus.

            En la habitual versión del libro de astrología horaria de Lilly que Zadkiel publicara en 1852, hay algunas menciones sobre el uso de aspectos a cúspides intermedias: "Considere el signo situado en la Casa dos, a su regente y a los planetas allí ubicados o en aspecto con la cúspide, con su regente o con la Rueda de la Fortuna" (Lilly, 1989 p.121), "el regente del Ascendente arroja un buen aspecto a la cúspide de Casa tres" (p.130); "Las cuadraturas formadas entre los Infortunios y la cúspide de la Casa cinco indican que no habrá concepción" (p.153). Y más importante, porque es un caso del mismo Lilly del 29 de agosto de 1646 en el que hay menos dudas sobre una posible tergiversación de Zadkiel: "Como Mercurio... formaba un aspecto de Trígono con la cúspide de la Casa seis, deduje que el perro no se hallaba demasiado alejado del lugar" (p.234).

            El astrólogo argentino Spicasc, en una publicación dedicada a revisar la obra de J. B. Morin, citaba los siguientes aforismos de éste: "4) Son eficaces para un nativo dado los tránsitos sobre los lugares radicales de las doce cúspides, los planetas y la Parte de la Fortuna, como también sobre sus aspectos y antiscios" (Spicasc, 1977 p.45). Asimismo, determina el estado celeste de una astro según "II - Los aspectos que recibe y emite a astros y cúspides" (p.21) y a "XIII - La posición cercana o lejana de la cúspide de la casa que ocupa" (p.22). Alexander Marr, en un artículo también dedicado a Morin, en el apartado "afirmaciones del autor basadas en su propia experiencia y en aquellas reglas de Morin que son viables:", comenta que "6. La experiencia muestra que todos los aspectos mutuos de planetas, como también los aspectos a las cúspides de las casas, tienen que ser muy exactos para realizar una sólida interpretación de cualquier asunto." (Marr, 1987 p.5), y que "5. (...) La influencia de planetas en ciertas casas del mapa pueden pasar inadvertidas a través de toda la vida a menos que ellos no estén en conjunciones mundanas cerradas o aspectos zodiacales con cúspides de casas o asociados con otros cerrados aspectos planetarios." (íd).

            En Buenos Aires, la tradición astrológica traida por los inmigrantes europeos valoró en grado sumo la teoría de Morin, popularizada sobre todo por la Astrología Racional de Adolf Weiss (1946). La utilización de los aspectos a las cúspides intermedias de casas está ejemplificada en el libro de José Garaña Astrología Magistral, también muy tenido en cuenta a durante la década del '60: "Todo ocupante en fuerte aspecto (cuadratura, trígono, oposición) exacto a la cúspide de un sector combina de un modo íntimo su naturaleza y estado con los que presente el regente de éste" (Garaña, 1961 p.323), "prevalecen el estado y disposición del aspecto formado entre el regente y el radio que rija" (íd), "los principales indicadores de (...) cambio próximo [dependen] del III sector (regente, ocupantes y aspectantes al radio y dispositor del regente)" (p.349), "Indices de pobreza: 1° Regente o radiolinde de II hostilizado por Saturno, Neptuno, Plutón o Marte disonantes" (p.343). Aclaro que llama a las cúspides indistintamente “radiolinde”, “radio” y “cúspide” propiamente dicha.

            A los referentes mencionados se suman los estudios intensivos basados en las Direcciones Primarias desarrollados por Erich Karl Küher, Friederich y Gustav Schwickert, Vendel Polich, Nelson Page y Alexander Marr (entre otros), que hicieron un hábito el considerar las relaciones de aspecto entre planetas y cúspides intermedias en los sistemas predictivos. Finalmente, a partir de estos referentes y sus investigaciones, Rubí Leza popularizó en Buenos Aires la mirada sistemática de los aspectos de los planetas a las cúspides en la carta natal misma, tal como lo ejemplifica su artículo "El Caso María Soledad" (Leza, 1996).

            El sistema de casas utilizado prioritariamente fue el topocéntrico, nacido en la Argentina en la década del sesenta y setenta, y que arroja valores muy cercanos a los del sistema de Plácidus (en general dentro de un grado), todavía el más popular en Occidente. Respecto de este fenómeno comenta Dean: "Margaret Hone y otros han señalado que la popularidad de Placidus se debe no a su mérito, sino al hecho de que, entre 1700 y principios del 1900, eran las únicas tablas de casas disponibles" (Dean, 1977 p.168), y lo mismo podría imputársele a las cúspides del sistema topocéntrico, dado que por la difusión iniciada por Eloy R. Dumón de tablas de casas calculadas para el hemisferio Sur, resultó siendo el más utilizado en América del Sur y Central, así como muy popular en el importante movimiento australiano y neozelandés. Pero la experta rectificadora Laurie Efrein acota que, de todos modos y, más allá de los supuestos motivos editoriales que justificaron su popularidad, "el sistema de casas de Placidus es el que cronometra los acontecimientos externos de la vida con mayor precisión. No es posible sustituirlo por el sistema de casas de Koch o cualquier otro y obtener los mismos resultados en la rectificación de cartas" (Efrein, 1988 p.139). Las cúspides topocéntricas, como ya dijimos, no se hallan lejos de las mismas.

            No es este el lugar para extenderme en una apología del sistema topocéntrico de casas, pero dado que es el que tomo en cuenta para este trabajo, creo que se justifican algunas consideraciones. Primero, que por lo que afirman sus autores Polich y Page (Polich y Page, 1984/5), surgió de búsquedas experimentales y no de presupuestos teóricos, como todos los otros. Por otro lado, sintetiza con inmensa elegancia matemática (léase, simplicidad: tercios de tangente de la latitud geográfica para los polos de las cúspides) los tres sistemas previos de mayor basamento lógico: Campanus y su correcta división del espacio local (trisección del Primer Vertical), Regiomontanus y su correcta división de los círculos de movimiento diurno de los planetas (trisección del Ecuador y, por lo tanto, de los semiarcos) y Placidus y su correcta división del tiempo (trisección de los tiempos de ascensión). Todo ello mediante el proceso de pasar de fórmulas calculadas sobre la esfera a aquellas aplicadas al llamado "cono de ascención", que modeliza el movimiento real del cielo tal como es percibido por el observador, quien no está en el centro de la Tierra sino en su superficie, y consituye así su lugar (topos) como centro del espacio vivido. Este sistema ha sido estudiado y defendido internacionalmente por muchos astrólogos reconocidos, tales como Charles Harvey, Geoffrey Cornelius, Alexander Marr, Margaret Millard, Chester Kemp, David Bennett, Dymock Brose, y los argentinos Gerhard Houwing (ingeniero residente en Dallas y experto en astrología antigua y estadísticas), Eloy Dumón, Roberto Martori y Rubí Leza.

(continúa)